|
Día de la "Raza".
La perspectiva de un mexicano ante el Dia de la Raza y el concepto de Hispanidad en el que los iberoamericanos deben sentirse incluidos
Durante mi infancia, cada año se
celebraba como un día especial el 12 de Octubre, como el
"Día de la Raza". Incluso en los programas oficiales
de estudio, tan cargados ideológicamente de indigenismo, se
hablaba del Descubrimiento así, con ese nombre, y se le
consideraba un gran acontecimiento. El tratamiento a Colón era
elogioso, aunque no faltaban elementos de leyenda negra: el mito
de las joyas empeñadas por la Reina (que mal podía empeñarlas
de nuevo si ya lo había hecho para la campaña que culminó con
la conquista de Granada) y el infundio de que la tripulación de
las carabelas se había nutrido de malhechores. Pero en general
se celebraba como un gran acontecimiento. Era, y de hecho, sigue
siendo, un día festivo o feriado en el sentido de ser asueto
obligatorio en escuelas y oficinas de gobierno, pero entonces el
ambiente era de fiesta nacional. A Colón se le consideraba un
héroe de la humanidad, se le dedicaban poemas, discursos,
homenajes. A los estudiantes se les encargaban composiciones,
dibujos, maquetas... En esos años veíamos aún muy lejano el V
Centenario, que suponíamos alcanzaríamos a ver, pero sentíamos
que faltaban muchos años.
Fué pasando el tiempo, algunos asistimos a la Universidad, la
fecha se acercaba pero aún pensábamos que quedaban muchos
años. Nunca hubiera imaginado lo que finalmente sucedió. Una
campaña, a nivel internacional y que naturalmente repercutió en
México, donde el discurso indigenista siempre había sido un
recurso fácil de la demagogia, anuló los festejos que muchos
hubiéramos esperado como naturales. Cuando se acercaba, ahora
sí, el V Centenario, lejos de analizar serena y objetivamente la
historia, los "intelectuales" favorecidos por los
medios masivos de comunicación, aquellos a los que se les citaba
en todas partes, se les reproducía los artículos, se les
entrevistaba, se dedicaron sistemáticamente a una campaña que
se negaba a hablar de Descubrimiento, que cuando mucho hablaba de
"Encuentro", que se preguntaba en tono estridente si
había algo que celebrar, que calificaba a Colón de aventurero
despistado, ególatra, mitómano, codicioso... y en fin, que
calificaba al descubrimiento y la conquista como un desastre, una
desgracia, una intromisión en el mundo feliz de las
desarrolladas culturas indígenas por parte de unos codiciosos
salvajes que habían venido a destruir la preciosa armonía en
que vivían los civilizados naturales de estas tierras. Era un
coro de lamentos, con poquísimas y honrosas excepciones, lo que
se dejó oir. Porque a los que no compartían esta maniquea
visión de la historia, incluso a los que pedían moderación,
por lo general no se les permitía el acceso a los medios. Toda
esta campaña, de parte de los herederos de quienes crearon y
propagaron la Leyenda Negra, no era extraña. Tampoco lo era de
nuestra extrema izquierda nacional, ni la del grupo en el poder
que siempre quiso crear, desde el siglo XIX, la consciencia e
identidad nacional mexicana en base a un mítico México
prehispánico que había sucumbido ante la invasión ibérica.
Pero lo que terminaba de crear la más completa confusión, era
la actitud vergonzante de tantas figuras del gobierno y de la
intelectualidad española, que pedían disculpas por haber tenido
la imprudencia de descubrir, perdón, de realizar un
"encuentro", y de conquistar y civilizar a América,
aceptando, cómo no, que no había sido tal labor civilizadora
sino sólo un saqueo y una imposición de idioma, religión y
costumbres...
Ante tanta confusión, conviene preguntarse ¿qué celebramos el
12 de Octubre? ¿qué es el concepto de Raza que se exalta cuando
hablamos de Hispanidad?¿porqué lo celebramos, o por qué
habríamos de seguirlo celebrando, en países que hace dos siglos
nos independizamos de esa Madre Patria a la que se le expresan
sentimientos tan contradictorios?
