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¿Que pasa con los funcionarios de prisiones?.
La política gubernamental también tiene consecuencias en la Función Pública. Aquí veremos la desarrollada en el muy concreto ámbito de las Instituciones Penitenciarias españolas y su repercusión en la vida de sus funcionarios
Introducción.
La sequía informativa del pasado verano nos trajo, entre otras,
asombrosas imágenes televisivas en las que grupos de
funcionarios de prisiones bloqueaban con barricadas los accesos a
diversos centros penitenciarios, siendo posteriormente disueltos
-con auténtico "entusiasmo" en muchos casos- por la
Guardia Civil.
Tales imágenes se enmarcaban en las movilizaciones que
sacudieron a este sector funcionarial durante varios meses y que,
de forma intencionada, se interpretaban desde los "mass
media" como de marcado -y casi exclusivo- carácter
salarial.
Antecedentes.
Desde los angustiosos meses en que se prolongó el secuestro por
parte de ETA del funcionario José Antonio Ortega Lara (quien con
su tremendo sufrimiento ha rendido un extraordinario servicio a
la causa del reconocimiento social de los profesionales
penitenciarios), era la primera vez en que estos trabajadores
alcanzaban un cierto protagonismo informativo que generó, por
otra parte y como era de esperar, todo tipo de comentarios.
¿Qué motivó realmente semejantes movilizaciones?
Ciertamente, el colectivo de trabajadores de prisiones (unos
16.000 funcionarios y 1.800 laborales, sin contabilizar los de la
administración catalana) no es uno de los más populares dentro
del ya de por sí desacreditado estamento funcionarial. Tampoco
su problemática es esencialmente distinta de la del resto de la
Función Pública, estando aquejada de las mismas enfermedades y
vicios de funcionamiento.
Despreciados por unos, ignorados por otros y perseguidos por el
M.N.L.V. en Vascongadas y Navarra, este colectivo muestra los
niveles más elevados de frustración e inconformismo dentro de
la Función Pública.
Prueba de ello fué el apabullante éxito alcanzado, en las
últimas elecciones sindicales, en prácticamente todas las
prisiones españolas, por un sindicato "corporativo", a
juicio de los demás: la Agrupación del Cuerpo de Ayudantes de
Instituciones Penitenciarias (ACAIP en lo sucesivo).
Según muchos, este sindicato nació "teledirigido"
desde la propia Dirección General, con oscuras intenciones, pero
resultó díscolo. Y obtuvo tantos votos como sumando el
cosechado por todos los demás (CSIF, UGT, CCOO, USO-USIAP, ELA
STV, CIG y UBP).
Su éxito fue espectacular, salvo -curiosamente- en los servicios
centrales de la propia Dirección General, donde la mayoría de
votos la obtuvieron UGT y CCOO.
Su fulminante éxito solo puede tener una explicación: ha sido
el catalizador de un malestar generalizado. De hecho, no solo ha
obtenido votos entre su electorado natural, sino que los ha
recibido de grupos de funcionarios a los que su mensaje no está
dirigido (el Cuerpo de Ayudantes -destinatario natural de ese
sindicato- es grupo "C" de la Administración y uno,
aunque el más numeroso, de todos los diversos Cuerpos
penitenciarios).
¿Cómo es posible lo anterior?
Politización con el PSOE.
Los distintos Directores Generales socialistas politizaron de
forma extrema la gestión de personal y electiva de cargos
directivos; lo que constituye una característica común en las
diversas Administraciones Públicas.
Por ello, el éxito electoral del PP generó unas enormes
expectativas de cambio que, a los pocos meses, se tradujo
únicamente en un "baile" de altos cargos, sin que se
produjera promoción de hombres e ideas del PP (salvo en alguna
prisión muy concreta). De hecho, gran parte de los puestos de
cierto nivel hacia arriba siguen en manos de la minoría
ugetista, fundamentalmente.
Angel Yuste, flamante Director General, nunca ha sido militante
del PP y su actuación se ha caracterizado por dos ejes:
continuidad en general con la política penitenciaria socialista
y absoluta subordinación a la política antiterrorista del
Ministro Jaime Mayor Oreja (máximo responsable hoy día de la
política penitenciaria).
Las macroprisiones.
Hemos indicado que no se trata de una realidad sectorial
absolutamente diferenciada del resto de la llamada Función
Pública. Al contrario, los códigos de comportamiento y los
retos de servicio y modernización pendientes son comunes a los
existentes entre el resto de funcionarios públicos. Pero el
medio físico y material determina respuestas y adaptaciones; y
si ese medio es "cerrado" (la prisión), todo se
vivirá y experimentará de forma más extrema.
