|
La cólera del americano medio.
El americano medio sigue siendo cristiano, sustentando los valores tradicionales y es tan víctima de su gobierno como el resto de los países lo es del Departamento de Estado.
Una forma
de encarar los cambios sustanciales que en la sociedad occidental se han dado en las
últimas cuatro décadas, es considerarlos producto de la evolución natural dentro de un
proceso histórico. De forma que el aborto, el libertinaje sexual, la aceptación de la
homosexualidad, el relegamiento de la religión a la privacidad, etc. serían el
inevitable resultado de un avance progresivo e irreversible del pensamiento y las
costumbres a través de los tiempos. Pero esta es una forma demasiado simple de ver las
cosas.
Todos apreciamos la abrumadora influencia de Estados Unidos en el modo de vida y el
pensamiento de Occidente; y no sólo de Occidente, sino del mundo entero. Si observamos
que las cosas han cambiado tanto, ha sido debido en gran parte a que cambiaron previamente
en esta nación líder.
No es necesario recurrir a una teoría conspiratoria, de esas que lo achacan todo a algún
determinado círculo más o menos secreto que habría movido los hilos para conducir los
acontecimientos en la dirección prevista. Sin embargo, aún los enemigos más declarados
de este tipo de planteamientos, reconocen, si no la existencia de una conspiración
única, sí la conjunción en el tiempo de diversos movimientos, diversos procesos, así
como su interconexión o alianza.
Se sabe que con la presidencia de Franklin D. Roosevelt, se inició la progresiva
ocupación de los puestos de la Administración norteamericana por parte de
"liberals", personas predispuestas a facilitar los cambios que paulatinamente
han desembocado en la situación actual.
También hay que hablar de los sionistas y su implacable tendencia a modelar según sus
intereses a la sociedad en que se asientan. Ya en los años cuarenta constituían una
minoría tolerada en Estados Unidos. Pero esto no resultaba suficiente. Se trataba no
sólo de ser tolerados, sino de no ser discriminados. Se trataba de poder acceder a
cualquier puesto de trabajo privado o público en igualdad de condiciones con el resto de
los miembros de la sociedad. Este fué el segundo paso, para el que, en los años
cincuenta, consideraron conveniente concertar una alianza con otro grupo discriminado: los
negros. Eran los tiempos de Martin Luther King. Los judíos aportaron dinero, amigos en la
Administración, intelectuales y medios de comunicación; los negros, fundamentalmente,
las grandes movilizaciones populares. La alianza consiguió el éxito en los años
sesenta. Se acabó la discriminación.
No fué suficiente. Si bien los judíos no eran discriminados, no podían menos de
sentirse presionados psicológicamente en una sociedad mayoritariamente cristiana. De la
necesidad de remover aquella situación incómoda, surgió la teoría multiculturalista.
Estados Unidos no era una sociedad homogénea culturalmente. Estaba formada por minorías
de todas las procedencias, de todas las razas, de todas las religiones. Todas estas
minorías debían ser respetadas igualmente, pues todas ellas conformaban la naturaleza
específica de la sociedad norteamericana, que era multicultural. Por tanto, no debía
ofendérselas con ostentaciones prepotentes. Esta era la idea que comenzó a extenderse y
que halló buena acogida, como de costumbre, entre los "liberals" de la
Administración.
Para entonces, ya se habían adherido otros grupos a la alianza de judíos y negros:
feministas, lesbianas y gays. Estos colectivos presionaron también con sus
reivindicaciones, y aprovecharon la ola de permisivismo que fué inundando el país en
sintonía con el "Mayo francés". El feminismo alcanzó su gran triunfo en 1973,
cuando consiguió lo que por tantos años había suspirado: la legalización del aborto.
La mayor parte de las naciones de Occidente siguió el ejemplo de la nación líder.
El aborto llegó a tener un gran valedor en el gran capital. Las grandes corporaciones
capitalistas, interesadas en ralentizar el desarrollo de los paises pobres, consideraron
imprescindible disminuir drásticamente el ritmo de crecimiento de sus poblaciones.
Programas de planificación familiar, incluyendo anticonceptivos y métodos abortivos, se
pusieron en aplicación, contando con el apoyo inmenso de organismos dependientes de la
misma ONU. Puesto que hablamos del gran capital, a nadie debe extrañar encontrarse con
nombres de prominentes judíos entre los más activos promotores de la planificación
poblacional, en coordinación con el rumbo globalizador, mundialista, que se está
imponiendo a la economía de todos los paises.
