|
El Mundo Hispánico: un mundo inmenso e ilustre al que pertenecemos
"He
inventado mundos nuevos. He soñado noches construidas con
sustancias inefables. He fabricado astros radiantes, estrellas
sutiles en la proximidad de unos ojos entrecerrados."
Pablo Antonio Cuadra.
Todo lo hispánico es de todos los
hispánicos. Este tiene que ser el punto de partida, si queremos
entender lo que significa ese mundo realísimo al que
pertenecemos. La primera empresa es, por tanto, la toma de
posesión de nuestra herencia total. Y no se olvide que al
patrimonio del hombre pertenecen, y a título eminente, los
errores, las experiencias de todo género, y sobre todo los
problemas. Esa aceptación de la herencia íntegra tiene una
doble consecuencia, que nos pondrá más allá de los mayores
escollos: la superación del provincianismo y la evitación de la
homogeneidad. Se trata de conseguir, de manera real y no
meramente verbal, la instalación plena en lo hispánico; pero
toda instalación es vectorial , consiste en aquel
"dónde" desde el cual se vive, se está, se proyecta;
la segunda empresa es la proyección hacia el futuro de un haz de
proyectos convergentes.
Nuestra realidad no es solo ni primariamente económica; partimos
de otra indiscutible, palmaria, evidente, que se impone a la
voluntad más negativa: lingüística, cultural, histórica, de
forma y estilo de vida: es decir, lo que puede suscitar el
entusiasmo. Y ello sin ninguna exclusión.
Cuando se habla del mundo hispánico (o, si se prefiere, del
Mundo Hispánico como realidad histórico-social, como fracción
organizada en mundo efectivo de la humanidad), no se trata de la
historia pretérita, sino sobre todo de la historia que se está
haciendo y de la que bien o mal, se va a hacer, se trata
principalmente del futuro. Que el Mundo Hispánico tenga plena
realidad -y que, por tanto, puedan lograrla sus elementos o
componentes- depende del acierto de su proyecto histórico, de su
actualidad, de su capacidad de tener en cuenta la situación
global en que nos encontramos.
En otras palabras, se trata de una empresa temporal, actualísima
y por tanto vuelta hacia el porvenir, y que abarca todas las
dimensiones de la vida colectiva: una empresa económica, social,
política, cultural, cuya primera condición es la imaginación
histórica.
Es menester la toma de posesión efectiva de todo lo que somos y
tenemos.
¿Cómo puede aceptarse que los libros españoles tarden meses -a
veces muchos meses- en ser leídos en América, que los libros
hispanoamericanos tarden otros tantos en llegar a España, que,
salvo lo impresos en México y Buenos Aires, los demás sean
leídos en proporción ridícula fuera de sus países
respectivos?
Todos hablan de nuestra propia lengua española, de su difusión
entre "300 millones"; pero pocos se dan cuenta de que
es una formidable potencia en todos los órdenes. Imagínese lo
que significa la existencia de tantos pueblos mutuamente
transparentes, de manera que todo lo que se piense y dice en
cualquiera de ellos, tiene inmediatamente pleno sentido en todos
los demás. Compárese esta situación con la penosa y deficiente
comunicación minoritaria entre lenguas extrañas. ¿Cuántos son
los que de verdad pueden comprender, leer, hablar, escribir una
lengua extranjera? En el mejor de los casos, una mínima
fracción; y para la mayoría de los que creen saber lenguas
extrañas, estas son, a lo sumo, "traslúcidas", y no
son capaces de percibir los matices o de usarlas con facilidad y
eficacia.
El Mundo Hispánico, teniendo en cuenta su población, sus
recursos, su cultura y sus posibilidades plurales, frente a la
amenaza del hormiguero y la entropía social, podría ser la
concentración humana más potente y fértil del mundo. Los
evidentes riesgos hispánicos, la fermentación, el rápido y
desordenado crecimiento, la propensión a la inestabilidad,
tienen un lado positivo y prometedor: son indicios de vitalidad,
condición previa para todo lo demás. Son pueblos inventivos,
divertidos, atractivos, que contrastan con tantos otros que
forman un horizonte de aburrimiento que avanza sobre el mundo
actual.
Occidente podría iniciarse realmente, desde su versión
hispánica; ello sería posible si nos diésemos cuenta que ya
está casi hecho entre nosotros; si, en vez de imitar,
decidiésemos inventar, abandonarnos a nuestra originalidad y a
la vez disciplinarla. Sería menester olvidar de una vez para
siempre la pereza y el capricho, medir cada acción individual
con el peso, es decir, con la gravedad de ese mundo inmenso e
ilustre al que pertenecemos. Y como dijo el poeta: "Y así
llevar un mundo / acaso en la palabra".
Francisco Arias Solis *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.