Uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la lucha contra el terrorismo internacional (y sobre todo en algunas regiones) también el nacional es la falta de información alternativa a la hegemonía cultural de la izquierda y a la cada vez mayor presencia del fundamentalismo islámico en los medios de comunicación árabes. Un buen ejemplo lo tenemos en la cadena de televisión Al Jazira gracias al testimonio de un ex-periodista yemení, Munir Mawari, que ha trabajado tres años en la susodicha cadena. En su ponencia dictada en el convenio Luces desde el islam contra el fundamentalismo, organizado en Bruselas por el Instituto italiano de cultura y por la Fundación Corriere della Sera, Mawari había llegado al extremo de declarar que lo mínimo que se puede decir es que hay una participación espiritual de los periodistas de Al Jazira en las masacres de inocentes. En una entrevista posterior concedida al Corriere della Sera explica: En la redacción nos burlábamos de algunos colegas vinculados a Hamas y a los extremistas islámicos. No estoy hablando de simples periodistas. Sino de jefes de redacción. Los mirábamos mientras trabajaban y decíamos que estaban preparando una « breaking news », una noticia de última hora, sobre un atentado terrorista que tendría lugar dentro de algunas horas. Y que ellos ya disponían de todas las informaciones. No tenían que hacer otra cosa más que esperar para añadir el número de las víctimas. Lo decíamos porque estaban íntimamente vinculados a Hamas y a la Jihad islámica Sin embargo, como destaca Mawari, Al Jazira había sido fundada en 1996 con una identidad liberal: Durante tres años la emisora era la única en el mundo árabe que se atrevía a entrevistar a personalidades israelíes. Precisamente para alejar las sospechas de simpatías pro-israelíes, las autoridades qataríes empezaron a favorecer la contratación de periodistas palestinos dejándoles absoluta libertad de acción. El periodista palestino cuando se ocupa de su propia causa lo hace de forma emotivamente partícipe. Pues bien, continúa Marawi, esta emotividad explotó con el comienzo de la segunda Intifada en septiembre de 2000. Durante los primeros tres días, al palestino muerto se le definía como muerto al igual que el israelí. Pero, de repente, un grupo de periodistas y empleados protestó. Se convocó el Consejo de administración y se decidió que los palestinos, vivos o muertos, serían definidos como fedayin, aquellos que sacrifican sus vidas por la paz. En una fase posterior se decidió rebautizar las víctimas palestinas shahid, mártires, sea que fueran autores de atentados suicidas o muertos en los enfrentamientos con los israelíes. El director del portal on line, Mohammad Daoud, un palestino, nos dijo: Nosotros no podemos considerarnos neutrales en el conflicto con Israel. Desde entonces Al Jazira no ha vuelto a ser neutral. Y así se ha convertido en un medio de opinión en vez de información. La verdad es la gran derrotada. Porque prevalece una única opinión Mawari afirma que la involución islámica de Al Jazira ha sido un proceso incesante: Con la evolución de la Intifada ha aumentado el número de periodistas y funcionarios administrativos vinculados a grupos islámicos. La mayoría de los palestinos son miembros de Hamas. La parte mayoritaria de los egipcios son miembros de los Hermanos Musulmanes. Muchos de ellos han vivido en Afganistán y Pakistán. El porcentaje de los liberales es mínimo, sin influencia. A la postre los palestinos han conseguido meter las manos en la sala de máquinas de Al Jazira. El director general, Waddah Khanfar, es un palestino. El director periodístico, Ahmed el-Sheik, es un palestino. El director de la producción, Ahmed el-Shouly, es un palestino. La inmensa mayoría de los técnicos y de los encargados de la producción son palestinos » Más de una vez nos hemos preguntado cómo es posible que Qatar, aliado de Occidente, simpatice simultaneamente con Ben Laden : « El emir tiene que tener en cuenta los equilibrios internos - explica Mawari -. Puesto que Qatar aloja la mayor base militar americana de Oriente Medio, ha considerado oportuno compensar la presencia americana alojando Al Qaeda. Su conclusión es rotunda: Me parece evidente que Ben Laden ha elegido Al Jazira porque ha comprobado una sincera simpatía para con sus ideas. Actualmente en Iraq Al Jazira incita a la violencia y apoya la denominada resistencia iraquí. No se trata de resistencia. Es terrorismo. Es evidente que la línea de Al Jazira es la de no abstenerse de los hechos, sino de desahogar su propia emotividad. (Magdi Allam, Corriere della Sera, 4 mayo de 2004) Pasemos ahora revista a algunos de los escenarios desconocidos, silenciados, manipulados y/o tratados con absoluta superficialidad por los medios de comunicación occidentales. Escenarios de cuarta guerra mundial : Al Qaeda y las guerras olvidadas Por lo general se piensa que la guerra - la cuarta mundial (1) - entre Occidente y el terrorismo se libre principalmente en Iraq, en Palestina, en Europa o en los Estados Unidos. En realidad hay escenarios considerados « secundarios » que tienen una importancia crucial para el jihad global de Osama Ben Laden. Veámos algunos: 1. Los separatistas de la Tailandia del Sur En la noche del 27 al 28 de marzo una motocicleta equipada con una bomba explota causando treinta heridos en el bar de un hotel de Slungai Kolok, en el Sur de Tailandia. A finales de abril un comando de terroristas asalta un cuartel de la policía causando numerosos muertos y heridos. Éstos son sólo algunos ejemplos que