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Sociología política navarra elemental .
Nacionalistas, abertzales, vasquistas, navarristas, foralistas, españolistas son algunos de los conceptos manejados, habitualmente, para informar acerca de la realidad política y social de Navarra. Veámoslos con cierto detenimiento
Navarra nunca ha dejado de estar en el
centro de la estrategia del nacionalismo vasco. Pese a su
aparente estabilidad, recientes circunstancias acaecidas
dramáticamente, como el asesinato de un concejal regionalista y
la dimisión de varios más, han evidenciado la persistencia de
una situación plural y compleja. En este contexto, ¿cuál es la
realidad política de Navarra?
Navarra goza de una razonable estabilidad política. Ya se
superaron los tiempos -la transición- en que el desconcierto y
la incertidumbre habían anidado en sectores significativos de la
clase política navarra. Es entonces cuando el PSOE de Navarra se
desvincula del de Euskadi, optando sin lugar a dudas por la plena
autonomía de Navarra, al igual que la fenecida Unión de Centro
Democrático. Con ello se salvó la particularidad institucional
de Navarra mediante su articulación, dentro del nuevo
"Estado de las Autonomías", como una Comunidad Foral.
Los temores a una anexión traumática de Navarra por la naciente
Euskadi se despejaron, pese a contemplarse la posible revisión
legal de su situación en la Constitución española (la
Disposición Transitoria Cuarta, que establece el procedimiento
para su integración, pero no para su salida), lo que provocó el
voto negativo a la misma de algunos sectores del navarrismo.
Desde entonces, su particular "status" se ha
consolidado. La viabilidad económica e institucional de Navarra
se han afirmado. Sus indicadores económicos son magníficos,
encontrándose a la cabeza del desarrollo español, con un
crecimiento superior a la media de la CEE. Y la posibilidad de
integrarse en la vecina Comunidad Autónoma Vasca, desvanecida en
su día, no ha sido una realidad en los últimos 5 lustros, pese
a la persistente campaña cultural y política del nacionalismo
vasco durante todos estos años.
Un partido regionalista hermanado con el Partido Popular (éste
no existe como tal en Navarra), Unión del Pueblo Navarro (UPN,
en lo sucesivo), detenta en la actualidad el gobierno de la
Comunidad y las alcaldías de los principales ayuntamientos
navarros. El principal partido de la oposición, el PSOE, mermado
en votos por los escándalos Urralburu y Roldán, con un
liderazgo sin afianzar en la actualidad, mantiene una relación
aceptable con el anterior, al igual que el sindicato mayoritario
en Navarra, la Unión General de Trabajadores.
La escisión, espectacular en su día, sufrida por UPN de la mano
de quien fuera presidente del Gobierno de Navarra, Juan Cruz
Alli, y que originó la formación de un partido, Convergencia de
Demócratas de Navarra (CDN), pierde incidencia y
representatividad de forma gradual e imparable.
IU ha intentado ganar peso y constituirse en el referente de la
izquierda no socialista en la Comunidad Foral, beneficiándose de
la larga crisis del PSOE, pero, haciendo balance, vemos que no lo
ha conseguido. La coalición de Llamazares hace lo que puede para
mantenerse en votos y nivel de representatividad, no siendo ajena
su sangría a la experimentada por la misma en el resto de
España.
El nacionalismo vasco, en su conjunto, no ha cesado en ningún
momento de materializar un auténtico aluvión de iniciativas de
todo tipo; siendo un esfuerzo no proporcional a su
representatividad real. Con todo ello busca, a medio o largo
plazo, un posible vuelco electoral que permita una revisión, de
la actual situación, favorable a sus tesis.
Nacionalistas vascos y navarristas coinciden en los mismos
ámbitos humanos: en la vida cotidiana y en la gestión de los
asuntos públicos en función de su representatividad (en los
ayuntamientos, en el Parlamento, en múltiples
asociaciones
). Sin embargo, la presencia de los
nacionalistas siempre se hace notar, al caracterizarse éstos por
un voluntarismo incuestionable y una militancia férrea.
