|
Literatura portuguesa y brasileña.
Dentro de la gran familia hipánica la lengua portuguesa tiene un lugar fundamental, se trata de la lengua gallega en su desarrollo natural dentro de la península y en América, que se habla y escribe en Portugal y Brasil. Todavía está por desarrollar la literatura de nivel en la hispanidad losófona africana.
En rigor, no se puede hablar de
"literatura portuguesa" antes del siglo XV si no es con
serias restricciones. Y ello se debe a dos razones primordiales,
una de orden lingüístico y la otra de carácter
sociohistórico, Por lo que respecta a la primera, el
"portugués" no existe hasta mediados del siglo XIV,
momento en que aparecen las peculiaridades que lo diferenciarán
del "gallego" con el cual habla formado una sola unidad
idiomática: el llamado gallegoportugués.
En cuanto a la segunda, los lazos culturales entre Galicia y
Portugal sobreviven a la separación política, y, al romperse
aquéllos, la literatura en portugués se centra en la prosa
didáctica, al servicio de la nacionalidad portuguesa y de la
orientación particular de la misma.
Del siglo XII al siglo XIV
El gallegoportugués surgió en la actual Galicia a principios de
la Edad Media, y fue llevado hacia el sur por los
reconquistadores de las tierras que hoy constituyen Portugal y
que estaban ocupadas por los musulmanes.
Es continuación del latín vulgar hablado en la época
visigótica por los germanos e hispanorromanos establecidos en
aquella región, y su evolución se vio favorecida por el proceso
de la Reconquista.
A finales del siglo XII estaba ya tan diferenciado del latín que
ocupó el lugar de éste en textos notariales y literarios.
Como hemos dicho, a mediados del siglo XIV el gallegoportugués
se bifurca en el gallego y en el portugués modernos. Fidelino de
Figueiredo cita como fecha clave la de 1434 (año en que el rey
Don Duarte crea el cargo de cronista mayor del reino y marca con
ello el comienzo de la prosa histórica portuguesa), y establece
una segunda época de la "era medieval", que arrancaba
de aquella fecha y llegaría hasta 1502, año de la recitación
del Monologo do Vaqueiro de Gil Vicente.
A esta segunda época Figueiredo la llama joanina, por cuanto
está dominada por las figuras del rey Juan I, sus hijos y sus
colaboradores. En cuanto a las diferencias entre el gallego y el
portugués, pueden resumiese, siguiendo a Adolfo Coelho, en que
el primero conserva formas medievales que el segundo alteró,
incorpora muchas formas castellanas que el portugués no conoció
nunca y posee formas peculiares suyas, desconocidas en toda la
historia de la literatura portuguesa.
El más antiguo monumento literario en gallegoportugués es una
pieza lírica, escrita hacia 1189, atribuible a Payo Soares de
Taveiros, dedicada a doña María Pais Ribeiro
-"Ribeirinha", favorita del rey Sancho I- y mal
conservada en el Cancioneiro da Ajuda.
Toda la literatura de la primera de las épocas establecidas por
Figueiredo está integrada, fundamentalmente, por poesía lírica
reunida en cuatro Cancioneros: tres de carácter colectivo (los
de Ajuda, la Vaticana y Colocci-Brancuti) y el de las Cantigas de
Santa María de Alfonso X el Sabio.
Los textos más antiguos de los Cancioneros colectivos se
inspiran en el lirismo provenzal y, aun añadiéndole notas
originales, reflejan el culto a la mujer de la poesía
trovadoresca occitana. La diferencia está en que en los
Cancioneros, la mujer es una doncella y no una dama casada. Si es
ella quien habla, la composición se denomina cantiga de amigo;
si habla el enamorado, cantiga de amor o de ledino.
La poesía satírica, correspondiente al sirventés provenzal,
adopta las formas de cantiga de escarnio (censura de carácter
general) y de cantiga de mal-dizer (simple denuesto personal).
Cuando las cantigas están formadas por estrofas en número par,
casi siempre de dos versos, con refrán o estribillo, y con los
versos encadenados, se denominan paralelísticas.
Muy debatida ha sido la cuestión relativa a las relaciones entre
la poesía gallegoportuguesa y la provenzal.
A las razones históricas de un influjo provenzal, se opuso
primeramente la creencia en una primera lírica hispanoárabe
(tesis de Julián Ribera, basada en el estudio del cancionero de
Abén Cuzmán) y recientemente la existencia de una lírica
mozárabe cuyas jarchas serían del mismo origen que las cantigas
de amigo.
Sea como fuere, el subjetivismo, la delicadeza, la nostalgia
melancólica (saudade), la pasión sofrenada, caracteres a los
que tanto se adaptaba el blando y flexible gallegoportugués y la
estructuración musical de su expresión poética, no sólo
promovieron una lírica abundante y rica en sus propios
territorios, sino que incitaron a poetas de otras tierras a
utilizar este idioma para la efusión de su intimidad.
