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Partitocracia: un sistema que no funciona.
Se hace precisa la vertebración de los diversos grupos que forman el tejido social, para evitar la innecesaria intermediación de las tradicionales oligarquías políticas
Etimológicamente Democracia quiere decir
gobierno popular; dado que la realidad no responde a este modelo,
indica Juan Pablo II que "no puede favorecer la formación
de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares
o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado". Lo
característico del sistema político que nos imponen es que cada
partido pretende el poder absoluto en el gobierno sin reconocer
función política práctica al resto de los cuerpos sociales.
Todos presumen de demócratas pero pocas organizaciones hay tan
poco democráticas como los propios partidos; el que se mueve, no
sale en la foto (¿se acuerdan, por ejemplo, de los señores
Damborenea o Vidal-Quadras?). Dijo Ortega y Gasset que "la
democracia es el pueblo organizado, no el pueblo suelto"
pero cuando hoy se habla de la misma, nadie la estructura en
órganos. Cuando se hace precisa la vertebración de los diversos
grupos que forman el tejido social, para evitar la innecesaria
intermediación de las tradicionales oligarquías políticas,
comienzan las mismas una nueva carrera para ocupar los escaños
azules del Congreso. De nuevo podremos ver una participación
exígua, que unida a la poca, poquísima convicción de la
inmensa mayoría de los que decidan asistir a las urnas el día
12 de marzo, confirmará que la sociedad, desgastada, es cada
día más reacia a confiar en quienes adornan el uniforme
panorama político de nuestra querida España.
Cuando el votante deje caer su papeleta, apoyará,
independientemente del color de la misma (salvo, tal vez,
excepciones no representativas), a los gestores de ese entorno
que choca frontalmente con los valores inspirados en el Derecho
Natural. Estoy convencido de que en todos los partidos políticos
hay buenas personas; seguro de que, por ejemplo, en la
pseudocoalición social-comunista habrá mucha gente que se
oponga a la pena de muerte sin juicio previo, y de que en el P.P.
habrá multitud de enemigos a ultranza de esos supuestos que ha
defendido el Gobierno para que abortar sea lo más sencillo del
mundo. Al final, las buenas personas se deben a esos programas
que les eclipsan.
El bien y el mal tienen un valor objetivo y no dependen de las
opiniones de las mayorías. Que la democracia se convierta en el
sustituto de la capacidad racional del hombre para conocer la
verdad es una falacia; el pluralismo no puede implicar el
relativismo ético, la moral no puede cambiar con los tiempos.
Pienso que la desconfianza generalizada que generan los
políticos hoy en día, el hastío que siente la sociedad, el
aburrimiento que desprende esta democracia inorgánica
debe
ser el trampolín que impulse a buscar fórmulas nuevas. Es
urgente.
Óscar Villanueva Manzanares
NOTA IMPORTANTE: Los artículos marcados con el símbolo de la urna corresponden a una separata especial con motivo en las elecciones generales, tienen valoraciones de caracter temporal sobre el momento y no comprometen la línea editorial de la publicación.
"ARBIL,
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