indican como la Tailandia del Sur se ha convertido en uno de los puntos cruciales en el mapa del terrorismo islámico. Tailandia es una monarquía al noventa por cien budista, pero en 1902 ha decidido ocupar cinco provincias semi-independientes de Malesia - Satun, Songkhla, Pattani, Yala y Narathiwa - anticipándose a los ingleses. Estas zonas - lindantes con la actual Malaysia - cuentan con una población mayoritariamente islámica (85%), y con dos millones y medio de musulmanes que piden la independencia. Como otras zonas de Tailandia - un país que tiene el récord mundial de la prostitución - están también repletas de burdeles (cuyas prostitutas pertenecen sobre todo a la minoría budista), frecuentados ya sea por tailandeses ya sea por ricos malayos que escapan a las restricciones que también un gobierno moderadamente islámico impone en temas como el de la moral pública. Este comercio - en el que estaba implicado el hotel atacado - suscita la indignación de los movimientos islámicos militantes. La mayor formación islámica es - o ha sido - la Pattani United Liberation Organization (PULO), fundada a finales de la década de los sesenta y oficialmente desaparecida en 1996, cuando la policía tailandesa anunció haberla definitivamente derrotada. En realidad, la PULO se ha fragmentado en una decena de movimientos, algunos vinculados con Al Qaeda. El 4 de enero del año corriente una de las formaciones que reivindican la herencia de la PULO ha atacado un depósito de armas de la policía en Narathiwat, matando cuatro agentes y robando centenares de fusiles. A finales de marzo los ministros tailandeses de Interior y de Defensa, que visitaban la región, se salvaron de un atentado con dinamita en la misma ciudad de Narathiwat, que causó varios heridos. Otros atentados causaron más de cincuenta muertos en lo que llevamos de año. La investigación relativa a la masacre de Bali de octubre de 2002 ha probado que los terroristas, vinculados con Al Qaeda, han proyectado el atentado y se entrenaron en el Sur de Tailandia. Hay varias razones que explican por qué la Tailandia del Sur se está convirtiendo en un polvorín. Hay una amplia red de escuelas coránicas "ultra-conservadoras" llamadas pendok financiadas por Arabia Saudí : no están acusadas de relaciones directas con el terrorismo, pero crecen un tipo de musulmán sensible a los llamamientos de Al Qaeda. El terrorismo es difícil de controlar : en gran parte está en manos de « señores de la droga » últimamente perseguidos de cerca por el gobierno tailandés, dispuestos a aliarse con los terroristas islámicos y dar alojamiento a militantes de Al Qaeda procedentes de otros países. Sobre todo, la base tailandesa está destinada en los proyectos de Al Qaeda a desestabilizar la vecina Malaysia, « mal ejemplo » de nación musulmana donde las elecciones de marzo han confirmado en el poder un islam conservador volcado en el creciente desarrollo económico del país y contrario a los terroristas. El gobierno tailandés habla lo menos posible de terrorismo, para no asustar a los turistas. Pero el problema es muy serio. 2. Sudán, sharia en salsa africana El 31 de marzo ha sido detenido en Sudán Hassan al-Turabi. Una posterior redada ha involucrado siete miembros de su partido y diez altos grados del ejército, que preparaban un golpe de Estado fundamentalista. El actual régimen de Jartum ha surgido, con el golpe de Estado de 1989, como difícil coalición entre dos grupos que no se quieren: los nacionalistas árabes liderados por Omar Hassan al-Bashir, todavía presidente, y los fundamentalistas islámicos de Turabi uno de los líderes del fundamentalismo mundial. En 2000 el presidente al-Bashir ha excluido Turabi del poder: en 2001 lo ha incluso acusado de conspirar contra él con los odiados no musulmanes del Sur - etnias no árabes, mayoritariamente cristianas, protagonistas de una guerra que ha causado más de dos millones de muertos (2) - y fue detenido. Liberado en 2003, al-Turabi es el inspirador de una de las facciones (la otra es laica, con influencias marxistas) de la rebelión que fomenta desde el año 2000 la segunda guerra civil sudanesa. Se lucha en la región occidental de Dafur, que para los católicos es la patria de santa Josefina Bakhita, dode los musulmanes son la mayoría absoluta. El enfrentamiento es entre islámicos, y es etnico : los africanos (mayoritarios) se rebelan contra la tiranía de los árabes. Turabi ha deslumbrado a muchos occidentales proponiendo en numerosas entrevistas una versión persuasiva del fundamentalismo, que se afirma acompañada por una sufrida reflexión sobre los derechos humanos. La realidad es distinta: Turabi ha durante años apoyado la política del gobierno Bashir en la parte meridional de Sudán, donde en el transcurso de una guerra civil despiadada y terrible ha reaflorado la antigua plaga de la esclavitud, infligida a hombres y mujeres del Sur, en especial cristianos. Ha sido el mismo Turabi quien acogió en Sudán a Osama Ben Laden. Pragmático y desenfadado, Turabi nunca se fió del todo de Bashir. Desde que en 1996 el general nacionalista ha expulsado Ben Laden de Sudán, obligándolo a refugiarse en Afganistán, y ha comenzado un recorrido de aproximación a Estados Unidos, Turabi ha emprendido una política autónoma, tratando de aprovechar la guerra civil del Sur para derrocar al régimen. Esta estrategia ha substancialmente fracasado: la mediación americana (y los esfuerzos del gobierno italiano durante el semestre de la presidencia europea) han puesto en marcha un proceso de paz que podría concluir a breve plazo. Derrotado