El gran factor distorsionador de la política navarra es la
formación de la izquierda abertzale Batasuna. Con un electorado
que dobla en número al de EA y PNV sumados, pero muy lejos del
PSOE y no digamos ya de UPN, realiza una labor institucional que
roza la contestación antisistema. Al margen de esas discutibles
actitudes, la sombra que le acompaña, en todo caso, es el temor
que impone sus porosas relaciones con la banda terrorista ETA.
De ahí que la división entre navarros, alcanzando a familias,
pueblos y organizaciones sociales de todo tipo, sea una penosa
realidad impuesta desde el agresivo y constante nacionalismo
vasco.
Hemos realizado, en líneas muy generales, una aproximación a la
realidad de la Comunidad Foral de Navarra. Hagamos, ahora,
algunas consideraciones en torno a la sociología política
elemental de la población navarra a partir de las categorías
empleadas habitualmente.
El navarrismo.
El navarrismo ha desarrollado una perspectiva de Navarra más
sentimental que intelectual, pese a existir un desarrollo
doctrinal e ideológico del mismo. Esta visión considera que
Navarra reúne unas características históricas, culturales,
políticas, económicas y sociales que le proporcionan el soporte
imprescindible de una identidad colectiva, para vivir, con
autonomía, dentro del proyecto español.
Está representado, políticamente hablando, por Unión del
Pueblo Navarro y el Partido Socialista Obrero Español.
Especialmente el primero, hace propio el contenido del moderno
navarrismo político, entendido -ya lo veíamos- como la
concepción política, histórica y cultural de Navarra que la
concibe como un espacio autónomo y diferenciado, dotado de una
fuerte personalidad y unas características particulares entre
las que destacan, con notable fuerza, los elementos vascos de su
cultura y tradición.
El pensador y político tradicionalista Víctor Pradera sentó,
en las primeras décadas del siglo XX, las bases teóricas y
conceptuales del navarrismo moderno. A partir de unos
presupuestos regionalistas y foralistas, delimitó sus elementos
fundamentales: tradición católica, identidad jurídica e
institucional, mestizaje cultural, participación en la empresa
común española, rechazo de la raza como factor determinante de
la identidad colectiva.
El PSOE procede de una tradición política distinta, pero,
después de los devaneos de la transición, asume como propios
los elementos fundamentales del actual navarrismo político.
Sin embargo, merced a las continuas campañas promovidas desde
las fuerzas políticas nacionalistas y algunos intelectuales de
la izquierda, el mismo término "navarrismo" goza de
una cierta impopularidad.
Tal vez sea motivado, en parte, por la asociación al navarrismo
de algunas expresiones rudimentarias manifestadas en sectores de
la población navarra, y que implican una degeneración del
mismo, en un sentido instintivo, antivasco visceral: nos
referimos a las actitudes de los llamados despectivamente
"navarreros". Por el contrario, navarristas convencidos
asumen como propio el legado vasco, considerando, incluso, que
constituye su principal patrimonio cultural y su sustrato
básico.
UPN y PSOE suman más de 200.000 votos, defensores sin
ambigüedad, aunque generalmente silenciosos, de la identidad y
autonomía de Navarra. Ello no quiere decir que todo ese
electorado se identifique plenamente con las tesis navarristas.
Existe un sector de la población navarra, en parte de procedente
de la emigración de los años 60 (cuyos hijos en muchos casos
han engrosado las filas abertzales) y de profesionales y
trabajadores establecidos en Navarra en las últimas décadas,
cuya seña de identidad principal es su sola condición de
"españoles". Estos navarros se identifican en mayor
medida, aunque sin llegar a asumir postulados navarristas, con
quiénes se oponen al expansionismo nacionalista, por considerar
a este último como un factor desestabilizador y agresivo hacia
una comunidad -en la que se han establecido- económicamente
pujante y con altas tasas de bienestar social.
