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La revelación cristiana no es equivalente a las demás religiones ni puede ser complementada por ellas .
La Verdad integra solo la enseña la Iglesia Católica, que muestra el camino de la Salvación.
Tal como informa la agencia ACI, la
Congregación para la Doctrina de la Fe, con la respectiva
aprobación del Papa Juan Pablo II, dio a conocer la declaración
"Dominus Iesus" -"El Señor Jesús"- sobre la
unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la
Iglesia, en la que se explica claramente por qué la revelación
cristiana no es equivalente a las demás religiones ni puede ser
complementada por ellas.
El documento, de 36 páginas, ha sido publicado en inglés,
francés, alemán, español, portugués, italiano, polaco y
latín; y está firmado por el Cardenal Joseph Ratzinger y el
Arzobispo Tarcisio Bertone, S.D.B., respectivamente prefecto y
secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
"El Señor Jesús" consta de una introducción, seis
capítulos y una conclusión.
El documento señala en la introducción que "en el agitado
debate contemporáneo sobre la relación entre Cristianismo y
otras religiones, no faltan entre los teólogos católicos
quienes afirman que las religiones son caminos igualmente
válidos de salvación".
"Estas teorías -explica- se fundan sobre algunos
presupuestos de naturaleza filosófica y teológica bastante
difundidos. Entre estos, la Declaración señala, por ejemplo, la
convicción de la inaferrabilidad y la inefabilidad de la verdad
divina, ni siquiera por parte de la revelación cristiana; la
actitud relativista con relación a la verdad, por la cual,
aquello que es verdad para algunos no lo es para otros; la
contraposición radical que habría entre la mentalidad lógica
occidental y la mentalidad simbólica oriental; el subjetivismo
exasperado de quien considera a la razón como única fuente de
conocimiento; el vaciamiento metafísico del evento del misterio
de la Encarnación; el eclecticismo de quien, en la
investigación teológica, asume ideas derivadas de diferentes
contextos filosóficos y religiosos, sin preocuparse de su
coherencia, conexión sistemática y compatibilidad con la verdad
cristiana; la tendencia, en fin, a leer e interpretar la Sagrada
Escritura fuera de la Tradición y el Magisterio de la
Iglesia".
El texto recuerda que la Comisión Teológica Internacional ya
había publicado en 1997 un documento titulado "El
Cristianismo y las religiones", que "mostraba la falta
de fundamento de una teología pluralista de las religiones,
afirmando en cambio la unicidad y la universalidad salvífica del
misterio de Cristo y de la Iglesia, fuente de toda salvación,
dentro y fuera del cristianismo".
"Sin embargo, dada la enorme y rápida difusión de la
mentalidad relativista y pluralista, la Congregación para la
Doctrina de la Fe interviene ahora con la presente Declaración
para volver a proponer y clarificar algunas verdades de fe".
"En concreto, la Declaración se articula en seis puntos,
que resumen los datos esenciales de la doctrina de la fe
católica sobre el significado y el valor salvífico de las otras
religiones".
El Señor Jesús es
el único salvador
El primer capítulo, titulado "Plenitud y definitividad de
la revelación de Jesucristo", señala que "contra la
tesis que sostiene el carácter limitado, incompleto e imperfecto
de la revelación de Jesús" la Declaración "reafirma
la fe católica acerca de la plena y completa revelación en
Jesucristo del misterio salvífico de Dios".
En consecuencia, no obstante admitir que las otras religiones no
raramente reflejan un rayo de aquella Verdad que ilumina a todos
los hombre, se afirma nuevamente que la calificación de libros
inspirados se reserva solamente a los libros canónicos del
Antiguo y el Nuevo Testamento, que, en cuanto inspirados por el
Espíritu Santo, tienen a Dios por Autor y enseñan con firmeza,
fidelidad y sin error la verdad sobre Dios y la salvación de la
humanidad .
