Portada revista 59

Movimientos y campañas anti-sectas. Indice de Revistas Los rosacruces en España.

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

San Roberto Belarmino o la caridad de la Verdad .

En un tiempo de ecumenismo, en muchas ocasiones equívoco, y de avance de las sectas en Hispanoamérica, en muchas ocasiones instrumentos del Departamento de Estado, es un modelo de combatir con la razón y con la caridad el error, y de como ayudar a los hermanos separados regresándolos de nuevo a la Verdad

Roberto Belarmino es una personalidad fuera de serie en la Iglesia de su tiempo. A muchos no les resulta simpático este "jesuita implacable", como lo llaman. Hay quienes temen a este que designan de modo irreverente con la expresión "rata de curia".

El término latino controversia (contra+vertere) significa literalmente volverse contra. De ahí que, por semejanza, podamos sustituir esta palabra por cualquiera de estos sinónimos más corrientes: discusión, disputa o polémica. Así pues, la controversia implicará un debate contradictorio sobre una cuestión en virtud de opiniones divergentes. Al favorecer estos debates abiertos, el papa Gregorio XIII se muestra preocupado por instruir y formar al clero católico de modo que disponga de las armas necesarias para hacer frente a las múltiples objeciones con que se va a encontrar. Con esta misma intención, acaba de restablecer el "colegio romano", bajo la guía de los jesuitas. En lo sucesivo, esa institución pondrá a disposición de un público internacional veinte salas para cursos y trescientas sesenta habitaciones para estudiantes: es el embrión de lo que posteriormente será la universidad "gregoriana". Promotor de nuevas cátedras, adaptadas a las necesidades de la época, el Santo Padre crea en 1576, los "cursos de controversia", de los que Belarmino será profesor titular durante doce años (1576-1588). Su objetivo es tan urgente como realista. Se trata, sobre todo, de preparar a los alumnos de dos colegios -inglés y alemán- para sus apostolados en países protestantes.

Para sus oyentes, Belarmino se convierte en un guía tan erudito como discreto. Los estudiantes, por su parte, se confiesan encantados y cautivados y, además, bien equipados. Algunos de los jóvenes teólogos que murieron mártires de la pseudo-reforma anglicana (Rolph Scherwin, Luke Kirby, William Hart) fueron alumnos de Belarmino.

Con un intervalo de dos años -en 1586 y en 1588- aparecen sucesivamente los dos primeros tomos de las Controversias, con un título de nueve palabras, indicativas de su intención: Disputationes de controversiis christianae fidei adversus huius temporis hereticos (Debates relativos a la fe cristiana contra los herejes de esta época). El primer volumen trata de la Iglesia, en su triple dimensión: militante, sufriente y triunfante; el segundo de los sacramentos. Tal es el saber y la ciencia que se hallan incluidos en este extensísimo tratado que los protestantes afirman con rotundidad la inexistencia del Padre Roberto Belarmino: se trataría de un acróstico detrás del cual había un grupo de teólogos jesuitas que habrían redactado tal obra por encargo de la sede romana.

Esta publicación provoca un recrudecimiento de las cuestiones abiertas. Los predicadores católicos por su parte, podrán abastecerse de este "arsenal". A modo de alabanza, los católicos apodarán a su autor "malleus hereticorum" (martillo de herejes). Muchos amigos latinistas dejan paso al triunfalismo y pretenden haber descubiertto en el nombre del ilustre profesor -bonum nomen, bonum omen- los componentes de su vistoria: robar, la fuerza; bellum, la guerra; arma, las armas; mina, la moneda. ¿Qué mejor alabanza que esta que se apoya en comparaciones verbales simbólicas?

Pero del lado de los adversarios llueven las invectivas, los ostracismos. En Inglaterra, por ejemplo, Isabel I crea como institución-antídoto el Collegium antibellarminiense. Bajo pena de muerte, la soberana autócrata prohibe el estudio del "doctor papista" a cualquiera de sus súbditos que no sea "doctor en teología".

En 1590 acaba de ser redactado el index librorum prohibitorum; tendría que haber sido mandado publicar por Sixto V, pero no verá la luz antes de la muerte de este pontífice. Ahora bien , Belarmino y el dominico Francisco de Vitoria se verán afectados por una de sus medidas. Estos son los reproches dirigidos a los dos autores, por el "papa de hierro": "Limitáis abusivamente la jurisdicción temporal del Santo Padre al afirmar que el Sucesor de Pedro no ejerce el poder temporal en todo el mundo".

Afortunadamente para las víctimas, la bula del 9 de marzo de 1590, que debía dar fuerza de ley al nuevo index, no será publicada. Los sucesores inmediatos -Urbano VIII y Gregorio XIV- ordenan una investigación y acaban por romper el veredicto de su predecesor.

Después de este incidente se mantiene la tesis de Belarmino, llamada "del poder indirecto": "El papa, en cuanto tal, no tiene directa e inmediatamente ningún poder en las cuestiones temporales. Sin embargo, en razón misma de su poder espiritual, ejerce, en determinados casos y de modo indirecto, un poder supremo en las cuestiones temporales" (De Romano Pontifice 5,1).