Habría que empezar por resaltar la enorme diferencia, el claro
contraste entre aquello que se ha dado por llamar el racismo y el
concepto hispánico de Raza. Ha quedado claramente demostrado que
el género humano es uno sólo, que no hay diferencias genéticas
que permitan hablar de "razas" en el sentido que se
aplica a las especies animales (vacas, perros, etc) y que tampoco
podemos hablar de la superioridad de tal o cual raza. Pues aunque
las características genéticas permiten una mayor adaptación a
un clima o a otras características físicas del entorno, la
adaptación que permite a un grupo humano sobrevivir en
condiciones adversas trasciende claramente a la genética. Por
otra parte, a lo largo de la historia los grupos humanos han
estado mezclándose continuamente. Por lo tanto, es absurdo
pretender la superioridad de un tipo humano basándose en
características físicas ciertamente heredables (más o menos
determinadas genéticamente) como rasgos faciales, color de ojos,
cabello o piel... pero que poco o nada tienen que ver con
cualidades intelectuales o morales.
Ejemplos de racismo los podemos encontrar en siglos pasados, pero
se empieza a manifestar durante los siglos XVII, XVIII y XIX en
el proceso de colonialismo que llevan a cabo Inglaterra y los
Países Bajos (sobre todo Holanda), y más tarde, aunque de
manera menos marcada, Francia y Alemania. Son los colonos
ingleses en Norteamérica, imbuidos de fanatismo religioso propio
de las sectas fundamentalistas (nunca tan bien empleado el
calificativo) los que desprecian a los naturales de las tierras
invadidas, llegan a negarles el reconocimiento a su naturaleza
humana, y practican el exterminio. La actitud de superioridad del
"blanco, anglosajón, protestante" lo llevó a
desconocer los derechos y por tanto a explotar y eliminar no
sólo al que no tuviera su aspecto físico, sino al que no
tuviera su religión. Los grados más extremos de intolerancia,
con su secuela de persecución, y represión llegando a la pena
de muerte, se dieron en los países protestantes (incluyendo los
EU, baste recordar las brujas de Salem) más que en los países
católicos donde operó la tan denostada Inquisición.
La propaganda que con frecuencia sustituye a la Historia, ha
hecho que al hablar de racismo inmediatamente se piense en los
delirios nazis y su pretendida superioridad de la "raza
aria". En su día, los japoneses practicaron una especie de
racismo en Asia, pero eso no significa que en Asia no haya
habido, antes y después, otros muchos deplorables ejemplos de
tal clase de racismo. Es importante recordar que los fascistas
italianos, pese a su alianza con el nazismo y a haber compartido
un tanto el antisemitismo de éste, no buscaron como un objetivo
"la pureza racial".
Pero hay muchos otros ejemplos de racismo. En el siglo XX hemos
visto ejemplos de racismo que han ensangrentado África, en
luchas que no tienen nada que ver con los "blancos" o
los "colonialistas" europeos. En los EU ha surgido un
racismo invertido de ciertos grupos extremistas negros, contra
los que no lo son. La lucha entre el estado de Israel y sus
vecinos árabes, tienen tintes racistas que van más allá del
clásico antisemitismo (habría que recordar, para empezar, que
los árabes también son semitas) En el País Vasco, los
fanáticos que se han inventado una historia a su gusto para
luchar por una patria vasca que nunca existió, han caído
también en una clase de racismo del peor gusto, con argumentos
genéticos que no tienen nada de científicos, para justificar el
crimen. Y por último, la tragedia de fines del siglo XX, la
cruel lucha en los Balcanes que está lejos de haber sido
resuelta.
Bien, nada de esto tiene que ver con el concepto de Raza en un
sentido hispánico. Pronto veremos porqué. España, bien es
sabido, es una encrucijada entre todos los mundos de la
antigüedad. Desde los tiempos bíblicos ha sido lugar de
encuentro y de lucha entre distintos grupos humanos, que se han
establecido y se han entremezclado. Los romanos, que encontraron
muchos pueblos distintos y apartados unos de otros, dieron lugar
por primera vez a la unificación de los pobladores de la
península, por medio de las instituciones, las comunicaciones y
el idioma. La romanización de Iberia es la que da inicio a la
identidad de España, se profundiza con la invasión goda, pero
se acentúa con la Reconquista. En esos siglos de la reconquista,
surge lo que hoy es el español y el concepto de España como
nación. El proceso culmina, no empieza, con la creación del
primer Estado moderno de la historia por obra de los Reyes
Católicos. Lo que quiero resaltar es que a lo largo de todo ese
proceso, romanización, invasión goda, reconquista, hubo una
mezcla constante entre muy diversos pueblos, con sus
características físicas y culturales. Apenas había terminado
la Reconquista con la toma de Granada, cuando los Reyes
Católicos aceptan embarcarse en otra gran empresa que ha de
desembocar en el Descubrimiento, conquista y sobre todo proceso
de civilización, mas que de colonización, de un Nuevo Mundo.
