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Más sobre "La Pasión" de Mel Gibson

por José Antonio Benito

Si el arte barroco acunó los ideales militantes de Trento y de la Reforma Católica con su dinamismo formal, sensorialidad, contrapuntos, belleza realista, exuberancia ornamental; el cine de Gibson quiere dialogar con el mundo desde su pertenencia a la Iglesia y desde la certeza de su fe de un fervoroso fiel católico que quiere aplicar el Vaticano II con el magisterio de Juan Pablo II sobre la "nueva evangelización" o su "rema mar adentro"

Superó mis expectativas. Había leído y escuchado varios comentarios sobre la película. Iba "preparado" y me ha sorprendido y cautivado.

Salgo con más amor a Cristo y con la firme convicción de que "esta vida si no es para imitarle no es buena"- (Santa Teresa de Jesús). Qué conmoción habría tenido la gran Teresa de Ávila si se hubiese encontrado con esta imagen plástica. Su vida tibia y hasta frívola de 20 años de religiosa dio un vuelco total al contemplar la imagen de un Cristo muy llagado. Las escenas de la presente película son contundentes y te sacuden de alma como si te propinasen un fuerte calambrazo. Nada podrá ser igual. Amor con amor se paga.

Si el arte barroco acunó los ideales militantes de Trento y de la Reforma Católica con su dinamismo formal, sensorialidad, contrapuntos, belleza realista, exuberancia ornamental; el cine de Gibson quiere dialogar con el mundo desde su pertenencia a la Iglesia y desde la certeza de su fe de un fervoroso fiel católico que quiere aplicar el Vaticano II con el magisterio de Juan Pablo II sobre la "nueva evangelización" o su "rema mar adentro" cuando nos dice: "La contemplación del rostro de Cristo nos lleva así a acercarnos al aspecto más paradójico de su misterio, como se ve en la hora extrema, la hora de la Cruz. Misterio en el misterio, ante el cual el ser humano ha de postrarse en adoración" (Novo millennio ineunte n.25). La película viene a ser una suerte de lenta procesión que nos ofrece con detalle los pasos de las últimas horas de Jesús, valiéndose de todos los resortes de la técnica cineasta .

A mí me ha recordado la práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, "contemplar como si me presente me hallase" "reflectir para sacar algún provecho", "el hombre es creado para la mayor gloria de Dios", "¿qué he hecho por Cristo, qué hago, qué voy a hacer?", "en todo amar y servir".

La pasión de un hombre, Mel Gibson, ha quedado aprisionada con la Pasión de un Dios. Hay una mirada serena, contemplativa, llena de gratitud y ternura ante un Dios misericordioso.

"Contemplata aliis tradere": "llevar a los demás lo contemplado, el adagio de Santo Tomás lo cumple a la perfección Mel Gibson. Lo contemplado, lo vivido, nos lo comparte como un compromiso misionero y apostólico. Fidelidad precisa al Evangelio pero sin renunciar al sello personal de su creatividad. El director se juega el tipo con la película. Ha optado por la excelencia en actores, vestuario, foto, técnicas...y él mismo, se ha dado como quien salda una deuda y repara con amor.

El realismo de paisajes y personajes, con una belleza plástica impresionante, se complementan con símbolos clave a la hora de marcar los acentos. El diablo –serpiente, rasgos femeninos- artero y astuto, no para ni un momento; busca la muerte y desesperación como en Judas o el aniquilamiento tentador como Jesús en Getsemaní o la traición e infidelidad como en Pedro. El arameo de los personajes judíos y el latín de los soldados romanos no distrae, más bien te ayuda a meterte de lleno en la escena.

La crueldad y crudeza de terribles escenas, llenas de sangre, tienen un sentido, un por qué. La película comienza con el texto del salmo del siervo doliente de Isaías. Nada de suavizar sufrimientos románticos. Lo que fue, tal cual, sin cruces acarameladas ¡Cuántas películas de terror la superan en violencia y dramatismo con estúpidos y estériles sufrimientos!