En Estados Unidos la corriente multiculturalista consiguió que se aprobaran leyes que
prohibían toda señal confesional en las escuelas y Universidades. Las cruces y los rezos
desaparecieron. También las fiestas de Navidad y Pascua se descristianizaron. Las
feministas y los homosexuales alcanzaron la aprobación legal de sus reivindicaciones.
En unas décadas la fisonomía espiritual de los Estados Unidos había cambiado, lo cual
se trasladaba a todos sus productos culturales de cine, televisión y literatura.
¿Significa esto que el pueblo americano ha sufrido una transformación en estas cuatro
décadas? Aunque pueda extrañar, esto no es así. El americano medio sigue siendo
cristiano, sustentando los mismos valores que sus antecesores. Y constituye cerca del
ochenta por ciento de la población. Los colectivos que han provocado tan gran revolución
no llegan a la cuarta parte.
El americano medio ha ido acumulando ira durante estos largos años. Ha visto cómo sus
creencias y sus costumbres han sido, y son, depreciadas y agredidas por todos los medios
de expresión, controlados por círculos adversos. Comprueban que no pueden manifestar
públicamente su fe con signos visibles. Con gran repugnancia se ven obligados a convivir
con gentes de conducta depravada que hacen ostentación del amparo legal de que disfrutan.
Sobre todo, su sentido moral ha sufrido un choque tremendo con la legalización del
aborto.
Su cólera se dirige hacia los colectivos que pusieron en marcha esta revolución y hacia
las teorías puestas en circulación para llevarla a buen término. Miran con aversión
creciente el multiculturalismo que diluye su fe y sus costumbres; las tendencias
económicas globalizadoras con sus efectos desnacionalizadores que hieren a su
patriotismo; el avance imparable de las teorías feministas y homosexuales; y la horrible
extensión de aborto, en sintonía con las ideas expuestas, siendo no sólo la punta de
lanza del programa del feminismo, sino punto clave del globalismo capitalista.
Durante las últimas décadas han surgido, como expresión de esta ira creciente,
múltiples organizaciones religioso-políticas que aspiran a reconducir esta situación
alienada. Quizás la más poderosa sea "Christian Coalition", compuesta en su
mayor parte por evangélicos, seguidos por católicos y otras confesiones. Tienen una
buena porción de miembros en el Senado y la Cámara de Representantes. Si bien han
conseguido que haya mayoría conservadora en ambas Cámaras, todavía no es ésta
suficientemente amplia para la derogación de leyes como el aborto.
Las elecciones del año próximo serán cruciales, pues se pretende esta mayoría amplia,
y ya se está luchando por conseguirla. Pero serán cruciales no sólo para Estados
Unidos, sino para el mundo entero. De conseguirse la victoria deseada, el apartamiento de
progresistas ("liberals") de la burocracia de la Administración del Estado,
será el inicio de la remoción de muchos otros puestos clave y de influencia mundial. A
partir de ahí, en cadencia progresiva, los mensajes que los poderosos medios de
comunicación lanzarán al globo se irán alterando. El contenido de televisión, cine,
vídeo, prensa, irá inclinándose hacia la recuperación de valores. Volverán las cruces
y las preces a los colegios. Se perseguirá la pornografía y se prohibirá el aborto.
La decadencia moral no se ha desarrollado de forma natural, por lo menos en el sentido en
que algunos lo entienden. Ha habido organizaciones que se han movido intensamente, año
tras año, mientras la sociedad dormitaba. Ahora existen organizaciones poderosas de signo
contrario que tienen la posibilidad de triunfar.
Europa será inevitablemente influenciada por este triunfo, si es que tiene lugar, y se
verá impulsada a iniciar el camino de una regeneración moral y religiosa. Pues así como
América fué factor decisivo en el proceso de decadencia del Viejo Continente, lo será
también en la dirección opuesta. En términos generales, el vicio tendrá más
cortapisas, y la virtud, menos obstáculos. Y en esto consiste la auténtica libertad.
Ignacio San Miguel.
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y
Crítica", es editado por el Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente
siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.