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If Indice de Revistas Hacia una nueva política de maternidad "laboral": el problema de la natalidad en España

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Vivir en falsedad.

En España sufrimos un tipo de progresismo, por cuanto imitativo y derivado de un complejo de inferioridad cultural, poco razonado y deseoso de agradar y adular a las naciones que sirven de modelo.

Debido al abrumador peso de los medios de comunicación y el dócil asentimiento a lo pregonado a que propende la mente humana, sobre todo en pueblos apáticos como puede ser el caso de España, se han ido aceptando, y se siguen aceptando como verdades incontrovertibles, falsedades y falsificaciones que sería conveniente revisar con vistas a sanear la mente.

Si nos referimos a los últimos acontecimientos internacionales, concretamente a las elecciones estadounidenses, durante y después de la campaña ha quedado establecida en la opinión pública la idea de que George W. Bush fué un borracho en el pasado y ha sido y es un entusiasta partidario de la pena de muerte. Un somero análisis de los hechos nos demuestra que esto en una rotunda falsedad, pero se ha conseguido que nadie dude de ella.

No se ha podido demostrar que Bush se emborrachase nunca. Lo único que se sabe es que en una ocasión, hace muchos años, después de asistir a una fiesta, hizo una maniobra algo rara con el coche al arrancar, lo detuvieron y comprobaron que sobrepasaba en una décima el límite permitido de alcohol en sangre en conductores. Había tomado una cerveza de más. Parece que fué sancionado. Pero, sin duda, no estaba borracho. Se sabe, también, que dejó radicalmente el alcohol hace doce o catorce años, porque tenía problemas con él (como tantos otros en Estados Unidos y en el resto de países en el mundo). Pero tener problemas con el alcohol no significa emborracharse. Significa que se ingiere demasiado alcohol y esto puede dañar la salud. No es necesario coger ninguna borrachera. No se conoce ninguna borrachera de Bush, como no sea la "borrachera" de sobrepasar en una décima el límite permitido en sangre para los conductores. El asunto de las borracheras de Busch pertenece, pues, al reino de los mitos, pero circula por ahí como moneda de curso legal acuñada por la prensa progresista.

También ha sido repetido con invariable pertinacia que Bush es un entusiasta de la pena de muerte y que ostenta el triste récord de ejecuciones en su Estado de Texas durante su mandato como Gobernador. Y así lo han declarado analistas de reconocido prestigio (aunque siempre progresistas, claro está). Su falta de pudor intelectual les ha impedido reconocer que el récord, si se puede hablar en estos términos, lo tendrán en todo caso el Estado de Texas, los jueces de Texas y los asesinos de Texas, en mayor medida que el Gobernador. Pues hay que añadir que en este Estado el Gobernador no tiene la potestad de indultar, sino únicamente de posponer la ejecución; y, además, las peticiones en este sentido no van directamente al Gobernador sino a una comisión que, si ve algún indicio de que el reo no es culpable, así lo comunica a aquél; dándose el caso de que durante los años del mandato de Busch no ha habido una sola vez en que la citada comisión haya encontrado motivos para dudar de la culpabilidad del condenado a muerte.

Preguntado Bush en una entrevista periodística si estaba orgulloso del citado "récord", contestó que no, y que, de hecho, el confirmar una condena a muerte era lo más desagradable que había encontrado en su cargo. Palabras poco apropiadas en boca de un presunto entusiasta de la pena de muerte.

Pero aún peor que las falsedades inventadas sobre personas, son las que se extienden a un régimen, una época, unas ideas. Aunque todo está relacionado, naturalmente. Bush representa restricciones al vicio, el aborto, etc., lo que, naturalmente, ha levantado la enemistad de los progresistas, que dominan los medios de comunicación. Sin embargo, no es mi intención esforzarme en la defensa de Bush, de quien bien poco sé, sino denunciar la elaboración de un pensamiento deformado que se acepta de forma inerme generalmente.

España es uno de los países en donde esta clase de pensamiento deformado (y deformador) ha triunfado plenamente. Agobiado por un abrumador complejo de inferioridad (absurdo, sin duda, pero real), ha creído encontrar su camino en la imitación de lo foráneo y en la aceptación sumisa de la opinión y el juicio ajenos por muy desfigurados que sean. Es posible que haya otros países en parecida situación, pero, sin duda, no son países rectores. El resultado es vivir en la alienación. Porque la mimesis se dirije con entusiasmo hacia los aspectos más decadentes de la sociedad occidental. Y en estos aspectos se pretende no sólo imitar, sino destacar. Se trata de un tipo de progresismo, por cuanto imitativo y derivado de un complejo de inferioridad cultural, poco razonado y deseoso de agradar y adular a las naciones que sirven de modelo. Resulta algún tanto grotesca y humillante esa aparente necesidad de imitar y emular al resto de los europeos en su decadencia: legalización del aborto, pornografía, parejas de homosexuales, manipulación de embriones, etc... y pensamiento.

