El pensamiento
filosófico renacentista
En opinión de Giraldi, un pensamiento
filosófico y científico aparecerá cuando
el Renacimiento ya está declinando. Pero,
manifestando una cierta contradicción con lo
expresado anteriormente, a renglón seguido,
admite que: El Renacimiento ha roturado
mucho terreno especulativo; ha encarado todas las
ramas del conocimiento humano; ha osado lo
inosable, ilusionándose de haber alcanzado la
verdad captándola en su esencia".(1)
La descripción contradictoria de la época
renacentista, hecha por Giraldi, nos presenta las
dificultades implícitas en una definición
unívoca del pensamiento filosófico del
humanismo renacentista, por la complejidad que
caracteriza este ciclo de la cultura europea
occidental, reflejándose además en sus
tendencias especulativas. Bien lo aclara
entre otros José Ferrater Mora; quien en
su Diccionario de Filosofía, a la voz
Renacimiento escribe:
"Se suele llamar Renacimiento a un
período de la historia de Occidente
caracterizado por varias notas: resurrección de
la Antigüedad clásica, crisis de creencias e
ideas; desarrollo de la individualidad o,
en términos de Jakob Burckhardt, descubrimiento
del hombre como hombre -; concepción del Estado
como obra de arte; descubrimiento de nuevos
hechos y nuevas ideas, ampliación del horizonte
geográfico e histórico; fermentación de nuevas
concepciones sobre el hombre y el mundo;
confianza en la posibilidad del conocimiento y
dominio de la Naturaleza; tendencias escépticas;
exaltación mística; actitud crítica, etc.
Puede verse fácilmente que estas y otras notas
que podrían agregarse son tan diversas y en
parte tan contradictorias entre sí que no
permiten caracterizar el período en cuestión
con razonable vigor.
Y más adelante, agrega que otros autores
señalan que todas las notas indicadas, y
otras además, caracterizan el Renacimiento
justamente porque este período se distingue de
otros por su carácter multiforme y
conflictivo. (2) Siempre en opinión de
Ferrater Mora, el humanismo renacentista
no es, propiamente hablando, una tendencia
filosófica, ni siquiera un nuevo estilo
filosófico porque no hay in
conjunto de ideas filosóficas comunes a autores
como Erasmo, Montaigne, Nicolas de Cusa, Marsilio
Ficino, Pico della Mirandola, Valla, Ramus y
otros autores a quienes suele calificarse,
justamente o no, de humanistas. (3)
Dicho esto, el citado Ferrater Mora admite
por otro lado que sería incorrecto
no reconocer a los humanistas renacentistas un
interés por la especulación filosófica, a lo
menos por la filosofía moral, que fue
intensamente cultivada por ellos.
Si bien no se reconoce al humanismo renacentista
la calificación de época
filosófica como lo fueron la Antigüedad y
la Edad Media, todavía fue parte significativa
de una atmósfera filosófica entre
el final del siglo catorce y gran parte de los
siglos quince y dieciséis.
Tal atmósfera filosófica, en el
ámbito especulativo marcó sin duda una
atmósfera renovadora que George Uscatescu
ha felizmente esbozado con estas palabras:
Vivía el hombre europeo en aquella
época una situación muy parecida a la nuestra.
Los límites de la Geografía y en parte los
límites del conocimiento, estaban rotos.
Horizontes nuevos se abrían ante el Espíritu,
con una euforia que los hombres no habían
conocido nunca. Ante estos nuevos amplios
horizontes, se levantaba una visión optimista,
una confianza casi absoluta en el destino del
hombre, una seguridad inédita en todo tipo de
solución de las situaciones antinómicas
heredades de la filosofía medieval. Un
auténtico sentido de plenitud se desprende por
doquier, en los contactos del hombre con el
universo. (4)
Este sentido de plenitud se manifiesta en dos
tiempos. En el primero, los filósofos
renacentistas redescubren el microcosmo humano;
eso es: el hombre en su dignidad de criatura de
Dios, en su vocación histórica, en la libertad
de su destino. En el segundo tiempo, ellos
redescubren el macrocosmo de la Naturaleza,
considerada como una totalidad viviente puesta al
servicio del hombre.