La Declaración señala además que debe ser firmemente retenida
la distinción entre fe teologal, que es la acogida de la verdad
revelada por Dios Uno y trino, y la creencia en las otras
religiones, que es una experiencia religiosa todavía en
búsqueda de la verdad absoluta y carente todavía del
asentimiento a Dios que se revela.
"Contra la tesis de la doble economía salvífica: la del
Verbo eterno, que sería universal y por lo tanto válida
también fuera de la Iglesia, y aquella del Verbo encarnado, que
estaría limitada solamente a los cristianos", la
Declaración afirma la unicidad de la economía salvífica del
único Verbo encarnado, Jesucristo, Hijo unigénito del Padre.
"El misterio de Cristo -se explica- tiene en efecto una
intrínseca unidad, que se extiende desde la elección eterna de
Dios hasta la parusía". "Jesús es el mediador y
redentor universal. Por esto, es asimismo errónea la hipótesis
de una economía salvífica del Espíritu Santo investida de un
carácter más universal que la economía del Verbo encarnado,
crucificado y resucitado. El Espíritu Santo es de hecho el
Espíritu de Cristo resucitado, y su acción no se pone fuera o
al lado de la acción de Cristo".
"En consecuencia, la Declaración reafirma la unicidad y la
universalidad salvífica del misterio de Cristo"; dice la
"Señor Jesús"; y agrega que "ciertamente, la
única mediación de Cristo no excluye mediaciones participadas
de distintos tipos y orden; estos, sin embargo, obtienen su
significado y su valor únicamente de la mediación de Cristo y
no pueden entenderse como paralelas o complementarias".
La Iglesia es el
único sacramento de salvación
En el cuarto capítulo, titulado "Unicidad y unidad de la
Iglesia", el documento señala que "el Señor Jesús
continúa su presencia y su obra de salvación en la Iglesia y a
través de la Iglesia, que es su cuerpo"; por ello "se
debe creer firmemente como verdad de fe católica la unidad de la
Iglesia por él fundada. Los fieles están obligados a profesar
que existe una continuidad histórica entre la Iglesia fundada
por Cristo y la Iglesia Católica".
"En relación con la 'existencia de numerosos elementos de
santificación y de verdad fuera de su estructura visible', o en
las Iglesias y Comunidades eclesiales que no están todavía en
plena comunión con la Iglesia Católica, es necesario afirmar
que su eficacia 'deriva de la misma plenitud de gracia y verdad
que fue confiada a la Iglesia católica'".
"Las Iglesias que no aceptan la doctrina católica del
Primado del Obispo de Roma permanecen unidas a la Iglesia
Católica por medio de estrechísimos vínculos, como la
sucesión apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada.
Por eso, también en estas Iglesias está presente y operante la
Iglesia de Cristo, si bien falte la plena comunión con la
Iglesia católica".
Por el contrario, se explica, "las Comunidades eclesiales
que no han conservado el Episcopado válido y la genuina e
íntegra sustancia del misterio eucarístico, no son Iglesia en
sentido propio; sin embargo, los bautizados en estas Comunidades
han sido incorporados por el Bautismo a Cristo y, por lo tanto,
están en una cierta comunión, si bien imperfecta, con la
Iglesia católica".
En el quinto capítulo de "Señor Jesús" explica que
"la misión de la Iglesia es 'anunciar el Reino de Cristo y
de Dios, y establecerlo en medio de todas las gentes; [la
Iglesia] constituye en la tierra el germen y el principio de este
Reino'. Por un lado la Iglesia es 'signo e instrumento de la
íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género
humano'"; por otro lado, "la Iglesia es el 'pueblo
reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo'".
"Pueden darse distintas explicaciones teológicas sobre
estos temas. Sin embargo, no se puede en ningún modo negar o
vaciar de significado la íntima conexión que existe entre
Cristo, el Reino y la Iglesia", explica el documento.