en el Sur, Turabi trata ahora de pescar en el río revuelto de Darfur, en el Oeste (3). Lo que se juega es la instauración de un régimen fundamentalista en Sudán, o mejor dicho la restauración de un régimen que ya existió en la década de los noventa, con un retorno al lustro 1991-1996 cuando la diarquía Turabi-Ben Laden, con la bendición más o menos espontánea de Bashir, había transformado al país en una de las bases del terrorismo internacional. Si se añaden los contactos de Turabi con las sanguinarias milicias del Ejército de la Resistencia del Señor ugandesa cuyo sanguinario líder Joseph Kony, originariamente cristiano, ha sido convertido al islam por misioneros sudaneses, no se puede no concluir que el riesgo de desestabilización afecta a toda la región. En cuanto al gobierno Bashir, no es un modelo de respeto de los derechos humanos: pero a la espera que el final de la guerra civil en el Sur haga emerger una nueva clase dirigente es por ahora preferible a Turabi y a sus amigos, que convertirían de nuevo a Sudán en un portaaviones del ultra-fundamentalismo dirigido hacia Egipto y Uganda. 3. El Uzbekistán neo-integrista El retorno del terrorismo ultra-fundamentalista islámico en Uzbekistán (veinte muertos en tres días a principios de abril) atrae de nuevo la atención sobre una región crucial. Diez de los cincuenta millones de musulmanes de Asia Central viven en el valle de Fergana, que por la parte oriental de Uzbekistán linda con Tayikistán y Kirghizistán. Se trata de un área superpoblado, pobre, administado por una clase dirigente corrupta que por añadidura no consigue controlar amplias zonas, puerto franco para extremistas y terroristas de todo tipo. La tradición islámica local está ligada a las cofradías sufis, que han animado la resistencia pacífica a las políticas antireligiosas de la éra soviética. Tras la caída del comunismo, las paupérrimas instituciones islámicas uzbekas han tenido que aceptar las ayudas de Arabia Saudí, cuyos misioneros han importado el puritano islam wahabita, que detesta y trata de desmantelar el sufismo. El gobierno que ha surgido es laicista y nacionalista; su personal está compuesto por ex-funcionarios soviéticos muchos de los cuales sospechosos de vínculos con el crimen organizado. Los imanes formados por los wahabitas saudíes denuncian la mafiocracia, pero simultaneamente propugnan la instauración de un nuevo califato teocrático que comprenda toda Asia Central y se extienda hasta el Sinkiang chino. Contra el nuevo islam wahabita el gobierno uzbeko ha usado la mano dura, recurriendo a la retótica soviética de los enemigos del pueblo. La represión se ha extendido a todas las formas del islam que rechazan el férreo control del Estado, incluidas las enraizadas en la tradición de las cofradías sufis. El grupo más radical, El Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU), se ha dado a la clandestinidad a finales de la década de los noventa y su líder, Juma Namangani, se ha adherido a la red de Al Qaeda. Osama Ben Laden ha retomado la tesis del califato centro-asiático, aunque Namangani ha resultado muerto en Afganistán en 2001. El régimen uzbeko, por su parte, ha presentado tras el 11-S no sólo la lucha contra el IMU, sino la represión de cualquier movimiento musulmán independiente como su contribución a la guerra internacional contra el terrorismo. En este tema nos hallamos frente a un problema familiar. Mientras en la capital Tashkent la población rusificada es en su mayoría no religiosa, en el valle de Fergana el consenso para las organizaciones islámicas es estimado en torno al 85%. El régimen de Tashkent pone a un mismo nivel al IMU y al Hizb ut-Tahrir (Partido de la Liberación Islámica), a pesar de que el segundo - asimismo de ideología fundamentalista rígida y anti-occidental - se declara al menos en teoría contrario a la violencia y al terrorismo. La lógica según la cual en Uzbekistán, como en otros lugares, la alternativa es entre nacionalistas laicistas, por añadidura corruptos, y fundamentalistas terroristas amigos de Ben Laden contagia a muchos analistas laicistas, pero es errónea y peligrosa. Impulsar a Occidente a apoyar regímenes impresentables y « mafiocráticos », que - si tienen el único mérito de ser enemigos de los fundamentalistas - son también precarios y destinados antes o después a caer. La elección del vecino Tayikistán, donde bajo presiones americanas algunos movimientos del islam político - discutibles, pero no involucrados en el terrorismo (o convencidos a abandonarlo) - han sido legalizados y admitidos a partecipar a las elecciones parece ir en una dirección mejor. La alternativa al islam radical, en Uzbekistán como en otros lugares, no es la represión indiscriminada de la religión sino el emerger de un islam conservador. Donde emergen experimentos de islam conservador - como en Malaysia (o en Turquía) - para Al Qaida se hace urgente hacerlos fracasar (4). El escenario palestino 1. Por qué Sharon quiere la retirada de los colonos Uno de los factores ignorados en los comentarios internacionales pero decisivo para entender por qué Sharon desea convencer a los colonos a retirarse de Gaza es el demográfico. No es una casualidad que el anuncio de Sharon (que seguramente conocía los datos) se hizo una semana después de publicarse el informe anual del American Jewish Committee (AJC), desde hace más de cien años la « biblia » de quien se ocupa de demografia judía. Según el informe, la tasa de fertilidad de las madres judías que viven en Israel es de 2,6 hijos por mujer. Es una tasa nada despreciable