. Hoy son frecuentes los
matrimonios separados, las familias rotas. Según
estadísticas fiables por cada 100 parejas que se
casan, el 55, 09 se separan. Se comienza a hablar
ya con toda normalidad de parejas de hecho,
matrimonios entre homosexuales, matrimonios,
compartidos, a plazos,parejas a prueba. A ver si
ahora lo anormal va a ser el matrimonio de por
vida de una hombre con una mujer. La situación
comienza a ser alarmante. Parece com si alguien
estuviera empeñado en cargarse a la familia ante
la pasividad de los que tenemos mil razones para
defenderla. El amor libre tan celebrado por
lobbys de diferente signo, hace tiempo que está
contribuyendo a la desintegración familiar El
dos de Febrero del 2004 se hizo público un
documento de la Conferencia Episcopal Española
titulado: Directorio de la Pastoral Familiar. Se
trata de un documento de 250 Pgs. que pretende
analizar las causas de la actual crisis familiar
y que como todos recordamos, desató una enorme
polémica que ha tenido como principales
interlocutores a los lobbys de homosexuales y
otros lobbys feministas y progresistas. Pues bien
en este documento se señala a la revolución
sexual, que tuviera sus orígenes en los años 60
como posible causante de la crisis familiar.
Dicha revolución habría separado la sexualidad
matrimonial de la procreación y del auténtico
amor. Es manifiesto, dicen los Obispos, que nos
hallamos frente a una multitud de hombres y
mujeres fracasados en lo fundamental de sus
vidas, que han experimentado la ruptura del
matrimonio como un proceso muy traumático que
deja profundas heridas. Los Obispos denuncian que
haya quien trate de equiparar al matrimonio
legítimo o a la familia natural con realidades
que no lo son. Sólo en la familia natural,
dicen, se experimenta un vínculo lo
suficientemente estable como para que la persona,
apoyándose en él, supere los grandes problemas
de la vida.
Aparte de toda polémica, parece claro que el
amor libre a resultado ser uno de los grandes
enemigos de la convivencia familiar. Se nos ha
querido vender un amor exento de compromisos,
exento de fidelidades, libre de uniones
conyugales y ya se está viendo que esto no se
traduce en buenos resultados. Se nos ha vendido
un amor que tiene muy poco de amor y mucho de
sexo, un amor de usar y tirar, un
amor convertido en objeto, del que se puede
cambiar como quien se cambia de camisa y ahí
tenemos sus frutos. Es significativo que Madona,
haya decidido mantener a su hija alejada de todo
lo relacionado con el sexo.
Ante tal situación algo habrá que hacer. Es
urgente una política familiar que favorezca la
estabilidad de instituciones tan importantes para
la sociedad como son el matrimonio y la familia.
Desde los gobiernos hay que salir al paso de esas
campañas informativas que incitan al desenfreno
y que hacen creer a nuestros jóvenes que el sexo
es una actividad humana que nada tiene que ver
con la moralidad y de la cual se puede hacer uso
y abuso como a cada cual le venga en gana. Hay
que convencer a nuestros jóvenes de que el
matrimonio es algo muy serio que lleva implícita
unas responsabilidades y unas obligaciones que es
preciso afrontar. Hay que hacerles saber que el
matrimonio comienza a ser hermoso cuando hay
compenetración, falta de egoísmo, capacidad
ilimitada para la entrega generosa. En fin, es
necesario que se sepa que la recompensa de todo
matrimonio está al final, después de haber
aprendido a envejecer juntos.
Estamos asistiendo aún sin saberlo a la
explosión de la cultura del género, hasta el
punto de que esta palabra es de uso habitual en
el lenguaje coloquial. Estamos acostumbrándonos
a oir violencia de género, en vez de violencia
doméstica, diferencia de género en lugar de
diferencia de sexo. etc ¿Que hay detrás de esta
palabra? Detrás de la palabra género se esconde
subreticiamente toda una revolución ideológica,
llamada a influir de forma determinante en nuevas
formas matrimonio y de familia. Lo que se busca
con la cultura del género es destruir la familia
en su sentido tradicional, porque según algunos,
este tipo de familia esclaviza a la mujer.
