Portada revista 56

Editorial Indice de Revistas El cristianismo, una religión de milagros y de misterios.

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Míster Darwin.

El liberalismo relativista es el sistema más eficaz para la explotación del hombre y la conducción de su pensamiento. No es el famoso «menos malo de los sistemas» sino el más cómodo para el poder.

En el mismo movimiento ideológico y con la misma finalidad, mientras que al ciudadano o súbdito se le hacía depositario de la soberanía nacional, pero con la obligación de entregarla a representantes, se trabajaba en otro campo necesario y complementario: había que quitar de las mentes varios conocimientos ancestrales: reyes de la Creación, hijos de Dios a su Imagen y Semejanza, seres con alma insuflada, capaces de distinguir el bien del mal y respetuosos con los antepasados y hasta con sus usos.

Había y hay que convencer al hombre de su escala animal, aunque eso se haga en contra de lo evidente.

Ahora mismo los interesados han convertido en noticia mundial que algunos monos saben contar hasta nueve, es decir que tienen facultades aritméticas. También algunos elefantes saben subirse a una bola guardando el equilibrio, y lo único que significa es que han sido adiestrados, amaestrados.

En colegios, institutos y universidades se da como verdad demostrada lo que no es más que la «Teoría de la Evolución», un supuesto sin demostrar y que, además, choca con la ley de conservación de las especies. Se trata de negar la esencial diferencia del hombre con la naturaleza y de convencernos de que somos animales mejor dotados, pero animales y arrebatarles la confianza en su alma, en la vida tras la muerte y la propia dignidad de ser humano. ¿Por qué? Muy sencillo: es mucho más fácil engañar al que no cree en nada que al que cree.

La única demostración es otra teoría: que el paso de miles y millones de años cambia las especies, cuando, hasta la fecha, sabemos que sólo el hombre ha podido modificar, por cruces e injertos, y ahora con manipulación genética a los demás seres. Eso y el encuentro de huesos fosilizados que pueden pertenecer a primates extintos: también podrían decir -si se atrevieran a seguir jugando con estas imprecisiones- que descendemos del extinto pájaro Dodo.

Pero hay más: la mentira se extiende en ondas concéntricas como las que forma una piedra al caer en un estanque. Y del Darvinismo salieron, por ejemplo, las leyes de la materia marxistas. Marx hablaba del hombre y de la historia: la historia, un nombre que hemos puesto a la ordenación temporal de los acontecimientos, en manos de esta gente se convertía en un ente capaz de razonar y decidir la dirección de su movimiento.

También del Darvinismo, y en olas concéntricas, surgen los Romanticismos, el intento de romper con toda la estética y todo el orden anterior, y los Vitalismos, como el de Nietzsche, elementos que llegaron a intoxicar en parte a una de nuestras mentes más lúcidas: José Ortega y Gasset que, al identificar al hombre como el individuo y la circunstancia que vive, se adhirió al relativismo, que es un paso más del darvinismo, aplicado primero a la física por Einstein (sin verdadera demostración: es una teoría) y luego a la filosofía.

Las mentiras que han surgido del darvinismo son muy numerosas y sólo se han impuesto por la repetición exagerada y por la desaparición de un hecho básico: «no decir que se trata de una teoría». Desde el superhombre de Nietzsche, al romanticismo (no hablo de novelas rosa); del presunto orden de la historia trabajado por Marx y su correligionario Freud (en Tótem y Tabú) donde se dice que la evolución hacia el progreso de la humanidad ha sido constante y por lo tanto es imparable: La primera clase dominante fueron los sacerdotes; después, los reyes, después los propietarios, los patronos y, por último, lo serán los obreros, los que no son dueños de los medios de producción. Así se profetizaba la llegada a la sociedad comunista (eso sí, después de pasar por la dictadura el proletariado). Para Freud, en cambio, que acepta que la historia se mueve hacia el progreso, la cosa empieza más atrás, en la familia convertida en tribu donde el macho dominante era, claro está, el padre de los jóvenes que un día, en todo el mundo, asesinaron al padre: de ahí el pecado original y la prohibición universal del Incesto.

Cualquiera que hable de que la historia no retrocede, de que la materia tiene leyes innatas, de que la historia evoluciona (sin que evolucione el hombre; a la vista está) siguiendo un plan, cualquiera que diga o crea que el correr de los años es progreso, cualquiera que diga ser progresista (porque cree en esta mecánica automática e imposible), miente si es inteligente o comulga con ruedas de molino si no lo es. Cualquier alusión a los objetivos de la historia (normalmente presentados como inevitables) o a su fin (Fukuyama) será siempre una mentira, una herramienta contra la libertad de pensamiento y a favor del inmovilismo más nefasto. De hecho, la Imposición del Liberalismo en más de medio mundo, se ha hecho por la fuerza en muchas ocasiones y si se quiere extender a todos y que todos permanezcamos encuadrados en democracias liberales, es sencillamente porque es el sistema más eficaz para la explotación del hombre y la conducción de su pensamiento. No es el famoso «Menos malo de los sistemas» sino el más cómodo para el poder.

Llegados a ese sistema menos malo, o más perfecto, ahí hay que detenerse y, en consecuencia, apartar cualquier nueva idea social o filosófica, exterminándola si es necesario, para que el mundo ya no cambie más. Esto, que es liberalismo, es también marxismo: alcanzada la Gran Sociedad, la sociedad comunista donde todos seremos iguales, el proceso dialéctico parará y habremos llegado al paraíso sobre la tierra. Y, sobre todo, que los verdaderos intelectuales (y no los de pago) se aprendan la lección y no piensen novedades. De hecho este mundo emergente está consagrado al no pensar: de ahí la mentira reinante al amparo de la Libertad de Expresión, porque la mentira es una anti-idea, un antipensamiento.

Pero quedan algunos que ven, que quieren salir de la oscuridad. La misma Emma Bonino, comisaria Europea, mujer de partido, que ha visto más que muchos, ha llegado a declarar que «En este final de siglo estamos volviendo a la barbarie», lo que es muy fácil de probar: si no podemos seguir hacia adelante en nuestra historia, forzosamente nos hemos de volver hacia atrás. Suponer que todo cambio social es positivo y conduce al progreso, algo tan típico de los marxistas y de muchos liberales, en una mentira mesiánica y marxista que el mismo marxismo contradice: su progreso ha consistido en doscientos millones de muertes violentas y muchas naciones en ruina y caos, en inmoralidad y pobreza. Y son las ideas, como dijo un pensador español, las que mueven a los pueblos: por eso se proponen cada día más concepciones falsas que sólo sobreviven por la repetición y por la mímesis, ese impulso humano de imitación de lo predominante hoy. En otras palabras: la mentira también es la transmisión de teorías como verdades y lo racional (lógica) substituido por lo sentimental.

A. Robsy.



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