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Romanticismo.
Como movimiento ideológico el romanticismo es una de las grandes herramientas del inmovilismo liberal y de la explotación del hombre por el hombre
Hace relativamente poco que he podido
comprender la postura de muchos intelectuales ante el
Romanticismo. No se trata de grandes y deslumbrantes ideas sino
de cortas reflexiones que a veces pasan inadvertidas en la
lectura, o la cita de un verso, hasta que la edad y tu proximidad
al arte, te han preparado para entender que las ideas y los
sentimientos son los que mueven a los pueblos. No las
exageraciones
Así, me encontré explicando a mi hijo, que apenas si sabía el
grito «sturm und drang», que el romanticismo había intentado y
conseguido, a lo largo de nada menos que dos siglos, luchar
contra la norma, suponiéndola injusta siempre, contra la moral
cristiana, contra la fe y hasta contra el decoro.
Le decía que no se comprendía este fenómeno artístico
(literario, poético, político, pictórico, musical, etc...) sin
sus bases anteriores a la eclosión: sin un Rousseau (Russo con
grafía francesa) que afirmaba que la sociedad esclavizaba al
hombre y que las mayorías tenían tal capacidad que eran
infalibles en sus opiniones, sobre todo al votar. No demostraba
nada, pero lo decía: en este caso, la omnisciencia de las masas
es no sólo indemostrable sino falsa: las masas anulan la
inteligencia individual y se convierten, automáticamente, en
seguidoras de algo, sea verdad o mentira.
Es decir que el Romanticismo se siembra con el enciclopedismo y
prende en una cierta juventud poética que busca libertad en la
nueva norma literaria; luego en la pictórica y, los no artistas,
la buscan en la política. En cualquier caso se trata de romper
con el mundo anterior. La revolución Francesa hasta se inventa
nuevos calendarios y la alocada religión de la Diosa Razón, a
la que levantan templos. Pero no es la diosa Razón la del
Romanticismo sino el "haz lo que quieras" sin el verbo
que ponía antes San Agustín: "Ama y haz lo que
quieras".
La vida se devalúa, la muerte se hace hermosa. Lo trágico se
exagera hasta lo inconcebible. Es digno de leerse «Don Álvaro o
la fuerza del sino» del Duque de Rivas, porque parece una
parodia, sobre todo en lo que dice el moribundo don Álvaro, al
arrojarse por el precipicio. "Perezca la raza humana".
Hay algo más que la «coincidencia» de servir ideológicamente
al liberalismo, y es que el Romanticismo rompe la normal
evolución de los estilos, especialmente en pintura, en música y
en literatura: Renacimiento (y sus etapas), Isabelino, Barroco
más Rococó( no muy asumido el rococó en España), neoclásico
(con sus tres unidades) y Romántico. Pero el Romántico, desde
aquellos cosacos a los que Espronceda animaba a destruir Europa
mientras conspiraba contra el rey a los catorce años, ha ido
evolucionando, presentado nuevas caras (con otros nombres, pero
siempre alegando la libertad absoluta del hombre) como el
naturalismo, las vanguardias en general, el simbolismo, el
Modernismo, la propia novela de la berza española, hasta llegar
a las últimas películas de psicópatas y cubos de sangre, y de
guerra, sin que se puedan confundir con ningún género épico.
El Romanticismo, lejos de irse agotando (y lo está, y en un
camino sin salida) ha aumentando el tono, lo tenebroso, el gusto
por la matanza, la presunta y dogmática busca de la felicidad,
que acaba en divorcio o en adulterio, el aborto, el amor
convertido en sexo y pornografía... ¿Qué más «libertades»
que rescatar le quedan?
No se ha muerto como el Barroco (que en España algo pervive) o
el neoclásico. Ha vivido mucho más de lo que predecía su
fuerza vital, y es sencillamente porque ha pasado a ser la
herramienta del liberalismo político, un mecanismo que estimula
los bajos del hombre, las maldades del hombre: el comunismo,
claro, se basaba en el Romanticismo, en luchar por los pobrecitos
parias de la tierra. El Ecologismo hace otro tanto. Y hasta las
ONG, a las que no hay que quitar méritos.
Pero el Romanticismo debió morir hace cien años y se conserva
con vida y cambiante, lo que indica que grandes fuerzas lo usan
contra la población y para sustituir el amor al prójimo por la
filantropía débil y estética. Si vive es que es útil para
muchos poderes o, mejor, para el Poder. ¿Como elemento de
corrupción? Sí, y como método para acelerar los cambios en la
sociedad, que ya no evoluciona a su ritmo sino contra su propia
evolución.
El Romanticismo es una de las grandes herramientas del
Inmovilismo Liberal, de eso que Fukuyama ha llamado el Final de
la Historia. Un final que, afortunadamente, es un delirio y no
una verdad.
Arturo Robsy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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