Desde Gara y los medios de la izquierda abertzale, a UPN y PSOE
se les denomina, especialmente al primero, como
"unionistas", en un intento, que no ha gozado de
fortuna, de equiparar semánticamente la situación navarra con
la del Ulster.
En las últimas semanas se han producido algunas novedades en
este sector: la constitución de la Sociedad de Estudios
Navarros, que pretende el estudio y solución de los retos que se
presentan a la Navarra de nuestros días, y la salida al mercado
de la revista "Navarra en marcha". En ambas iniciativas
participa Jaime Ignacio del Burgo, uno de los políticos más
significativos de Navarra en las últimas tres décadas. Pudiera
entenderse que ello responde a una estrategia elaborada a efectos
de dotar al navarrismo de unos instrumentos de los que,
tradicionalmente, ha carecido. Con la citada entidad se cubriría
el ámbito cultural y de la investigación sociológica e
histórica. Con la publicación mensual, que ha visto la luz de
la mano de la editorial de su hijo, se pretendería vulgarizar
los conceptos básicos de dicha concepción, a la vez de intentar
sostener, e impulsar, a la opinión pública navarrista, poco
dotada de instrumentos conceptuales y culturales, frente la
avalancha mediática y social nacionalista. El tiempo aclarará
la efectividad de tales iniciativas.
El nacionalismo
navarro.
De la mano de Juan Cruz Alli, se ha ido modelando un ambiguo
"nacionalismo navarro" encarnado en su partido,
Convergencia de Demócratas de Navarra, y especialmente en sus
exiguas juventudes. Carece de tradición histórica, salvo
algunas expresiones políticas casi marginales, como el caso de
las ideas "napartarras" de Campión (quien terminó en
el PNV) y cuyo rebrote a finales de los años 70 (de la mano del
estudioso roncalés José Estornés Lasa) no tuvo relevancia
alguna, o del federalismo republicano y fuerista de finales del
XIX. Pretende, a partir de una concepción moderna del hecho
autonómico español, que el nacionalismo navarro, en el marco de
una tradición cuasi - federal, impulsada desde la izquierda y
los partidos "burgueses" claramente nacionalistas,
asuma las diversas identidades culturales presentes en Navarra
sin complejos; en un intento de desactivar la virtualidad
política, de efectos planificados a largo plazo, de las
expresiones vasquistas manifestadas a todos los niveles en
Navarra.
Es loable su intento de alejarse de la imagen
"navarrera" exclusivista. Pero su filosofía carece de
figuras relevantes. Tampoco está dotado de un cuerpo doctrinal
desarrollado y su suerte parece estar excesivamente vinculada a
la estrella, declinante, del fundador. Por otra parte, esta
concepción desdibuja la participación navarra en la empresa
española, incurriendo en un pragmatismo inestable y poco preciso
que no atrae voluntades.
El nacionalismo
vasco.
El nacionalismo vasco nació "bizkaitarra". Sabino
Arana apenas escribió acerca de Navarra. Sin embargo, algunos de
los teóricos primeros del nacionalismo vasco fueron navarros.
Buena parte de la intelectualidad navarra de finales del siglo
XIX, y primeras décadas del XX, era vasquista, culturalmente
entendida; pero no políticamente. Ya en el carlismo, y en otros
sectores sociales navarros, muchos intelectuales se decantaron
por un vasquismo cultural, antesala en algunos casos del
vasquismo político que con los años cuajó en el Partido
Nacionalista Vasco. Por ello, no puede confundirse vasquismo y
nacionalismo vasco; al menos en Navarra.
Para el nacionalismo vasco, Navarra no sólo forma parte de
Euskal Herria, sino que es su madre. Por otra parte, sólo
Navarra podría ser el antecedente territorial que encarnara, en
unos pocos años de su historia medieval al menos, una unidad
política de la mayoría de los vascos. Por ello, el que Navarra
sea una comunidad diferenciada de la vasca es una
"herejía" incomprensible para los nacionalistas. De
ahí el empeño de modificar la realidad política actual, siendo
el navarrismo su principal enemigo a batir.