si se compara a países donde el desarrollo económico y la situación de las mujeres son parecidos. (El informe lo define incluso como « sorprendente » : o la propaganda de Sharon a favor de la natalidad funciona, o las mujeres israelíes son conscientes de librar una guerra de las cunas.) Pero las madres árabes de la región tienen una tasa de fertilidad todavía más elevada: 4,7 hijos por mujer de la minoría musulmana en Israel, 5,4 en Cisjordania e incluso 7,4 en Gaza. Toda proyección demográfica sobre el futuro de Israel es necesariamente incierta, porque no se puede completamente prever la inmigración de judíos que benefician de la Ley del Retorno. Sin embargo, en este tema Israel ha agotado sus recursos, y lo confirman las polémicas sobre la voluntad del gobierno (no compartida por todos los partidos de la mayoría que lo apoyan) de considerar judíos a los Falash Mura, un grupo de 35 mil etíopes (hasta ayer cristianos, a diferencia de los Falashá seguramente judíos) que se afirma procedan de los judíos obligados a convertirse al cristianismo en los siglos XVI y XVII y que ahora desean volver al judaísmo y emigrar a Israel. La hipótesis más probable es que en 2010 el porcentaje de judíos en Israel (sin los Territorios) descienda del actual 81 por cien al 79 por cien. Si empero se considera a Israel con los Territorios el porcentaje de judíos previsto para 2010 baja al 51 por cien. Hacia 2012 en el Gran Israel con Cisjordania y Gaza, que algunos añoran, los musulmanes serían la mayoría (y en 2050 serían el 75 por cien). El informe del AJC considera asimismo la hipótesis, a la que la Hoja de Ruta deja la puerta abierta, de arreglos territoriales con los cuales Israel cedería al futuro Estado palestino algunas aldeas en territorio israelí mayoritariamente árabes, recibiendo a cambio aldeas en zona palestina donde los colonos judíos han establecido desde hace años una salda mayoría. Realizado este intercambio, Israel sin los Territorios (pero con las fronteras retocadas) tendría una mayoría judía del 86 por cien en 2010 y del 84 por cien en 2050. Las cifras habla claro. Las madres musulmanas de Gaza, con su tasa de fertilidad del 7,4, hacen impensable a largo plazo un Gran Israel que aglutine los Territorios: Grande sí, pero trastocado en su identidad de Estado judío ya que habitado por una mayoría de árabes musulmanes. Sharon lo sabe; los halcones de cierta ultra-derecha israelí no, ateniéndonos al resultado del referéndum sobre la retirada de Gaza. Pero el problema subsiste (5). 2. ¿A qué lógica responde el asesinato selectivo de los líderes de Hamas? Desde hace varios años autorizados sociólogos han propuesto de analizar el terrorismo islámico utilizando la metáfora del mer cado: a una demanda de experiencias religiosas extremas responde la oferta por parte de organizaciones terroristas que reclutan, adiestran y guian los candidatos al terrorismo suicida. La demanda de experiencias radicales es relativamente constante. Involucra pocas personas, pero las organizaciones del terrorismo no tienen necesidad de personal numeroso. Esta demanda, contrariamente a la opinión de muchos, no procede directamente de la pobreza, de la miseria o de la ignorancia: los estudios sobre el perfil de los terroristas, en especial de Hamas, muestran que su nivel de escolarización y socio-económico es más alto respecto de la media de la población palestina. Del resto, muchos terroristas son reclutados en Marruecos, en Arabia Saudí y también en la diáspora islámica en Europa, donde viven en sociedades relativamente estables y ricas. Por lo tanto, mejorar la calidad de la vida, luchar contra el analfabetismo y difundir la secularización, reducir las zonas de pobreza, abrir hospitales - actividades útiles, meritorias, y que aseguran otras ventajas importantes - no elimina la demanda de extremismo religioso radical con el que cuentan los movimientos terroristas, porque esta demanda no nace de la miseria sino de la ideología. Un ejemplo : En teoría, Hamas - como indica el artículo 11 de su estatuto - considera toda Palestina tierra islámcia confiada a las generaciones del islam hasta el día de la resurrección y afirma que la religión prohíbe ceder un solo terrón de tierra islámica » : «¿Quién tendría el valor de arrogarse el derecho de actuar en nombre de todas las generaciones islámicas hasta el día del juicio? ». Por lo tanto ningún compromiso territorial : los judíos, todos los judíos, tienen que ser expulsados. En la práctica, Hamas ha sabído siempre conciliar la poesía de la retórica islámica con la prosa de la realidad. El jeque Ahmad Ismail Yassin, primer líder de Hamas eliminado selectivamente por los israelíes, no usó jamás la palabra paz, pero ha propuesto treguas más o menos largas con tal que Israel le dejara las manos libres para instaurar en Palestina no el Estado laico y nacionalista de Arafat sino un Estado islámico. Tras haber liberado Yassin de la cárcel en 1997 en un intercambio con Jordania, los israelíes le habían seguido el juego hasta 2003, considerando que Hamas, dada la amplitud del movimiento, tuviera corrientes y que no convenía eliminar a Yassin, mayor y más razonable que otros líderes. Con los nuevos atentados suicidas de 2003, se acabó el juego. Israel se convenció que ya no se puede jugar con las contradicciones internas de Hamas, y que la única solución al problema es militar. Cabe ahora preguntarse el porqué la demanda de radicalismo religioso produce terrorismo en ciertas zonas y no en otras. La razón estriba en que en las primeras encuentra una