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San Roberto Belarmino o la caridad de la Verdad .
En un tiempo de ecumenismo, en muchas ocasiones equívoco, y de avance de las sectas en Hispanoamérica, en muchas ocasiones instrumentos del Departamento de Estado, es un modelo de combatir con la razón y con la caridad el error, y de como ayudar a los hermanos separados regresándolos de nuevo a la Verdad
Roberto Belarmino es una personalidad
fuera de serie en la Iglesia de su tiempo. A muchos no les
resulta simpático este "jesuita implacable",
como lo llaman. Hay quienes temen a este que designan de modo
irreverente con la expresión "rata de curia".
El término latino controversia (contra+vertere) significa
literalmente volverse contra. De ahí que, por semejanza, podamos
sustituir esta palabra por cualquiera de estos sinónimos más
corrientes: discusión, disputa o polémica. Así pues, la
controversia implicará un debate contradictorio sobre una
cuestión en virtud de opiniones divergentes. Al favorecer estos
debates abiertos, el papa Gregorio XIII se muestra preocupado por
instruir y formar al clero católico de modo que disponga de las
armas necesarias para hacer frente a las múltiples objeciones
con que se va a encontrar. Con esta misma intención, acaba de
restablecer el "colegio romano", bajo la guía
de los jesuitas. En lo sucesivo, esa institución pondrá a
disposición de un público internacional veinte salas para
cursos y trescientas sesenta habitaciones para estudiantes: es el
embrión de lo que posteriormente será la universidad
"gregoriana". Promotor de nuevas cátedras, adaptadas a
las necesidades de la época, el Santo Padre crea en 1576, los "cursos
de controversia", de los que Belarmino será profesor
titular durante doce años (1576-1588). Su objetivo es tan
urgente como realista. Se trata, sobre todo, de preparar a los
alumnos de dos colegios -inglés y alemán- para sus apostolados
en países protestantes.
Para sus oyentes, Belarmino se convierte en un guía tan erudito
como discreto. Los estudiantes, por su parte, se confiesan
encantados y cautivados y, además, bien equipados. Algunos de
los jóvenes teólogos que murieron mártires de la
pseudo-reforma anglicana (Rolph Scherwin, Luke Kirby, William
Hart) fueron alumnos de Belarmino.
Con un intervalo de dos años -en 1586 y en 1588- aparecen
sucesivamente los dos primeros tomos de las Controversias, con un
título de nueve palabras, indicativas de su intención: Disputationes
de controversiis christianae fidei adversus huius temporis
hereticos (Debates relativos a la fe cristiana contra los
herejes de esta época). El primer volumen trata de la Iglesia,
en su triple dimensión: militante, sufriente y triunfante; el
segundo de los sacramentos. Tal es el saber y la ciencia que se
hallan incluidos en este extensísimo tratado que los
protestantes afirman con rotundidad la inexistencia del Padre
Roberto Belarmino: se trataría de un acróstico detrás del cual
había un grupo de teólogos jesuitas que habrían redactado tal
obra por encargo de la sede romana.
Esta publicación provoca un recrudecimiento de las cuestiones
abiertas. Los predicadores católicos por su parte, podrán
abastecerse de este "arsenal". A modo de alabanza, los
católicos apodarán a su autor "malleus
hereticorum" (martillo de herejes). Muchos amigos
latinistas dejan paso al triunfalismo y pretenden haber
descubiertto en el nombre del ilustre profesor -bonum nomen,
bonum omen- los componentes de su vistoria: robar, la
fuerza; bellum, la guerra; arma, las armas; mina, la moneda.
¿Qué mejor alabanza que esta que se apoya en comparaciones
verbales simbólicas?
Pero del lado de los adversarios llueven las invectivas, los
ostracismos. En Inglaterra, por ejemplo, Isabel I crea como
institución-antídoto el Collegium antibellarminiense.
Bajo pena de muerte, la soberana autócrata prohibe el estudio
del "doctor papista" a cualquiera de sus súbditos que
no sea "doctor en teología".
En 1590 acaba de ser redactado el index librorum prohibitorum;
tendría que haber sido mandado publicar por Sixto V, pero no
verá la luz antes de la muerte de este pontífice. Ahora bien ,
Belarmino y el dominico Francisco de Vitoria se verán afectados
por una de sus medidas. Estos son los reproches dirigidos a los
dos autores, por el "papa de hierro": "Limitáis
abusivamente la jurisdicción temporal del Santo Padre al afirmar
que el Sucesor de Pedro no ejerce el poder temporal en todo el
mundo".
Afortunadamente para las víctimas, la bula del 9 de marzo de
1590, que debía dar fuerza de ley al nuevo index, no será
publicada. Los sucesores inmediatos -Urbano VIII y Gregorio XIV-
ordenan una investigación y acaban por romper el veredicto de su
predecesor.
Después de este incidente se mantiene la tesis de Belarmino,
llamada "del poder indirecto": "El
papa, en cuanto tal, no tiene directa e inmediatamente ningún
poder en las cuestiones temporales. Sin embargo, en razón misma
de su poder espiritual, ejerce, en determinados casos y de modo
indirecto, un poder supremo en las cuestiones temporales"
(De Romano Pontifice 5,1).