Así, el rey Alfonso X de Castilla se sirvió de él en sus
Cantigas, y, entre 1350 y 1500, se desarrolló la llamada
-escuela gallegocastellana-, compuesta de poetas castellanos que
emplearon el gallegoportugués para su producción lírica:
Villasandino, Macías, Santillana, Gómez Manrique, etc.
Los tres cancioneros gallegoportugueses se conservan (de los
catorce códices que existieron, según Carolina de Michäelis)
reúnen la poesía escrita en esta lengua desde 1189 hasta 1340:
- Cancioneiro Portugués do Biblioteca Vaticana, llamado así
porque su manuscrito fue encontrado en la biblioteca pontificio.
Fue publicado por Ernesto Monaci, en Halle, en 1873.
- Cancioneiro Portugués Colocci-Brancuti, publicado también en
Halle, en 1880, y que debe su nombre a haber pertenecido al
humanista Colocci, del siglo XVI, y a haber sido hallado en la
biblioteca de los condes Brancuti di Cagli.
- Cancioneiro Portugués da Ajuda, que tomó su denominación de
la biblioteca portuguesa que lo guardaba. Fue publicado también
en Halle, en 1904, bajo la dirección de Carolina de Michäelis.
Entre los tres reúnen más de doscientos autores, en su mayoría
portugueses, y casi dos millares de composiciones, entre las que
predomina el elemento lírico, pues aparte del mismo sólo se
encuentran las cantigas de escarnio y de maldizer y el Romance de
Don Fernando de Alfonso López de Bayâo.
Se distinguen dos corrientes poéticas: una de imitación de lo
provenzal y otra de tipo indígena, más espontánea.
La primera tiene un valor principalmente técnico, y a ella
pertenece la casi totalidad del Cancioneiro da Ajuda. Entre otros
muchos, siguen esta orientación Fernán Gonçalves, Pedro
Barroso, Men Rodrigues Tenorio y el mismo Alfonso el Sabio.
La corriente indígena, en cambio, recoge el alma hondamente
lírica de Galicia y expresa, con una "melancolía vaga,
misteriosa y soñadora" (Menéndez Pelayo), el encanto de un
paisaje "en el que las olas y los pinos hacen el contrapunto
de los sentimientos" (Alda Tesán). En este tipo de poesía
sobresalen Nuño Fernández Torneol, Juan Zorro, Ayras Nunes, el
rey don Dionís, Pero Meogo y, sobre todo, los grandes poetas
marineros:Martín Codax, Payo Gómez Chariño y Meendriño.
La gran épica portuguesa surgirá con el Renacimiento. Durante
la Edad Media, este género es cultivado en Portugal escasamente
y con muy poca personalidad propia.
Hay rastros del mismo en los Cancioneros, no sólo en el Romance
de Don Fernando que hemos citado, sino también en las
referencias históricas que figuran en algunos poemas líricos.
La prosa
- Traducciones. Esta actividad literaria, tan importante en la
Edad Media, se despliega en dos focos, uno gallego y otro
portugués. Al primero corresponden las versiones de la Leyenda
áurea de Jacobo de Vorágiñe, una parte del Códice Calixtino y
del Flos Sanctorum titulada Us miragres de Santiago, el Fuero
juzgo, las Siete Partidas y la Grande e General Estoria de
Alfonso X, etc.
El foco portugués fue la abadía de Alcobaça.
Historiografía. A la primera época medieval corresponden; los
cronicones, tablas de efemérides ordenadas cronológicamente y
redactadas en latín; las hagiografías y los escritos de materia
religiosa, que, muy numerosos, se hallan recogidos, junto con los
cronicones, en la colección Portugaliae Monumenta Historica,
reunida por Alexandre Herculano (1810- 1877); y los libros de
linajes, que, con finalidad de habilitar a los nobles para
ejercer sus derechos, remontaban su investigación hasta
constituir un bosquejo de historia.
En la segunda época, hasta la Crónica do Condestavel se repiten
las características de la historiografía de la época anterior.
A partir de esta obra, se desarrolla una fase superior, a la que
contribuye decisivamente la creación en 1434, por el rey don
Duarte, del cargo de cronista mayor del reino, para el cual fue
nombrado Fernán Lopes.
Éste, el anónimo autor de la Crónica de Condestavel, y fray
Juan Alvares, son los verdaderos creadores de la historiografía
portuguesa.
Orígenes del teatro. Dejando aparte las grandes representaciones
litúrgicas, y el germen dramático de algunas composiciones
líricas dialogadas, el género teatral portugués cuenta
únicamente, en la Edad Media, con los llamados arremedilhos,
piezas embrionarias de las que sólo tenemos noticia por su
mención en algunos documentos y que, por su nombre, sugieren la
idea de farsa mímica o burla.
