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El Partido Popular ante los nacionalismos periféricos.
Las fuerzas políticas nacionalistas han radicalizado, en estos últimos 4 años, su actuación en diversos ámbitos. Puede decirse, incluso, que el "estado de las autonomías" ha hecho crisis. ¿Qué papel ha desarrollado ante este panorama el Partido Popular?. En este artículo se responde a ese interrogante, proporcionando algunas claves para entender la actual coyuntura
Introducción.
El gobierno del Partido Popular es el primero que, casi, ha
agotado una legislatura de 4 años, conforme el plazo temporal
máximo previsto en la vigente Constitución española.
Por lo que respecta a la articulación de nuestra realidad
territorial, el esquema constitucional aplicado, en su fórmula
salomónica de la "España de las autonomías", ha
hecho crisis.
Hasta hace 4 años era lugar común que esa original
estructuración de España, en torno a "nacionalidades
históricas" y "comunidades autónomas",
funcionaba perfectamente, constituyendo uno de los "grandes
logros" de este período histórico.
Al cabo de 4 años tal esquema es impugnado claramente, y no
sólo por parte de los partidos independentistas (EH, EA, BNG y
ERC), sino también por otras fuerzas nacionalistas más
"moderadas" (PNV, CiU y CC), incluso por formaciones
antes regionalistas (PAR y UM). Pero lo más grave es que un
partido de ámbito nacional como es el PSOE empieza a cuestionar,
al menos por alguna de sus figuras, tal articulación: es el caso
del PSC-PSOE de Maragall, que como principal baza política
invoca al federalismo como fórmula mágica para salir de la
actual situación (coincidiendo en ello con Izquierda Unida e
Iniciativa por Cataluña).
Por todo ello, es el momento de reflexionar y valorar la acción
política del Partido Popular ante la presión disolvente de los
partidos nacionalistas periféricos durante estos últimos 4
años de la vida española.
Presupuestos.
En necesario considerar, en primer lugar, algunos presupuestos
que condicionan en forma muy notable a este partido político
hasta ahora en el gobierno nacional.
I)El PP omite la historia de sus propios orígenes, es decir, su
procedencia sociológica y doctrinal. Salvo en algunos ámbitos,
como los de la Fundación Cánovas del Castillo, se ignora y se
hace tabla rasa de los antecedentes de la derecha española y, no
digamos ya, del pensamiento tradicional español. Al contrario.
Observamos, atónitos, a un Presidente del Gobierno que se remite
a Manuel Azaña como su inspirador. No podemos menos que
considerarle como un intelectual alejado de la realidad,
sobrevalorado hoy día en su capacidad, débil ante la presión
de los radicales de la izquierda de entonces y, por último,
profundamente sectario. Pío Moa, en su libro "Los orígenes
de la guerra civil española", expone de forma rigurosa el
papel jugado por Manuel Azaña en el sentido antes descrito.
Si esas referencias doctrinales son las del PP, partiendo de que
"no se puede dar lo que no tiene", el mismo se
encuentra prisionero de tales presupuestos, lo que también
condiciona su voluntad ante el reto nacionalista.
II) El gobierno del Partido Popular nació con un déficit
electoral que ha condicionado su práctica política en esta
sexta legislatura: la carencia de una mayoría absoluta en el
Congreso de los Diputados. Ello le ha obligado desde el principio
a pactar, en una precaria estabilidad, con una serie de fuerzas
políticas de carácter nacionalista: PNV, CIU y CC. Recordemos
aquí la polémica producida al inicio de la legislatura con la
aprobación del nuevo Código Penal y la promesa electoral de
cumplimiento íntegro de las penas por los terroristas, que puso
en evidencia las dificultades que encontraría en otros proyectos
de cierta envergadura.
También ha necesitado contar con otras fuerzas regionalistas,
actualmente en crisis de identidad y en ruptura con el PP, como
son el PAR, UM y UV.
El caso navarro es distinto, al no existir el PP en este
territorio foral y encontrarse vigente un acuerdo permanente de
colaboración política con Unión del Pueblo Navarro, ratificado
en el mes de enero de 2.000.
