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Albert de Mun, del campo de batalla a la justicia social.
En el parlamento francés se hace famoso como el portavoz de la justicia social, que lucha por la limitación de horas de trabajo, el seguro obligatorio y el salario mínimo.
Albert de Mun, es tenido por quienes le
conocieron, como el caballero por excelencia. Aristócrata,
militar y activista católico, su imagen fue en la Asamblea
Nacional francesa el sinónimo de la caballerosidad de otros
tiempos. El conde de Mun, nacido en 1841 y muerto en 1914, fue
uno de los pioneros del catolicismo social en Francia, compañero
de Kettler, Toniolo, Decurtins y Vogelsang, en dar los primeros
pasos de un nuevo modo de concebir la vida, alternativa entre el
socialismo y el liberalismo.
Albert de Mun, era un aristócrata de ideas legitimistas, militar
profesional formado en Saint-Cyr. En 1870, Francia entra en
guerra con los prusianos, sufriendo una gran derrota y la
pérdida de Alsacia y Lorena. En el conflicto cae prisionero
junto a su amigo y oficial, el marqués de La Tour du Pin. Ambos
son enviados a Aquisgran, donde para evitar el aburrimiento leen
a Emile Séller sobre los primeros indicios del catolicismo
social y donde conocen al jesuita alemán P. Eck, quien explica a
los prisioneros la labor social que Ketteler está realizando en
el obispado de Maguncia. Las conversaciones con el jesuita van
convenciendo a ambos oficiales sobre la necesidad de la justicia
social en el nuevo mundo industrial y de buscar la casualidad de
todo el mal en la revolución de 1789 en París.
A su vuelta, el conde de Mun pide el retiro en 1875, para
dedicarse al nuevo campo de batalla que se le avecina. Su sueño
es reedificar las clases populares en los principios del
cristianismo, para ello decide ponerse en contacto con Murice
Maignen, encargado de los Círculos de Jóvenes Obreros de las
Conferencias de San Vicente Paul. Maignen le explica la
responsabilidad de la clases empresarial en que los trabajadores
se vean atraídos por el socialismo. Mun, junto a su compañero
La Tour du Pin, funda los Círculos Católicos Obreros para
aproximar a empresarios y obreros en un corporativismo cristiano
que recuerda la sociedad gremial del Antiguo Régimen.
No obstante, la reconstrucción de la sociedad religiosa que la
revolución disolvió no se produce por falta de ayudas. La
Iglesia no acaba de fiarse del todo del ánimo de los antiguos
militares, los católicos liberales les atacan por su legitimismo
militante y antidemocrático y la izquierda no necesitaba nada
para acusarles de emboscados del Antiguo Régimen. Los Círculos
en 1880 empiezan a declinar por falta de regularidad en su
apostolado y la oposición del clero que no ve bien una obra
apostólica de laicos que puede quitar vida a las asociaciones
diocesanas de la parroquia. Mun no desmaya y en 1883 entra en el
parlamento francés, donde pronto se hace famoso como el portavoz
de la justicia social, que lucha por la limitación de horas de
trabajo, el seguro obligatorio y el salario mínimo. En 1885
pretende fundar un partido político que defienda los derechos de
la religión y la justicia social, pero la Iglesia no se lo
permite para no irritar a una III República que en 1880 había
expulsado a la Compañía de Jesús y limitado las actividades de
otras órdenes religiosas.
Pero en 1892 va a cambiar el panorama ideológico de Albert de
Mun. El Papa León XIII propugna en la encíclica Au milieu des
sollicitudes el abandono de la defensa de un sistema político en
concreto (en Francia, la monarquía), para favorecer la actividad
de los católicos en las instituciones republicanas. Entonces,
junto a Jaques Piou y el príncipe D`Arenberg se adhieren a la
propuesta del Papa. Sin embargo, los católicos liberales fundan
el Partido Democrático Cristiano, en el cual no se integrará
Mun, quien junto a al resto de los católicos accidentalistas
formará Derecha Republicana, que más tarde se llamará Acción
Liberal Popular. Esta formación se encontrará atacada tanto por
los liberales democristianos, como por los legitimistas, sus
antiguos compañeros. El partido nunca pudo incluir a todos los
católcos en sus siglas. Sin embargo, Mun participó con el
general Boulanger en implicar a los católicos en el resurgir
patriótico de Francia. Finalmente, en 1914 en las postrimerías
de la primera guerra mundial, su voz se oyó por última vez para
dar testimonio, a pesar de la persecución sufrida, de que los
católicos cumplirían en el frente, como patriotas. Mun, siempre
dejó en el recuerdo su caballerosidad, aunque aceptase el
accidentalismo, nunca aceptó los principios del liberalismo
democrático y mantuvo amistad con La Tour du Pin, el otro
apóstol del catolicismo social francés, quien se mantuvo fiel a
la bandera de la legitimidad proscrita.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
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