Si naciste en España después de
1985 eres un superviviente con suerte Uno de cada tres niños concebidos es asesinado con la complicidad del Estado, de sus Gobiernos, de su Parlamento... y con tu dinero |
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¿Para qué?
Al celebrar los cinco años de Arbil en la red uno de los fundadores de la inciativa nos da algunas claves de por qué es necesario, a pesar de las dificultades e incomodidades , "plantar cara" al Discurso Cultural Domominante, a su dictadura ideológica uniformizante y a las consecuencias sociales descivilizadoras que tiene.
Han pasado ya 5 años desde que comenzó
a publicarse "ARBIL, anotaciones de pensamiento y
crítica" y se han editado en la red más de 50 números de
la revista, todo un hito para una publicación sin trasfondo
crematístico. Celebramos el evento aportando materialidad al
proyecto electrónico y queremos asimismo aprovechar la
circunstancia para recapitular, reconsiderar, revitalizar y
relanzar nuestra justa, contestándonos a ese "¿para
qué?", con el que nos han interpelado tantas
veces, renovando así también los propósitos que formulamos en
su día.
Seguro, decíamos, que en múltiples ocasiones, alguien os habrá
formulado un envite con sobrada ironía y escasa rectitud de
intención, preguntando ¿Para qué?: "¿Para
qué dedicas tu tiempo de ocio, de sueño, tus recursos
económicos, intelectuales, tu consideración laboral
en un
empeño aparentemente inútil? ¿Quién va a escucharos?" Y
coincide el envite personal con una encomienda global: la de S.S.
Juan Pablo II llamando a emprender el nuevo milenio con un
espíritu renovado y coincide también con la concurrencia desde
la red de proyectos, movimientos y personas fabulosas que no se
conforman con la hegemonía materialista y apuntan mucho más
alto. Ni mucho menos somos los únicos, y juntos todos con una
honda en la mano y el corazón remecido de esperanza, hemos
aunado fuerzas y conciliado empeños y proyectos.
Querría que estas palabras no quedasen en una contemplación
narcisista ni en un lamento inútil y exasperado. Ojalá
sirvieran para que alrededor de los principios que propugnamos,
se consolidasen tantos actos de esperanza como personas estamos y
provocasen los correspectivos ejercicios de introspección que
nos permitieran la perseverancia o, en su caso, el cambio.
Si yo nunca me hubiera quedado con la duda tras la famosa
pregunta acerca de la utilidad de todo esto, creo que obviaría
el repaso de los seis principios asumidos como valores nuestros,
de los seis objetos de nuestra porfiada defensa; pero he de
confesaros que en alguna ocasión he titubeado, y espero que me
permitáis refrescarlos, sin ánimo de fundamentar lo que todos
tenemos muy claro. Al revisarlos de nuevo, quizá nos evoquen un
baluarte levantado piedra a piedra, que por alcanzar una
dimensión trascendente, aunque quedara exento de resultados
visibles, merecería per se el empeño y recibiría en otra
cuenta muy principal, el abono de una recompensa inefable.
1. La vida, el
primero de nuestros valores
Han pasado más de 16 años desde la ley de despenalización del
aborto y más de medio millón de niños indefensos han recibido
la caricia materna de la legra, con la dedicatoria de quien la
ratificó y la aquiescencia activa de todos los gobiernos que
desde el 85 han sido. La plaga occisiva y homicida del aborto,
edulcorada con eufemismos, y mentiras ha arrasado una población
de niños non natos equivalente a Zaragoza. Una tragedia de estas
dimensiones y el propio contexto, puede provocarnos distintas
sensaciones: impotencia, desesperanza, exasperación o bien un
auténtico revulsivo para la lucha y la esperanza:
· Si acabamos de presenciar un vídeo, una
foto, un testimonio desgarrado, todos nos habremos preguntado
alguna vez, anegados en dolor, con un nudo en la garganta y la
voz de la conciencia enronquecida por el llanto mudo, si hemos
hecho suficiente.
· Otras veces, mirando hacia atrás, habremos
creído que perdimos miserablemente el tiempo, que todo sigue
igual o que a pesar del esfuerzo, las cosas han degenerado aún
más.
· Algunos, de jóvenes incluso habríamos
podido elucubrar ideas expeditivas que trascendieran el ámbito
de la argumentación.