Una prisión no es una realidad completamente aislada del resto
de la sociedad. Al contrario, es producto y fiel reflejo -con
algunos códigos de comportamiento específicos- de los valores
predominantes en la sociedad española.
El modelo físico prevalente sigue siendo el diseñado por el
PSOE: el centro penitenciario "tipo" o
"macroprisiones" alejadas de las ciudades.
Idea de Antonio Asunción, la jugada estaba bien pensada: se
cierran dos viejas prisiones, generalmente muy bien situadas en
dos ciudades, construyendo a cambio del valor de los solares en
los que estaban situadas, una "macro" a caballo entre
ambas. No importa que esté situada en un descampado a 40 o 50
kms. de las dos ciudades. Todo parecían ventajas. Pero que
pregunten qué opinión merece ello a funcionarios, familiares de
presos, abogados, etc; y que se sumen los millones de kilómetros
recorridos para trasladarse a tales centros. Y eso sin entrar en
la despersonalización padecida por funcionarios y presos en
Centros en que los números -en su dimensión humana- también
son "macros".
Es un modelo que, en definitiva, no favorece el tratamiento
resocializador del delincuente (principio inspirador de la
reforma penitenciaria acorde con la Constitución actual). Prima
la seguridad, si bien no hay que desdeñar, entre otros, los
esfuerzos por introducir talleres productivos que ocupen al mayor
número posible de internos en trabajo remunerado.
No olvidemos que esos principios de "tratamiento" y
"resocialización" son los que han inspirado la
selección y formación de los miles de funcionarios que,
actualmente, trabajan por toda la geografía española y cuya
edad se sitúa mayoritariamente entre 30 y 40 años.
Otros problemas.
A los aspectos antes indicados debemos señalar otro.
Pongamos un ejemplo. Un joven que con 24 años entre en el Cuerpo
de Ayudantes como funcionario de carrera, dentro de 15 o 20 años
seguirá donde entró, profesionalmente hablando. A lo sumo
habrá subido un par de niveles para seguir desempeñando,
básicamente, el mismo trabajo ("chupando patio o
galería"). Por otra parte, dada la procedencia geográfica
de los funcionarios (predominan de forma notable los naturales de
Castilla - León y alguna otra Comunidad como Cantabria y
Galicia), el futuro pasa por viajar durante varios años de forma
constante y, generalmente, a través de distancias largas.
Todo ello dibuja un panorama que, en realidad, tampoco es ajeno
al de otros ámbitos de las Administraciones Públicas, pero que
condicionado por ese medio cerrado, acentúa la frustración y la
desesperanza.
Con tales factores en juego, no es de extrañar que un sindicato
"incorrecto" haya podido azuzar esa problemática real
latente que los sindicatos "de clase" -mas preocupados
por otras cuestiones- no han sido capaces de canalizar y
resolver.
En cualquier caso, la estrella de ACAIP declinará en breve. Los
recientes pactos con la Dirección General y la política que
siga en el futuro generarán, inevitablemente, nuevas
frustraciones que desmovilizarán al colectivo que lo apoya y
que, antes o después, reabsorberán los sindicatos clásicos (en
particular, los "de clase"). Habiendo iniciado el
camino de la institucionalización y la componenda, no podrán
permanecer ajenos a la erosión del desencanto.
El OATPP.
Para ser justos, debemos destacar la existencia de un factor
novedoso en el panorama penitenciario español: el Organismo
Autónomo Trabajo y Prestaciones Penitenciarias.
Dirigido por una militante del PP ajena al mundo penitenciario,
está sorprendiendo a propios y extraños por el trabajo
desarrollado y por su dinamismo, reflejado en documentación y
programación constante (en tremendo contraste con las
equivalentes de la Dirección General). Incluso los más
progresistas de "la casa" están agradablemente
sorprendidos por la amplitud de miras de sus gestores y los
medios empleados; copando las competencias de cultura,
formación, deporte, asistencia social y trabajo productivo en
las prisiones españolas (salvo en Cataluña). Paralelo a lo
anterior, su presupuesto también ha aumentado de forma muy
importante.
ACAIP y los movimientos producidos en su entorno han sido la
punta del iceberg. Los sindicatos tradicionales, antes o
después, asimilarán todo ello, pero ello no es garantía de que
el malestar y el desencanto generalizado se resuelvan
eficazmente. Un malestar que no se acallará por un millar de
duros mensuales más, pues reclama la satisfacción a elementales
valores en juego como son la dignidad profesional, el
reconocimiento social y un justo sentido del trabajo
desempeñado.
José Basaburua.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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