Se parte de de la aceptación inerte, o interesada, de estereotipos falsos. La expresión "salimos de un negro túnel", refiriéndose al cambio de régimen político, ha hecho fortuna. Esto conviene mucho a los administradores del régimen actual por diversos conceptos. En primer lugar, se justifican ante la opinión pública como los forjadores de una situación opuesta a la del "negro túnel". En segundo lugar, consiguen que las carencias existentes se disimulen con el argumento de que hay que pagar un precio por vivir en una situación inmensamente mejor que la de aquellos oscuros tiempos. Y, en tercer lugar, este planteamiento sirve de coartada para la admisión de todo vicio y la formulación de leyes inmorales, puesto que se argumenta que una actitud contraria sería propia de la época oscura, de la época de la represión. Con este razonamiento, la degradación está asegurada, que es lo que se pretende.

Tampoco en este caso es mi intención salir en defensa del antiguo régimen, sino de la verdad. No hay más que preguntar a personas que vivieron en aquella época para comprobar que nunca fueron conscientes de vivir en la tenebrosidad de un túnel que no tenía fin. Pero la falsedad ha hecho fortuna, y el ciudadano que la acepta (la mayoría) tiene que pagar el precio de no enterarse de lo que ocurre... ni de lo que ocurrió.

Un país que asume ciega y sumisamente las directrices del pensamiento progresista que rige el mundo occidental se convierte en caja de resonancia del mismo, por lo que al criticar la situación de España estaremos juzgando de la condición de aquél.

Se dice, por ejemplo, que ahora gobierna la derecha. Pero ¿qué derecha? Una derecha vergonzante que siente pánico de denominarse así, y que se pone la máscara del "centro", y, si esto fuera posible, de un centro-izquierda. Una derecha liberal que bien poco tiene que ver con la derecha de los valores tradicionales; distinción ésta que hay que hacer siempre para no engañarse ingenuamente. Pues entre esta derecha liberal capitalista y la izquierda socialdemócrata capitalista que gobernó antes no hay ninguna sustancial diferencia, como no sean pequeños tics sin importancia alguna. A la gran plutocracia que gobierna el mundo le es indiferente cuál de estas dos formaciones gobierne. Aunque, quizás, le guste más la izquierda. Sí, se está dando el caso de que a los magnates dueños del mundo les atrae más el crudo progresismo de la socialdemocracia, con su decidida apuesta por el aborto, que tanto interesa a dichos magnates, que el progresismo un poquito más tímido de los liberales. Estos apenas hacen ascos al aborto, como se ve en España y en los demás países de Occidente, pero no lo propugnan con la decisión de los otros, y además arrastran la mala fama del capitalismo, y a los plutócratas ésto no les sabe bien. Juegan al izquierdismo y simpatizan con el marxismo, aunque esto pueda resultar incoherente. No lo es. El marxismo ha fracasado estruendosamente, y al no constituir ningún peligro en la actualidad, a los liberales de hoy no les importa nada pasarle una mano por el lomo. Constátese la gran indulgencia de toda la prensa occidental, salvo escasas excepciones, con los regímenes marxistas del pasado y aún del presente. Todo lo contrario de la actitud que adoptan hacia el "fascismo" y la "ultraderecha", denominaciones que aplican a todo aquel que critica la situación o adopta una actitud mínimamente ética. La amistad íntima de Ted Turner, el dueño de la CNN, con Fidel Castro es muy significativa al respecto. He aquí a dos auténticos antifascistas recubiertos de oro. La fortuna inmensa de Turner será mayor, probablemente, que la de Castro, pero según noticias éste tampoco se ha "reprimido" mucho durante los largos años que lleva en el poder. Como su amigo Viktor Chernomirdin, dueño de Gazprom, monopolio del gas producido en Rusia. Grandes fortunas marxistas que pueden competir con las grandes fortunas liberales. Es natural que toda esta gente sea amiga, y que los liberales se conviertan al marxismo teórico, y que los marxistas hayan adoptado de siempre el liberalismo práctico (libertad para enriquecerse sin trabas, se entiende).

Los españoles creen falsamente, por tanto, que están gobernados por la derecha, como antes creyeron que estaban gobernados por la izquierda. Pero no hay nada de eso. La auténtica izquierda ya se sabe que fracasó y se ha convertido en un residuo. Y en cuanto a la auténtica derecha, la derecha de los valores, permanece acorralada e impotente. Han conseguido su silencio forzoso, mediante el expediente de asimilarla al antiguo régimen, al "oscuro túnel". Han conseguido la coartada perfecta. Han satanizado los valores tradicionales, relacionándolos con el antiguo régimen, como si éste los hubiese inventado para reprimir al pueblo. Así que el progresismo domina la situación, como en el resto de Occidente. Pero en España, debido a que el cambio fué más brusco, y a la susodicha satanización, la falsedad resulta más cruda, más flagrante, aunque no por ello menos aceptada.

Hay algo que no se expresa, pero que se acepta tácitamente: que a partir de los valores perennes puede iniciarse un movimiento de reacción regeneradora que modifique la estructura de la sociedad.