Las investigaciones filológicas y literarias,
los fermentos artísticos del primer tiempo
abonaron el cultivo cultural en cual florecieron
originales síntesis filosóficas y se renovaron
los estudios especulativos, marcando un tránsito
desde el teocentrismo dominante en la Edad Media
hacia el antropocentrismo creciente en el
Renacimiento y en Modernidad.
Renacen las escuelas filosóficas de la época
helenística, pero bajo una perspectiva distinta.
Platón y Averroés, en oposición a un
formalismo especulativo que había momificado la
filosofía aristotélica según la
interpretación naturalista y materialista
desarrollada en el siglo II° d.C., por Alejandro
de Afrodisia.
Marsilio Ficino, el Platón Renacentista
La filosofía teocéntrica de la Edad Media
había puesto a Dios como propio punto de
partida; al revés, los pensadores renacentistas
operando una revolución antropocéntrica
pusieron al hombre como punto central de
su especulación filosófica.
Entre los autores de tal revolución se destacó,
entre otros, la eminente figura de Marsilio
Ficino recordado como alter Plato (el otro
Platón) por haber protagonizado en Florencia el
renacimiento del pensamiento platónico.
Nació en Figline Valdarno un centro
provinciano de toscana el 19 de octubre de
1433.
Acompañado por su padre Diotifeci, médico,
siendo todavía muy joven, en la primavera de
1459 visitó a Cosimo de Medici, señor de
Florencia; quien cultivaba el sueño de hacer
revivir en Toscana el pensamiento platónico por
medio de una institución que retomara la
tradición de la antigua academia ateniense.
Intuyendo en Marsilio una joven promesa en tal
sentido, Cosimo de Medici lo convenció de
abandonar la carrera de medicina a la que era
inscrito para dedicarse por completo a los
estudios humanísticos.
Por tal fin, en 1462, el mismo Cosimo regala a
Marsilio la villa Montevecchi de Careggi, en la
periferia de Florencia, para facilitarle sus
estudios.
El primer maestro de Marsilio había sido Nicoló
Tignosi, un convencido seguidor de Aristóteles,
pero cuando el joven estudiante encontró al
preceptor de los Gonzaga (señores de Mántua),
apodado el Platina, el peripatismo aristotélico
apareció no scientia sino malitia a
Marsilio Ficino, quien después de este encuentro
dirige sus intereses culturales hacia el
platonismo.
Marsilio se dedicó a traducir al latín el Corpus
Hermeticum, los diálogos de Platón, las Eneadas
de Plotino, los escritosde Porfirio, Proclo y
otros filósofos neoplatónicos. Escribió
comentarios a Platón y Plotino; entre 1469 y
1474 sistematizó su propio pensamiento en
dieciocho libros titulados Theologia Platonica,
en un tratado teológico (De Christiana
Religione) y en otras obras menores (De
voluptate y De triplici vita).
El maestro de Marsilio, Nicoló Tignosi, era un
convencido admirador de Aristóteles pero el
peripatismo aristotélico, pronto apareció al
joven alumno no scientia, si bien
malitia y por lo tanto dirigió pronto su
interés cultural a los escritores platónicos.
Pero será el encuentro con el Platina, preceptor
de los Gonzaga, señores de Mántua, el hecho
decisivo que lo convierte al platonismo.
La residencia del Ficino en Careggi, se
transforma paulatinamente en la famosa
Academia Platónica en la que se
reúnen destacados humanistas: de Poliziano al
Pulci, de Cristoforo Landini a Pico della
Mirandola, de Lorenzo de Medici al joven
Miguelangel.
Muerto Cosimo de Medici (1464), es su hijo Piero
que asume la protección de Marsilio Ficino
animándolo a traducir el Corpus Hermeticum
llegado recién del Oriente.