"El Reino de Dios no se identifica, sin embargo, con la
realidad visible y social de la Iglesia. En efecto, no se debe
excluir 'la obra de Cristo y del Espíritu Santo fuera de los
confines visibles de la Iglesia'"; dice el texto; y explica
que al considerar las relaciones entre el Reino de Dios, el Reino
de Cristo y la Iglesia, "se hace necesario evitar
acentuaciones unilaterales, como ocurre cuando se habla del Reino
de Dios sin mencionar a Cristo, o se privilegia el misterio de la
creación callando sobre el misterio de la redención".
"En tales casos, se aduce que Cristo no puede ser
comprendido por quien no posee la fe cristiana, mientras pueblos,
culturas y religiones diversas pueden reencontrarse en la única
realidad divina, cualquiera sea su nombre".
Las religiones no
son iguales
Al respecto, en el sexto capítulo, se explica que "ante
todo, debe ser firmemente creído que la 'Iglesia peregrinante es
necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y
el camino de salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es
la Iglesia'. Esta doctrina no se contrapone a la voluntad
salvífica universal de Dios; por lo tanto, 'es necesario, pues,
mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de
la salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de
la Iglesia en orden a esta misma salvación'. Para aquellos que
no son formal y visiblemente miembros de la Iglesia, 'la
salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia que, aun
teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les
introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera
adecuada en su situación interior y ambiental. Esta gracia
proviene de Cristo; es fruto de su sacrificio y es comunicada por
el Espíritu Santo'".
El documento reconoce claramente que las diferentes religiones
"contienen y ofrecen elementos de religiosidad, que forman
parte de 'todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la
historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones'.
A ellas, sin embargo, no se les puede atribuir un origen divino
ni una eficacia salvífica 'ex opere operato', que es propia de
los sacramentos cristianos".
"Con la venida de Jesucristo Salvador -se explica-, Dios ha
establecido la Iglesia para la salvación de todos los hombres.
Esta verdad de fe no quita nada al hecho de que la Iglesia
considera las religiones del mundo con sincero respeto, pero al
mismo tiempo excluye esa mentalidad indiferentista 'marcada por
un relativismo religioso que termina por pensar que una religión
es tan buena como otra'".
El documento concluye señalando que al tratar el tema de la
verdadera religión, "los Padres del Concilio Vaticano II
han afirmado: 'Creemos que esta única religión verdadera
subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a la cual el
Señor Jesús confió la obligación de difundirla a todos los
hombres, diciendo a los Apóstoles: 'Id, pues, y enseñad a todas
las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os
he mandado'".
El documento responde al relativismo religioso en el diálogo
ecuménico, señala Cardenal Ratzinger
Al presentar en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la
declaración "Dominus Iesus" sobre la unicidad y la
universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, el
Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe señaló que el documento publicado por el
Dicasterio es una necesaria respuesta al relativismo religioso
que equipara otras religiones al cristianismo.
En la presentación de "El Señor Jesús" intervinieron
el Cardenal Joseph Ratzinger, el Arzobispo Tarcisio Bertone,
S.D.B., Mons. Fernando Ocáriz y el P. Angelo Amato, S.D.B.,
respectivamente prefecto, secretario y consultores de la
Congregación para la Doctrina de la Fe.
Durante su iluminadora presentación, el Cardenal Ratzinger
señaló que en el animado debate contemporáneo sobre la
relación del Cristianismo y las otras religiones, se difunde
cada vez más la idea que todas las religiones son para sus
seguidores vías igualmente validas de salvación".
"Se trata -dijo el Purpurado- de una opinión sumamente
difundida non sólo en ambientes teológicos, sino también en
sectores cada vez más amplios de la opinión pública católica
y no católica, especialmente aquella más influenciada por la
orientación cultural hoy prevalente en Occidente, que se puede
definir, sin temor a equivocarnos, con la palabra:
relativismo".
El Cardenal se preguntó: ¿Cuál es la consecuencia
fundamentalmente de este modo de pensar y sentir en relación el
centro y al núcleo de la fe cristiana? Es el sustancial rechazo
de la identificación de la singular figura histórica, Jesús de
Nazaret, con la realidad misma de Dios, del Dios viviente".