Aquí se da un nuevo proceso de incorporación de muchos otros
pueblos con características físicas y culturales propias (y
además de América, habría que añadir el caso de las
Filipinas) Se da el fenómeno único del mestizaje, que no se
dió en las potencias coloniales (y ni siquiera en la aventura
colonial española en África) El resultado es que, desde la
romanización de la península ibérica, hasta la hispanización
de América y las Filipinas, la "Raza" no es excluyente
ni se limita a un fenotipo (aspecto físico determinado por la
genética) sino que es, al menos hasta cierto punto, incluyente,
integrador, pues incorpora no sólo los genes sino también
características culturales de los pueblos a los que va, por así
decirlo, absorbiendo y asimilando. Y esto lleva a otro punto.
¿que España no aceptó todo, que no fué total y absolutamente
incluyente, que hasta expulsó a los judíos y a los moros? Por
supuesto. Chesterton, cuando hablaba de la Iglesia Católica, la
teología y el magnífico caso de la asimilación de la
filosofía de Aristóteles en la obra de Santo Tomás de Aquino,
decía que cuando un hombre come carne de vaca, la digiere, la
aprovecha y termina convirtiéndola en carne de hombre, de
ninguna manera termina el hombre que come vaca convirtiéndose el
mismo en una vaca. De la misma manera, la raza ibérica asimila a
muchos otros pueblos, los incorpora, se enriquece genética y
culturalmente con ellos, pero los asimila en su propia identidad,
no la pierde. Por lo tanto, no se trata de "ellos" y
"nosotros". Los españoles de hoy que viven en España,
son resultado de una mezcla racial y cultural muy compleja y su
identidad reside en su tradición, que incluye la religión
católica y el idioma español. Los iberoamericanos somos
también una mezcla compleja que incluye lo español y lo
indígena, con aportaciones de otras naciones europeas,
asiáticas e incluso africanas (el caso de Cuba)
Frente al concepto reduccionista de "raza" (sea aria,
sea japonesa, sea vasca) que pretende basarse en la genética,
está el concepto de "raza" que es fundamentalmente
cultural y permite la integración. Ejemplos hay muchos. Los
judíos, para empezar. Aunque muchos creemos que hay rostros
judíos y hasta temperamentos, caracteres y cuerpos judíos, si
uno ve a los habitantes del Estado de Israel se encontrará una
gran diversidad de rasgos faciales, de colores de piel, de ojos,
de cabello. Y eso no se debe sólo a la Diáspora. Ya en tiempos
del Antiguo Testamento, en el Pentateuco se establece claramente
que aquel extranjero que acepte vivir como israelita, será
aceptado como tal. El signo visible, era la circuncisión. Hoy
día, el "gentil" que se casa con una judía puede ser
aceptado como judío. Por tanto, no es una cuestión de genética
sino de modo de ser. Otro caso muy relevante, los romanos pronto
aceptaron a otros pueblos itálicos, y más adelante, a otros
pueblos de Europa y de Oriente, hasta finalmente aceptar a los
"bárbaros". Es en ese sentido y con tan importantes
precedentes que al hablar de Raza en una línea de pensamiento
hispánico, se hable de unidad de destino y de forma de ser, y
tan pertenece a esa Raza aquel en quien predominen las
características físicas de los godos, o de los fenicios, o de
los griegos, o de los romanos, o de los gitanos, o los de
cualquier etnia indígena americana. Peninsulares e
iberoamericanos, pertenecemos a una misma raza y eso es más
claro mientras sigamos, parafraseando a Rubén Darío
"rezando a Jesucristo y hablando en español".
