La obra de Leni Riefenstahl tiene
un gran tema desarrollado desde múltiples
perspectivas, un tema que, como artista, le
obsesionó a lo largo de toda su vida: la fuerza,
la armonía y la perfección de la Naturaleza. Su
propia vida, contada con mayor o menor grado de
realismo, es un trasunto de esta idea, de tal
modo que existe una clara simbiosis entre sus
formas, biografía y comportamiento con lo que
transmite en los fotogramas.
La vida real de Leni Riefenstahl, nacida
prácticamente con el siglo XX, para el mundo del
arte, se inició como bailarina en el Berlín de
1923, contaba veintiún años. Aquella muchacha,
que a lo largo del tiempo acentuaría una
sorprendente imagen de fragilidad en un mundo de
claro predominio masculino, sorprendía a sus
coetáneos bailando descalza, quizás porque,
como ella misma recordaría, se había criado
como "una hija de la naturaleza",
imagen que luego consagraría en sus primeras
películas. Una inoportuna lesión le impidió
seguir una prometedora carrera. Sin embargo, el
Berlín de aquellos años era un hervidero de
experiencias artísticas. El expresionismo
alemán era un referente. El cine pronto reparó
en la fuerza que aquella mujer era capaz de
transmitir, algo fundamental para el cine mudo de
entonces.
En 1926 las pantallas alemanas acogían la
proyección de "El monte sagrado";
una película de un género entonces muy en boga:
la montaña. En aquella y otras cintas Leni era
la encarnación de esa fuerza de la naturaleza;
parecía formar parte de las roscas que escalaba
de forma libre, descalza. El mundo del cine
comenzó a rendirse ante la fuerza que
transmitía la artista, totalmente opuesta a la
ambivalente de otra estrella entonces en ciernes,
Marlene Diectrich.
El 24 de marzo de 1932 en el Palacio de la UFA en
Berlín, Leni Riefenstahl estrenaba su primera
gran obra como autora, "La Luz Azul".
Una fantasía en la que una criatura de la
montaña, Junta, papel que ella misma asumía,
vivía en un mundo ideal simbolizado en los
brillos cristalinos de las rocas, un mundo, un
sueño que es finalmente destruido. Un tema
omnipresente en su vida, porque los sueños de
sus tomas son destruidos, una y otra vez, por la
realidad que esconden o por el devenir de las
fuerzas externas.
Una mujer directora en la época era una
anomalía, mucho más cuando mostraba algo
consustancial con una industria que se
desarrollaba a pasos acelerados: ingenio y
capacidad de innovación.
Cuando se visiona "La Luz Azul",
independientemente de la fuerza imperecedera de
muchas de sus imágenes, es fácil rastrear todo
cuanto va a ser Leni Riefenstahl en el mundo del
cine: la investigación permanente a la hora de
encontrar los filtros, las lentes y el tipo de
película más adecuado para lograr unos efectos
previamente planificados; el dominio absoluto de
la posición de la cámara; el aprovechamiento de
la realidad para captarla y luego incluirla
adaptándola a la ficción que se quiere narrar;
la concepción de la obra cinematográfica como
una unidad artística en la que el tema ha de ir
indisolublemente fundido con la configuración de
las imágenes; la especialísima sensibilidad que
convierte cada fotograma en una composición
pictórica, como sólo lograrían hacerlo
grandísimos directores como John Ford; y, como
no, el absoluto dominio de las imágenes a la
hora de montarlas para darle vida propia, el gran
secreto de sus películas documentales que nunca
fueron documentales. De ahí que la obra,
perseguida y censurada, de Riefenstahl influyera
en directores tan antitéticos como Capra,
Chaplin, Buñuel, Fassbinder, Coppola, Sáenz de
Heredia o fuera admirada ardientemente por
Disney.
El encuentro con el Tercer Reich.