En consecuencia, derecha liberal e izquierda socialdemócrata rivalizan en dedicar desprecios a los valores morales y religiosos. Los últimos porque esta actitud arraiga en su tradición, y los segundos para que no se les confunda con la derecha de los valores, la derecha tradicional; para que se vea que son tan progresistas como los socialistas. Pero, sobre todo, por lo ya apuntado en el párrafo anterior; ya que los valores siempre constriñen a un comportamiento ético que no resulta rentable para el capitalismo salvaje que defiende la derecha liberal... y la izquierda socialdemócrata.

En esta situación, se comprende bien las violentas críticas a Bush en su patria, en Europa, y, como es natural, en el país subordinado y mimético que es España. El haberle tratado de antiguo borracho, gobernador sádico, y, después, de rematado idiota, encuentra su explicación en los nombramientos de conservadores antiabortistas para su Gabinete, siendo él mismo antiabortista. Es decir, Estados Unidos es el único país occidental donde van a tener importante presencia en el Gobierno los valores religiosos y éticos tradicionales. Motivo suficiente para desprestigiarlo, aún antes de comenzar su mandato.

Pero si hablamos de moral y religión nos veremos obligados a referirnos a la Iglesia Católica. ¿Cuál es su posición al respecto? Las fuerzas del progresismo, verdaderas fuerzas disolventes, hicieron presa de ella en el mismo Concilio Vaticano II y se consolidaron después. El resultado ha sido un pavoroso vaciado de doctrina, sustituída por un humanitarismo difuso de raíz cristiana. En España, de igual manera que lo mencionado antes respecto de la política, este cambio resulta más evidente, más crudo si cabe que en otros países. La ortodoxia, la tradición quedan íntimamente ligadas a la época oscura, y, por tanto, son rehuídas, si no rechazadas, por un clero que siente pánico a que se le recuerde su íntima conexión con aquel régimen político. Así, las circunstancias comunes con el resto de los países occidentales, son reforzadas por el hecho histórico de un drástico cambio de régimen, y todo deriva a una acentuación o exageración en la tendencia a la disolución progresista, conforme al movimiento pendular que frecuentemente se ha dado en España en el campo del espítitu, según acostumbran a señalar los estudiosos. Lo que se traduce en que, al margen de escasas y puntuales declaraciones episcopales, y haciendo caso omiso de los sobrehumanos esfuerzos del actual Pontífice para restaurar la verdadera doctrina, en la predicación habitual, que es la que llega al pueblo, no se imparta dicha doctrina. Se ha implantado de forma abrumadora un mensaje sentimental, humanitarista, blando, amable, de raices cristianas y también orientales, muy acorde con el espíritu de Juan Jacobo Rousseau. Ni una palabra acerca de prohibiciones, deberes, esfuerzos. Ni una palabra acerca de moral sexual, a pesar de las costumbres promiscuas implantadas, favorecidas por ese silencio. Ni una palabra acerca del aborto, que es un auténtico genocidio y que se refuerza con ese silencio. Es decir, estos silencios se producen precisamente en estos tiempos, cuando más falta hacen las orientaciones de la auténtica moral católica. Se ha instalado en la Iglesia la medrosidad y el deseo exclusivo de agradar, de hacerse simpática; sin ningún éxito, por cierto. El resultado es que la Iglesia Católica española es un cascarón vacío. Se llama católica, pero en la práctica no lo es. Conserva la estructura, pero no el espíritu, la médula, el mensaje, la doctrina en suma. Naturalmente, hablo en términos generales, salvando todas las excepciones que haya que salvar. Pero las excepciones siempre han confirmado la regla.

Un simple caso, entre muchos, puede resultar eminentemente simbólico. El obispo de una diócesis española, de cuyo nombre no quiero acordarme, recibe a refugiados musulmanes balcánicos en el Seminario. Piensa que las cruces y otros símbolos religiosos han de resultarles obviamente molestos. Por tanto, manda retirar todo inmediatamente. Y se supone que se queda satisfecho, pensando que tenía derecho a hacer esto, y que los musulmanes se lo agradecerán. Es posible que no recuerde las palabras del Evangelio: "Quien se avergonzare de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Señor el día del Juicio" (Lucas, 9, 24). Y si las recuerda, piensa que no van con él. Y que, además, no es seguro que las dijese Jesús, sino que Lucas las puso en sus labios por diversos motivos. O, mejor, que Lucas no escribió realmente el Evangelio, el cual no se sabe exactamente por quién fué escrito. Por tanto, esas palabras, así como el resto, no las pronunció Cristo, sino que algún desconocido, por circunstancias sociales, políticas, de lugar y tiempo las puso en sus labios. Entonces ¿por qué preocuparse? Esta es la forma de pensar del clero progresista, forma disolvente y anuladora, justificadora de todo, bajo la magistral influencia de los "expertos" biblistas de inspiración protestante. Pero no es la forma de pensar auténticamente católica. Encaja mejor con el ecumenismo relativista que se ha ido consolidando, pero no con el catolicismo.

Vivimos, pues, en una perpetua falsedad en la que los poderes políticos y religiosos juegan en gran medida un papel fraudulento, acompañados por medios de comunicación que desarrollan de forma cuasi omnipotente una labor de oscurecimiento y anulación de la verdad verdaderamente abrumadora.



Ignacio San Miguel

 



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