oferta persuasiva y bien organizada por parte de « empresas » del terrorismo que campan por sus respetos en el dilatado network fundamentalista. De esta consideración surge el consejo de los estudiosos de dejar para un segundo momento el difícil objetivo de la reducción de la demanda, y de concentrarse en la oferta para golpear a las organizaciones. E Israel ha agredido la oferta, dedicándose a la eliminación sistemática de los dirigentes de Hamas. La respuesta militar de Israel es necesaria, pero no suficiente. Hay un aspecto financiero: golpear a Hamas implica paralizar sus formas de financiación, y Hamas recoge un buen número de fondos, también en Europa, difundiendo la tesis de la autonomía de sus estructuras sociales y caritativas respecto de las militares: tesis falsa, pues está archidemostrado que se trata de vasos comunicantes. Hay un aspecto político : Hamas recurre al terrorismo porque piensa que puede sacar ventajas, por ejemplo, haciéndose legitimar como fuerza de gobierno para Gaza tras la retirada israelí. Una respuesta política debe convencer a Hamas que el terrorismo no paga, negándole aquellos espacios de maniobra donde hasta ahora ha podido recoger el fruto de sus fechorías. Hay, finalmente, un aspecto cultural: en Palestina, como en todo el mundo árabe, hay una demanda de islam político, de islam que cuente en la sociedad y en las instituciones. Si esta demanda - reprimida por el nacionalismo laicista de Arafat - no encuentra otras salidas se dirige a la fuerza hacia Hamas. Favorecer el nacimiento en Palestina de una competencia islámica conservadora pero no fundamentalista, decidida a contar en la vida pública, celosa de sus símbolos, pero hostil al terrorismo es la apuesta final para quien desee socavar el terreno de Hamas e insertar en una estrategia compleja y completa las necesarias operaciones militares (6). La situación actual del terrorismo islámico global: ¿Triunfo o crisis? 1. La lógica costos-beneficios según los terroristas El terrorismo no es - al contrario de lo que muchos opinan - una actividad llevada a cabo por mentes enfermas o por fanáticos, que han perdido el contacto con la realidad. La empresa terrorista calcula los costos y los beneficios según criterios muy similares a los de la normal racionalidad política o de empresa. Recurre a ciertas formas de terrorismo - el secuestro, los atentados suicidas, etc. - cuando la experiencia les demuestra que recogen los frutos esperados. Hamas comete los atentados suicidas siempre en vista de específicos objetivos - influir en la política de la Anp, o sobre el gobiero israelí, o, aun, impedir y postergar entrevistas y acuerdos de paz - y a menudo lo consigue. Los Hezbolá libaneses han practicado el terrorismo suicida para inducir a los israelíes a retirarse del Líbano, y el secuestro de rehenes de otros países para que éstos presionaran a Israel. Una vez conseguido su objetivo, estas prácticas han sido muy infrecuentes y los Hezbolá han adoptado otras formas de lucha. En Egipto las estrategias del terrorismo han sido objeto de debate. Aquí las sucesivas oleadas de fundamentalismo islámico han primero intentado y luego abandonado el terrorismo : no por consideraciones morales, sino por un análisis de la relación costos-beneficios. Las alas más extremistas de los Hermanos Musulmanes prosiguen el camino de los atentados selectivos de dirigentes egipcios hasta el 6 de octubre de 1981, el día del asesinato del presidente Sadat. Este asesinato es un éxito militar pero un desastre político : la población no solamente no se alza contra el régimen, sino que aplaude la represión de los fundamentalistas. Desde este momento los Hermanos Musulmanes se convencen que el saldo costos-beneficios del terrorismo es negativo, y emprenden otros caminos en su mayoría no violentos. Esta elección no es compartida por una segunda oleada del terrorismo ultra-fundamentalista egipcio, que aglutina al Jihada Islámico y Al-Jamaa al-Islamiyya. Éstas se especializan en el secuestro y en el asesinato de turistas, lo cual les garantiza inicialmente visibilidad y crecimiento. Tras la masacre de Luxor en 1997 (58 turistas asesinados), también muchos dirigentes de estas organizaciones experimentan que los egipcios reaccionan negativamente al terrorismo, declaran renunciar a la lucha armada y se exilian a Holanda y a otros lugares a meditar sobre posibles alternativas políticas. Sólo uno de ellos, el médico Ayman al-Zawahiri, impulsa una tercera oleada de terrorismo egipcio, que lleva el ataque allende las fronteras de Egipto: directamente a Occidente, para golpear a los gobiernos que apoyan al régimen egipcio e inducirles a dar un paso atrás. Actualmente al-Zawahiri es el ideólogo, y quizás el verdadero jefe, de Al Qaeda. De Egipto este esquema ha sido exportado a otros lugares. El problema político de la respuesta al terrorismo no puede ser planteado de forma moralística. Toda respuesta sensata debe llevar a los terroristas a concluir que la relación costos-beneficios es negativa, y que el terrorismo ha de ser abandonado porque ya no conviene. (7) 2. ¿Está triunfando el terrorismo? Por todas partes se oye decir que la guerra al terrorismo declarada por Bush no ha disminuido, sino aumentado los atentados terroristas. No se considera, antes de cualquier otra cosa, que tras el 11-S ha aumentado la atención de los medios de comunicación respecto del terrorismo: actualmente cualquier atentado en Turquía, Marruecos o Tailandia - sobre todo si está implicada Al Qaeda - acaba en las primeras páginas de los periódicos, mientras