El siglo XV
- La poesía
Características de la poesía lusitana del siglo XV son la
extinción de la tradición lírica gallegoportuguesa y su
sustitución por la influencia alegórico-dantesca italiana,
recibida a través de los poetas castellanos del momento (
Santillana, Mena, etc.), a la que se unen elementos épicos
nacionales.
El Cancioneiro Geral (Lisboa, 1516), de García de Rezende,
secretario y biógrafo del rey Juan II, recoge casi toda la
producción poética de esta época. En él figuran 286 poetas
portugueses, 29 de ellos con poesías en castellano. Los más
notables son: el propio García de Rezende, con unas trovas
dedicadas a la muerte de Inés de Castro; Joâo Rodrigues Castelo
Branco, con una bella Contiga Partindo-se; Duarte de Brito, autor
de un largo poema a imitación del Infierno de los enamorados de
Santillana; el infante don Pedro; y otros poetas posteriores, que
adoptan ya los temas y el estilo de la plenitud del Renacimiento,
como Sá de Miranda, Bernardim Ribeiro y Gil Vicente.
La tristeza, el amor y la muerte, sentidos a la manera
neoplatónica, son los temas predominantes que abren de par en
par las puertas al Renacimiento.
- El teatro
En el Cancioneiro General hay referencias a representaciones de
momos, y García de Rezende, en su Miscelánea, cita a Gil
Vicente como inventor del auto.
Entre las rudimentarias exhibiciones teatrales de la época
podrían establecerse, con bastante reservas, las siguientes
distinciones: el entremés sería el conjunto de representaciones
escénicas de la forma dramática más frecuente, determinado
momento y determinada solemnidad; el momo sería el episodio
particular y la acción común (en una misma noche, y con la
misma escenografía, se representaban sucesivamente varios
momos); el breve era toda la parte hablada, muy pequeña por
cierto.
- La prosa didáctica
Al ciclo joanino corresponden las últimas de entre las obras
historiográficas citadas más arriba y un grupo de obras
didácticas que contribuyeron a fijar el lenguaje literario
portugués y a efectuar la transición entre la Edad Media y el
Renacimiento. Estas últimas son las siguientes:
- El Livro da Montaria es un tratado venatorio, atribuido a Juan
I, a quien también se le atribuye la Côrte Imperial, compendio
de materias religiosas tratadas con gran aparato de erudición y
escasa originalidad.
- El Leal Conselheiro, escrito por el hijo de aquél, don Duarte,
es una obra de edificación moral especie de enciclopedia de tipo
medieval. Del mismo autor es el Livro da Ensinança de bem
cavalgar tôda a sela, enseñanzas y consejos sobre el arte de la
caballería y lecciones morales relacionadas con los altos
ideales que habían de inspirar la vida del
"caballero".
- La Virtuosa Bemfeitoria, obra del regente don Pedro, duque de
Coimbra, es un profundo tratado de ética cristiana basado en
Aristóteles; Plutarco, Cicerón y, sobre todo, Séneca,
"que tiene la primacía entre los filósofos moralistas-.
Escrito con gran equilibrio y perfecta composición. Es un claro
y valioso precedente del Renacimiento.
- El Fabulario contiene numerosas fábulas o isopetes en prosa,
con sus respectivas moralejas añadidas.
La literatura del Renacimiento
La influencia italiana es ejercida, directa e indirectamente a la
vez, a través de España. El impulso literario fue dado por
Francisco Sá de Miranda (h. 1485-1558), que introdujo en
Portugal la poética del dolce stil nuovo, como Garcilaso la
había introducido en España (adopción de ritmos nuevos y de la
octava rima; empleo del nuevo octosílabo nacional o media
velha).
La escuela italo-clásica está representada en esta época por
Antonio Ferreira (1528-1569), autor, sobre todo, de una tragedia
( Inés de Castro) y de Poemas lusitanos; por Pedro de Andrade
Caminha, por Frei Agostinho da Cruz, por André Falcâo de
Resende y, sobre todo, por Luis Vaz de Camôes (cuyo nombre en
español se transcribe como Luis de Camoens).
Camoens
Camoens (1525?-1580) nacido probablemente en Coimbra, donde
estudio; durante su juventud vivió en la corte donde escribió
su amor por "Natercia", nombre bajo el que se quiere
identificar a Catalina de Ataide.
Considerado el más grande de los poetas portugueses. Ha
cultivado todos los géneros: el lírico, el dramático
(Anfitrión, póstuma 593; Auto del rey Seleuco, hacia 1546) y,
sobre todo, el épico.