Me ha cautivado la estrecha y permanente relación entre Jesús y María, desde los misterios dolorosos a los gozosos y luminosos. Se puede hacer una lectura de la película desde el corazón de María; viene a ser como un Rosario dedicado a Jesús desde María. La escena hogareña en la que Jesús prepara la mesa eucarística es un baño de luz y de esperanza. Jesús bromea y sonríe en la vida ordinaria de Nazaret. Pero María –a veces se nos olvida- sigue a Jesús en todo momento, participa de sus mismos sentimientos y le acompaña no sólo en el final del Calvario sino en todo el doloroso vía crucis Magistral es la escena con Pilato y la búsqueda de la verdad.

Hay un deseo claro del procurador romano de salvar a Jesús, especialmente a raíz de las declaraciones de su esposa Prócula. Cree haber descubierto la "veritas" pero le interesa el "puesto" político. Llega al máximo al hacer flagelar a Jesús ("¡Ecce Homo!") para intentar conmover a las masas y lograr soltarlo, pero no lo consigue. Por fin, se "lava las manos" y permite que le condenen.

El personaje de Judas merece un comentario aparte. Aparece como uno de los íntimos pero defraudado. Cuando entrega a su Maestro cae en la cuenta de su loca traición. Quiere arrepentirse pero ya es tarde. Impresiona la escena en la que aparece Judas con los niños; son ellos, la inocencia, quien le condena, quien le lleva al precipicio con su suicidio Gibson recoge el sentir de muchos padres espirituales de que toda la vida de Cristo fue cruz, pasión. Una pasión que no es amargura sino madurez, armonía, plenitud, paz. Esta pasión está azuzada constantemente por el diablo pero terminará en victoria. La escena final, breve, como un relámpago, nos abre la puerta, dilata el horizonte, nos baña de luz y esperanza. Tal como relatan los evangelistas y conocemos por el testimonio del Lienzo de Turín, Jesús resucita dejando los lienzos en el suelo.

Nada de antisemitismo. Jesús era judío, su madre también, todos los discípulos también. La culpa queda compartida; nunca recae en el pueblo, a pesar de haber pedido –siete días después de la entusiasta aclamación del Domingo de Ramos- la muerte del Señor, y hacerse responsables de la misma. Son judíos concretos, Anás, Caifás, y romanos que ejecutan la sentencia Pilato. Si los primeros le culpan por blasfemo, los segundos por rebelde y atentar contra Roma. Pero también hubo judíos que le defendieron; empezando por María, su Madre, y María Magdalena; y los miembros del Sanedrín José de Arimatea y Nicodemo. Como escribe el P. Emiliano Manso: "cada uno debe aceptar su propia responsabilidad. Los romanos eran quienes tenían la potestad jurídica de aplicar la pena capital, la pena de muerte en la cruz. Y, de hecho ellos, el gobernador romano Pilato, es quien condena a Jesús por falsos motivos políticos. Pero éste no lo hubiera condenado sin la propuesta y las presiones de los judíos. Los judíos fueron quienes pidieron la pena de muerte de la crucifixión de Jesús...Después, todos somos responsables de la condena de Jesús, en cuanto a que la razón última de su muerte es por los pecados, para expiar los pecados de todos". Pero, ¡oh feliz culpa que mereció tal redención!

Kiko Argüello, al hablar de su conversión, se retrata en la siguiente vivencia. Uno de los jefes del campo de Auschwitz se estaba dando cuenta de las atrocidades en el genocidio del pueblo hebreo. Un día, mientras estaba realizando una inspección del campo, vio pasar a un grupo de hombres y mujeres llevados a las cámaras de gas; iban todos desnudos. En aquel momento sintió en su corazón un dolor muy grande y se preguntó a sí mismo: "¿qué tengo que hacer para ayudarles, para estar en paz conmigo mismo? Sintió que tenía que desnudarse y ponerse en la fila con ellos. ¿Será por esto por lo que la película está operando tantas conversiones? Se cumple su profecía: "Cuando sea elevado en lo alto (en la cruz) atraeré a todos hacia Mí".

Doy gracias al Señor por este regalo y animo a que todos la veamos, comentemos y vivamos: "llevemos el mayor bien al mayor número".

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José Antonio Benito

 

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