Durante cinco años -1594- 1599-, Belarmino continúa con una ascensión tranquila. Nombrado "rector" del Colegio romano, ocupó este cargo durante dos años; a continuación dirigirá la provincia napolitana de los jesuitas. Finalmente, Clemente VIII lo nombra consultor en el Santo Oficio y rector de la penitenciaría. En medio de estos cambioas y promociones aparecen, en 1597 y 1598, sus dos obras maestras de los manuales populares: el catecismo mayor y el catecismo menor. El año en que Pedro Canisio va a la casa del Padre después de haber combatido el buen combate de la fe, tenemos asegurado el relevo. Este extracto puede dar testimonio de las cualidades de su enseñanza:

"¿Por qué hacemos la señal de la cruz? En primer lugar para dar testimonio de que somos cristianos, es decir, soldados de Jesucristo, nuestro jefe. Este signo es una especie de símbolo y estandarte que distingue a los soldados de Jesucristo de los enemigos de la Iglesia… En segundo lugar hacemos la señal de la cruz para invocar la ayuda de Dios en todas nuestras acciones: pues, al trazar este signo en nuestra frente, estamos invocando a la santísima trinidad por los méritos de la Pasión de Jesucristo, nuestro salvador. […] Así, por la señal de la cruz nos vemos librados de numerosos peligros espirituales y temporales, con tal de que la hagamos con fe, con confianza en la misericordia de Dios y en los méritos de Jesucristo" (Explicación de la doctrina cristiana, c.2).

El 3 de marzo de 1559, Clemente VIII sale al paso de las protestas de aquel que acaba de crear cardenal : "En nombre de la santa obediencia y bajo pena de pecado mortal, os ordeno que aceptéis la dignidad cardenalicia". No obstante, el nuevo purpurado le hablará siempre sin rodeos y a las claras. Pronto se convertirá en víctima a propósito del interminable debate entre el libre arbitrio y la gracia. El sabio consejero suplica : "Santísimo Padre, dejad libres a los teólogos acerca de este misterio. De momento, absteneos de decidir por autoridad en esta cuestión". Al papa, deseoso de tomar una decisión de modo tajante y de definir adecuadamente, no le gusta este lenguaje que le aconseja una política de espera. De ahí que se produzca un nombramiento inesperado: arzobispo de Capua, de 1602 a 1605. Sin embargo el advenimiento de Paulo V (1605) significará la vuelta a los asuntos de curia. Durante dieciocho años será su más estrecho colaborador. Merecen especial atención en este período:

Tensión entre Venecia y el Vaticano. Los senadores venecianos toman algunas medidas que perjudican los intereses de la Iglesia. El 17 de Abril de 1606 Paulo V lanza contra ellos un interdicto local. Aconsejados por el monje servita Paolo Scarpi, los rebeldes organizan un frente de siete teólogos a sueldo. Belarmino replica a dichos teólogos con argumentos contundentes: "Exención de los clérigos, inmunidad eclesiástica, poder coercitivo de la Iglesia, infalibilidad del papa y su poder indirecto en lo temporal". En 1607 se regulará el asunto disciplinariamente, por mediación del cardenal Joyeuse, apoyado por Enrique IV y Belarmino.

Controversia anglicana. En Inglaterra, las vejaciones a que son sometidos los católicos por Jacobo I desembocan en la conspiración de la pólvora. Herido, el monarca obliga a sus súbditos a prestarle juramento de fidelidad; siguiendo esta fórmula: "El papa no tiene ningún poder ni autoridad sobre el reino de Inglaterra". Mediante un Breve pontificio Paulo V replica: "El juramento es ilícita". Jacobo I contraataca con la apología del juramento. La réplica de Belarmino pulveriza los argumentos del rey, que saluda a su adversario como "hombre de una erudición asombrosa".

Primer proceso contra Galileo. Acerca de esta candente cuestión, la postura que adopta Belarmino parece prudente y de una sabiduría premonitoria : "Aunque estuviera verdaderamente demostrado que el sol no gira alrededor de la tierra, sino que es la tierra la que gira alrededor del sol, habría que dar muestras de la mayor circunspección… decir que no entendemos, antes que declarar falso lo que se puede probar científicamente" (Carta al padre Foscarini, 12 de abril de 1615). Así, servir intelectualmente a la Iglesia es lo que define principalmente a este erudito jesuita, formador e inspirador de una multitud de teólogos y apologistas por su verdadera suma de la contrarreforma católica. El largo período de trescientos nueve años que transcurre entre su fallecimiento (1621) y su canonización (1930) serviría para demostrar, si fuera necesario, la objetividad de las instancias romanas.

Este decidido adversario del nepotismo se desmarca con esta afirmación : "Los bienes de la Iglesia son los de Jesucristo. Por lo tanto pertenecen a los pobres y desheredados, no a las familias de los cardenales". Finalmente, se verá tentado a abandonar la púrpura para vestir nuevamente la sotana negra de los miembros de la Compañía de Jesús. Vaya papel el suyo de facchino, que lleva las maletas y los equipajes….Pero por el contenido de las maletas que lleva, habría que llamarlo teóforo: el que porta a Dios y nos lo entrega.
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Canisius



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