Con Los Lusíodas (1572), epopeya que narra la expansión
portuguesa por las Indias orientales, compuesta al modo de la
Eneida, ha dado a Portugal su gran poema nacional. Escrita en
diez cantos en octava rima, se inspira tanto en la Eneida (
Virgilio), como en Orlando furioso ( Ariosto). Aunque la obra
ensalza las hazañas de los hijos de Lusus o portugueses,
también refleja la amargura con respecto a los aspectos más
crueles del colonialismo portugués. El mismo tono de pesimismo
impregna mucha de su lírica y las pocas cartas que nos han
llegado.
Los discípulos de Camoens nunca alcanzaron la talla de su
maestro. Entre ellos puede citarse a Jerónimo Corte-Real
(1530?-1588), autor de la Austríada (epopeya sobre la batalla de
Lepanto, escrita en castellano) y de una larga narración en
prosa titulada El segundo cerco de Diu (1574); a Luis Pereira
Brandâo (1540-1590), autor de Elegíada (1588), sobre el
desastre de Alcazarquivir-, a Francisco de Andrade (1540-1614),
autor de Primer sitio de Diu (1589), y a Vasco Mouzinho de
Quevedo (muerto en 1627), a quien se debe Alfonso el Africano
(1611), poema épico.
La literatura dramática sigue, con menos brío, la misma
evolución que en España. Sá de Miranda introduce la comedia,
sustituye el verso por la prosa y procura imitar a Terencio,
Sófocles y Eurípides. Escribió la primera comedia en prosa,
Los extranjeros (1528), cuya acción se desarrolla en Italia; y
la primera tragedia "clásica", Cleopatra (perdida).
La tragedia de António Ferreira Inés de Castro renuncia a la
inspiración italiana y logra un tema nacional a la manera de
Sófocles.
Por último, recordemos que Jorge Ferreira de Vasconcelos (hacia
1515-1585) nos dejó una obra de estilo similar al de la
Celestina: Eufrosina.
El siglo XVII
Portugal entra en el siglo XVII en una época de decadencia
política y literaria. La influencia española está
constantemente presente, tanto si se trata de la expansión del
gongorismo, como si se trata de la poesía bucólica o lírica,
de la novela o del teatro. La figura más representativa de la
época es Francisco Manuel de Melo (1608-1666), cuyas Obras
métricas están, en parte, escritas en castellano.
En medio de esta monotonía hay que destacar un documento
excepcional, aparecido en París (1699) en francés, con el
título de Cartas portuguesas.
Se trata de una serie de epístolas en las que una monja
portuguesa describe y analiza las diferentes etapas de una unión
pasional con un oficial francés cuya amante debió de ser ella
misma, en 1663, durante la guerra franco-española.
Una erudita tradición ha atribuido esas Cartas a una tal Mariana
Alcoforado (1640-1723), religiosa en Beja. Pero en 1926, el
critico británico F. C. Green demostró que, de hecho, las
Cartas Portuguesas (a veces llamadas Cartas de una monja
portuguesa) eran una superchería literaria cuyo autor era, en
realidad, el pretendido traductor francés: conde Lavergne de
Guilleragues (1628-1685), familiar de Madame de Maintenon. Este
pudo haberse inspirado en auténticas cartas, escritas por
mujeres portuguesas a los oficiales franceses de regreso de sus
campañas por la península Ibérica. Esta fuente explicaría el
lirismo apasionado (los lusismos) de las Cartas, que constituyen
una obra maestra de la psicología amorosa.
El siglo XVIII
Presenta idénticos caracteres que la española: apertura a las
grandes corrientes europeas, creación de Academias (Arcadios),
compilaciones, trabajos historiográficos y de erudición (Manuel
Cactano de Sousa, Frei Manuel do Cenaculo, Barbosa Machado,
Soares da Silva, Antonio Ribeiro dos Santos, Francisco Alexandre
Lobo, Cardenal Saravia, Frei Fortunato de San Boaventura).
La poesía (mediocre) está representada por Antonio Diniz da
Cruz e Silva (1731-1799) con El hisopo (1802); Pedro Antonio
Corrêia Garçâo (1724-1772), versificador consumado; Domingo
dos Reis Quita (1728-1770), poeta bucólico (Églogas, 1776);
Manuel Maria Barbosa de Bocage (1765-1805), cuyos Sonetos merecen
recordarse, y José Agostinho de Macedo (1761-1831), autor de Los
asnos o El reinado de la estulticia (1827). Todos ellos son
arcades (académicos).
Entre los no académicos llamados disidentes, pueden recordarse
los nombres de Nicolás Tolentino de Almeida (1741-1811), poeta
satírico, y de Francisco Manoel do Nascimiento (1734-1819)
quien, al ser perseguido por la Santa Inquisición, hubo de
exiliarse a Francia y a Holanda, donde bajo el seudónimo de
"Filinto Elysio" publicó numerosas poesías.
El siglo XIX
La poesía portuguesa, igual que la española, renace a
principios del siglo XIX bajo la influencia de otros países (en
especial de Inglaterra, a donde se exilió Almeida Garret,
fundador del romanticismo portugués) y participa, con cierto
retraso, del movimiento romántico europeo.