El PNV no supera, pese a inversiones millonarias, una presencia
política e institucional puramente testimonial (no llega a los
3.000 votos). Corresponde a EA el liderazgo en Navarra del
llamado nacionalismo moderado, hecho explicable en buena medida,
por el origen navarro de su fundador: Carlos Garaicoechea.
En la actualidad, el electorado conjunto de ambos partidos está
estancado, no llegando a los 20.000 votos, pese a costosas
inversiones en campañas políticas de todo tipo, medios de
comunicación y múltiples expresiones culturales. Su electorado
ha sido condicionado completamente por el fenómeno de la
izquierda abertzale que, en Navarra, también tiene colores
propios.
La izquierda
abertzale.
Navarra es particular también en este campo. Es el único
territorio en el que, desde su nacimiento, la izquierda abertzale
supera en votos (entre 35 y 45.000) y vitalidad, al conjunto del
nacionalismo moderado. Algunos líderes de esa izquierda,
además, proceden de Navarra: Iñaki Aldekoa, Patxi Zabaleta,
Floren Aoiz, Adolfo Araiz, etc.
Nutrida tanto de navarros de pura cepa, como de emigrantes e
hijos de emigrantes, la izquierda abertzale sustituyó en su día
a la potente extrema izquierda maoísta que, nacida en parte al
calor de algunos sectores eclesiales, desapareció casi de
repente a lo largo de la transición española a la democracia.
Sin embargo, pocos han sido, en número, los militantes navarros
de ETA, siendo igualmente un porcentaje muy pequeño el de
quienes han llegado a ostentar cargos de relevancia dentro de esa
organización. Así lo afirma Fernando Reinares en su reciente
libro "Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA
y por qué" (Taurus, 2001), al establecer en sus anexos
estadísticos que los navarros de ETA supondrían un 7'7% del
total de 431 militantes de la organización objeto de estudio en
lo que respecta al territorio de nacimiento (aunque la tendencia
era la de aumentar con los años).
Es en este entorno donde encontramos a la tribu de los
"jarraitus" y su particular estética
"borroka". Son las juventudes del MLNV, con un
activismo y voluntarismo excepcional: desde la "kale
borroka" hasta sus éxitos electorales en la Universidad
Pública de Navarra (no olvidemos el mínimo porcentaje de
votantes en dichos procesos académicos).
Con una especial incidencia en la zona norte y centro de Navarra,
su presencia se mantiene, con altibajos, de forma estable y una
representatividad constante. La reciente escisión de Aralar
puede convulsionar su actual implantación, pero es un
interrogante que sólo el futuro despejará. Los principales
dirigentes de Aralar son navarros, gozando alguno de ellos (caso
de Patxi Zabaleta) de un indudable prestigio que podría llegar a
arrastrar, incluso, a sectores de la izquierda
"españolista" y de la propia EA. Incluso el minúsculo
PNV navarro, de la mano de su dirigente José Antonio Urbiola, ha
hecho pública su intención, el pasado 9 de octubre, de buscar
algún tipo de acuerdo electoral con esta naciente fuerza.
A caballo entre la izquierda abertzale y la izquierda ex
comunista, se sitúa Batzarre. Integrada por los residuos de las
antiguas LKI y EMK (Liga Comunista Revolucionaria y Movimiento
Comunista), cuenta con una veterana militancia (la mayoría en
torno a los 40 años) y cierta representatividad institucional en
el Parlamento y algunos ayuntamientos navarros. Además, es muy
conocida su capacidad de movilización y la originalidad de sus
campañas. Tiene dos almas: la vasquista, inclinada hacia la
izquierda abertzale, y la puramente izquierdista, más orientada
hacia Izquierda Unida, coalición en la que han confluido algunos
de sus antiguos camaradas del resto de España. Batzarre está
tendiendo puentes hacia Aralar. De confluir ambos colectivos,
podría generarse una izquierda abertzale, de tintes navarros y
emancipada de ETA, con indudable impacto en el panorama político
y electoral de Navarra.
