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Consumo inteligente por consumidores conscientes: En los medios de comunicación
Si como consumidores con conciencia nos organizamos, podemos influir de manera sustancial, a través de los anunciantes en la orientación y contenidos de los medios de comunicación.
Los actuales medios de comunicación,
más allá de la función que les es propia -informar sobre la
actualidad-, y siempre en una asociación de favores mutuos con
la clase política dominante, también modifican y crean los
hábitos de vida y marcan los valores que imperan en la sociedad,
dirigiendo a la opinión pública a la aceptación o rechazo de
las políticas, los usos culturales, las conductas sociales, las
condiciones económicas, etc...incluso la guerra.
Como muestra de su inmenso poder, ahora que entramos en el
centenario del 98, podemos recordar amargamente el caso de la
cadena Hearts, que preparó emocionalmente la opinión pública
estadounidense para que ésta aceptase los planes agresores del
gobierno norteamericano. O, más cercano, podemos valorar el
vuelco que los medios de comunicación, al servicio del poder,
propiciaron en la opinión pública sobre el asunto OTAN.
Sin embargo, estos fabulosos instrumentos para imponer un
discurso cultural dominante tienen su talón de Aquiles, su zona
vulnerable, al que podemos recurrir para defendernos de sus
agresiones.
Los actuales medios de comunicación, precisamente por su
envergadura, funcionan apoyados en grandes recursos económicos.
En los medios de comunicación se da la especificidad de que
quien los paga (de manera directa, si indirectamente).no es el
consumidor final.
Ningún otro producto se vende a la mitad de coste de
fabricación. Y sin embargo -y por ejemplo- los diarios se venden
a la mitad de su coste de producción. Este precio, fijado
artificialmente bajo, nos da a entender que el auténtico
comprador-pagador del diario no es el lector, sino el anunciante,
la firma que inserta la publicidad.
Así, la realidad es que la generalidad de los medios
informativos, a pesar de muchos intentos de financiación
irregular, de accionistas extraños, etc, obtienen sus recursos
de vender público-consumidores a los anunciantes. Los medios de
comunicación destinan por encima de la mitad de su porcentajes
de espacio o tiempo a la publicidad. Esta peculiar situación de
un producto vendido mas barato que su precio de coste coloca a
los medios en una posición de dependencia absoluta respecto a la
publicidad. En el caso de la televisión en abierto y gratuita la
dependencia es total.
Por otra parte, según los expertos, bajar, por ejemplo, en un
uno por ciento en las escalas Nielsen -que calculan la audiencia-
se traduce en quebrantos mortíferos por perdidas de ingresos
publicitarios, que los medios de comunicación, si no cuentan con
otras fuentes de capitalización extraña (tema para otro
artículo), no se puede permitir.
Y aquí es donde descubrimos nuestra arma con la que ampararnos
de los abusos y las pretensiones de los editores de los medios, y
de quienes están detrás de ellos, de imponer un discurso
cultural dominante, generalmente opuesto a los valores del
derecho natural:
Nuestra faceta de compradores, para influir sobre los anunciantes
a través de nuestra capacidad de elección en el consumo.
Si como consumidores con conciencia nos organizamos, podemos
influir de manera sustancial, a través de los anunciantes en la
orientación y contenidos de los medios de comunicación.
En el mercado actual hay muchas ocasiones en que podemos, con
igual satisfacción, optar entre diferentes productos. Con
molestarnos un poco en informarnos, podemos estudiar cual es el
comportamiento de esas empresas, para a la hora de optar hacer
una elección u otra.
Y esta opción debemos hacerla llegar a los directivos de la
empresa, para que tomen consciencia de las repercusiones
comerciales y sobre la cuenta de resultados que pueden tener sus
actitudes.
El ejemplo de los E.E.U.U., en este caso, es paradigmático.
Instituciones familiares, provida, defensoras de valores,
religiosas, etc... se organizan para convencer a las empresas de
que no patrocinen, directamente o través de sus inserciones
publicitarias, programas audiovisuales o publicaciones que
mantengan contenidos que atenten contra el derecho natural.
Generalmente nos quejamos de la chabacanería en televisión,
pero generalmente no nos movemos para simplemente enviar una
carta de protesta a los anunciantes de esa programación,
indicándole que dejaremos de consumir sus productos si sigue
apoyando esos programas.
Si esta actitud la logramos sistematizar, agrupándonos en
asociaciones y racionalizando y encuadrando las reacciones
individuales los resultados se multiplican. Y los efectos los
disfrutamos no solamente nosotros, sino el conjunto de la
audiencia, que recibe y asimila pasivamente todo lo que se le
envía a través de los media.
Francisco de Lambay y Gandia
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"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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