- Joâo Baptista de Almeida Garret (1799-1854) cultivó todos los
géneros. Sus dos poemas épicos, Camoens (1825) y Doña Blanca
(1826), son las primeras obras románticas portuguesas. Su obra
más notable es el drama -desdichadamente, un caso aislado- que
publicó en 1843: Fray Luis de Sousa.
Tras él, Alexandre Herculano (1810-1877), que también pagó con
el exilio sus ideas liberales, estuvo influido por los
romanticismos alemán y francés. Si sus versos han caído en el
olvido, no sucede lo mismo con su importante Historia de Portugal
(1846-1853), obra científica y artística a la vez.
A pesar de los esfuerzos de estos dos poetas, el romanticismo
portugués no ha producido obras de importancia.
La reacción contra el Romanticismo llegó, en 1865, con los
jóvenes escritores que exigían una literatura y una poesía
más comprometidas. A la cabeza de ellos, Antero de Quental
(1842-1891) y Teófilo Braga (1843-1924) discípulo éste de
Auguste Comte.
Quental ha expresado su pesimismo metafísico en las Odas
modernas (1865) y en los Sonetos (1886), que le aproximan al
italiano Leopardi. Entre las obras antirrománticas, la que
constituye el estudio más acabado y moderno de la poesía de
este período es Flores del campo (1868), de Joâo de Deus
(1830-1896).
Una segunda tendencia es la de la poesía social y
revolucionaria, cuyos sostenedores alzan sobre el pavés -sin
haberlos comprendido del todo- a Hugo y Baudelaire.
Principales representantes: Abilio Manuel Guerra Junqueiro
(1850-1923), António Duartes Gomes Leal (1848-1921),
anticristiano y antimaterialista a la vez, a quien suele
relacionársele con Verlaine.
Paralelamente se desarrollan la teoría del arte por el arte
(parnasiánismo francés) y la del simbolismo. Cándido
Gonçalves Cres (1846-1883) introduce en su las tesis del Parnaso
francés, doctrinas que J. J. Cesario Verde (1855-1886)
transforma en una poesía simple y desnuda que no fue conocida
hasta después de su muerte (El libro de Cesario Verde, póstumo,
1887).
A partir de 1890, Portugal entra en un periodo de conflictos
políticos que desembocan en la proclamación de la República
(1910). A esa crisis política y social corresponde una crisis
intelectual. Los poetas, bajo influencia francesa, oscilan entre
el romanticismo y el pesimismo simbolista.
Así, Solo (1892), de António Nobre (1867-1900), expresa, a
través de una antigua tradición, toda la tristeza (saudade)
portuguesa. Teixeira de Pascoâes (1877-1952) se nos presenta
como el poeta panteísta de la nostalgia (La saudade). Eugenio de
Castro (1869-1944), considerado como el introductor del
simbolismo, se convierte en uno de los más grandes poetas
portugueses de su tiempo. Y Camilo Pessanha escribe los poemas de
Clepsidra (publicados póstumamente, en 1922).
El teatro, la novela, la historia
El drama romántico se remonta a Almeida Garret. Sin embargo,
tras él la escena portuguesa sólo ha conocido unos dramas
históricos que no pueden compararse a Fray Luis de Sousa. Son
sus autores José Mendes Leal (1818-1886) y Manuel Joaquim
Pinheiro Chagas (1842-1895).
El drama social, que lleva a la escena la ideología liberal,
está representado por Ernesto Biester (1829-1880), António Enes
(1848-1901) y Fernando Caldeira (1841-1894).
El dramaturgo más célebre de este fin de siglo es Joâo da
Camara (1852-1907), autor de obras históricas y sociales
demasiado grandilocuentes.
Herculano, a su vuelta del exilio, exaltó la novela histórica,
género que él mismo enriqueció con El monje cisterciense
(1848). Fue imitado por muchos escritores: Luis Augusto Rebello
da Silva, Joâo de Andrade Corvo, Manuel Pinheiro Chagas, etc.
La gran época de la novela portuguesa está presidida por Camilo
Castelo Branco (1825-1890), autor de Amor de perdición, Memorias
de una familia, entre otras; por Julio Diniz (seudónimo de
Joaquim Guilherme Gomes Coelho, (1839-1871), autor de Los
hidalgos de la casa morisca (1871) y de Las pupilas del señor
rector (1866), en las que se observan influencias de Dickens; y,
sobre todo, por José María Eça de Queiroz (1845-1900), cabeza
de la escuela realista portuguesa.