· Pero todos nos hemos alineado al fin, en la
pugna ideológica, porque la palabra adecuada en el momento
oportuno, llega al corazón y por muchas capas que lo envuelvan,
esta víscera indolente y sin latido permanece en el pecho de
ignorantes y desalmados, con ánimo de llegar a recuperar el
ritmo, hasta el preciso instante en el que termine su tiempo de
merecer. De persona a persona, de corazón a corazón,
renunciando a la embriaguez de la estadística, habremos sentido
nuestro propio pálpito, con la fuerza de irrigar vida
desbordante a un mundo "que yace en sombra de muerte",
a un mundo que ha erigido el buitre carroñero como blasón y
sólo tiene a bien la vida en cuanto a soporte para la demanda o
en cuanto a garante en la postrera percepción de haberes
sociales
Sólo con que un niño haya salvado la vida,
merecen la pena toda la tinta, los millones de correos enviados,
los desvelos internáuticos del atardecer a la alborada, los
kilómetros y las aportaciones que entre todos vosotros habéis
dedicado. Y sólo con que uno de los mayores haya desistido en un
remoto propósito criminal o haya suscrito una póliza para
salvaguarda de su vida sobrenatural, merecería la pena continuar
en la brecha hasta el último aliento de cada uno de estos labios
que saben cantar a la vida y levantar firmes denuncias contra los
emisarios de la muerte.
Dos filosofías se debaten en el terreno de las ideas, aunque
hayamos adolecido hasta hoy de una desgraciada hegemonía: por un
lado la filosofía de la muerte con amplio predicamento en sus
diversos matices progresistas o moderado-vergonzantes y por otro
lado, la filosofía de la vida, sin representación alguna en los
poderes públicos, que defiende la dignidad de la persona desde
la concepción hasta la muerte natural.
Sabemos que con una noche tan cerrada valoraremos más el alba
que llega, porque tanto por Ley Natural como por disposición de
la Providencia es imposible que perdure un credo que abre la veda
respecto al que llega y respecto al que se está yendo, porque
aunque un no nacido, personalmente no interese, estadísticamente
y en conjunto conviene al "ecosistema". Por otro lado,
el que sea un poco previsor, comprenderá que con el paso de los
años él mismo será uno de los ancianos o enfermos terminales
que clama por extinguir. Así pues, afiancemos la Esperanza y el
optimismo que es resultado de aquélla, porque en el campo de la
defensa de la vida no parece que sea el nuestro un esfuerzo
baldío. Mantengamos la lumbre y proyectemos nuestra voz con
fuerza para que el tronco fangoso de nuestra sociedad acabe
resecándose, y pueda prender intensamente la llama de la
dignidad, de la justicia y de la recta conciencia.
2. La familia, el
segundo de nuestros valores
Recuerdo, hace no mucho (10 ó 15 años) la vehemencia de nuestro
discurso en esta materia, la defensa de la familia en la única
modalidad posible entre personas humanas del planeta Tierra,
tanto fuera en un café, en una clase, en una carta al
director
Y no es que quiera vindicar el arrebato de la
primera juventud, sino que me sorprende el efecto sedante (al
menos sobre nuestra firmeza expositiva) de lo que yo llamo el
virus de la "aberración de rostro humano". No
nos llegará, es cierto, el discurso comunal, antisocial, de
oposición frontal a la familia pero sí esas sutiles demandas de
respeto, equiparación, tolerancia y ayuda para rescatar de la
marginación a sujetos con diferentes "decisiones de
compromiso" e incluso diferentes "preferencias
sexuales".
También puede que nos hayamos desentendido de la grave dejación
por parte del Estado y de los gobiernos, en su obligación de
tutela de la institución familiar (maniobras de imagen -como el
"Plan Integral del Apoyo a la Familia"- aparte). Puede
ser que no hayamos opuesto suficiente resistencia al abandono al
que se viene relegando la familia en los Presupuestos Generales
del Estado, en contraste con las campañas contraceptivas, con el
asociacionismo chabacano, la financiación a las instancias de
representación política (alumbradas a la conveniencia no del
individuo sino de providentes y potentados Demiurgos de primera
fila), y en general, relegándola respecto a todo lo que lejos de
integrar disgrega. De esta manera, las apodícticas lecciones a
la plebe llegarán por su conducto mediático-reglamentario y no
desde una instancia natural, autónoma y con criterio propio que
haga peligrar la hegemonía totalitaria de un mismo credo
sostenido con el turnismo en matices insustanciales.