Leni Riefenstahl ya era la gran promesa
cinematográfica, la gran directora en ciernes
que luego fue y que la persecución desatada tras
la II Guerra Mundial prácticamente destruyó,
antes de conocer a Adolfo Hitler. Si creemos sus
diversas recreaciones vitales, Leni no estuvo
preocupada por lo que sucedía en la política
alemana hasta 1932. No ocultaba la preocupación
genérica que existía por el futuro de Alemania
y no parece que la crisis general que vivía el
país le afectara de forma importante, estaba
alejada del mundo real debido a su carrera. Sin
embargo eso debió cambiar a principios de los
treinta. A finales de febrero de 1932 asistió
por primera vez a un acto nazi en el Palacio de
los Deportes de Berlín.
"Era difícil encontrar sitio
-recuerda Leni-. Pude sentarme apretujada
entre personas excitadas y ruidosas. Me
arrepentía de haber ido, pero era casi
imposible abandonar el recinto, esas masas
humanas obstruían las entradas.
Finalmente, con retraso, apareció Hitler,
después de que una orquesta de viento
hubiera tocado una marcha otra otra. La gente
se levantaba de un salto de sus asientos,
gritaba como fuera de sí: ¡Heil, Heil,
Heil! Durante minutos. Yo estaba sentada
demasiado lejos para poder ver la cara de
Hitler. Cuando se extinguieron las
aclamaciones Hitler habló.
Curiosamente en aquel mismo instante tuve una
visión casi apocalíptica que nunca pude ya
olvidar. Para mí fue como si la superficie
de la tierra se extendiese delante de mí, en
una semiesfera, que de pronto se escindió
por el medio y arrojó un gigantesco chorro
de agua, tan enorme que tocó el cielo y
sacudió la tierra. Yo estaba como
paralizada. Aunque no entendí gran cosa del
discurso, actuó sobre mí de un modo
fascinante. Un fuego de tambor atronaba los
tímpanos de los oyentes y noté que éstos
habían sucumbido al magnetismo de aquel
hombre. Dos horas después, me encontraba
estremecida de frío… con tanta
intensidad repercutía en mí la experiencia
de aquella asamblea. Nuevos e inesperados
pensamientos cruzaban por mi mente.
¿Desempeñaría aquel hombre un papel en la
historia de Alemania, y sería para bien o
para mal?"
Nunca ocultó Leni, y así lo mantuvo a lo
largo de su vida, la fascinación que Hitler le
causó, pero siempre mantuvo su alejamiento y
desvinculación del partido, así como su
ignorancia con los aspectos más amargos del
Tercer Reich. De sus memorias se desprende una
cierta exoneración de Hitler y una
responsabilidad mayor en sus subordinados. Si
seguimos sus confesiones, tanto en sus memorias
como en algunas larguísimas entrevistas filmadas
concedidas en la última década de su vida, fue
crítica con la política seguida contra los
judíos antes de la II Guerra Mundial. Sin
embargo, siguió en la línea de explicar esos
años de su vida en la clave de lo que le
sucedió a millones de alemanes. Tesis que ahora
comienzan a asumir públicamente muchos
historiadores al compartir la idea del "no
sólo Hitler".
Hitler estaba entusiasmado con al obra de Leni
Riefenstahl. Había visto "La luz
Azul" así como las películas de
montaña, que muchos críticos consideran como
protonazis, lo que no es sino una interpretación
a posteriori. La amistad real entre ambos se fue
cimentando en breve tiempo. Leni formó parte del
círculo de amigos de Hitler a quien visitó por
última vez el 21 de marzo de 1944. Recién
llegado a la cancillería del Reich, Hitler
quería a Riefenstahl para realizar grandes
películas, fuera del control del partido, sobre
Horst Wessel o sobre el propio NSDAP, pero Leni
rechazó esta primera invitación.
La cercanía de Leni a Hitler le ganó amigos y
enemigos en la cúpula nazi. Parece evidente que
el doctor Goebbels, por quien pasaba toda la
propaganda y la puesta en práctica y desarrollo
de los planteamientos estéticos del nazismo
realizados por el propio Hitler, pronto vio en
Leni un poderoso rival. Entre la corte de Hitler,
Leni contaba con importantes apoyos, entre ellos
destacaba el arquitecto Albert Speer, el hombre
que diseñaría el marco arquitectónico que
acogería los congresos del partido y por tanto
el plató de una de las dos grandes obras de la
directora alemana.