que antes del 11-S no siempre ocurría lo mismo. Si, no obstante, del mundo virtual de los medios de comunicación pasamos a la realidad, las cifras no colaboran: no, los atentados no han aumentado. A partir del 11-S los muertos por atentados terroristas del ultra-fundamentalismo islámico en territorio norteamericano se han reducido a cero: hay por supuesto una situación de continua vigilancia, pero no se ha cometido ningún atentado. Lo mismo ocurre en Gran Bretaña. La tierra mártir por excelencia del ultra-fundamentalismo es Argelia: cien mil muertos en diez años. Los muertos argelinos por terrorismo, alrededor de diez mil al año antes del 11-S, han pasado a ser un millar en 2002 y algunos centenares en 2003. Se podrá objetar que la verdadera cuestión es si el terrorismo ha aumentado tras el comienzo de la guerra en Iraq. La respuesta es no. El número de muertos por terrorismo se ha ulteriormente reducido en los últimos doce meses en Argelia (donde ya no puede contar con Al Qaeda, que usaba una red que pasaba también por Iraq), igual que en Kachimira. Estados Unidos y Gran Bretaña siguen sin ser golpeados. Hay más: tras el 11-S, y también desde el comienzo de la guerra en Iraq, pocos atentados terroristas han salido de bases terroristas ubicadas en países árabes (cabe aquí recordar, contra la auténtica manipulación y ocultación de noticias que se hace desde los medios de comunicación, que Ansar al-Islam, actualmente punta de diamante de la organización terrorista de Osama Ben Laden cuyo papel parece preponderante en los atentados del 11-M, era utilizada por el laicista árabe Sadam Hussein - a pesar de sus pocas simpatías ideológicas por los kurdos fundamentalistas - para desestabilizar a Kurdistán una vez que había perdido el control sobre la zona merced a la no fly zone impuesta tras la guerra del Golfo. Las armas y los explosivos utilizados por Ansar al-Islam antes de la guerra procedían claramente del ejército de Sadam, y hay pruebas que Abu Musab Zarqawi, « oficial de enlace » entre Ansar y Al Qaeda, haya sido curado de sus heridas y alojado en Bagdad durante ocho meses. Por lo tanto, Bush tenía razón: Sadam tenía que ver - y mucho - con un terrorismo vinculado a Al Qaeda). Las bases afganas de Al Qaeda y la de su sucursal iraquí Ansar al-Islam, como hemos visto protegidas y financiadas por Sadam, han sido desmanteladas. Ansar al-Islam y varios grupos marroquíes han vuelto a golpear, sobre todo en Madrid. Pero las bases donde los atentados han sido concebidos y organizados ya no están en Iraq ni en Oriente Medio, y en amplia medida tampoco en Marruecos : están en Europa- en Alemania, en Francia, en Inglaterra y en parte en Italia. Destruir las bases del terrorismo - en Afganistán como en Iraq - y terrorizar a los terroristas obligándoles a la fuga (en los límites del derecho y de las convenciones internacionales) es una estrategia que funciona. Quien se ve obligado a escapar y a esconderse no puede que ralentizar la preparación de atentados. Incidentalmente, se podrá pensar lo que se quiera sobre la aplicación de la misma estrategia por parte de Sharon: lo que es seguro es que también el número de los muertos asesinados por Hamas en los últimos meses ha disminuido (a pesar de haber amenazado un apocalipsis contra Israel tras la muerte de sus dirigentes...). Mostrar a los terroristas que se obedece a sus chantajes y que se escapa, alimentar el terrorismo con sensiblerías progresistas hacia sus bases presentes en Europa: esto sí que aumenta los atentados, no la guerra contra el terrorismo de Bush. De vez en cuando las calles de Europa vuelven a llenarse de manifestantes que proclaman que la guerra contra Iraq « ha sido un error » y a Europa como una « fuerza de paz ». Si se trata de la Europa blanda, a la que felizmente no están adscritos el gobierno italiano e inglés, el eslógan debería ser: Contra el terrorismo una guerra justa, el laxismo europeo una ayuda al terrorismo (8). Algunas causas del mal europeo En los centros de investigación occidentalistas se tiene a estas alturas una visión bastante clara del escenario relativo a la cuarta guerra mundial y las formas para ganar la guerra contra la nueva alianza del terror islamo-social-comuno-nacionalista. Pero Occidente está perdiendo batallas importantes, y exponiéndose a golpes mortales en el futuro, porque adolece de coherencia para mobilitar todos los recursos necesarios para derrotar al enemigo. Tal fragmentación depende del hecho que en Europa más de la mitad de la población no consigue o no quiere entender que un enemigo de tipo nuevo y « absoluto » nos ha declarado la guerra, y ello a pesar de que por el momento ésta se libre sobre todo en el mundo islámico (guerra civil intra-islámica para la conquista del poder en la umma y posterior conquista de Occidente para el islam). El periodista Carlo Pelanda escribe al respecto: Los psicólogos sociales advierten que entre nosotros [los europeos] se está llevando a la práctica un impresionante, por vastidad, fenómeno de negación del peligro. Relevan una barrera mental de masas que imposibilita la penetración de la verdad y selecciona visiones tranquilizadoras e irrealistas contra las realistas. Por esta razón y a pesar de la abundante información técnica sobre el enemigo y sus planes no ha, por el momento, surtido efectos proporcionales a la amenaza. [...] ¿De qué depende el fenómeno de la negación del peligro? En realidad se trata de un comportamiento normal que sólo se interrumpe frente a la evidencia de un riesgo inminente. Al principio los especialistas