Para desactivar la programación totalitaria del individuo,
deberemos organizar grupos de presión, hablar en nuestro
entorno, quejarnos a los que deciden, llamar a las cosas por su
nombre, escribir a los medios de comunicación, boicotear las
empresas de la Cultura de la Muerte y sobre todo
confiar.
De hecho, la Providencia nos va repartiendo triunfos, para que
juguemos bien la mano, con una potente herramienta que casi
equipara al potentado y al indigente en el momento de transmitir
opinión, agrupar a los afines, acceder a los medios
Me
refiero a Internet. Sin embargo lo que Internet no confiere, es
la esperanza y sin ella todo sería estéril aparato.
Propongámonos escribir y reprobar desmanes siendo misericordes
con el que yerra pero inflexibles con el error. Cada uno con su
estilo, pero llamando a las cosas por su nombre. Por si acaso nos
vamos a emplear con ironía, ahí van algunas sugerencias:
· En vez de "ambientes gay", llamémosles
"círculos de la aberración"
· En vez de "programas atrevidos para la juventud",
"series del proxenetismo televisivo"
· En vez de "divorcio", "pretenciosa
arbitrariedad resolutoria del Estado liberal".
· En lugar de "métodos profilácticos",
"inmundicia afectiva y suciedad mental"
· En lugar de "preservativo", "transparente
disfraz de eunuco"
· En lugar de "registros de parejas de hecho", las
"listas de la esquizofrenia registral"
3. La educación,
el tercero de nuestros valores
Este ha sido el paracaídas que no se abrió cuando al
enfrentarnos con los sofismas y los cantos de sirena, tiramos de
la anilla. Ha fallado una formación que cimentase la verdadera
libertad personal, que diera a conocer nuestra propia naturaleza
y lo que le es de exigitiva y de emanativa conveniencia, que
fomentase la honradez antes que el éxito, la honestidad antes
que el deleite, la verdad histórica y personal en lugar de la
conocida máxima maquiavélica, una formación que nos acercase
al que todo nos lo ha dado gratis y busca nuestra correspondencia
para otorgarnos la alegría presente y la Felicidad postrera
(mientras la gente a cambio de unos euros, suspira por cada
pequeña satisfacción pasajera).
Para que esto se entienda en las altas instancias, aún les queda
a los padres, un buen tiempo de insistir, demostrando que no van
a eximirse de sus obligaciones, de reclamar contra ciertos libros
o despropósitos docentes, de participar activamente en los
centros educativos y de insistir a la prensa y a los poderes
públicos:
- en que los responsables de la educación son los padres, y el
Estado debe atenderla de una forma subsidiaria
- en que la sexualidad no es una atracción de feria ni una
fontanería biológica
- en que la Universidad no sea institución politizada
- y en que cada instrucción y modelo de conducta envenenado que
se transmita por antena, ley orgánica o libro de texto, va a
provocar un grave escándalo social.
4. La
dignificación del trabajo, el cuarto de nuestros valores
Hoy por hoy, insistir en la responsabilidad, parece una rémora
atávica en contra de los derechos del hombre pero la
irresponsabilidad de una parte, es la transgresión de los
derechos de la otra y este es el idioma estrábico que se habla
en el seno de la empresa. La elusión de la responsabilidad, se
justifica para una parte "por la propia dinámica del mundo
de los negocios" y para la otra por la "inermidad del
asalariado ante la inhumanidad de la Compañía". En el
terreno laboral, para exigir una tarea o para tomar
determinaciones como despedir a un trabajador o acudir a la
huelga, lo habitual es apelar a la norma legal, a la fuerza o a
los tribunales; la deontología y la justicia están desterradas
y cuando alguien las sugiere, suenan a película de Walt Disney.
Si unos y otros convienen la deshumanización, el trabajo se
animaliza, enrarece las relaciones familiares y de la referencia
a la norma, pasamos automáticamente a la fuerza o al menos a los
tribunales.
En el trabajo, podemos desarrollar capacidades que hemos
cultivado, cumplir con justicia y con generosidad para con la
empresa, revertir a la sociedad la formación que hemos recibido,
ayudar a personas que necesitan de nosotros y conseguir
beneficios personales de órdenes muy diversos.
El llegar a los objetivos expuestos o vivir 8 horas al día
encerrados en la cárcel más lúgubre y tenebrosa, depende una
vez más de nuestra coherencia, de la interacción en el seno de
la empresa y de la presión sobre ejecutivo y el legislativo para
que las disposiciones laborales tengan impronta social, sean
justas, garanticen ciertas contingencias y propicien la
inversión y la creación de empleo.
5. La unidad de la
Patria, el quinto de nuestros valores
¿Quién tiraría a la basura un millonario legado familiar?
¿Quién se olvidaría, avergonzaría o incluso ridiculizaría al
padrino rico que usó el patrimonio con mesura para "poner
en casa" a su querido ahijado al abandonar este mundo?
Si matizamos que el legado va en especie, que es un legado de Fe,
de lenguas, de arte, de ciencia, de historia y valores, y que los
padrinos han sido incontables generaciones, aunque sea un legado
más valioso que todos los botes de la primitiva juntos, para una
gran cantidad de españoles vale menos que una peseta en el 2003,
preferirían ser preteridos, y en todo caso no aceptan tamaña
fortuna ni a beneficio de inventario.
Estamos ante una instancia natural de socialización, ante un
arraigo que no interesa a las conveniencias pueblerinas y a los
acomplejados raciales, ni tampoco a las ínfulas globalizantes
que diluyen la esencia cautivadora en una corriente insípida sin
origen y sin destino.
En medio, entre pueblerinos y cosmopolitas
exacerbados, tenemos al Estado que debería velar por la Nación
y sus ciudadanos, pero que se ensaña con el niño no nacido, que
margina a la familia y que se deja apresar como rehén por una
horda de criminales que cuando se ven efectivamente acorralados
por una fuerza superior, se entregan o incluso realizan
deposiciones de urgencia.
Pues bien, también en este caso tenemos abierta la esperanza; a
pesar de las fuerzas que tiran hacia arriba y hacia abajo del
tronco social, a pesar de los deletéreos hachazos de las hordas
criminales, a pesar de la receptación de los frutos del crimen
por parte de los racistas de don Sabino, si empujamos levemente
de las ramas atrapadas entre la maleza, volverán con
determinación a su posición natural pues llevan ya tiempo
apartadas de ella. Hace falta tener esperanza para empujar
"la rama" pero no pasará mucho, antes de que el estado
asuma su papel en el establecimiento del orden y en la
administración de la justicia.
6. La regeneración
social y material, el sexto de nuestros valores
Escándalos políticos, escándalos financieros, escándalos
familiares, doctrinales
Más que escándalos deberíamos
eliminar connotaciones y hablar de noticias políticas,
financieras, etc. porque muchas de éstas llegan a ser para
ciertos sectores, paradigmas de conducta, demostraciones de arte,
pericia y capacidad intelectual.
La forma más conveniente, sería comenzar por la educación para
que estas conductas llegasen a ser mal vistas; pero en el
entretanto habrá que administrar a esta sociedad una buena
inyección de honor, que regenere los tejidos necrosados y que
otorgue al cuerpo social un aire de lozanía y sanidad.
Evitando las sobredosis, poco a poco, podríamos ir explicando
que las administraciones públicas no son ubres para que todos
chupen sino instancias de servicio al ciudadano, que los cargos
públicos no son la lotería del Niño, ni los fondos reservados
son el botín de Alí Babá, que los activos financieros no son
un pretexto para que los ingenuos ingresen en la cuenta del
director de la agencia de valores, que la familia es monógama y
que en todo caso la empleada de hogar no forma parte del harén.
Y en fin, todos esos imperativos de la decencia que parecen
enervarse por mor del chalecito en la sierra o de ese tan
merecido deleite.
A la vista de los 6 puntos sólo nos queda reconocer que somos
unos privilegiados. Somos unos privilegiados porque el nuestro no
es un afán anodino como tantos, porque nos hemos comprometido en
la defensa de un blasón sagrado de seis cuarteles, somos unos
privilegiados porque nos ha tocado vivir tiempos en los que por
tener que luchar, es más fácil merecer y más patente la
conquista, somos unos privilegiados porque nuestra mediocridad ha
de tornar necesariamente coraje para sobrevivir al embate
contumaz de un gran ejército de ignorantes, fantasmas, cuya vida
y cuya libertad por si fuera poco, hemos de ganar sin habérselas
quitado.
Jesús Terreros
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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