Muy influido por los novelistas franceses,(como Flaubert), ha
dejado una abundante labor de la que pueden destacarse El crimen
del padre Amaro (degradación progresiva de un sacerdote); El
primo Basilio (1878) y Los Maias (1880), ambos cuadros de
costumbres de la sociedad mundana lisboeta hacia 1875; La ilustre
casa de Ramires (1900), El mandarín (1988), La reliquia (1887).
Eça de Queiroz ha dejado también diversos trabajos críticos.
El naturalismo está representado por Lourenço Pinto y, sobre
todo, por Francisco Teixeira de Queiroz (1848-1919), que se
propuso describir la sociedad de su tiempo en una amplia Comedia
humana en 15 volúmenes.
Las tendencias realista y naturalista se continúan en el siglo
XX.
La historia, está dignamente representada y encabezada por los
trabajos de Herculano: Historia de Portugal (1846-1853) e
Historia de la Inquisición en Portugal (1854-1859).
Pero el interés por los estudios históricos se manifiesta a
través de un gran número de obras, entre las cuales destacan
las de Henrique de Gama Barros (1833-1925) y António da Costa
Lobo (1840-1913); las de Joaquim Pedro de Oliveira Martins
(1845-1913), autor de una Historia de la civilización ibérica,
de una Historia de Portugal y de Los hijos de Juan I.
Hay que advertir que Oliveira fue más un escritor que un
historiador científico: la imaginación puede en él más que la
documentación y la estricta realidad. Sin embargo, la calidad de
su narración y la filosofía política que extrae de la
Historia, hacen de él un autor particularmente apreciado,
incluso en nuestros días.
La literatura portuguesa en el siglo XX
Creación en 1910 de la revista A Aguia, tribuna del movimiento
de renacimiento cultural llamado Renascença portuguesa.
En torno a esta revista se han agrupado: 1º, Teixeira de
Pascoâes (1877-1952) y los poetas nacionalistas que cultivaron
el saudadismo: Correia de Olivera (1879-1960), Mário Beirao
(1892-1965) y Lopes Vieira (1878-1947); y 2º, Alfonso Duarte
(1884-1958), cuya poesía, menos tradicionalista, está más
abierta al modernismo.
Los "teóricos" de A Aguja son el filósofo Leonardo
Coimbra (1883-1936) y el critico António Sergio de Sousa
(1883-1968), opuesto al "lusitanismo" estrecho de
Pascoâes. Otros tradicionalistas: António Patricio, António
Boto y Florbela Espanca.
Creación en 1915 de la revista Orpheu (anticonformista):
nacimiento del modernismo con Fernando Pessoa (1888-1935),
complejo genio que en vida sólo publicó un libro (Mensajes) y
que dejó firmadas con varios seudónimos las obras que se
publicarían póstumamente.
Después de su muerte han aparecido sus Obras Completas
publicadas con diferentes nombres. I-Poesías, 1942, de Fernando
Pessoa; II-Poesías, 1944, de Alvaro de Campos; III-Poemas, 1946,
de Alberto Caeiro; IV-Odas, 1946, de Ricardo Reis; V-Mensajes,
1945; VI-Poemas dramáticos; y VII y VIII-Poesías inéditas.
Destaca también El libro del desasosiego (aparecido en 1982),
que inició el poeta en 1912 y que se compone de aforismos,
divagaciones y fragmentos de su diario. Mário de Sá Carneiro
(1890-1916), poeta maldito del grupo, se suicidó en Paris.
Creación en Coimbra, en 1927, de la revista Presença
(proustiana). Poetas del grupo: José Régio (1901-1969), Miguel
Torga (nacido en 1907), Adolfo Casais Monteiro (nacido en 1908),
y Branquinho da Fonseca (1905-1974).
A partir de 1940, movimiento que tiende al Neorrealismo (opuesto
a Presença) y que crea la colección del Nuevo Cancionero:
Alvaro Feijo, Joâo José Cochofel (nacido en 1919), Carlos de
Oliveira (1921-1981), y Manuel de Fonseca (nacido en 1911).
En la misma línea se encuentran: José Gómez Ferreira (nacido
en 1900), Veiga Leitâo (nacido en 1915), Egito Gonçalves
(nacido en 1922) y algunos otros.
Al grupo Cuadernos de la poesía (fundado en 1940) pertenecen
poetas de tendencias muy diversas, desde católicos hasta
marxistas, como Ruy Cinatti (nacido en 1915), Sophia de Mello
Breyner Andresen (nacida en 1919) y Eugénio de Andrade (nacido
en 1923).
Tendencias actuales: el grupo surrealista de Lisboa (tardío),
con António Pedro (1906-1966), Mário Cesariny de Vasconcellos
(nacido en 1923) y Alejandro O'Neill (nacido en 1924); el grupo
de la Tabla Redonda (1950-1954), con Alberto de Lacerda (nacido
en 1928), Fernando Botelho (nacido en 1926), etc.; el grupo
neo-barroco y "concretista" (Raul de Carvalho, António
Ramos Rosa, etc.), y la generación "ascendente", que
unas veces se inspira en los antiguos y en otras ocasiones
intenta aventuras más personales (Herberto Hélder, nacido en
1930).