Durante cinco años -1594- 1599-, Belarmino continúa con una
ascensión tranquila. Nombrado "rector" del Colegio
romano, ocupó este cargo durante dos años; a continuación
dirigirá la provincia napolitana de los jesuitas. Finalmente,
Clemente VIII lo nombra consultor en el Santo Oficio y rector de
la penitenciaría. En medio de estos cambioas y promociones
aparecen, en 1597 y 1598, sus dos obras maestras de los manuales
populares: el catecismo mayor y el catecismo menor.
El año en que Pedro Canisio va a la casa del Padre después de
haber combatido el buen combate de la fe, tenemos asegurado el
relevo. Este extracto puede dar testimonio de las cualidades de
su enseñanza:
"¿Por qué hacemos la señal de la cruz? En primer
lugar para dar testimonio de que somos cristianos, es decir,
soldados de Jesucristo, nuestro jefe. Este signo es una especie
de símbolo y estandarte que distingue a los soldados de
Jesucristo de los enemigos de la Iglesia
En segundo lugar
hacemos la señal de la cruz para invocar la ayuda de Dios en
todas nuestras acciones: pues, al trazar este signo en nuestra
frente, estamos invocando a la santísima trinidad por los
méritos de la Pasión de Jesucristo, nuestro salvador. [
]
Así, por la señal de la cruz nos vemos librados de numerosos
peligros espirituales y temporales, con tal de que la hagamos con
fe, con confianza en la misericordia de Dios y en los méritos de
Jesucristo" (Explicación de la doctrina cristiana,
c.2).
El 3 de marzo de 1559, Clemente VIII sale al paso de las
protestas de aquel que acaba de crear cardenal : "En
nombre de la santa obediencia y bajo pena de pecado mortal, os
ordeno que aceptéis la dignidad cardenalicia". No
obstante, el nuevo purpurado le hablará siempre sin rodeos y a
las claras. Pronto se convertirá en víctima a propósito del
interminable debate entre el libre arbitrio y la gracia. El sabio
consejero suplica : "Santísimo Padre, dejad libres a
los teólogos acerca de este misterio. De momento, absteneos de
decidir por autoridad en esta cuestión". Al papa,
deseoso de tomar una decisión de modo tajante y de definir
adecuadamente, no le gusta este lenguaje que le aconseja una
política de espera. De ahí que se produzca un nombramiento
inesperado: arzobispo de Capua, de 1602 a 1605. Sin embargo el
advenimiento de Paulo V (1605) significará la vuelta a los
asuntos de curia. Durante dieciocho años será su más estrecho
colaborador. Merecen especial atención en este período:
Tensión entre Venecia y el
Vaticano. Los senadores venecianos toman algunas medidas que
perjudican los intereses de la Iglesia. El 17 de Abril de 1606
Paulo V lanza contra ellos un interdicto local. Aconsejados por
el monje servita Paolo Scarpi, los rebeldes organizan un frente
de siete teólogos a sueldo. Belarmino replica a dichos teólogos
con argumentos contundentes: "Exención de los
clérigos, inmunidad eclesiástica, poder coercitivo de la
Iglesia, infalibilidad del papa y su poder indirecto en lo
temporal". En 1607 se regulará el asunto
disciplinariamente, por mediación del cardenal Joyeuse, apoyado
por Enrique IV y Belarmino.
Controversia anglicana. En Inglaterra, las vejaciones a que son
sometidos los católicos por Jacobo I desembocan en la
conspiración de la pólvora. Herido, el monarca obliga a sus
súbditos a prestarle juramento de fidelidad; siguiendo esta
fórmula: "El papa no tiene ningún poder ni autoridad
sobre el reino de Inglaterra". Mediante un Breve
pontificio Paulo V replica: "El juramento es
ilícita". Jacobo I contraataca con la apología del
juramento. La réplica de Belarmino pulveriza los argumentos del
rey, que saluda a su adversario como "hombre de una
erudición asombrosa".
Primer proceso contra Galileo. Acerca de esta candente cuestión,
la postura que adopta Belarmino parece prudente y de una
sabiduría premonitoria : "Aunque estuviera
verdaderamente demostrado que el sol no gira alrededor de la
tierra, sino que es la tierra la que gira alrededor del sol,
habría que dar muestras de la mayor circunspección
decir
que no entendemos, antes que declarar falso lo que se puede
probar científicamente" (Carta al padre Foscarini, 12
de abril de 1615). Así, servir intelectualmente a la Iglesia es
lo que define principalmente a este erudito jesuita, formador e
inspirador de una multitud de teólogos y apologistas por su
verdadera suma de la contrarreforma católica. El largo período
de trescientos nueve años que transcurre entre su fallecimiento
(1621) y su canonización (1930) serviría para demostrar, si
fuera necesario, la objetividad de las instancias romanas.
Este decidido adversario del nepotismo se desmarca con esta
afirmación : "Los bienes de la Iglesia son los de
Jesucristo. Por lo tanto pertenecen a los pobres y desheredados,
no a las familias de los cardenales". Finalmente, se
verá tentado a abandonar la púrpura para vestir nuevamente la
sotana negra de los miembros de la Compañía de Jesús. Vaya
papel el suyo de facchino, que lleva las maletas y los
equipajes
.Pero por el contenido de las maletas que lleva,
habría que llamarlo teóforo: el que porta a Dios y nos lo
entrega.
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Canisius
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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