El Triunfo de la Voluntad.
En agosto de 1933 la carrera de Leni experimenta
un giro trascendental, el que le llevará a las
cárceles, los juicios, el proceso de
desnazificación, el ostracismo y la persecución
de su obra tras la II Guerra Mundial. Acepta
realizar su primer gran documental sobre el
congreso del Partido, "El Triunfo de la
Fe". La cinta, muy maltratada por las
mutilaciones, hasta tal punto de ignorar si hoy
la podemos contemplar en su concepción íntegra,
es un ensayo de lo que sería "El
Triunfo de la Voluntad". Cuando se
contempla resulta evidente que no cuenta con la
riqueza de medios con que contaría un año más
tarde, pero en ella está en síntesis lo que
hará que los documentales de Riefenstahl se
transformen en películas: el ritmo y la variedad
de las imágenes junto con un poderoso montaje.
La posición adquirida dentro del aparato del
poder le permitirá iniciar los preparativos de
otro gran proyecto "Tierra baja",
un drama situado en la España de Goya que se
convierte en un fuerte alegato antixenófobo. Una
obra que las circunstancias de la guerra primero
y la condena y el ostracismo tras la guerra
después impedirán que se concluya hasta 1954.
Hitler también debió comprender que con los
medios adecuados y evitando toda injerencia del
Ministerio de Propaganda, Leni podría hacer una
obra maestra e imperecedera con los moldes
estéticos del congreso nazi, de ahí su empeño
en que rodara el siguiente congreso del partido.
Quería, recuerda Riefenstahl, "un documento
artístico" y no un documental; por eso le
dio plena autonomía.
Leni puso todo su ingenio en la producción:
cámaras móviles, algo que ya había utilizado
Abel Gance en Napoleón pero sin la pericia de la
directora germana; cuidadosamente buscó
emplazamientos múltiples que le permitieran
captar la misma escena de la forma más variada
posible; y hasta diseñó un curioso sistema de
rotación de cámaras para rodar con vida los
monótonos discursos políticos, algo en lo que
nadie la ha superado; experimentó con luces,
reflectores, antorchas de magnesio y cuanto tuvo
a su alcance para lograr grabar imágenes
nocturnas de un impacto difícilmente superable.
Ahora bien, todo ello no sería más que cinta,
más o menos preciosista, sin la labor de montaje
personal de Leni. Horas y horas, días y días,
delante de la mesa hasta conseguir los efectos
deseados dando narración a una película sin
guión ni narración. Hasta tal punto cuidó su
obra que una vez preparada la partitura se
atrevió a dirigir ella misma la orquesta, para
lograr una perfecta sincronización entre el
tiempo musical y lo que se ve en la pantalla,
adecuando los cambios a los saltos y a los
distintos tiempos causados por el rodaje manual
de entonces.
La proyección, hoy imposible, de "El
Triunfo de la Voluntad" fue un éxito
tanto en Alemania como en media Europa. La
película sería exhibida en la Exposición
Internacional de París obteniendo la Medalla de
Oro en la Francia del Frente Popular.
No terminaron ahí los rodajes, poco después
realizó para la Wehrmacht, "El Día de
la Libertad", hoy prácticamente
ignorada.
"El Triunfo de la Voluntad"
está considerada como la mejor película de
propaganda política de la historia. Para muchos,
reconociendo la impresionante fuerza de las
imágenes, que pudieron derrotar al propio
Buñuel cuando remontó la película en EEUU como
propaganda antinazi, la película es un producto
del mal y por tanto merece el ostracismo a que ha
sido sometida. Para la progresía, pese a que
muchos cineastas de izquierda admiraron y admiran
a Leni, es imposible disociar la obra del artista
de la política a la que sirvió, aunque,
naturalmente, tal norma no rece para quienes
cantaron las glorias de Stalin o del comunismo.
