Superó mis expectativas. Había
leído y escuchado varios comentarios sobre la
película. Iba "preparado" y me ha
sorprendido y cautivado. Salgo con más amor a
Cristo y con la firme convicción de que "esta
vida si no es para imitarle no es buena"-
(Santa Teresa de Jesús). Qué conmoción habría
tenido la gran Teresa de Ávila si se hubiese
encontrado con esta imagen plástica. Su vida
tibia y hasta frívola de 20 años de religiosa
dio un vuelco total al contemplar la imagen de un
Cristo muy llagado. Las escenas de la presente
película son contundentes y te sacuden de alma
como si te propinasen un fuerte calambrazo. Nada
podrá ser igual. Amor con amor se paga.
Si el arte barroco acunó los ideales
militantes de Trento y de la Reforma Católica
con su dinamismo formal, sensorialidad,
contrapuntos, belleza realista, exuberancia
ornamental; el cine de Gibson quiere dialogar con
el mundo desde su pertenencia a la Iglesia y
desde la certeza de su fe de un fervoroso fiel
católico que quiere aplicar el Vaticano II con
el magisterio de Juan Pablo II sobre la
"nueva evangelización" o su "rema
mar adentro" cuando nos dice: "La
contemplación del rostro de Cristo nos lleva así
a acercarnos al aspecto más paradójico de su
misterio, como se ve en la hora extrema, la hora
de la Cruz. Misterio en el misterio, ante el cual
el ser humano ha de postrarse en adoración"
(Novo millennio ineunte n.25). La película viene
a ser una suerte de lenta procesión que nos
ofrece con detalle los pasos de las últimas
horas de Jesús, valiéndose de todos los
resortes de la técnica cineasta .
A mí me ha recordado la práctica de los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola,
"contemplar como si me presente me
hallase" "reflectir para sacar algún
provecho", "el hombre es creado para la
mayor gloria de Dios", "¿qué he hecho
por Cristo, qué hago, qué voy a hacer?",
"en todo amar y servir".
La pasión de un hombre, Mel Gibson, ha
quedado aprisionada con la Pasión de un Dios.
Hay una mirada serena, contemplativa, llena de
gratitud y ternura ante un Dios misericordioso.
"Contemplata aliis tradere":
"llevar a los demás lo contemplado, el
adagio de Santo Tomás lo cumple a la perfección
Mel Gibson. Lo contemplado, lo vivido, nos lo
comparte como un compromiso misionero y apostólico.
Fidelidad precisa al Evangelio pero sin renunciar
al sello personal de su creatividad. El director
se juega el tipo con la película. Ha optado por
la excelencia en actores, vestuario, foto, técnicas...y
él mismo, se ha dado como quien salda una deuda
y repara con amor.
El realismo de paisajes y personajes, con una
belleza plástica impresionante, se complementan
con símbolos clave a la hora de marcar los
acentos. El diablo serpiente, rasgos
femeninos- artero y astuto, no para ni un
momento; busca la muerte y desesperación como en
Judas o el aniquilamiento tentador como Jesús en
Getsemaní o la traición e infidelidad como en
Pedro. El arameo de los personajes judíos y el
latín de los soldados romanos no distrae, más
bien te ayuda a meterte de lleno en la escena.
La crueldad y crudeza de terribles escenas,
llenas de sangre, tienen un sentido, un por qué.
La película comienza con el texto del salmo del
siervo doliente de Isaías. Nada de suavizar
sufrimientos románticos. Lo que fue, tal cual,
sin cruces acarameladas ¡Cuántas películas de
terror la superan en violencia y dramatismo con
estúpidos y estériles sufrimientos!
Me ha cautivado la estrecha y permanente
relación entre Jesús y María, desde los
misterios dolorosos a los gozosos y luminosos. Se
puede hacer una lectura de la película desde el
corazón de María; viene a ser como un Rosario
dedicado a Jesús desde María. La escena hogareña
en la que Jesús prepara la mesa eucarística es
un baño de luz y de esperanza. Jesús bromea y
sonríe en la vida ordinaria de Nazaret. Pero María
a veces se nos olvida- sigue a Jesús en
todo momento, participa de sus mismos
sentimientos y le acompaña no sólo en el final
del Calvario sino en todo el doloroso vía crucis
Magistral es la escena con Pilato y la búsqueda
de la verdad.