El teatro
En el curso del presente siglo, Portugal ha descubierto el teatro
europeo, naturalista antes de 1914, expresionista en los años
treinta, y el teatro nuevo (desde Pirandello hasta Beckett)
después de la segunda guerra mundial.
Los dramaturgos portugueses o son regionalistas (como Alfredo
Cortés, 1880-1946) o pertenecen a alguno de los grupos poéticos
citados anteriormente, y entonces procuran -no sin dificultad-
saltar de la revista literaria a la escena. Entre los autores
contemporáneos pueden citarse a Jorge de Sena (1919-1978), Romeu
Correia (nacido en 1917) y Bernardo Santareno (1924-1980).
La novela
A principios de siglo volvemos a encontrar a los realistas y
naturalistas Teixeira de Queiroz y Eça de Queiroz.
Tendencia a la novela de análisis, dirigida hacia el mundo
interior y opuesta a la vez al bergsonismo y al positivismo:
representada por Raul Brandâo (1867-1930), influido por
Dostoievski y por la revista Seara nova (1921), donde volvemos a
encontrar a António Sergio de Sousa (1883-1968), y a novelistas
refinados, como Manuel Teixeira Gomes (1862-1941). Joaquim Paco
d'Arcos (nacido en 1908) lanza una mirada sobre la sociedad.
El grupo de "Presença" está más próximo a la nueva
novela que el de Seara nova (la "novela moderna", es
decir, Proust y Joyce); hay que mencionar a José Rodríguez
Miguéis (nacido en 1901).
Los jóvenes escritores opuestos a "Presença",
liberales e inquietos por los problemas sociales y nacionales dan
en el neorrealismo, al que José María Ferreira de Castro
(1898-1971) emigrado al Brasil a los doce años y empleado en la
cosecha del caucho en Amazonia, tal como cuenta en Selva virgen,
sirve de figura precursora. Ellos son: Soeiro Pereira Gomes
(1909-1949), Virgílio Ferreira (nacido en 1916), Alves Redol
(1911-1969) y Fernando Namora (nacido en 1919).
La "nueva novela", perdura en Portugal, como
experimento, con Alfredo Margarido (nacido en 1928) y Artur
Portela Filho.
La corriente "tradicional" sigue viento en popa con
Aquilino Ribeiro (1884-1963) y con la regionalista Agustina Bessa
Luís (nacida en 1922).
La prosa portuguesa de los últimos veinte años se apoya en un
doble pasado reciente: el de la narrativa verosímil, en
relación a una cierta imagen de la vida, real y dimensional, y
el de la sospecha de que la ficción moderna debería ser una
permanente investigación del significado y del significante.
Esta última línea tiene sus antecedentes, entre otros, en Mario
de Sá Carneiro, Raúl Brandâo, Fernando Pessoa, Almada
Negreiros, Manuel de Lima y Luiz Pacheco, que en su mayoría se
manejaron en el individualismo sin agruparse en la corriente
moderna que protagonizaba su época.
De estas fuentes nació la narrativa actual que une esas
posibilidades expresivas de la realidad con una carga
sistemática de inconformismo. Actualmente es posible observar en
el ámbito literario portugués autores y libros que sintetizan
las dos corrientes en una tercera que reúne a jóvenes autores
como Almeida Faría (n. 1943), cuyos textos se sitúan a medio
camino entre la realidad y el mito. Esta forma literaria se
refleja en sus obras A. Paixâo (1965), Cortes (1978), Lusitânia
(1981) y Cavaleiro andante (1983).
Los escritores que más han trascendido en estos años son
Cardoso Pires, Fernando Namora, Manuel de Fonseca, Urbano
Tavares, Natalia Nunes y José Saramago.
Al margen de una posible catalogación, mezcla de influencias y
géneros, se presenta la obra de Agustina Bessa-Luís (n. 1922)
("O Mosteiro",), marcada por una profunda originalidad
basada en su poder de fabulación. Algunos críticos le han
llamado a este género surrealismo rural.
La literatura de Brasil está formada por la mezcla de la cultura
de tres pueblos: los pueblos indígenas, los europeos emigrados y
los negros que fueron llevados desde África como esclavos. Desde
que los portugueses comenzaron a colonizar el país, su lengua
determinó la unidad del mosaico cultural resultante y
estableció el carácter particular de la literatura brasileña
en íntima relación con la tradición literaria portuguesa.
Desde los orígenes hasta el siglo XIX
La historia de la literatura brasileña de este periodo
transcurre paralela a las demás hispanoamericanas, bajo la
influencia del pensamiento y la cultura europeas, y podemos
dividirla en dos etapas.
