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Nuestra insistencia.
Aun a riesgo de reiterarse es necesario reafirmar algunos conceptos
Decía Don Jacinto Benavente que las cosas buenas para las personas y los pueblos, hay que decirlas tres veces: la primera para que las oigan, la segunda para que las entiendan y la tercera para que se graben en la mente y el corazón de las gentes.
En esta publicación seguimos el buen consejo de Don Jacinto. Por ello encontrará el lector ideas, conceptos y expresiones que se repiten varias veces "acaso más de "tres", que decía tan ilustre consejero", con el único deseo y la esperanza de aclarar y alegrar el alma de algún querido lector paciente.
Nuestra vida humana necesita ideas, pues se teje con ideas. Las ideas informan de manera decisiva nuestra vida. Por eso, el riesgo radical e insoslayable de nuestro vivir, consistirá en que las ideas que alcancemos a formarnos de las cosas sean verdaderas y no falsas, que coincidan con la realidad misma de las cosas.
Nos conviene decisivamente que la consistencia intelectual con que lleguemos a entender las cosas, sea tal, que se pueda cabalmente decir que no se trata ya de ideas que "tenemos", sino que "somos", que informen nuestra vida humana entera.
"La verdad os hará libres", nos dice la Sabiduría siempre viva. Y la sabiduría entra por el escuchar. Por eso alguien dijo que "es preciso leer con los oídos, no con los ojos".
Respaldemos animosamente la radical afirmación, por la cual, existen valores objetivos, permanentes, vivos, que merecen nuestra plena aceptación total, intelectual y cordial, personal. Porque cuanto más rigor se vierta en la indagación, más y mejor se ve que son fuente inagotable de todo bien, de nuestro más sabio vivir "individual y social" de la máxima nobleza que a nuestra vida le es dado alcanzar.
Los hombres de ciencia "y aquí no cabe hacer distingos entre las ciencias especulativas y las experimentales" tratan de descubrir el reflejo de esta Verdad en el orden de la naturaleza creada. Mientras buscan y encuentran medios nuevos para enriquecer su existencia, también adquieren posibilidades que, en el caso de ser rectamente utilizadas, permiten destruir los efectos del pecado en el mundo y que el hombre crezca. Ya hace años que Ortega y Gasset explicó que progresar es crecer, no acumular. Y ahora, Juan Pablo II insiste en este mismo aspecto: la meta de la ciencia ha de consistir en que el hombre "sea más", creciendo en las dimensiones de su naturaleza creada. Al dedicarse a una investigación rigurosa, esos mismos hombres de ciencia, que no deberían olvidar que la Verdad hace libre, necesitan tener en cuenta que la Verdad no está compuesta únicamente por el conjunto teórico de los conocimientos, sino también por una vida acorde con dichos conocimientos.
Recordemos siempre por tanto, que hay una íntima relación entre el orden moral que guía la conducta y el orden físico que Dios ha establecido para la conservación del universo.
Alvaro de Maortua .
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil
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