A los cuarenta años Marsilio es ordenado
sacerdote católico (1473) para complacer
también a Lorenzo de Medici; quien desde 1469
había asumido, con el hermano Giuliano, la
potestad de príncipe de Florencia.
La decisión de consagrarse al sacerdocio es
corroborada en el año siguiente, cuando,
afectado por una enfermedad grave, Marsilio
(. Ex pagano Christi miles factus.
Es decir: Transformado de pagano en soldado de
Cristo) hace ofrenda a la Virgen María de
dedicar toda su vida al ideal de una
conciliación intelectual entre paganismo y
cristianismo, demostrando la intrínseca unida de
filosofía y religión; Tarea que él cumple
después de 1474 escribiendo De christiana
religione y, en 1482, Theologia platonica.
Entre la composición de estas dos obras se
sitúa un hecho sangriento que quita para siempre
a Ficino su anterior serenidad personal e
intelectual. Se trata de la conjura por la que
dos familias opositoras (Los Pazzi y los
Salviati) en 1479 intentaron asesinar a Lorenzo y
Giuliano de Medici, durante una ceremonia
religiosa en la catedral de Florencia, resultando
mortalmente apuñalado Giuliano, mientras que
Lorenzo, objeto principal de la conjura, se
salvó por milagro. El hecho que en el asesinato
resultaran involucrados dos curas haciendo
evidente la sospecha que la conjura fuese
inspirada desde roma dejó muy turbado a
Marsilio Ficino porque demostraba que un asunto
mundano como la lucha por el poder, podía
prevalecer por sobre las sagradas exigencias de
la fe hasta en las más altas jerarquías
vaticanas.
Traduciendo el Corpus Hermeticum, en el
tratado de Hermes Trismegisto titulado Primado
Marsilio encuentra un paso en el que se
describe la creación Anthropos en términos
análogos a los que en la Biblia es relatada la
creación de Adán.
En el paso citado se lee: El Nous,
padre de todas las cosas, quien es vida y luz,
engendró a Anthropos símil a Él y lo amó como
hijo propio, porque era bellísimo reproduciendo
en él la imagen del padre. De hecho, en él Dios
amó a su misma forma y le confió toda la
creación.
Siempre en el Pimandro se
afirma que el Logos de Dios es de la misma
sustancia del padre utilizando el mismo
vocablo griego que el concilio cristiano de Nicea
(325 d.C.) adopta para proclamar en el símbolo
apostólico del catolicismo romano
El Credo que Cristo,
segunda persona de la Trinidad, es consustancial (homooúsion)
a Dios Padre y no símil (homooios) como
pretendían los partidarios de Ario.
Es de aquí en el Amor del Nous que
es vida y luz y engendra a Anthropos que
brota el motivo esencial del pensamiento de
Marsilio Ficino: el hombre, criado por Dios en un
acto de amor, se erige en figura central del
universo. Y es también aquí donde radica el
principio de la dignidad del hombre; principio
desarrollado por Marsilio con método
rigurosamente filosófico.
La capacidad de conocerse a sí mismo que el
hombre posee (esto es: su autoconciencia)
sostiene Marsilio implica la
posibilidad de conocer lo divino que habita en lo
humano (Epist. I pág. 659). Su
autoconciencia racional permite al hombre de
comprenderse no sólo a sí mismo, sino de intuir
a Dios. Así que la racionalidad el hombre abarca
todo de todo. Entonces el hombre se hace
compendio del universo; lo que lo estimula demás
a experimentar en sí mismo todas las vidas (Theol.
Plat., XIV, pág. 309-311).
Esta infinita experiencia humana engendra el
concepto de historia, entendido como evolución
permanente que trae consigo la libertad, como
anhelo permanente del hombre; quien tiene en su
vida tres guías: la razón, la autoridad, la
experiencia, y es en esta última que se
concentran las otras dos.
Sin embargo, es en la ciencia divina de la
filosofía que el hombre puede alcanzar su
plenitud elevándose a la esencia misma de la
verdad que es Dios mismo, Logos del mundo,
porque la mente humana cuando alcanza la verdad
logra, a su vez, la razón divina. De aquí,
Marsilio Ficino deduce que la religión es una
necesidad natural para el hombre. Quien por esa
misma necesidad difiere de las otras criaturas
del mundo animal (Theol. Plat., XIV, pág.