"De esta manera, objetivamente hablando, se introduce la
idea errada de que las religiones del mundo son complementarias a
la revelación cristiana", agregó.
En base a tales concepciones, el Cardenal Ratzinger advirtió que
actualmente afirmar que exista una verdad universal que se cumple
en la figura de Jesucristo y es transmitida por la fe de la
Iglesia, "es considerado una especie de fundamentalismo que
constituiría un atentado contra el espíritu moderno y
representaría una amenaza contra la tolerancia y la
libertad".
El
"dogma" del diálogo
"El mismo concepto de diálogo asume un significado
radicalmente diverso de aquel utilizado en el Concilio Vaticano
II", dijo el Cardenal Ratzinger; y agregó que "el
diálogo, o mejor, la ideología del diálogo, sustituye a la
misión y a la urgencia del llamado a la conversión: el diálogo
no es más el camino para descubrir la verdad, el proceso a
través del cual se desvela al otro la profundidad escondida de
aquello que él ha experimentado en su experiencia religiosa, y
que espera ser completado y purificado en el encuentro con la
revelación definitiva y completa de Dios en Jesucristo".
"El diálogo en las nuevas concepciones ideológicas,
introducidas lamentablemente, al interno del mundo católico y de
ciertos ambientes teológicos y culturales, es más bien la
esencia del 'dogma' relativista y lo opuesto a la 'conversión' y
a la 'misión'", señaló.
Así, la disolución de la cristología y por tanto de la
eclesiología "se convierte en la conclusión lógica de tal
filosofía relativista, que paradójicamente se encuentra en la
base tanto del pensamiento post-metafísico de Occidente como de
la teología negativa del Asia".
El relativismo
"El resultado -dijo el Cardenal- es que la figura de
Jesucristo pierde su carácter de unicidad y de universalidad
salvífica. El hecho de que el relativismo se presente, como
bandera del encuentro con las culturas, como la verdadera
filosofía de la humanidad, en grado de garantizar la tolerancia
y la democracia, conduce a marginar ulteriormente a quien se
empeña en la defensa de la identidad cristiana y en su deseo de
difundir la verdad universal y salvífica de Jesucristo".
"En realidad la crítica a la pretensión de ser absoluta y
definitiva la revelación de Jesucristo reivindicada por la fe
cristiana, viene acompañada por un falso concepto de tolerancia.
El principio de la tolerancia como expresión del respeto a la
libertad de conciencia, de pensamiento y de religión, defendido
y promovido por el Concilio Vaticano II, y nuevamente propuesto
por la Declaración, es una posición ética fundamental,
presente en la esencia del Credo cristiano, puesto que se toma en
serio la libertad de la decisión de fe"; dijo el Purpurado;
pero señaló que "este principio de tolerancia y respeto de
la libertad es hoy manipulado e indebidamente sobrepasado, cuando
se le extiende a la valoración de los contenidos, como si todos
los contenidos de las diversas religiones e incluso de las
concepciones arreligiosas de la vida fueran a ser puestas sobre
el mismo plano, y no existiese más una verdad objetiva y
universal, dado que Dios o el Absoluto se revelaría sobre
innumerables nombres, siendo todos verdaderos".
"Esta falsa idea de tolerancia está unida con la pérdida y
la renuncia a la cuestión de la verdad, que de hecho hoy es
considerada por muchos como una cuestión irrelevante o de
segundo orden. Salta así a la vista la debilidad intelectual de
la cultura actual: llegando a faltar la pregunta por la verdad,
la esencia de la religión ya no se distingue de su "no
esencia", la fe no se distingue de la superstición, la
experiencia de la ilusión. En fin, sin una seria pretensión de
verdad, también la valoración de las otras religiones se
convierte en un absurdo y una contradicción, dado que no se
posee el criterio para constatar aquello que es positivo en una
religión, distinguiéndolo de aquello que es negativo o fruto de
la superstición y el engaño", agregó el Cardenal.
