Siguen siendo fuente de polémica los Protocolos de los Sabios de Sión, el más conocido de los falsos antisemitas del siglo XX expuesto en el mes de enero de 2004 en la nueva gran Biblioteca de Alejandría de Egipto. Tras haber presentado a los visitantes de una exposición sobre los textos sagrados judíos una edición de los Protocolos como fuente de informaciones auténticas e importantes sobre el judaísmo, la dirección de la Biblioteca ha cedido ante las críticas de la prensa de varios países, y ha quitado de la exposición el volumen contestado. Ahora la asociación de los Hermanos Musulmanes, la mayor organización fundamentalista mundial que tiene su sede central en Egipto, pide la dimisión del director de la Biblioteca, acusado de servilismo hacia Occidente e Israel. Quinientos intelectuales lo defienden en un llamamiento, donde no podían faltar las referencias a los «legítimos derechos árabes”. Los Protocolos son el supuesto «documento» de un plan judío de control del mundo, redactado según las hipótesis más recientes y fiables en Rusia entre 1902 y 1903 por ambientes antisemitas rusos, de donde pasa a la policía zarista, que sin embargo parece no haber sido el cliente, en base a un texto anti-bonapartista de 1864 del abogado parisino Maurice Joly (1829-1879), cambiando el sujeto del complot, de la familia Bonaparte a los judíos, y de la novela Biarritz (1868) del periodista alemán antisemita Hermann Goedsche (1815-1878). Son publicados por primera vez, en ruso, en 1903 en versión reducida en el periódico Znamia, luego en 1905 como opúsculo en San Petersburgo. De aquí pasan más o menos al mundo entero. Que se trate de un falso es algo obvio desde hace decenios para quien haya estudiado la cuestión. O, al menos, es obvio en Occidente. Escribe el profesor Menahem Milson en un estudio de 2003 que “cuando los Protocolos son mencionados en los medios de comunicación árabes, siempre son presentados como absolutamente auténticos”. En 2002 la serie de televisión egipcia “Caballeros sin caballo” ha puesto en escena los Protocolos en el mes del Ramadán, con audiencias fenomenales en todo el mundo árabe. Tras las protestas occidentales, para el Ramadán de 2003 varios canales de televisión árabes han puesto otra serie – esta vez siria, La Diáspora – que en esencia tiene las mismas referencias e incluso aumenta la dosis, aun declarando en una advertencia antes de cada capítulo de no estar basado en los Protocolos. El antisionismo (1) árabe a menudo utiliza confusamente argumentos sacados del antijudaísmo y del antisemitismo occidentales, Protocolos incluidos, sin olvidar la existencia de un antijudaísmo religioso específicamente islámico. La mixtura es explosiva. Puede explotar fácilmente, merced también a la tolerancia de aquello que en Occidente se manifiesta, como ha declarado el filósofo Jürgen Habermas en una entrevista a Le Monde, como “antisemitismo de izquierdas bajo forma de amalgama de temas anticapitalistas y antisionistas”, unido a un “anti-americanismo que sirve a los incorregibles como tapadera a su antisemitismo”. Un auténtico complejo antisionista empuja a ésta izquierda a tolerar con benevolencia en los “amigos” árabes aquéllo que no es una legítima crítica a Israel sino un retorno a las manifestaciones más oscuras del antisemitismo (2). Un buen ejemplo de la degeneración patológica de cierto anti-americanismo europeo lo tenemos en la investigadora de ciencias políticas en la Universidad de Paris 1 Florence Lacroix, autora de una polémica tesis sobre la Soka Gakkai. En efecto, como comenta el director del CESNUR Massimo Introvigne, “En uno de los más importantes estudios sociológicos recientes de las relaciones entre nuevos movimientos religiosos y sociedad, New Religious Movements in the 21st Century, por Phillip Charles Lucas y Thomas Robbins (Routledge, Nueva York-Londres 2004), sea Danièle Hervieu-Leger (3) sea Susan Palmer notan como, tras el 11-S, la violenta campaña “ contra las sectas” (4) de las instituciones fue atenuándose. El terrorismo del ultra-fundamentalismo islámico se presenta como una amenaza más concreta e inmediata, y es a este frente que se trasladaron los recursos anteriormente ubicados en la “lucha anti-sectas”. Existe sin embargo el peligro que las organizaciones anti-sectas, empujadas al margen del escenario y apoyadas por fondos públicos reducidos, den espacio a las posturas de tipo «conspirativo» y patológico que, como apunta en el mismo libro Susan Palmer, han estado siempre presentes – aunque no siempre hayan prevalecido – en sus filas. “Por qué en Francia existan violentas campañas contra las “sectas” que serían inconcebibles en países como Italia o Gran Bretaña es objeto de numerosos estudios – en especial, de la misma Danièle Hervieu-Leger – sobre los que no voy a tratar temáticamente en esta sede. Brevemente, las hipótesis sociológicas predominantes son las de una crisis del modelo de la laïcité [que debe ser traducido como laicismo y no laicidad, n.d.r.] (acompañada por una crisis de la Iglesia católica, que sobre la aceptación de la laïcité había jugado su apuesta pastoral), a la cual las instituciones reaccionan atacando todo aquel que se ponga fuera de este modelo (desde las «sectas» a las alumnas musulmanas que llevan el velo), y con miedo frente a la globalización y a la pérdida de un papel internacional relevante de Francia, que alimenta y refuerza un antiguo anti-americanismo. Sea el laicismo sea el anti-americanismo existen no obstante en una gama de variantes que van del moderado al patológico. Cuando el laicismo patológico encuentra el anti-americanismo patológico nacen “teorías del complot” según las cuales los Estados Unidos usan las “sectas” (o la religión en general) para su maligno proyecto de debilitar a Francia y negarle su grandeur (a su vez distintamente interpretada según que el “conspirativismo” sea de derechas o de izquierdas). Uno de los aspectos más preocupantes de estas degeneraciones es la conexión del odio patológico por los Estados Unidos con un odio asimismo patológico contra Israel (que es bien distinto de una crítica a éste o aquél aspecto de la política israelí). [...] Que la degeneración patológica envuelva a los movimientos anti-sectas franceses (y a algún que otro ingenuo epígono en otros países) está confirmado por la publicidad que organismos anti-sectas dan a tesis y textos de uno de los personajes más esperpénticos del conspirativismo anti-americano, la investigadora en ciencias políticas en la Universidad de París 1 Florence Lacroix. