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Líbano: el círculo de engaños de Elías Hobeika.
Más allá de las apariencias: datos para situar, en su contexto, el asesinato del ex ministro libanés Elías Hobeika. Un juicio diferente sobre un hecho pronto olvidado
Círculo de engaños.
La película franco - alemana de 1981 Die Fälschung
(traducida en España como "Círculo de engaños"),
dirigida por Volker Dchlöndorff, fue uno de los pocos films
europeos con un argumentado centrado en la guerra del Líbano. La
película recoge todos los tópicos en que incurrió, con
ocasión del conflicto libanés, buena parte de la
intelectualidad y de la clase política europeas, constituyendo
un contundente ejemplo de esa ceguera determinada por la
ideología. El actor Bruno Ganz encarna al protagonista de la
cinta, un periodista que quiere conocer sobre el terreno la
realidad de la guerra. Su guía será una alemana (a la que da
vida la sugerente Hanna Schygulla) cuyo amante es uno de los
líderes de Al Fatah. En la película se describe perfectamente,
entre otros episodios, la masacre de un pueblo cristiano por
agresores palestinos. Los milicianos cristianos, por su parte,
son presentados, en otros momentos, como unos sanguinarios y
arbitrarios administradores de la muerte. Pero, pese a ello, las
posiciones políticas y morales "progresistas" y
palestinas salen reforzadas. La película alcanza su clímax con
el asalto de los falangistas cristianos al campamento palestino
de Tell Az-Zaatar (12 de agosto de 1976). En este contexto de
extrema violencia, el protagonista se verá atrapado en un
círculo de engaños en el que toda apariencia (tanto social como
personal) encubre duras realidades.
En otro tremendo círculo de engaños, pero éste ya real, que le
ha costado la vida, también se vio envuelto el libanés Elías
Hobeika. El jueves 24 de enero de 2002 un potente coche bomba
acabó con su vida, la de su hijo y las de sus guardaespaldas.
Todas las miradas se volvieron hacia el primer ministro israelí
Ariel Sharon, presuntamente implicado, al igual que el propio
Elías Hobeika, en las matanzas producidas en los campos de
refugiados palestinos de Sabra y Chatila en el ya lejano 1982.
Un ex - ministro de
Líbano asesinado: Elías Hobeika.
El día 14 de septiembre de 1982, buena parte de la plana mayor
del principal partido político cristiano libanés, en el que
también militaban musulmanes, el Khataeb (o Falange Libanesa),
fue masacrada en un atentado que también costó la vida del
recién electo presidente libanés Basir Gemayel, hijo de su
fundador Pierre. Se pensó, inmediatamente, en una autoría
palestina del atentado. Hasta su llegada masiva, especialmente a
partir de su derrota militar en Jordania, Líbano había vivido
una difícil convivencia basada en el complejo equilibrio de sus
numerosas comunidades religiosas. Los palestinos lo rompieron al
apoyar a los partidos mayoritariamente musulmanes,
autocalificados de "progresistas", creando, además, un
"estado dentro del estado". En ese clima de paroxismo y
extrema violencia, a lo largo de los días 16 a 18 del mismo mes,
se consumó la tragedia en Sabra y Chatila.
El entonces jovencísimo Elías Hobeika era responsable del
servicio de inteligencia del Khataeb, encargado además del
enlace con las tropas judías que habían invadido medio Líbano.
Con poco más de 25 años tenía que enfrentarse con los
experimentados servicios secretos operativos en la zona: de
Israel (empeñados en acabar con Arafat y la resistencia
palestina del sur de Líbano), de Siria (que buscaba la anexión
del Líbano en aras del sueño baasista de la "Gran
Siria"), de Irán (que intentaba exportar su revolución,
empezando precisamente en Líbano), así como los de Irak,
Francia, Estados Unidos, Unión Soviética, etc. Ya hemos dicho
que se pensó, inicialmente, en los palestinos como probables
responsables del brutal atentado, pero, con los datos existentes
hoy día, sabemos que el comando autor fue sirio. Dirigido por el
capitán Naysif, habría colocado 50 kilogramos de TNT,
suficientes para destruir todo el edificio ocupado por el estado
mayor del Khataeb en Achafrieh. La orden habría partido del
teniente coronel Mohamed Ganen, jefe de operaciones del servicio
de información sirio en Líbano.
De esta maquiavélica forma Siria inició la estrategia
expansionista del dictador Hafed al Assad: neutralizando a la
principal fuerza libanesa enemiga de sus planes y debilitando a
todos los contendientes, al apoyarlos sucesiva y
alternativamente.
Elías Hobeika en
la encrucijada libanesa.
En esas dificilísimas circunstancias, Elías Hobeika tuvo mucho
que ver con lo ocurrido en Sabra y Chatila, matanza en la que
participaron -se afirmó en su día- milicianos de la brigada
Damour, formada, entre otros, por supervivientes del pueblo
homónimo, cuya población cristiana había sido masacrada por la
resistencia palestina en los inicios de 1976.
No es absurdo pensar, en este contexto, en la existencia de
intereses israelíes detrás del atentado; pues al parecer
Hobeika estaba animado a declarar "todo lo que
sabía", había manifestado poco antes a una
delegación belga. Pero también pudieran estar implicados
algunos de sus ex camaradas a los que traicionó en 1985 al
pasarse con armas y bagajes al campo pro-sirio, lo que supuso un
gravísimo enfrentamiento interno dentro de las Fuerzas Libanesas
(milicias cristianas unificadas) del que salió triunfante, en
enero de 1986, su subordinado Samir Geagea (único "señor
de la guerra" responsable, de lo sucedido en ese largo y
trágico periodo de la historia libanesa, que permanece, desde
hace 8 años, encarcelado). También los sirios han podido
aprovechar la coyuntura para eliminar a un molesto testigo de sus
manejos. Los fundamentalistas islámicos, por su parte, lo
odiaban, al ser uno de sus más claros opositores. Y, no
olvidemos que los palestinos juraron vengar a sus muertos: una
promesa a tener muy en cuenta.
La juventud de Elías Hobeika transcurrió en plena guerra civil
libanesa. De no haber vivido en esas circunstancias, bien habría
podido llegar a ser un tiburón de los negocios en la entonces
"Suiza de Oriente Medio", o un personaje relevante de
la jet set local.
Inteligente, carismático, frío, implacable; no le faltó nunca
un agudo olfato político, lo que pudo explicar, al menos en
parte, su radical cambio de bando en 1985. Hasta tal punto era
así que, para un sector nada desdeñable de la comunidad
cristiana libanesa, Hobeika fue un "paraguas", un
interlocutor válido frente al todopoderoso "gendarme"
sirio, hasta que también su estrella política dejó de brillar.
No en vano, llegó a ser ministro en tres gobiernos de la
reconstrucción, bajo la siempre atenta mirada del ocupante sirio
que, recordemos, allí sigue
Una antiquísima
comunidad cristiana en peligro de desaparición.
En cualquier caso, Elías Hobeika permanecerá, al margen de
sorpresas futuras, fatalmente unido a las incalificables matanzas
de Sabra y Chatila. Sin embargo, éstas, injustificables en
cualquier caso, parecen ocultar los sufrimientos de los
cristianos de Líbano a lo largo de esa larga y terrible guerra
que, casi, acarreó su desaparición como comunidad, una de las
más antiguas de la cristiandad. No deja de ser paradójico que
el país de Oriente Medio con un régimen democrático más
homologable a los occidentales fuera Líbano; precisamente cuando
los cristianos eran allí, todavía, mayoría. Hagamos un rápido
balance de lo que supuso para aquélla (compuesta por poco más
de un millón de personas), de fríos números que, sin duda,
hacen estremecer:
- 53.000 muertos (90 % civiles).
- 670.000 desplazados (el número de los equivalentes musulmanes fue de 157.000, lo que parece significativo).
- 375 iglesias destruidas.
- 45 conventos destruidos y saqueados.
- 17 sedes episcopales arrasadas.
- 400.000 emigrados al extranjero.
- Dos centenares de hospitales y colegios católicos destruidos.
Como en todas las guerras, ha
sido el pueblo del Líbano, en su conjunto, el gran perdedor de
ese terrible conflicto; en el que las potencias regionales
(especialmente Siria, Israel, pero también Irán e Irak)
intervinieron y manipularon a su antojo. Y con ese sufrimiento,
que no es patrimonio exclusivo de ninguna de las comunidades
libanesas, se esfumó el sueño de un Líbano unido, moderno e
independiente, acariciado, entre otros, por el partido Khataeb y
las criminalizadas Fuerzas Libanesas.
La "progresía" europea también tiene su gran parcela
de responsabilidad. Apoyó, sin fisuras, a los partidos
autocalificados "progresistas", pese a que esa
denominación encubría, casi exclusivamente, intereses de grupo
y clientelas políticas de señores cuasi feudales
nada
progresistas. Pudieron impulsar una solución imaginativa y
alternativa en aras de la unidad, aconfesionalidad, democracia e
independencia libanesas, por encima de fáciles etiquetas. Pero
fueron presa de los tópicos derivados de sus prejuicios
ideológicos sin considerar las funestas consecuencias, de ello,
para las personas concretas.
Esa perplejidad y miopía políticas, que tan bien refleja la
película con la que iniciamos este artículo, si se analizan a
la luz de los hechos acaecidos realmente, tuvieron un gran peso
en el largo conflicto libanés; siendo su mayor beneficiario el
"gran hermano" sirio.
Fernando José Vaquero Oroquieta.
Ayuda
a los hermanos argentinos, pero a través de las
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los políticos y la ineficacia burocrática de las
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