III) Un tercer factor condicionante es el desprestigio en que se
encuentra sumida cualquier propuesta de "proyecto
nacional" español desde los "mass media" y el
mundo académico y universitario. Todo intento al respecto es
descalificado a priori como una expresión no deseable de
"nacionalismo español", sinónimo de retrógrado,
tardo - franquista, etc.; al contrario que en el caso de los
proyectos nacionalistas periféricos en marcha (los de los
gobiernos de Cataluña y Comunidad Autónoma Vasca,
fundamentalmente, aunque sin olvidar la marcha ascendente del
BNG), admitidos como inevitables y progresistas por los herederos
ideológicos del 68 (donde encontramos la génesis de la
mentalidad hoy día dominante).
IV) Exclusión del catolicismo como elemento históricamente
vertebrador del pueblo español.
Para que un proyecto nacional -o de otro tipo- sea posible, debe
nacer y sustentarse en un pueblo, pues se convertiría en caso
contrario en un cenáculo reñido con la realidad.
En España ese pueblo que la ha encarnado está desapareciendo,
siendo sustituido por una abstracta suma matemática de
voluntades individuales, unidas por la búsqueda del bienestar,
bajo el paraguas constitucional y una mínima ética social.
No puede hablarse -a nuestro juicio- de "pueblo
español" sin remitirse al cristianismo, como factor
vertebrador del mismo.
Buena parte de la historiografía moderna responsabiliza a la
Iglesia católica del "atraso secular" de España. Y, a
su juicio, su papel se limitaba a la mera defensa de los
intereses del alto clero y de los poderosos. No se admite, bajo
ningún concepto, que Iglesia y pueblo formaran un
"uno" generador de energías positivas y constructivas
en múltiples campos. Y ese proceso de eliminación del
catolicismo de la conciencia colectiva también se ha verificado
en la vida pública, en particular, en la acción política.
Actualmente no es "políticamente correcto" pretender
que el catolicismo salga de las sacristías. A la Iglesia
católica se le ha marginado y apartado de la vida pública,
salvo en algunas ceremonias entendidas como residuos, en
regresión, de épocas pretéritas.
Y respecto al proceso descrito, el PP ha jugado un papel cuanto
menos ambiguo.
Como consecuencia de todo ello, salvo algunas excepciones, casi
nadie, y menos desde un PP que ganará las elecciones en tanto se
asegure los votos del centro sociológico, reivindica como
deseable la recuperación de la memoria colectiva del pueblo
español y de los elementos que la configuraron.
Características de la acción gubernamental popular.
A partir de tales premisas, y tras 45 meses de gobierno
"popular", deducimos algunas características de su
acción política, derivadas de esa "ausencia"
doctrinal (que ya se observaba en el programa electoral popular
"Con la nueva mayoría" del año 1.996) y de esa
aparente falta de voluntad:
1. Actuación a la defensiva ante las diversas iniciativas
nacionalistas: ya políticas, lingüísticas, educativas, etc. Su
expresión más significativa ha sido la actuación del ejecutivo
popular durante la liquidada "tregua indefinida" de la
banda terrorista ETA. Nunca sabremos si el gobierno pudo hacer
algo más para "allanar los caminos de la paz". Pero
tememos que el inmovilismo del Gobierno sea una consecuencia de
la ausencia de proyecto. Así, como estrategia en ese terreno,
sólo ha concebido la defensa de la Constitución. Y como
tácticas, la lucha policial y la movilización ciudadana a raíz
de Ermua. Observados todos los movimientos realizados con
ocasión de esa mal llamada "tregua", ha demostrado
cierta incapacidad de liderar iniciativas al respecto.
2. Reducción genérica del "proyecto nacional"
español a los principios encarnados en la Constitución
Española vigente y a una ética civil de los valores comunes,
sin que se adviertan movimientos de rectificación.
Buena parte del electorado popular no se identifica con la
política ejecutada por la dirección del PP en ese sentido: por
origen, se trata de un electorado de conciencia española.
