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¿Existen métodos para pensar con seguridad?.
Hoy está muy claro: prácticamente todos los mercados de productos y servicios masivos están a las órdenes y al servicio del mercado financiero; y éste sólo lo está de los mercados de máximo rendimiento (ganancia), el cual frecuentemente se encuentra en el mismo mercado financiero.
Ganar bien o más, o aún mucho más que
el promedio de los ingresos de la población activa (que trabaja)
ya no es el premio merecido por quienes son multiplicadores
sociales de bienes (productos y trabajo) como en los tiempos de
Ford; sino que los bienes mismos - y aún los productos
materiales - son sobre todo activos financieros, o sea, otras
tantas formas del dinero (como las tarjetas de crédito, los
bonos, las acciones, etc.)
Como ellos tienen valor sólo en la medida que tienen mercado. Y
para la inversión financiera valen sólo si los bienes circulan
por una "estación" (mercado de bienes) de rápido
pasaje y con salida de "valor agregado" (aumentado), en
un circuito que a su vez vale por su velocidad de retorno a la
estación de partida (el mercado financiero): es hoy la velocidad
de rotación incremental del dinero (en sus distintas formas) y
no la producción de "bienes", la vara de medida y la
finalidad última del subsistema económico.
Desde que el dinero es el "Bien" (?) por excelencia - y
no tanto el medio de pago ni el símbolo representativo de los
bienes (como sigue siéndolo para los que suelen carecer de
alguno de ellos ó de ambos) - ya no hay prácticamente lugar
para la vocación de Empresario, que podía unir en su
individualidad el interés personal ("egoísta") de
hacerse rico, con el interés social ("altruista") de
beneficiar a todos con su labor generatriz multiplicadora de
riqueza.
Este mecanismo económico esconde una paradoja: la sociedad se ha
complejizado en extremo a la par que su manejo se ha simplificado
al máximo. ¿Por qué? Porque al transformar todas las
necesidades e intercambios sociales en mercados (aún los más
espirituales como el arte, la educación y ni qué decir de las
ciencias del conocimiento), y por ende, al estar sujetos a la ley
de la oferta y la demanda, es esta "ley" la que
determina si un problema social tiene solución o no. Así de
simple.
El primer problema está en que para que a su vez haya "ley
de oferta y demanda" debe cumplirse la condición de que
haya siempre más demanda que oferta, lo que asegura un mercado
en crecimiento y por ende, de interés para que el mercado
financiero se interese por él (e invierta haciendo crecer la
oferta). Pero para que haya demanda real no basta con que existan
muchos demandantes o necesitados de algo que se oferte en el
mercado (como salud o educación por ejemplo), sino también es
imprescindible que esos deseantes o necesitados tengan dinero, o
sea, solvencia financiera para adquirirlos.
Y esta solvencia sólo la tienen los que sacan provecho de otros
mercados donde ganan porque, a su vez, son parte de la oferta de
un mercado que a su vez cuenta con más demanda que oferta.
Es obvio entonces que el mercado y su ley de oferta y demanda
solo funcionan bien para los que pueden estar en ambos lados de
la 'ley" a la vez. Esta 2ª condición o sub-ley la
llamaremos aquí "ley de participación bivalente" en
el mercado.
Todos los que no cumplan con esta 2ª condición son, pues,
muertos económicos en primer lugar; luego muertos sociales, casi
inevitablemente muertos cultural y espiritualmente y finalmente
más o menos rápidamente muertos biológicos (si cabe esta
paradójica y a la vez redundante definición)
La condición para seguir vivos en estas áreas (económica,
social, cultural, espiritual y biológica), o sea que se
pertenezca a "ambos lados de la ley a un mismo tiempo",
es que la persona se convierta en un ser íntegramente
"sujeto de mercado" Este hecho varios otros, poco
graciosos.
Uno de ellos, por ejemplo, es que para integrar eficazmente el
lado "oferta" del mercado se debe ser competitivamente
más potente que el prójimo, lo que en general supone
dedicación completa a "hacer dinero" o a la tarea
hiperespecializada que lo provee.
Un resultado obvio es que queda poco tiempo para cultivar el
área espiritual por ejemplo; ¿para qué sirve, entonces,
ocuparse del mundo interior de la propia persona, del sentido del
mundo y de la vida, si no es para restarle a uno fuerza
competitiva?
El individuo, entonces, convertido en una pura "razón
instrumental", práctica y pragmática (= en una maquina de
hacer y gastar dinero, de vender y de comprar para comprar y
vender, al infinito), resulta pura exterioridad, una cáscara
interiormente vacía: sólo rapidez de sus sentidos e
inteligencia para captar oportunidades y ganarle a los otros en
apoderarse de ellas; sólo rapidez de cálculo, vale decir, un
ser dedicado por entero a las apariencias de lo real. No es raro
entonces que resulte un fruidor del exhibicionismo propio y
ajeno, sin preguntarse por el valor ético ni estético de sus
actos, salvo, claro, que con esto se pueda "crear
valor" es decir, mercado, y vender más rápido.
Pregunta: Si una persona, cuya razón de ser y de existir, su fin
último es ganar dinero y consumir, que está entero al ras de su
piel y de sus sentidos y donde su mente es un poco más que una
calculadora: ¿no impresiona, quizá, como más materialista que
el más fanático marxista adepto al materialismo histórico y
dialéctico que haya alguna vez existido? (con el agravante obvio
que el tal fanático sea probablemente un idealista dueño de sus
ideas y de nada más). Pero como católicos: ¿no debemos
dolorosamente reconocer que en sus tesis básicas, Marx triunfó
ampliamente cuando todo el mundo cree que perdió tras la caída
del muro?
Otro y último hecho que queremos observar es el siguiente. La
ley de participación bivalente indica que la existencia de cada
mercado específico depende de que funcionen otros mercados, de
donde proviene la demanda efectiva para el primero. De hecho,
gracias a sus agentes, los mercados conforman así una red
combinatoria e interactiva, cuya suma total (producción y
consumo; oferta y demanda) sería de 0 si no fuera que hay un
mercado especial que, cual pañol, atesora el ahorro social y lo
redistribuye según sus intereses y criterios, al margen de toda
consideración por las necesidades o conveniencias sociales. El
mercado financiero, se convierte así en árbitro y gobierno de
todos los demás mercados, a los cuales dicta no sólo sus reglas
sino también sus valores culturales.
Esta condición, sabiamente ocultada por sus ideólogos (como
Francis Fukuyama por ejemplo), da siempre inevitablemente un
resultado social de "suma negativa" (<0). Algo así
como una combinatoria cuyo producto equivale a la multiplicación
de porcentajes parciales (ej: la participación de cada mercado
en los demás), lo que siempre arrojará un resultado menor que
los porcentajes multiplicados (así, por ejemplo; 0,90 x 0,90 x
0,90 = 0,73 aprox.)
Esto significa, en buen castellano, que los beneficiarios
particulares netos del sistema serán cada vez menos ó, lo que
resulta equivalente, los "muertos económicos, sociales...
etc." serán cada vez más, mientras que el faltante a 100%
queda en manos del pañol que verá cada vez más fortalecida su
posición. ¿Acaso esto no salta a la vista de todos los que
quieran verlo?
Luciana Alizaga Duarte
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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