Ahora permítanme contarles un par de anécdotas y un ejemplo
histórico poco conocido fuera de ésta región de México. Las
anécdotas son divertidas, la reflexión es algo más seria.
En el libro "El rediezcubrimiento de América", Marco
Almazán cuenta la historia de dos españoles que emigran
buscando mejor fortuna a América, después de la Revolución
Mexicana. Recién desembarcados en Veracruz, son encarcelados y
maltratados por un funcionario mexicano, de facciones europeas y
piel y ojos claros, que les reclama lo que presuntamente hicieron
los españoles a los indios que él dice representar, llegando a
justificar su proceder como una venganza al hacerlos responsables
(a ellos, los pobres recién desembarcados en pleno siglo XX) de
haberle quemado los pies a Cuauhtemoc, el último rey azteca. La
anécdota viene a cuento porque me ha sido frecuente escuchar a
compatriotas míos, mexicanos, reclamar exaltados "los que
nos hicieron a nosotros, los indios", cuando no se les ve ni
pizca de indios, se trata de personas "blancas" con
aspecto completamente europeo, incluso rubios. La verdad es que
los mexicanos, y casi todos los iberoamericanos, somos mestizos
en mayor o menor grado. Los indígenas puros prácticamente no
existen, incluso a los que fácilmente clasificaríamos como
"indios" lo más probable es que tengan algún grado,
por mínimo que sea, de mestizaje.
La segunda anécdota es similar a la primera pero es más
reciente y puedo atestiguar su absoluta autenticidad. Un amigo
mío, español, vino a México de vacaciones hace pocos años. Un
impertinente, como era de temer empezó a reclamarle lo que
"los españoles nos habían hecho" y declaró que los
que vinieron a la conquista eran todos unos salvajes. Mi amigo no
perdió la calma y le preguntó su nombre a su agresor. Resultó
tener un apellido indudablemente español, digamos Sanchez por
poner un ejemplo. Entonces mi amigo replicó: "si los
conquistadores eran todos unos salvajes, entre ellos estaría sus
antepasados. Los míos, se quedaron en España".
Ahora paso a la historia del lugar donde vivo, en el Valle del
Yaqui. Lo que hoy es México nunca fué una unidad antes de la
conquista por España. La parte central, en especial lo que era
el imperio azteca y sus inmediatos vecinos, cayó por las armas
en pocos años, y en gran parte fué obra de Cortéz. Pero el
Norte, por muchos años fue una difícil frontera, peligrosa e
inestable, donde los colonos estaban expuestos a los ataques de
chichimecas, apaches, y otras tribus salvajes. Los sistemas de
presidios y varias expediciones fueron venciendo a estas tribus,
en ocasiones integrándolas a la cultura española, en otros
muchos obligándolos a replegarse más al norte. Pero la tribu
yaqui, nunca fué vencida por las armas. Después de convivir con
tribus vecinas que habían sido evangelizadas por los jesuitas,
pidieron que se establecieran misiones de jesuitas entre ellos.
Fué la obra civilizadora de los misioneros, y no el exterminio
como ocurrió en los Estados Unidos, lo que hizo que la cultura
española se arraigara en América. Aun con el rezago que existe
en muchas comunidades indígenas en México (regazo del que mucha
responsabilidad tienen los liberales del siglo XIX y su
desamortización de los bienes del clero y de las propiedades
comunales de los pueblos) y de las injusticias que indudablemente
ha habido en los últimos cinco siglos, no cabe ninguna duda de
que los indígenas viven mejor que antes del Descubrimiento o
"encuentro de dos mundos". Pero ¿quién fué al
encuentro de quien?¿quién se "topó" con quien?¿no
fué acaso América descubierta?
Por todo lo anterior, la conclusión es clara: hay una Raza que
va mucho más allá de los genes, que tiene que ver con un modo
de ser, con un modo de tomar la vida y la responsabilidad ante
ella, es decir, la consciencia de una misión que cumplir en la
vida. Un destino común que abarca, que incluye tanto a quienes
se han quedado en la península, en la Madre Patria, como a los
iberoamericanos. Las preguntas que deja flotando Carlos Fuentes
al final de su libro "el espejo enterrado" son un
desafío lanzado a ambos lados del Atlántico: ¿podemos ser sin
España?¿Puede ser España sin nosotros?
Etsuo Tirado Hamasaki.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.