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Niños de supermercado.
Frente al intento de control por parte de las organizaciones internacionales, la educación y formación de los niños por parte de sus progenitores es una obligación de los padres y un derecho de los hijos
A veces, la conquista de nuestros derechos
como mujeres supone no pocas contradicciones y perplejidades. Un
punto en el que las cosas siguen estando poco claras es en el que
se refiere a la educación de los hijos.
Por un lado, se nos abre el camino para diseñar nuestra
descendencia. No hablo ya de la precaria cirugía (éste es un
medio prácticamente obsoleto en la materia), sino de la todavía
misteriosa ingeniería genética. Ella es el arma omnipotente que
nos va a permitir en un futuro, y nos está permitiendo desde
ahora, crear a nuestros hijos como se escoge un artículo en un
supermercado: al gusto del consumidor. Hijos a la medida de
nuestros gustos, aspiraciones y caprichos. Un hijo objeto de
deseo.
Por otro lado, algunas políticas y pactos internacionales
empiezan a enfrentar los derechos de los padres y los de los
hijos. Así, la Convención de los Derechos de los Niños
aprobada el 20 de noviembre de 1989 por la Asamblea General de la
ONU (1), reconoce en su artículo 13 el derecho de los niños a
acceder a todo tipo de información, ya sea oral o escrita. Más
adelante, en el artículo 16, se habla de su derecho a la
privacidad, que no debe ser interferida ni por los mismos padres
(2).
Esto nos lleva a situaciones algo paradójicas: podemos elegir si
queremos tener un hijo o una hija, pero no tenemos derecho a
educar su conciencia en materias tan fundamentales como la
educación sexual o la decisión de abortar (3). Mi niño a
la carta se convierte en un individuo con una intimidad
inviolable, a la que ni su madre puede acceder.
Ante esto cabría preguntarse: si se está dando carta blanca al
libre albedrío del niño, ¿es porque nace con el pleno
señorío de todas sus facultades? Evidentemente, no. Y la misma
sociedad lo reconoce cuando establece que la edad penal es a
partir de los 16. Antes de esa edad es considerado inmaduro e
irresponsable ante la ley. Entonces, darle un derecho a la
privacidad ilimitado, ¿no supone un desequilibrio evidente
entre las posibilidades que le son dadas y su capacidad de
elegirlas libremente?
Si los padres son sustraídos de este ámbito fundamental de la
educación, ¿en manos de quién queda? Mucho me temo que en
manos de las empresas abortistas, las campañas de los organismos
internacionales y los planes de educación estatales
es el
Big Brother de Orwell. Ellos sí que quieren diseñar
niños de supermercado. Niños de ideas confusas y
criterios uniformados, cuya mente pueda ser pervertida a placer.
Cuanto más lejos estén los padres de esta manipulación
utilitarista, mejor. Y logran hacerles creer que están
defendiendo los derechos de los niños
Los padres no son los enemigos de estos derechos: son sus
principales garantes. Al menos éste fue el espíritu que
inspiró la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Como
célula básica de la sociedad (4), la familia es el marco en el
cual el niño aprende a manejarse como sujeto de derechos y
deberes.
Le recomiendo que esté atento a lo que ocurre con la Asamblea de
la ONU en septiembre.
Marta Rodríguez Mujer Nueva
NOTAS
(1) El texto completo puede encontrarse en la dirección de
Internet http://www.unicef.org/crc/crc.htm
(2) Saco a colación este documento por su gran actualidad. En
septiembre de 2001, la Asamblea General de las Naciones Unidas se
reunirá en Ginebra para revisar la implantación de la
Convención. En próximos artículos analizaremos sus
implicaciones con mayor detenimiento.
(3) En Francia e Inglaterra las niñas ya pueden acceder a la
píldora abortiva conocida como píldora del día
después sin conocimiento de los padres.
(4) La familia es el elemento natural y fundamental de la
sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del
Estado: artículo 16.3 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, diciembre de 1948. .
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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