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De la necesidad de un afán colectivo (II) .
La civilización, puede ayudar, es conveniente, pero no puede ser un fin, sino sólo un medio para fines superiores, y supeditada a algo que se capaz de crear una alegre capacidad de renuncia
En un articulo anterior (I), llegábamos a la deducción de que el hombre actual, por el hecho de vivir en sociedad y para que ésta subsista, exige la existencia de un "ideal colectivo" lo más eficaz posible para ilusionarle y prestarle un apoyo para poder superar los inconvenientes, las molestias e incluso las agresiones que inevitablemente se derivan del hecho mismo de la convivencia entre personas. También se afirmaba que esas "acciones ambientales" influyentes en el vivir de todos y de cada uno de los miembros de la comunidad, se pueden dividir en dos grupos, según se incluyan en lo que llamamos "civilización" o en lo que llamamos "cultura".
Distinguimos entre estos dos conceptos afirmando que la civilización engloba fundamentalmente aquellas acciones ambientales que son resultado del esfuerzo para obtener "cosas" (producidas por los mismos hombres que proporcionan satisfacción o gozo al que de ellas se sirve. Es decir, aporta algo extraño a la persona misma, y a la que pretende darle eso que suele llamarse "bienestar". La expresión resultante es el aumento constante de la producción de más tipos de "cosas" y en más cantidad.
Los resultados obtenidos en este sentido, el poder disponer de más y mejores "cosas" que llenen el "ambiente" de la persona, son realmente fabulosos y cada día se nos ofrecen más variadas, más agradables, más perfectas, más sofisticadas para que logren dar más bienestar. Pero hay que preguntar: ¿este ofrecimiento desbordante hace realmente feliz al individuo y resuelve las dificultades que el vivir en sociedad acarrea?.
Hay una consecuencia fundamental: la cantidad de lo ofrecido supera con mucho las posibilidades de disfrutarlo todo, porque las apetencias espontáneas son limitadas, lo que lleva anejo una inversión de términos en el planteamiento: la civilización inicialmente basada en satisfacer las necesidades y apetencias espontáneas de cada individuo, lo que hace es presentar éstas ampliadas, o nuevas y más exigitivas para aumentar así sus posibilidades de acción.
Esta situación tiene necesariamente una respuesta negativa: por un lado, fomenta la envidia que se deriva de que otros tengan lo que a uno no le es posible poseer, con lo que la respuesta personal no es de agrado, sino de "angustia vital". Y aún sin visión comparativa con otra persona le hace vivir más angustiado al ver que no le es posible llegar a todo lo que la civilización le ofrece. Y en el orden colectivo, toda la sociedad se "monta" sobre un criterio de aumento de producción y de "competitividad", es decir, de lucha uno contra otro para, si es posible, aplastarlo. Es pues realmente curioso que característica llamativa de la actual sociedad es la "angustia vital" que hace imposible la felicidad individual (y que tiene como ejemplo una manifestación clara en la fabulosa venta de ansiolíticos, tranquilizantes, analgésicos y drogas), e impide basar solo en la civilización y sus realizaciones un "afán colectivo" que como hemos deducido es necesario para una saludable convivencia. La civilización, puede ayudar, es conveniente, pero no puede ser un fin, sino sólo un medio para fines superiores, y supeditada a algo que se capaz de crear una alegre capacidad de renuncia.
D. Fernado Civeira.
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil
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