El PP invoca al bienestar, a los valores constitucionales y poco
más. El nacionalismo periférico resuelve problemas cotidianos
en los ayuntamientos, lucha en el campo de la ecología, promueve
vivencias comunitarias, habla de sexo, lucha por su concepto de
"patria", promueve formas de tradición. La cultura y
otros aspectos de la vida son abandonados por el PP, salvo
francotiradores aislados, cediendo esos terrenos a quienes
realmente trabajan en ello. Con tal renuncia se facilita la
manipulación, de la cultura e idiomas como el euskera, por parte
de los estrategas nacionalistas; concebido todo ello como
herramientas de confrontación, división y revolución cultural.
Así, el PP, sin objetivos ambiciosos a medio y largo plazo, se
vacía de contenido ideológico, limitando su estrategia a un
proyecto de simple conservación y ejercicio del poder estatal.
3. Progresiva marginación en el PP de las voces discrepantes con
la actual evolución en este campo. El caso más conocido es el
de Aleix Vidal-Quadras en Cataluña. Y como situación más
sangrante, el de algunas de las víctimas "populares":
concejales y militantes, atacados por representar a "lo
español" y que PP y UPN no han sabido -o querido- apoyar de
forma efectiva (así, las dimisiones de concejales regionalistas
afectados por la "kale borroka" en las localidades
navarras de Villava y Noáin, que argumentaron en esa coyuntura
no sentirse respaldados por su partido).
Otro aspecto a considerar, en lo que se refiere al liderazgo y
configuración del PP, es la ausencia, numéricamente
significativa, de políticos cristianos en el mismo, salvo
excepciones como Jaime Mayor Oreja; lo que limita las
posibilidades de dotar de contenidos ideológicos claros a ese
partido y de conectar con la base de su propio electorado.
Principales retos del nacionalismo periférico.
Por último mencionaremos dos acciones político-culturales
desarrolladas en estos casi 4 años por diversos gobiernos
autonómicos (tanto nacionalistas como populares), cuyas
consecuencias a largo plazo serán muy graves en lo que respecta
a la cohesión, convivencia y común conocimiento de los
españoles.
La situación planteada por el nacionalismo vasco (que actúa
conjuntamente a partir del Acuerdo de Lizarra), excede el
contenido de este breve artículo.
1. Pleno desarrollo de las políticas de "inmersión
lingüística" en sus respectivos territorios, especialmente
en la educación, el ámbito administrativo y de los medios de
comunicación de titularidad pública, iniciándose también en
el de la Justicia. Esta discriminación positiva empieza a tener
consecuencias no deseables en los ámbitos laboral, docente,
educativo y funcionarial.
2. Distorsión y olvido de la "memoria colectiva"
española en los planes de estudios, omitiéndose el acervo
español común en los contenidos educativos impartidos,
fragmentándose (incluso llegando a la falsificación) en los
recogidos por diversas Autonomías.
El fracasado "decreto humanidades" fue un intento de
rectificación de esa situación por parte del PP. Pero, a partir
de ese déficit electoral antes mencionado, chocó con los planes
de los partidos nacionalistas, consistentes en la creación e
imposición a través de todos los medios culturales a su alcance
(enseñanza y medios de comunicación), de una "conciencia
nacional" vasca y catalana.
Conclusiones.
La "administración única" propuesta por Manuel Fraga
Iribarne no ha pasado de ser una mera formulación teórica
apenas desarrollada y que, en su origen, pretendió anticiparse
en alguna manera a la actual crisis del "estado de las
autonomías" desde un plano de igualdad de todas las
comunidades españolas.
Desde el partido hasta ahora en el poder, no han surgido otros
intentos serios de rectificación de la actual situación.
Existe, pues, un complejo de inferioridad intelectual y política
del PP ante el nacionalismo periférico (y también ante
cualquier expresión de "progresismo") que ha
condicionado de forma determinante su acción de gobierno.
Vemos, con todo ello, que se presenta ante el horizonte de la
política nacional uno de los más peligrosos retos de la
reciente historia de España.
Si el pueblo español quiere recuperar un proyecto de futuro,
deberá volver sobre sus orígenes y encontrar en ellos la fuerza
y las claves que permitan afrontar el reto de su supervivencia.
Y esa misma operación deberá realizar el Partido Popular,
retomando el contacto con la realidad de su electorado y de la
corriente sociológica e histórica de la que brota.
José Basaburúa
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