El film de Leni era, en definitiva, muy superior,
en su calidad narrativa a los del propio
Eisenstein
El principal problema que presenta "El
Triunfo de la Voluntad" es que sus
imágenes, repetidas hasta la saciedad en decenas
de programas documentales sobre el Tercer Reich,
sin mencionar la autoría, constituyen la imagen
estética del nazismo que todos tenemos en la
retina. Esa estética existía antes de las
imágenes de Leni, pero no es menos cierto que
"El Triunfo de la Voluntad" le
dio una entidad inimaginable, hasta tal punto que
resulta imposible disociar el nazismo de esa
película. Obviando los análisis de los
críticos y revisando las numerosas ocasiones en
que la propia Leni explicó las imágenes, sobre
todo en un fantástico documental alemán de hace
una década, parece evidente que Leni diseñó o
contribuyó a determinados aspectos de aquel
magno congreso que atrajo personalidades de todo
el mundo. Es imposible admitir que la cuidadosa
Leni, que era una maestra del montaje y de la
preparación escénica, no instruyera sobre los
movimientos que quería captar o no los captara
una y otra vez hasta conseguir el efecto deseado,
en la distribución de las masas e incluso en la
colocación, actitud y acción de determinados
grupos. Ejemplos destacados de ello son las
famosas escenas de los tambores de las juventudes
hitlerianas o las de las SS bajando al compás
las escaleras del gigantesco espacio diseñado
por Speer en Nuremberg. A la ya de por si
espectacularidad del Congreso, Leni añadió los
contrastes, las luces y las sombras, el modo de
enfocar y de presentar lo que estaba sucediendo.
Ahora bien, en "El Triunfo de la
Voluntad" están los mismos temas que
Leni llevaba planteando desde "La luz
Azul": un idealismo desaforado en el
que los brillos de las rocas que cautivaban a
Junta son sustituidos por el mar de uniformes y
banderas del partido; la belleza tranquila y
alegre que aparece en esos rostros que le
obsesionan, en los que busca la perfección
natural; el movimiento casi sinfónico de la
naturaleza en orden que aquí son las
formaciones, pero que luego serán los
deportistas de Olympia, los Nuba africanos o,
incluso, las formas submarinas de su última
película.
Olympia: los
primeros síntomas de persecución.
Nadie podía dudar de que la película sobre los
juegos olímpicos que se iban a celebrar en
Berlín en 1936, tenía que ser rodada por la
aclamada directora alemana. La producción de
"Olympia" absorbió a la
autora hasta que no concluyó su montaje final en
1938. Todos los efectos y avances que Leni había
desarrollado en "El Triunfo de la
Voluntad" se multiplicaron en la
película de los juegos olímpicos, el mejor film
de deportes de la historia todavía no superado.
Algo de lo que tuvo conciencia la propia Leni
cuando en 1949 le propusieron rodar los juegos de
Helsinki.
Leni volvió a lograr hacer de un documental una
película donde el ritmo de las imágenes, los
ejercicios retratados desde puntos de vista, a
veces, imposibles, constituyen el nexo narrativo
de una historia inexistente. "Olympia"
es, en conjunto, más que nada, una exaltación
de la fuerza de la naturaleza humana, de la
potencia del hombre y de la perfección de los
cuerpos en movimiento, que en la mente de la
autora retrotraen al mundo actual a los marcos de
la belleza clásica, tal y como nos sugiere en el
impactante comienzo de la película. El metraje
que nos lleva al mundo clásico, a las estatuas
que se convierten en deportistas sin necesidad de
recurrir al moderno ordenador y a los trucos
digitales, los deportistas prácticamente
desnudos en un paraje eterno y el caminar de la
antorcha, que Leni rodó de forma independiente
al momento real, es, aún hoy, de una belleza
plástica y de una fuerza impactante. Quizás por
ello en Francia fue subtitulada como "Los
Dioses del Estadio".
