Está bien, es cierto, hay que
desconectarse. Para descansar de verdad, no se
puede seguir pensando en el día a día de las
semanas anteriores y en las que ciertamente
llegarán en marzo. Pero, ¿de qué se
desconecta en realidad un chileno trabajador, una
chilena operaria? ¿De grandes problemas de gestión
o de gigantescas responsabilidades en
inversiones? No, eso es para unos pocos cientos o
pocos miles. La inmensa mayoría, en realidad, se
desconecta de muchas rutinas, de numerosas
automatizaciones, de procedimientos repetitivos y
mecanizados a los que han estado sujetos por once
meses.
No parece entonces razonable que se les
recomiende a ultranza simplemente desconectarse,
porque una vez modificados los horarios y los hábitos,
lo más probable es que los chilenos y las
chilenas comunes y corrientes, en sus vacaciones,
adquieran otras rutinas, otras automatizaciones,
nuevos hábitos y a no ser que estos últimos
tengan un sustancioso contenido, no descansen de
verdad.
Cuántas veces hemos oído quejarse al
trabajador de que a los 3 o 4 días de
vacaciones, ya no sabe qué hacer. Y no descansa.
Por eso, si no se enseña a conectarse con
cosas buenas, ¿de qué sirve desconectarse de
las rutinas si la tendencia natural será a
aburrirse o a generar otras rutinas
quizás
realmente malas?
Por eso, en vacaciones hay que aprender, sin
amarras, a conectarse a nuevas actividades. No al
vacío, sí al contenido. En primer lugar, la
conversación. Sabrosa, chispeante, atenta, en
que hasta los más chicos puedan participar,
larga, reposada. En segundo lugar, al deporte y
los paseos: mientras más familiares, mejor; y si
la actividad es algo más individualista, que por
lo menos sea de a dos; y como tercera recomendación,
la lectura. Una novela por vacaciones, meta
sencilla para conocer más y mejor la literatura
universal clásica y la nuestra (y si dos o más
leen el mismo libro al mismo tiempo, qué bien se
retroalimenta la conversación).
Las imágenes de unas vacaciones tirados al
sol son falsas y dañinas. Nos hablan de una
desconección total, por horas, días y semanas,
mientras que todos sabemos que la vida real va
pasando a nuestro lado, también en vacaciones. Y
que para descansar, nada mejor que conectarse con
ella a través de la conversación, el deporte y
la lectura.
Y si de todas maneras Ud. se quiere
desconectar de algo muy concreto, un consejo
final: Apague el televisor. Mejor aún, ni lo
lleve a sus vacaciones.
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Gonzalo Rojas Sánchez
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