Antes de la independencia
Si dejamos a un lado los escritos (relatos, descripciones, etc.)
redactados por los primeros conquistadores portugueses en el
siglo XVI, la literatura brasileña apenas existe en los siglos
XVI, XVII y XVIII.
Cabe citar a Pero de Magalhâes Gandavo (finales del siglo XVI) y
al padre Cardim (hacia 1608-1697), quienes describen el Brasil a
sus compatriotas europeos, y al predicador Antonio Vieira
(1608-1697).
Los comienzos de la literatura brasileña se suelen fechar en la
obra del poeta Gregorio Mattos (1633-1696), el cual, sin embargo,
es más portugués que brasileño.
A finales del siglo XVIII se manifiesta la influencia de la
revolución norteamericana y de los filósofos franceses. Algunos
intelectuales piensan en sustraer a su país de la tutela
portuguesa y convertirlo en un Estado independiente. Este
movimiento se inicia en la región de Minas Gerais. A él se unen
el poeta Claudio Manuel da Costa (1729-1789), el poeta mulato
Manuel Ignacio da Silva Alvarenga (1749-1814) y otros escritores,
en general mediocres imitadores de los autores europeos salvo,
quizá, José Basilio Gama (1741-1795), autor de Uruguay (1769).
Después de la independencia
La independencia de Brasil (1822), que coincide con la expansión
del romanticismo en Europa, va acompañada de una exaltación de
todo lo que no es portugués, es decir, de la indigenidad, y, por
supuesto, del gigante Brasil cantado por António Gonçalves Dias
(1823-1864). Un hombre que, con la pluma y la acción política,
lucha por la abolición de la esclavitud de los indios fue
Joaquim Nabuco (1849-1910), diplomático, ensayista e
historiador.
La poesía lírica prosigue, después de Dias, con António de
Castro Alves (1847-1871). Después, el romanticismo desemboca en
el arte marmóreo de los parnasianos (Raymundo Correa, 1860-1911;
Alberto Oliveira, 1857-1937; Olavo Bilac, 1865-1918) y, al final
del siglo, en el simbolismo (Joâo de Cruz e Souza, 1862-1898).
El naturalismo brasileño se caracteriza por el interés que los
escritores muestran por el sertâo, esa vasta y desheredada
región del nordeste del Brasil, que todavía inspira a los
novelistas y, sobre todo, a los cineastas.
Los principales representantes son: Afonso Arinos (1868-1916), H.
M. Coelho Netto (1865-1934), Afranio Peixoto (1876-1947),
Euclydes da Cunha (1866-1909), autor de Os sertoes (1902),
admirable mezcla de novela épica y ensayo sociológico. Joaquim
Maria Machado de Assis (1839-1908), además poeta parnasiano
(Crisálidas, 1864), es ante todo un narrador realista, una
especie de Anatole France brasileño, con un poco más de
pesimismo que de escepticismo (Memorias póstumas de Braz Cubas,
1880; Quincas Borba, 1891; Dom Casmurro, 1900).
El siglo XX
En el siglo XX los escritores brasileños continúan explorando
la sociedad brasileña, tanto en obras que analizan la vida
campesina, como la urbana.
Continúa la tradición naturalista con un estilo experimental
propio. Aunque Brasil no ha proporcionado dramaturgos a la altura
de sus novelistas y poetas, destacan algunas obras de contenido
religioso y folclórico.
El crecimiento de la economía y las comunidades urbanas de
Brasil prometen una literatura rica y variada.
En la evolución literaria del Brasil durante el siglo XX son de
señalar tres etapas:
El principio del siglo es el momento de la consolidación del
academicismo (parnasianismo y simbolismo). Como reacción, hacia
1922 aparece el modernismo (sin relación con el modernismo de
Rubén Darío): Mario de Andrade (1893-1945), Oswald de Andrade
(1890-1954), José Pereira de Graça Aranha (1868-1931). Este
movimiento se caracteriza por el empleo y definición de nuevos
medios de expresión.
A partir de 1930: expansión de la cultura e interés por la
historia y la sociología. Los escritores y los críticos- se
preocupan cada vez más por los problemas sociales (liberalismo)
y el modernismo se convierte en vehículo de las ideas
revolucionarias después de la instauración de la dictadura
(1933).
Después de 1945, retorno a la "democracia". Hay que
señalar un hecho importante: el desarrollo del cine brasileño,
a cuya evolución están ligados los escritores de la generación
de 1945 (problemas que aborda: las favelas -el
"chabolismo"-, la miseria en las ciudades, las
cuestiones sociales, la decadencia de las grandes familias, el
sertâo).
Los regímenes políticos y la censura favorecieron el retorno de
las corrientes intimistas de gran corrección formal, destacando
E. Verissimo, F. Sabino y D. Trevisan en narrativa, y Cecilia
Meireles en poesía.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.