de la materia pensaban que bastaría comunicar tal evidencia para provocar la justa reacción, esto es, la consciencia de la condición de guerra. ¿Por qué no ha ocurrido? También en los Estados Unidos la gente no tenía idea de quien fuera el enemigo y de su peligrosidad, pero el ataque directo y espectácular sustituyó tal información y fue suficiente para dotar de consenso a la reacción militar. Se dijo que la falta de un ataque no había provocado en Europa la percepción del peligro. Pero cuando se cometió, en Madrid, amplificó el neutralismo negacionista en vez de inducir una reacción activa/defensiva. Señal que había mucho más en juego. Dos fenómenos: la mayor parte de las fuentes de información no informaban correctamente ; la gente prefería creer al mito de poder mantenerse fuera de la guerra en vez de aceptar la realidad. ¿Cuál de los dos factores interactivos tenía - y tiene - más peso sobre el otro ? De las investigaciones ha emergido el segundo : una postura mental profunda y difusa que niega hasta lo inverosímil la realidad. Pero que genera ansia. Que fue y es removida colectivamente hallando el chivo expiatorio en la, por esto inventada, agresividad americana. América es percibida como mala porque molesta la ilusión de poder vivir en una isla feliz. Por lo tanto, América es un enemigo peor que Al Qaeda. [...] Las izquierdas tuvieron que seguir a su electorado porque más activo, casi histéricamente, en este proceso de remoción. La postura centrista y racional ha sido - y es - sumergida por la radical que mejor representa la ilusión que la gente desea mantener. Tal fenómeno en la izquierda, que bloqueó el análisis realista en el entero circuito europeo de la comunicación porque hizo centrar la atención sobre categorías míticas, no permitió corregir el error de etnocentrismo al que fueron y son vulnerables muchos bienpensantes que no son de izquierdas. El error consiste en extender al otro las propias categorías. Por ejemplo, el pacifista considera que también el jihadista sea una persona como él: a un mensaje de paz tiene que responder simétricamente. O bien que el terrorista comprometido en construir el grande califato panislámico sea un patriota o resistente que reacciona a una agresión. Pero, ¿qué se esconde, a la fin y a la postre, bajo a todos estos increíbles errores de irrealismo? El sueño de poder evitar los males del mundo simplemente cerrando los ojos. Como hacen los niños. [...] El enemigo jihadista es de tipo absoluto y parará sólo cuando nos habrá destruido o sometido. Si les dejamos un solo centímetro de tierra o un minuto sin presión los usará para reorganizarse y dotarse de armas nucleares y bioquímicas que no dudará, estad seguros, en lanzar contra nosotros en cuanto las tenga. Ésta es la razón por la que estamos en Afganistán, Iraq y - en diversas configuraciones y más sigilosamente - en otros lugares. En particular, la coalición occidental está reforzando, con medios políticos y económicos, los regímenes islámicos moderados en al menos cuarenta países. Está acosando al enemigo jihadista - decenas de millares de guerrilleros activos y centenares de millares durmientes - en más de sesenta naciones. Está organizando una red global de vigilancia y de interdicción. En síntesis, es un esfuerzo enorme que exige todos los recursos de Occidente mientras que sólo América y pocos más están sobrellevando la carga. Si todo sigue igual no conseguiremos ganar o, si lo consiguiéramos, no evitaríamos golpes devastadores. Americanos y europeos juntos lo conseguirían. Ayudar a los segundos a despertar, a entender que o eliminamos al enemigo o éste nos destruirá, no hay vuelta de hoja (Il Giornale, 15 de mayo de 2004). Para completar tan certero análisis considero oportuno recordar que la negación del peligro culmina y es fruto, simultáneamente, de un proceso plurisecular (grosso modo, cuatrocientos años) de secularización que la escuela católica contra-revolucionaria denomina Revolución (9). Tras siglos, en el curso de los cuales, entre nosotros los occidentales, se ha puesto de relieve casi exclusivamente aquello que hace a los hombres iguales entre ellos - que no es poco -, reservando la diferencia sólo a la barba o a los bigotes o bien a detalles de comportamiento, actualmente, para ilustrar la diferencia y para tener alguna chance de ser entendidos, se deber recurrir a las cosas. Pero las cosas no son absolutamente suficientes . En efecto, « [...] es en cierta manera comprensible que, para explicar al hombre occidental, magnoeuropeo, la peligrosidad de una situación y de un adversario históricos, se la represente casi metafóricamente mediante las denominadas « armas de destrucción masiva » [referidas aquí al potencial desctructivo de los terroristas suicidas, n.d.r] y el peligro por ellas constituido, más bien que, realisticamente, como peligro representado por un « producto cultural », por uno de los posibles tipos de homo islamicus. «[...] ¿Cuánto tiempo, cuánto esfuerzo pedagógico y propagandístico, cuántas y cuán trágicas experiencias serán necesarias para que capte la relevantísima diversidad constituida por la cultura entendida en sentido antropológico ? ¿Cuándo se conseguirá de nuevo relevar y hacer relevar aquello que marca la diferencia entre los hombres - individuales y grupos humanos -, los elementos cualitativos, para luego evidenciar que, como entre las igualdades reina la cantidad, entre las desigualdades la jerarquía ? (Giovanni Cantoni, « Cristianità » n. 321, enero-febrero 2004). Por lo tanto, si es necesario redoblar los esfuerzos de Occidente para ganar la cuarta guerra mundial manu militari (quien detenta la fuerza militar tiene también la obligación moral de usarla para el bien común), política y económicamente, más necesario aún es la reconquista de la homogeneidad cultural y religiosa de nuestra civilización (10). - ·-· -··· ···-· Angel Expósito Correa Notas (1) http://www.iespana.es/revista-arbil/(80)expo.htm (2) http://www.iespana.es/revista-arbil/(68)ange.htm; http://www.iespana.es/revista-arbil/(66)suda.htm (3) ROMA, lunes, 10 mayo 2004 (ZENIT.org).