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Editorial.
Nos conviene a todos tener claro el concepto de autoridad
Autoridad
es lo contrario de arbitrario, caprichoso o despótico. A las instancias que nos
mueven a acatar los principios de donde nacen el orden y el ejercicio recto de la
libertad, es a lo que se llama autoridad.
La palabra autoridad procede del latín, "augeo", que significa crecer o
aumentar: progresar. La autoridad es también la fuente de decisiones que señala lo que
es justo y lo que es injusto.
Debe aparecer reflejada en las leyes, que deben ser corformes con la Ley natural y con la
Ley divinopositiva -lo contrario es tiranía y corrupción de lo cual sólo cabe esperar
toda clase de grandes males- ; y adecuadas a la naturaleza de cada sociedad.
A la autoridad, que es esencialmente buena y necesaria, se contrapone el poder, que
aparece sólo como el mal menor necesario que impide la injusticia del desorden. El poder
es un recurso coercitivo que poseen los magistrados para obligar a los hombres a cumplir
la Ley cuando estos no quieren.
Cuanto más se respete la autoridad menos necesario será el ejercicio del poder.
Este es el ideal de una sociedad que pretenda ser civilizada. Hoy se combate con saña
todo principio de autoridad. Pero cuando el hombre destruye la autoridad no hace otra cosa
que desencadenar el poder, el cual se sube sobre sus espaldas con la violencia de una
tiranía.
Y esto es verdad cualquiera que sea la forma de gobierno, de uno o de muchos; en este caso
sería la tiranía de la mayoría, pero tiranía.
A la autoridad se opone toda forma de positivismo.
El positivismo es la negación, o por lo menos el desconocimiento de Dios y de la
verdadera naturaleza del hombre. Niega la capacidad humana para descubrir la verdad. El
positivismo en las leyes, o positivismo jurídico, es el imperio de lo arbitrario en los
asuntos públicos más graves. Conduce al mal, porque es contrario a la propia naturaleza
con que Dios ha creado al hombre y al mundo; y genera corrupción y vileza en las
instituciones públicas y en todo el cuerpo social.
El positivismo es barbarie intelectual y moral; barbarie total. La gran crisis actual del
mundo consiste, principalmente, en la implantación del positivismo jurídico con la
aniquilación de la autoridad.
Legislar no es hacer un documento legal para decir cómo nos vamos a comportar en
adelante, sino reconocer y consignar en las leyes lo que realmente existe, cómo está
constituido realmente el mundo y el hombre. Porque del mismo modo que a nadie, salvo que
estuviera loco, se le ocurriría dictar una "ley" diciendo que mañana lloverá,
o que pasado mañana amanecerá a las tres de la madrugada porque a mí me da la gana, y
naturalmente el sol seguirá saliendo a su hora debida y lloverá cuando las condiciones
meteorológicas lo permitan, es la misma y ridícula locura o maldad rabiosa que alguien
haga una "ley" diciendo que el aborto o la homosexualidad son legítimos, porque
eso está contra la propia naturaleza con que Dios ha constituido al hombre y al mundo.
La democracia liberal positivista implantada hoy es totalitarismo, porque aliada con el
relativismo, no reconoce la existencia de ningún principio que no le quede sometido. Por
eso la democracia liberal relativista actual es irracional e injusta; es la garantía del
caos. Y lo más grave es que una verdadera superstición democrática está hoy
vergonzosamente instalada en la mente borreguil de gran parte de las gentes.
Y no es que estas cosas sean un asunto sólo para la discusión entre científicos, no.
Afecta gravemente a las naciones y a los pueblos: a todos los hombres y a cada hombre en
particular, sea o no consciente de ello.
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y
Crítica", es editado por el Foro Arbil
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