230).
La importancia clave del hombre, en la
concepción filosófica de Ficino, no significa
un desplazamiento de Dios.
Dios se hizo hombre para que de alguna vez y de
algún modo el hombre pudiera hacerse Dios. Tal
posibilidad se manifiesta en la misma alma
humana, definida por Marsilio como tertia
essentia porque representa el término medio
entre lo terrenal y lo ultraterrenal, entre lo
material y lo espiritual, entre lo inmanente y lo
trascendente.
A la posición mediana del alma en el cosmos,
corresponde la posición mediana de la Belleza:
término medio entre la Bondad y la
Justicia.
El universo según Ficino se ordena
en cinco niveles. Cuerpo, Alma, Angeles, Dios. En
este universo ficiniano, el alma ocupa la
posición intermedia entre el nivel corpóreo,
que ella misma produce y el nivel divino al que
constantemente el alma aspira. Por esta misma
posición central, el alma se hace "copula
del mundo: punto de encuentro entre el Amor
de Dios que baja hacia los hombres y el amor del
hombre que se eleva hacia Dios.
La Belleza, a su vez, se expresa en el Amor
absoluto mediante el cual Dios se manifiesta en
el mundo y el mundo se reconoce en Dios.
En toda la visión filosófica de Marsilio Ficino
circula de continuo la universalidad del Amor,
cual manifestación de lo divino en la realidad
cósmica; lo que en opinión de algún
comentarista confiere una fisionomía
subjetivista a la religión, a la moral, a la
política, a la educación, a la estética.
Reproche, este, que nos parece inmerecido, porque
Ficino como bien ha destacado José
Ferrater Mora intentó lograr una
construcción filosófica que permitiera alcanzar
la pax fidei; lo que, a su entender,
sólo era posible per la estrecha unión de
las creencias cristianas con la tradición
intelectual griega, una vez depurada esta última
de todo elemento espurio. Y eso significaba
pasar por alto en la tradición especulativa
griega cuanto no representara una anticipación
del cristianismo, cuya esencia medular para
Ficino non era de carácter dogmático. Tanto es
así que, como glosa a continuación Ferrater
Mora: Justamente uno de los rasgos más
constantes en el pensamiento
filosófico-religioso de Ficino es el de destacar
la unidad de la religión a través de la
variedad de los ritos. Por eso la verdad se
encuentra no solamente en la revelación en
sentido estricto, tal como está en las Sagradas
Escrituras, sino también en la revelación
de carácter racional recibida por los antiguos
filósofos y muy especialmente por Platón y
Plotino (5)
La filosofía de Marsilio Ficino tuvo
repercusiones en el pensamiento filosófico
posterior, como ad ejemplo en el
voluntarismo que marca la filosofía de
Schopenhauer y en el intuicionismo de
Bergson, donde emerge una sorprendente analogía
con el concepto de Amor que en Ficino es voluntad
capaz de suscitar toda realidad. Igualmente el
concepto ficiniano de autoconciencia
encuentra un eco en el actualismo
filosófico de Giovanni Gentile, especialmente en
la actividad creadora del acto puro
que se hace así mismo (autoctisi) y donde
brota toda realidad en acción·- ·-·
-··· ···-·
Primo Siena
Notas
1 Véase G.GIRALDI, Storia della Pedagogia, Ed.
A.Armando,Roma 1969, pág. 125.
2 J.FERRATER MORA, Obra cit., tomo III, pág.
3066-07
3 IDEM, Ibídem, voz Humanismo, tomo
II, pág. 1700-01
4 G.USCATESCU, Utopía y plenitud histórica,
cap. "El tiempo de la plenitud", Ed.
Guadarrama, Madrid 1963, pág. 85
5 Véase J.FERRATER MORA, Diccionario de
Filosofía, tomo II, pág. 1263-64
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