Hay un deseo claro del procurador romano de
salvar a Jesús, especialmente a raíz de las
declaraciones de su esposa Prócula. Cree haber
descubierto la "veritas" pero le
interesa el "puesto" político. Llega
al máximo al hacer flagelar a Jesús ("¡Ecce
Homo!") para intentar conmover a las masas y
lograr soltarlo, pero no lo consigue. Por fin, se
"lava las manos" y permite que le
condenen.
El personaje de Judas merece un comentario
aparte. Aparece como uno de los íntimos pero
defraudado. Cuando entrega a su Maestro cae en la
cuenta de su loca traición. Quiere arrepentirse
pero ya es tarde. Impresiona la escena en la que
aparece Judas con los niños; son ellos, la
inocencia, quien le condena, quien le lleva al
precipicio con su suicidio Gibson recoge el
sentir de muchos padres espirituales de que toda
la vida de Cristo fue cruz, pasión. Una pasión
que no es amargura sino madurez, armonía,
plenitud, paz. Esta pasión está azuzada
constantemente por el diablo pero terminará en
victoria. La escena final, breve, como un relámpago,
nos abre la puerta, dilata el horizonte, nos baña
de luz y esperanza. Tal como relatan los
evangelistas y conocemos por el testimonio del
Lienzo de Turín, Jesús resucita dejando los
lienzos en el suelo.
Nada de antisemitismo. Jesús era judío, su
madre también, todos los discípulos también.
La culpa queda compartida; nunca recae en el
pueblo, a pesar de haber pedido siete días
después de la entusiasta aclamación del Domingo
de Ramos- la muerte del Señor, y hacerse
responsables de la misma. Son judíos concretos,
Anás, Caifás, y romanos que ejecutan la
sentencia Pilato. Si los primeros le culpan por
blasfemo, los segundos por rebelde y atentar
contra Roma. Pero también hubo judíos que le
defendieron; empezando por María, su Madre, y
María Magdalena; y los miembros del Sanedrín
José de Arimatea y Nicodemo. Como escribe el P.
Emiliano Manso: "cada uno debe aceptar su
propia responsabilidad. Los romanos eran quienes
tenían la potestad jurídica de aplicar la pena
capital, la pena de muerte en la cruz. Y, de
hecho ellos, el gobernador romano Pilato, es
quien condena a Jesús por falsos motivos políticos.
Pero éste no lo hubiera condenado sin la
propuesta y las presiones de los judíos. Los judíos
fueron quienes pidieron la pena de muerte de la
crucifixión de Jesús...Después, todos somos
responsables de la condena de Jesús, en cuanto a
que la razón última de su muerte es por los
pecados, para expiar los pecados de todos".
Pero, ¡oh feliz culpa que mereció tal redención!
Kiko Argüello, al hablar de su conversión,
se retrata en la siguiente vivencia. Uno de los
jefes del campo de Auschwitz se estaba dando
cuenta de las atrocidades en el genocidio del
pueblo hebreo. Un día, mientras estaba
realizando una inspección del campo, vio pasar a
un grupo de hombres y mujeres llevados a las cámaras
de gas; iban todos desnudos. En aquel momento
sintió en su corazón un dolor muy grande y se
preguntó a sí mismo: "¿qué tengo que
hacer para ayudarles, para estar en paz conmigo
mismo? Sintió que tenía que desnudarse y
ponerse en la fila con ellos. ¿Será por esto
por lo que la película está operando tantas
conversiones? Se cumple su profecía:
"Cuando sea elevado en lo alto (en la cruz)
atraeré a todos hacia Mí".
Doy gracias al Señor por este regalo y animo
a que todos la veamos, comentemos y vivamos:
"llevemos el mayor bien al mayor número".
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José Antonio Benito
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