Europa se rindió ante el arte de Leni
Riefenstahl, siendo posiblemente la única
película de los juegos exhibida de una forma
comercial en tantos lugares y que ha seguido
proyectándose, aunque, a veces, terriblemente
mutilada, ya que la cinta sufrió también un
proceso de desnazificación.
La película cosechó numerosos éxitos. Hasta
Stalin felicitó a la autora. En la Bienal de
Venecia llegó a competir y ganar nada más y
nada menos que con la inmortal "Blancanieves
y los siete enanitos" de Disney, quien
fue un rendido admirador de la artista. Fue en la
gira promocional por los EEUU cuando Leni
advirtió levemente lo que le aguardaba en el
futuro. Las Ligas Anti-Nazi boicotearon la
película, alabada por los cineastas del momento,
y en la prensa se la presentaba como la amante de
Hitler.
El montaje íntegro de "Olympia"
trató de ser rescatado por Leni después de la
II Guerra Mundial. La visualización de la cinta
permite borrar alguna de las leyendas que sobre
los juegos y ellas misma circulan. Leni,
obsesionada por los cuerpos, el movimiento, las
capacidades estéticas que le ofrecía el
deporte, en ningún momento margina a los atletas
de color. Las famosas y repetidas escenas,
magnificas las de la carrera, de Jesse Owens son
de Leni, basta con observar los fotogramas de los
instantes de la salida de Owens en la carrera
decisiva para reafirmar lo dicho. También
desmiente la leyenda de que Hitler abandonara el
estado por no estrechar la mano de un negro. Lo
cierto es que Hitler hizo eso el primer día con
los deportistas, después le fue prohibido por el
COI.
A pesar de todo,"Olympia" contó con
una larga vida. En 1959 varios cine-clubs
alemanes plantearon la exhibición de la cinta.
Ello permitió la primera reconstrucción de la
cinta por parte de la autora, aunque tuvo que
eliminar varios minutos de escenas en las que
aparecía Hitler. Después la cinta fue exhibida
en algunos cines. Al llegar los Juegos Olímpicos
de Munich de 1972 se planificó una nueva
exhibición, pero esta vez las protestas lo
impidieron. Leni fue contratada como fotógrafa
de los juegos por la prensa británica, lo
curioso es que tantos años después sus
fotografías recreaban con un encuadre similar
los fotogramas de "Olympia".
El Sunday Times sufrió numerosos ataques por
haber contratado a Riefenstahl. La persecución
continuó, en los juegos olímpicos de Montreal,
fue invitada de honor como poseedora del Diploma
Olímpico. La prensa canadiense lanzó una
importante campaña contra ella: su presencia era
"una vergonzosa afrenta contra el espíritu
olímpico". En 1982, con motivo de la Semana
Olímpica celebrada en Lausana, el COI programó
la exhibición del Olympia. Samaranch cursó una
invitación especial a Leni. Las manifestaciones
y las protestas dieron como resultado la
sugerencia oficial de que no acudiera. Samaranch
le envió una bandeja de plata grabada.
La persecución.
La guerra paralizó en buena medida el trabajo de
Leni Riefenstahl. Se sabe que durante algunos
meses estuvo en los frentes como reportera de
guerra pero, de momento, no se conocen sus
filmaciones en profundidad. Con el sonido de los
bombardeos y el ataque definitivo Leni no tuvo
más obsesión que poner a salvo su obra. No
siendo especialmente buscada fue detenida tres
veces por los norteamericanos logrando fugarse.
Finalmente detenida fue conducida a la cárcel de
Salzburgo y después al campo de prisioneros del
VII ejército americano. Los interrogatorios se
sucedieron junto con las proyecciones e imágenes
de los campos de concentración: "me
resultaba inconcebible relacionar a Hitler, tal
como yo le conocía, con aquellos hechos
terribles. Pero dentro de mí fueron
suscitándose las dudas, más y más cada vez. Yo
quería saber la verdad, por mucho que me
doliese. Me parecía difícil imaginar que
órdenes de tanta trascendencia pudieran
ejecutarse sin conocimiento de Hitler. ¿Pero
como podían compaginarse aquellos horrores con
las palabras que al principio de la guerra le oí
en Zoppot, cuando dijo indignado: Mientras haya
todavía mujeres y niños en Varsovia no se
disparará".