Los lobbys especialmente feministas y
homosexuales tratan de influir, para que vaya
desapareciendo la estructura bipolar de los dos
sexos, sobre la que están montadas la familia y
la sociedad. La cultura del género propugna que
las diferencias entre el hombre y la mujer no
tienen su origen en la naturaleza, sino que son
producto de la cultura, por lo que ha de ser el
individuo el que libremente debe decidir si
quiere ser hombre o mujer. En tal sentido Simone
de Beauvoir en su obra El segundo sexo llegó a
afirmar que no se nace mujer sino que se llega a
ser mujer, expresión que según me imagino
llenará de satisfacción a todos los
homosexuales del mundo. Llegaríamos así a la
conclusión de que la heterosexualidad, la
bisexualidad o la homosexualidad son posturas
igualmente dignas y que todo dependerá de la
opción personal de cada cual. La diversidad de
comportamientos, las distintas capacidades, las
diferentes personalidades, son cuestiones de
género, impuestas por la familia o la sociedad.
La influencia de esta ideología va en
aumento, por lo que resulta urgente que desde
todos los ámbitos de la sociedad se tengan en
cuenta lo peligrosa que puede resultar esta
ideología y que amenaza con arruinar la familia
y poner en dificultades el normal
desenvolvimiento social. Necesitamos un modelo
educativo en el que, al mismo tiempo que se
defienda la igualdad social entre el hombre y la
mujer, se defienda también la propia identidad
de cada cual, que les hace ser lo que realmente
son: los hombres, hombres y las mujeres, mujeres.
Si queremos una familia y una sociedad integradas
y consistentes hay que educar a las jóvenes
generaciones en el convencimiento de que existe
diversidad de sexos producida por diferentes
componentes genéticos, que son los que en
definitiva explican muchos comportamientos,
actitudes, formas de pensar y de sentir
diferenciados. Antes de que nadie les enseñe
nada los niños y las niñas tienen su
preferencia lúdicas, por ejemplo. Resulta
oportuno traer aquí las palabras del escritor
argentino Ernesto Sábato : Habrá siempre un
hombre tal, que aunque su casa se derrumbe
estará preocupado por el universo y habrá
siempre una mujer tal, que aunque su casa se
derrumbe estará preocupada por su casa.
Los estudios psicológicos, antropológicos,
neurofisiológicos, apuntan en la dirección de
que se nace hombre o mujer. Existen desigualdades
biológicas, diferencias de musculatura,
diferencias cerebrales. Recientemente se acaba de
descubrir que el componente cerebral responsable
de la estimulación erótica es más sensible en
el hombre que en la mujer.
Hay que acabar con los estereotipos y
prácticas discriminatorias por razón del sexo
tanto en los ámbitos familiares como en los
sociales, pero ello sin olvidarnos de el hombre y
de la mujer tiene su propia especificidad, lo que
nos lleva a la firme convicción de que ni el
hombre podrá llegar nunca a su completo
desarrollo al margen de su masculinidad como
tampoco podrá la mujer alcanzar nunca su
plenitud, si no es a través de su feminidad.
Quisiera acabar diciendo que debemos estar
atentos a las desviaciones familiares en boga,
pues los errores que aquí se cometan,
necesariamente van a repercutir en la sociedad.
Hombre y mujer afortunadamente son distintos ;
pero decir distintos es decir complementarios y
es bueno que así sea porque de esta forma
podremos enriquecernos mutuamente. Ambos son
igualmente necesarios en orden a una integración
familiar y social, sin que nadie sea superior a
nadie. Por mucho que se diga en la familia se
necesita de un padre y una madre, en el
matrimonio de un esposo y de una esposa, la
sociedad se va haciendo con las aportaciones de
los hombres y de las mujeres. ¡Qué mundo tan
aburrido y tan limitado si los hombres fueran
iguales que las mujeres! Es un sin sentido
pretender que las mujeres se conviertan en
hombres y los hombres en mujeres. El mundo
necesita que los hombre sean muy hombres y las
señoras muy señoras
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Ángel Gutiérrez Sanz
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