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Míster Darwin.
El liberalismo relativista es el sistema más eficaz para la explotación del hombre y la conducción de su pensamiento. No es el famoso «menos malo de los sistemas» sino el más cómodo para el poder.
En el mismo movimiento ideológico y con
la misma finalidad, mientras que al ciudadano o súbdito se le
hacía depositario de la soberanía nacional, pero con la
obligación de entregarla a representantes, se trabajaba en otro
campo necesario y complementario: había que quitar de las mentes
varios conocimientos ancestrales: reyes de la Creación, hijos de
Dios a su Imagen y Semejanza, seres con alma insuflada, capaces
de distinguir el bien del mal y respetuosos con los antepasados y
hasta con sus usos.
Había y hay que convencer al hombre de su escala animal, aunque
eso se haga en contra de lo evidente.
Ahora mismo los interesados han convertido en noticia mundial que
algunos monos saben contar hasta nueve, es decir que tienen
facultades aritméticas. También algunos elefantes saben subirse
a una bola guardando el equilibrio, y lo único que significa es
que han sido adiestrados, amaestrados.
En colegios, institutos y universidades se da como verdad
demostrada lo que no es más que la «Teoría de la Evolución»,
un supuesto sin demostrar y que, además, choca con la ley de
conservación de las especies. Se trata de negar la esencial
diferencia del hombre con la naturaleza y de convencernos de que
somos animales mejor dotados, pero animales y arrebatarles la
confianza en su alma, en la vida tras la muerte y la propia
dignidad de ser humano. ¿Por qué? Muy sencillo: es mucho más
fácil engañar al que no cree en nada que al que cree.
La única demostración es otra teoría: que el paso de miles y
millones de años cambia las especies, cuando, hasta la fecha,
sabemos que sólo el hombre ha podido modificar, por cruces e
injertos, y ahora con manipulación genética a los demás seres.
Eso y el encuentro de huesos fosilizados que pueden pertenecer a
primates extintos: también podrían decir -si se atrevieran a
seguir jugando con estas imprecisiones- que descendemos del
extinto pájaro Dodo.
Pero hay más: la mentira se extiende en ondas concéntricas como
las que forma una piedra al caer en un estanque. Y del Darvinismo
salieron, por ejemplo, las leyes de la materia marxistas. Marx
hablaba del hombre y de la historia: la historia, un nombre que
hemos puesto a la ordenación temporal de los acontecimientos, en
manos de esta gente se convertía en un ente capaz de razonar y
decidir la dirección de su movimiento.
También del Darvinismo, y en olas concéntricas, surgen los
Romanticismos, el intento de romper con toda la estética y todo
el orden anterior, y los Vitalismos, como el de Nietzsche,
elementos que llegaron a intoxicar en parte a una de nuestras
mentes más lúcidas: José Ortega y Gasset que, al identificar
al hombre como el individuo y la circunstancia que vive, se
adhirió al relativismo, que es un paso más del darvinismo,
aplicado primero a la física por Einstein (sin verdadera
demostración: es una teoría) y luego a la filosofía.
Las mentiras que han surgido del darvinismo son muy numerosas y
sólo se han impuesto por la repetición exagerada y por la
desaparición de un hecho básico: «no decir que se trata de una
teoría». Desde el superhombre de Nietzsche, al romanticismo (no
hablo de novelas rosa); del presunto orden de la historia
trabajado por Marx y su correligionario Freud (en Tótem y Tabú)
donde se dice que la evolución hacia el progreso de la humanidad
ha sido constante y por lo tanto es imparable: La primera clase
dominante fueron los sacerdotes; después, los reyes, después
los propietarios, los patronos y, por último, lo serán los
obreros, los que no son dueños de los medios de producción.
Así se profetizaba la llegada a la sociedad comunista (eso sí,
después de pasar por la dictadura el proletariado). Para Freud,
en cambio, que acepta que la historia se mueve hacia el progreso,
la cosa empieza más atrás, en la familia convertida en tribu
donde el macho dominante era, claro está, el padre de los
jóvenes que un día, en todo el mundo, asesinaron al padre: de
ahí el pecado original y la prohibición universal del Incesto.
Cualquiera que hable de que la historia no retrocede, de que la
materia tiene leyes innatas, de que la historia evoluciona (sin
que evolucione el hombre; a la vista está) siguiendo un plan,
cualquiera que diga o crea que el correr de los años es
progreso, cualquiera que diga ser progresista (porque cree en
esta mecánica automática e imposible), miente si es inteligente
o comulga con ruedas de molino si no lo es. Cualquier alusión a
los objetivos de la historia (normalmente presentados como
inevitables) o a su fin (Fukuyama) será siempre una mentira, una
herramienta contra la libertad de pensamiento y a favor del
inmovilismo más nefasto. De hecho, la Imposición del
Liberalismo en más de medio mundo, se ha hecho por la fuerza en
muchas ocasiones y si se quiere extender a todos y que todos
permanezcamos encuadrados en democracias liberales, es
sencillamente porque es el sistema más eficaz para la
explotación del hombre y la conducción de su pensamiento. No es
el famoso «Menos malo de los sistemas» sino el más cómodo
para el poder.
Llegados a ese sistema menos malo, o más perfecto, ahí hay que
detenerse y, en consecuencia, apartar cualquier nueva idea social
o filosófica, exterminándola si es necesario, para que el mundo
ya no cambie más. Esto, que es liberalismo, es también
marxismo: alcanzada la Gran Sociedad, la sociedad comunista donde
todos seremos iguales, el proceso dialéctico parará y habremos
llegado al paraíso sobre la tierra. Y, sobre todo, que los
verdaderos intelectuales (y no los de pago) se aprendan la
lección y no piensen novedades. De hecho este mundo emergente
está consagrado al no pensar: de ahí la mentira reinante al
amparo de la Libertad de Expresión, porque la mentira es una
anti-idea, un antipensamiento.
Pero quedan algunos que ven, que quieren salir de la oscuridad.
La misma Emma Bonino, comisaria Europea, mujer de partido, que ha
visto más que muchos, ha llegado a declarar que «En este final
de siglo estamos volviendo a la barbarie», lo que es muy fácil
de probar: si no podemos seguir hacia adelante en nuestra
historia, forzosamente nos hemos de volver hacia atrás. Suponer
que todo cambio social es positivo y conduce al progreso, algo
tan típico de los marxistas y de muchos liberales, en una
mentira mesiánica y marxista que el mismo marxismo contradice:
su progreso ha consistido en doscientos millones de muertes
violentas y muchas naciones en ruina y caos, en inmoralidad y
pobreza. Y son las ideas, como dijo un pensador español, las que
mueven a los pueblos: por eso se proponen cada día más
concepciones falsas que sólo sobreviven por la repetición y por
la mímesis, ese impulso humano de imitación de lo predominante
hoy. En otras palabras: la mentira también es la transmisión de
teorías como verdades y lo racional (lógica) substituido por lo
sentimental.
A. Robsy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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