Una de las pruebas más evidentes
de la sumisión de los católicos a la
seudocultura relativista y de izquierdas
imperante la tenemos en la manera en cómo buena
parte del mundo católico, sobre todo europeo,
juzga la presidencia de George W. Bush. Al
respecto, léamos juntos un interesantísimo
artículo publicado en la revista de apologética
católica italiana Il Timone: Si
queremos impedir que el significado del
matrimonio cambie para siempre, nuestro país
tiene que adoptar una enmienda constitucional
para proteger el matrimonio en América. Hoy
solicito al Congreso aprobar cuanto antes, y
enviarlo a los estados para su ratificación, una
enmienda a nuestra Constitución que defina y
proteja el matrimonio como unión de un hombre y
una mujer.
Es el pasaje decisivo del
solemne discurso pronunciado por el presidente
americano George W. Bush el 24 de febrero desde
la sala Roosevelt de la Casa Blanca.
Es un mensaje
ciertamente no inesperado: desde hace meses Bush
insiste en la sacralidad del matrimonio y de la
hipótesis de una enmienda constitucional ad hoc
también había hablado en enero en el Discurso
sobre el Estado de la Unión, el mensaje más
importante de los presidentes de los EE.UU. que
es pronunciado al comienzo de cada año ante el
congreso unido.
Sin embargo la
decisión de Bush es explosiva, y no sólo porque
cae en el año de las elecciones presidenciales,
sino porque entra en el meollo de un combate
decisivo para el futuro de los Estados Unidos y
de Occidente. Afirmar como han hecho
algunos que se trata de un gesto electoral
para granjearse el consenso de la derecha
religiosa es por lo tanto un juicio
extremadamente reductivo que no hace justicia a
la verdad. Y, dicho sea de paso, la referencia
maliciosa a la derecha religiosa
(sinónimo obviamente de agregación negativa y
enemiga de la verdadera fe), parece
hecha a propósito para pacificar las conciencias
de tantos católicos que se sienten incómodos
con éste Bush tan próximo a las posturas
católicas cuando en cambio prefieren presentarlo
como el diablo que quiere la guerra y
amenaza el ambiente.
Bush rehén
de la derecha religiosa, por tanto, es una
manera de hablar mal de Bush incluso cuando apoya
posturas que los católicos deberían compartir.
Además los lobbies más poderosos y ricos son
otros, empezando por gays y lesbianas, que de
hecho han desencadenado una auténtica guerra
contra el presidente. Es importante destacar en
efecto que la razón por la cual Bush solicita
una enmienda constitucional es el hecho que estos
lobbies están tratando de destruir la
legislación americana que ya afirma
claramente que el matrimonio se da sólo entre
hombre y mujer por vía judicial. Lo ha
dicho claramente el mismo presidente ya en el
Discurso sobre el Estado de la Unión, donde ha
recordado antes que nada que existe una ley
federal la Defense Marriage Act
aprobada por el Congreso durante la presidencia
Clinton, que defiende el matrimonio como
unión de un hombre y una mujer y que
explícitamente prohíbe a cada uno de los
estados redefinir el matrimonio.
Sin embargo
ha dicho Bush ante el Congreso hay jueces
activistas que han comenzado a redefinir el
matrimonio a golpes de sentencias, con desprecio
de la voluntad del pueblo y de sus legítimos
representantes. Sobre una cuestión de
consecuencias tan graves la voz del pueblo debe
ser escuchada. Si los jueces insisten en imponer
su arbitraria voluntad por encima de la del
pueblo, la única alternativa que le queda al
pueblo es la de recurrir al proceso
constitucional.
La referencia
guarda relación con la situación que se creó
en Massachusetts (el estado de su probable
opositor John Kerry) y en California. Hay, por lo
tanto, en esta batalla una implicancia
institucional, con las acostumbradas minorías
que se sienten iluminadas y por ende
en la obligación de imponer a todos la sociedad
que consideran justa.
Que se pueda llegar
a aprobar una enmienda constitucional no está
nada claro, dada la complejidad del proceso y los
números necesarios (los 2/3 del Congreso y los
4/5 de los estados), pero la señal política es
de todas formas importantísima. También porque
Bush está librando la batalla por la familia (y
por el derecho a la vida) desde el primer momento
de su presidencia. Y sus motivaciones son las
más laicas que se pueda imaginar, aunque en el
Discurso sobre el Estado de la Unión ha hablado
claramente de la «santidad del matrimonio» que
«nuestra nación debe defender. Bush en
efecto considera que la permanencia de la
grandeza de América dependa de lo fuerte que
será la institución familiar.
Por ello ha presentado un
programa para favorecer el crecimiento de familias
sanas. Ya se ha aplicado a fondo para
efectuar recortes fiscales, pero sobre todo ha
puesto a punto un plan por 1.500 millones de
dólares para ayudar a las parejas a construir
matrimonios estables. Consciente que
no se trata sólo de una cuestión económica,
sino también y sobre todo cultural, Bush ya en
el 2003 había instituido una Semana para
la protección del matrimonio del 12 al 18
de octubre, con el objetivo de apoyar la
institución del matrimonio ayudando a las
parejas a construir matrimonios duraderos y a ser
buenos padres. En la proclamación solemne
de la Semana, el presidente americano
recuerda asimismo como las investigaciones
demuestren que, en media los niños
crecidos en familias estables guiadas por padres
casados crecen mucho mejor que no aquéllos
crecidos en otras situaciones familiares.
Es decir: tienen mejores resultados en el
colegio, y por lo tanto en la vida (y de esta
forma ayudan al progreso y al desarrollo del
país); están menos sometidos a desviaciones
sociales (lo cual significa menos criminalidad y
menos gastos para la asistencia social).
En pocas palabras, con
familias estables gana toda la sociedad. Y
también los particulares: «Apoyando familias
estables y una educación responsable, mi
Administración tiene la certeza que asegura que
todo niño pueda crecer en una casa segura y
acogedora». No debe, por lo tanto, sorprendernos
que en América los grupos pro-vida y pro-familia
se hayan ya declarado a favor de la reelección
de Bush. Recordemos, incidentalmente, que todos
los candidatos demócratas han iniciado sus
campañas visitando y apoyando a los movimientos
homosexuales y a las asociaciones abortistas. Los
Estados Unidos no son un país cualquiera, el
prevalecer de una u otra corriente significa
cambios importantes en el mundo entero. Por ello
la batalla de Bush también nos interesa a
nosotros: en juego están las mismas bases de
nuestra sociedad» (Riccardo Cascioli, http://www.iltimone.org).
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Ángel Expósito Correa
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