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Westfalia, el cambio definitivo del destino de Occidente .
A la Europa del servicio sucede la Europa del interés y de la inicua razón de Estado
En 1635 se produjo una polémica entre
escritores y publicistas españoles y franceses. Los panfletos
franceses defendían una nueva concepción del mundo basada en el
naciente racionalismo y en una visión exclusivamente pragmática
de las cosas. No hay lugar para lo trascendente. Proclamaron,
sobre todo, la razón de Estado, según la cual las naciones no
están sujetas a normas de moral objetivas, sino que cada una
debe buscar aquella política capaz de engrandecerla
materialmente. Un orden europeo, basado en unos principios
únicos a aceptar por todos, sería injusto. Los españoles, en
cambio, mantienen la idea de Europa como «Universitas
christiana» y no aceptan la idea de Europa como dispersión que
rompe la riqueza de la diversidad.
En mayo de 1635 Francia declaró la guerra al mundo hispánico
con su intervención en la guerra de los Treinta Años. España
lo consideró como una traición a la causa católica; para
Francia fue una decisión política destinada a acabar con el
exclusivismo español.
En 1643 los tercios españoles sufren su primera derrota militar
en Rocroi. Otro desastre se produce en Lens en 1646 y con ello se
llega a la paz de Westfalia en 1648, en la que, con su pérdida
de la hegemonía en el mundo, España se ve obligada a admitir la
realidad de un mundo nuevo.
Westfalia significa el triunfo del mundo protestante sobre el
católico, de la concepción antropocéntrica sobre la
teocéntrica, del racionalismo sobre el espiritualismo, de lo
subjetivo sobre lo objetivo... No porque los acuerdos de
Westfalia proclamasen oficialmente estos principios, sino porque
ellos aparecen vigentes desde entonces en la cultura occidental.
En Westfalia se instaura el triunfo del interés de la burguesía
sobre la derrota del ascetismo exigente de una concepción
cristiana de la vida. Cuando a la Europa del servicio sucede la
Europa del interés y de la inicua razón de Estado, cuando a la
Europa trascendida de san Benito que llamaba al trabajo
«servitium sanctum», sucede la Europa de la Enciclopedia, de
Kant y de Hegel, España, derrotada en Westfalia al ser derrotada
la causa católica, se queda replegada en sí misma. España
siguió abrazada a la Verdad.
La paz de Westfalia señala el cambio definitivo del destino de
Occidente. El fin de la hegemonía española es el fin de la
mayor plenitud y extensión alcanzada por la civilización
cristiana en la Historia universal, que fue en parte compensada
por la evangelización española en América. Europa comienza su
decadencia como «universita christiana», y perdiendo el
prodigioso optimismo de su cultura anterior, comienza el camino
de su reciente secularización y decadencia espiritual.
El siglo XVIII presencia el avance de la revolución atea con el
enciclopedismo francés y la ilustración que se mofa de Dios,
del hombre y de los valores superiores del espíritu. España fue
deshispanizada por los Borbones en su concepción de la
política. Experimentó no obstante un nuevo auge económico
militar, extendiendo al máximo sus dominios de América como
consecuencia de su ayuda a los yanquis en su guerra de la
independencia. Destacaron como buenos ministros José Patiño,
Carvajal y el marqués de la Ensenada, que sanearon la economía,
el comercio y renovaron la Marina de guerra.
La invasión ideológica revolucionaria, procedente mayormente de
Francia, comenzó a hacer estragos en España. Hubo algunos
hombres valiosos que intentaron una «ilustración cristiana» en
España, como Forner, Cadalso, Piquer, Campomanes, Floridablanca,
Feijoo y Jovellanos. Pero la ideología infiltrada fue ramplona,
agnóstica o atea, eminentemente pragmática y utilitaria.
No hubo propiamente genios creadores en la España del siglo
XVIII, aunque el pueblo, como juzga Menéndez Pelayo, siguió
siendo español, es decir, adicto a la Verdad, sano y religioso
como lo demostró heroicamente en la guerra de la Independencia
contra los ejércitos de Napoleón.
Aquel huracán de escepticismo y crítica que azotó las
conciencias todas del siglo XVIII, tiene sus manifestaciones más
genuinas en la serie de ataques contra el catolicismo y la
tradición de la Iglesia. Y España, la nación que había hecho
del triunfo de la religión católica uno de sus servicios
básicos, es objeto de una serie de ataques, y por necesidad
dialéctica de la polémica, su decadencia es utilizada como
argumento para demostrar el pernicioso influjo del catolicismo en
la civilización y en la vida de los pueblos. Este es el ambiente
de la cultura europea con respecto a España durante el siglo
XVIII.
Prevaleció en Europa, como ya hemos dicho, la razón de Estado
hasta extremos de auténtica barbarie. Con Adam Smith en
Inglaterra, y con Rousseau, Condorcet y Mably en Francia,
comienza un camino que termina con la Revolución francesa y con
la afirmación marxista, medio siglo después de que el Derecho
Natural es un invento de la burguesía para dominar a la clase
proletaria. (Ver las encíclicas Inmortale Dei y Libertas
praestantissimum de León XIII). Es el desgraciado camino del
positivismo jurídico que todavía hoy asfixia al mundo con su
perversión tiránica.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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