Tras semanas de interrogatorios fue puesta en
libertad en junio de 1945 sin cargos. Un mes
después era detenida por los franceses. En la
cárcel llegó a pedir un veneno. A su madre le
dijeron: "Su hija fue la amante de Satán,
nunca podrá volver a ver un pedazo de
cielo". Puesta en libertad le fueron
confiscados sus bienes y entre ellos las cintas
de sus películas. Pero aún quedaban los
tribunales de desnazificación. En diciembre de
1948 Leni fue declarada no afectada por la Ley.
Los franceses protestaron y un segundo juicio se
celebró al año siguiente. En estos juicios no
se contaba con abogado pero Leni volvió a ser
absuelta. En 1949 la acusaron de haber empleado
gitanos sacados de los campos de concentración
en el rodaje de Tierra Baja.
Pronto comprendió que sería muy difícil su
vuelta al cine, pero quería recuperar sus
cintas. Los archivos en Munich se habían
salvado. Leni pudo revisarlos, allí estaba todo
el material pero dependía de los americanos,
cuando por fin accedieron a devolverlo no quedaba
prácticamente nada. Leni pensaba que se había
perdido hasta que en los ochenta comenzaron a
encontrarse en la Biblioteca del Congreso de
Washington. La vida de Leni se convirtió en una
interminable red de procesos y lucha por su obra.
Quería trabajar, culminar Tierra Baja y
rodar Los diablos rojos. En 1951 parecía que
podía volver, remontaba La Luz Azul, la
Cinemateca francesa le anunciaba la devolución
de sus películas, pero en 1952 la acusaron de
presenciar matanzas de judíos en Polonia. En
1954 logró estrenar Tierra Baja pero la
presión sobre los productores impidió iniciar
el rodaje de su nueva película.
África: un espacio para el artista.
Comprendiendo que resultaría muy difícil seguir
su carrera en Europa, pese al reconocimiento
cinematográfica, Leni decidió emprender una
nueva vida en África. Pensaba rodar una
película en África, Cargamento Negro.
El proyecto no salió adelante. En 1962 Leni
Riefenstahl encontraba un nuevo espacio para su
arte, las tribus Nuba y Masai. Sus fotografías
darían la vuelta al mundo, aunque no se
librarían de ser identificadas como restos de su
ideología nazi por la perfección corporal
captada. Según Leni esas fotos eran
"cuadros bíblicos como de los tiempos
primigenios de la humanidad". Intentó rodar
otro de sus documentales-película, un nuevo
"Triunfo de la Voluntad", pero
las desgracias sufridas con el material sólo le
permitieron un breve pero impresionante
documental. África se convirtió para Leni en su
paraíso perdido, en el mundo ideal de Junta en la
Luz Azul que por fin podía recuperar. Un
mundo ideal que también acabaría destrozado por
la llegada de la civilización. Quizás por ello
o por la impresionante sed de aventuras que
poseía se lanzó a la fotografía y al reportaje
submarino. Su última gran obra.
La fotografía y su lucha personal comenzaron a
reivindicar a Riefenstahl, o al menos a sacarla
del ostracismo. Se le sugirió que admitiera su
culpa durante el nazismo lo que le abriría
numerosas puertas. Se negó. A mediados de los
ochenta comenzó a reivindicarse personalmente,
escribió un interesante libro de memorias y
trabajó en varios documentales sobre su obra,
pero no escapó al odio de la izquierda en
ninguno de los lugares donde compareció.
Probablemente dentro de unos años su obra
comience a ser reivindicada, porque como le
escribió Cocteau: "¿Cómo podría yo no
ser un admirador suyo, siendo usted como es el
Genio del Cine y habiendo elevado usted el Cine a
una altura que raramente ha alcanzado?"..
·- ·-· -··· ·· ·-·
Francisco Torres García
|