El deber de
evangelizar
"La estima y el respeto por las religiones del mundo, así
como por las culturas que han dado un objetivo enriquecimiento a
la promoción de la dignidad del hombre y al desarrollo de la
civilización, no disminuye la originalidad y la unicidad de la
revelación de Jesucristo y no limita en modo alguno la tarea
misional de la Iglesia", explicó el Cardenal Prefecto, y
señaló que "la Iglesia se siente llamada,
constitutivamente, a la evangelización de los pueblos",
incluso "en el contexto actual, marcado por la pluralidad de
las religiones y las exigencias de libertad de decisión y de
pensamiento".
Para aclarar esta realidad, concluyó el Purpurado, la
"Dominus Iesus" desarrolla "una doble tarea: por
un lado se presenta como un renovado testimonio autorizado para
mostrar al mundo 'el resplandor del Evangelio de la gloria de
Cristo' (2Cor 4,4); por otro lado, indica como vinculante para
todos los fieles la base doctrinal irrenunciable que debe guiar,
inspirar y orientar tanto la reflexión teológica como la
acción pastoral y misionaria de todas las comunidades católicas
esparcidas en el mundo".
Autoridad doctrinal
Por su parte, Mons. Bertone se refirió extensamente y con firme
precisión respecto de la autoridad magisterial del documento. Al
respecto, recordó que al estar aprobado expresamente por el Sumo
Pontífice, "tiene naturaleza magisterial universal",
derivada "del hecho de que la Congregación para la Doctrina
de la Fe es el organismo auxiliar próximo del Romano Pontífice,
con el mandato específico y único recibido de Él de promover y
tutelar en todo el orbe católico la doctrina de la fe y las
costumbres".
"Si se negase que las decisiones doctrinales de la
Congregación, aprobadas expresamente por el Papa, son de
naturaleza magisterial universal, se seguiría que tales
decisiones tendrían un valor meramente orientado y disciplinar o
incluso equivalente al valor de una opinión teológica, por más
respetable. Esto, sin embargo, contradice la Tradición eclesial
y la voluntad y el mandato del mismo Sumo Pontífice",
señaló el Secretario del Dicasterio.
El Arzobispo explicó además que la fórmula de aprobación
empleada por el Pontífice que se encuentra al final del
Documento, "es de autoridad especial y elevada: certa
scientia et apostólica Sua auctoritate. Esto corresponde a la
importancia y esencialidad de los contenidos doctrinales
enseñados en la Declaración: se trata de verdades de fe divina
y católica (que pertenecen al 1er apartado de la Fórmula de la
Profesión de Fe) o de verdades de la doctrina católica a ser
creídas firmemente (que pertenecen al 2do apartado de la misma
Fórmula). El asentimiento pedido por lo tanto a los fieles es de
tipo definitivo e irrevocable".
Mons. Bertone explicó que "una sencilla, pero necesaria
puntualización sobre el grado de autoridad de la Declaración
'Dominus Iesus' se impone, especialmente considerando la
insistencia con la cual -también recientemente- intervenciones y
publicaciones de ciertos teólogos han hecho críticas al Motu
proprio del Santo Padre 'Ad tuendam fidem' y a la Nota doctrinal
ilustrativa de la Formula de la Profesión de fe, publicada por
la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1998".
La objeción de tales teólogos pretende establecer una
distinción entre la infalibilidad de la enseñanza y la
definitividad de la doctrina. Según algunos, la Nota doctrinal
de la Congregación sostiene que el Magisterio puede proponer
como definitivas doctrinas que no se enseñan infaliblemente.
Tales teólogos concluyen que, dado que no son infalibles, esas
doctrinas podrían ser consideradas provisorias o revisables y
por lo tanto discutibles por parte de los teólogos.
"Esta objeción con la conclusión relativa, son totalmente
infundadas e inmotivadas. Si una doctrina es enseñada como
definitiva, y por lo tanto irreformable, esto presupone que sea
enseñada por el Magisterio con un acto infalible, aunque sea de
diversa tipología", explicó el Arzobispo.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
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