- Miles de víctimas y un desastre humanitario son resultado del conflicto en el oeste de Sudán, en Darfur, donde está en marcha «un proceso de arabización», advirtió el obispo sudanés de El Obeid, que comprende también Darfur, Macram Max Gassis. Del sometimiento de Darfur a un régimen de terror y de la violación de los derechos humanos por parte del gobierno sudanés da testimonio un informe de las Naciones Unidas según el cual la situación ya ha ocasionado 10 mil víctimas, unos 800 mil desplazados (otras fuentes hablan de un millón) y 130 mil prófugos en el vecino Chad. Desde febrero de 2003 Darfur es escenario de un violento enfrentamiento entre dos grupos rebeldes --el «Movimiento para la Justicia y la Igualdad» (JEM) y el «Ejército-Movimiento de liberación de Sudán» (SLA-M)-- y el ejército regular sudanés. SLA-M y JEM se han alzado en armas contra Jartum, acusado de abandonar Darfur porque su población es mayoritariamente negra y de financiar a las milicias «Janjaweed» --salteadores árabes activos en la región occidental de Sudán--, que desde hace años siembran muerte y destrucción especialmente en las comunidades africanas Arana, Marsalit y Fura. Los dos movimientos locales reclaman del gobierno central también más participación en la explotación de los recursos petrolíferos controlados por el gobierno, una petición que coincide con la que desde hace dos décadas también enfrenta a Jartum con los independentistas del Sur. En Darfur «no existe una cuestión de religión, sino una cuestión étnica: la parte de Darfur es aniquilada por la parte árabe, los janjaweed, que son armados por el ejército de Jartum para ir a cometer estas violaciones contra la población negra de Darfur», confirmó el sábado el obispo Macram Max Gassis, de la diócesis de El Obeid, a los micrófonos de «Radio Vaticana». «Esta gente ha pedido que sean reconocidos sus derechos, como lo han hecho también otros en Sudán», añadió el prelado advirtiendo que el país «se está convirtiendo en un volcán que revienta por todas partes: la gente quiere respeto de los derechos humanos, el derecho a la enseñanza, a la asistencia sanitaria, a la libertad... Esta gente nunca ha sido tomada en cuenta por el gobierno de Jartum». El ataque de las milicias árabes contra la etnia de Darfur se dirige a «ocupar su lugar, como han hecho en otros lugares: quieren desplazar la raza árabe a las zonas más fértiles, a las zonas donde pueden tener pastoreo», explicó. De hecho, «en Darfur está en marcha un proceso de arabización», mientras que «en el Sur de Sudán y en los montes Nuba hay un proceso forzado de islamización y de arabización. Quieren imponer a la gente que acepte ese tipo de Islam que van propagando en Sudán: el fundamentalismo islámico», denunció monseñor Gassis. «Y aunque en Darfur haya --supongamos-- muchos musulmanes, ciertamente no son fundamentalistas. Se quiere atacar la raza negra. Aquí hay una cuestión de etnia. En el Sur de Sudán y en los montes Nuba en cambio el problema viene de la etnia y de la religión. Además está también el aspecto económico, esto es, ocupar el lugar de esta población no árabe», aclaró. No hay que olvidar que las autoridades sudanesas y el «Ejército de Liberación Popular de Sudán» (SPLA) se encuentran actualmente en la fase final de un proceso de negociaciones cuyo objetivo es poner fin veinte años de guerra civil -entre el régimen islámico del norte y la rebelión del sur, de población mayoritariamente animista y cristiana-- que ha causado más de dos millones de muertos y cientos de miles de desplazados. Este conflicto armado estalló en 1983, cuando el ex presidente Gaafar Nimeiry instauró la «sharia» (ley islámica). En 1989 se impulsó el proceso de islamización forzada entre las poblaciones del sur. El pasado 7 de enero, el gobierno de Jartum y el SPLA firmaron en Naiwasha (Kenia) un histórico acuerdo sobre la repartición de los recursos petrolíferos de los yacimientos del sur del país; el pacto establece que en el período de transición de seis años ya acordado --desde el momento de la firma de la paz hasta el referéndum en el sur, que debería optar por la separación completa o por seguir viviendo con el gobierno del norte-- el petróleo se dividirá equitativamente por mitades. Mientras, las conversaciones «prosiguen en Naiwasha --constata monseñor Gassis--. Espero que el movimiento de liberación no piense sólo en sí mismo», porque «la paz firmada sin Darfur quiere decir que un día habrá un ataque masivo y continuado contra esta población». «Hago un llamamiento al régimen de Jartum --clama el prelado--: la guerra no lleva a ninguna conclusión, es más, ¡traerá más rencor, más sufrimiento, más odio!». (4) http://www.cesnur.org/2004/mi_bin 1.htm (5) http://www.cesnur.org/2004/mi_sharon 1.htm (6) http://www.cesnur.org/2004/mi_terrore.htm (7) http://www.cesnur.org/2004/mi_terroristi.htm (8) http://www.cesnur.org/2004/mi_bugie.htm (9) http://www.lucisullest.it/international/es/rcr-espanol.htm (10) http://www.iespana.es/revista-arbil/(78)fini.htm |