Si sumamos todos los votos nacionalistas, "moderados" y
radicales, nunca han superado el 18% del censo navarro, siendo el
13'80% el recibido por esas fuerzas en las elecciones del 99.
La izquierda
excomunista.
En Navarra nunca arraigó el Partido Comunista de España. Su
techo electoral se ha alcanzado, paradójicamente, con la
fórmula de Izquierda Unida, en la que los comunistas son una
estricta minoría, no siéndolo ninguno de los líderes de IU
más representativos en Navarra.
La coalición en Navarra se ha decantado por una ambigua
pertenencia a la Izquierda Unida del País Vasco, con unos
niveles de autonomía política indudables, en un intento de
superar la dicotomía navarrismo/abertzalismo, en el marco de una
concepción federalista del Estado español. Sus integrantes son,
en general, partidarios de una integración de Navarra en
Euskadi. No verían -pese a lo anterior- con malos ojos que, en
una España federal, Navarra siguiera constituyendo una entidad
autónoma diferenciada de la de sus vecinos. En cualquier caso,
el futuro de sus tesis pasa por el desarrollo discutible de su
coalición.
El carlismo.
El carlismo, sociológicamente hablando, parece haber
desaparecido. Sus hijos y herederos, de hecho, se encuentran
presentes en todo el espectro político actual de Navarra.
Ni el minúsculo Partido Carlista, genuino representante del
carloshuguismo (la rama socialista, federalista y
autogestionaria), ni la refundada y rejuvenecida Comunión
Tradicionalista Carlista, han logrado reestructurar al pueblo
carlista. Tal vez ello sea así, por el único motivo de que tal
pueblo ya no existe hace varias décadas. O tal vez por tratarse
de sus expresiones más ideologizadas, cuando el carlismo se
trató de un movimiento popular y escasamente doctrinario, al
menos en sus orígenes.
Del carlismo se conservan algunos tics en la mentalidad y la
política navarra: sentido de grupo, gusto por lo propio,
generosidad personal, apego a las tradiciones, espontaneidad,
cierto populismo, sustrato religioso.
Este fenómeno causa admiración a los foráneos. ¿Qué ha sido
del carlismo? Se preguntan y nos preguntan cuando vienen a
Navarra. En nuestros días sigue asombrando su aparente rápida
desaparición, salvo para quiénes, todavía hoy carlistas, no
admiten esta afirmación. Sin duda constituye una cuestión que
debe estudiarse a fondo; con ello se proporcionarían,
probablemente, algunas claves para entender el presente de
Navarra.
El electorado
católico.
Encontramos a católicos en todo el espectro político navarro:
desde la CTC hasta Batasuna.
Igualmente, encontramos a democristianos en UPN (de la mano de
Jaime Ignacio del Burgo), en Convergencia (que se define como
social cristiano; lo que difícilmente casa con su apoyo a la
legislación antifamiliar que se ha promulgado últimamente en
Navarra) y en el PNV.
Por otra parte, algunos de los movimientos eclesiales más
pujantes, presentes en Navarra, consideran la vocación política
como una opción estrictamente personal, de la que sólo sus
protagonistas deben responsabilizarse. Ello explica, en parte, la
tremenda dispersión del voto católico navarro. Con todo, no
puede decirse que no tenga ninguna relevancia o proyección
sociológica. Navarra cuenta con un porcentaje de jóvenes
católicos practicantes un poco por encima de la media española;
por el contrario, también concurre un porcentaje muy elevado de
ateos militantes, muchos de ellos alineados con las opciones de
la izquierda abertzale.
Sin embargo, la reciente polémica desatada acerca de la
conveniencia de la fundación de un partido católico, no ha
tenido apenas eco en Navarra, salvo dentro de los restringidos
medios del tradicionalismo, que la ha seguido con interés pero
con prevenciones.
Estos son, en breves trazos, algunos de los colores del plural
mapa político navarro; un mapa en lenta pero constante
evolución y que puede deparar, todavía, sorpresas.
Fernando José Vaquero Oroquieta.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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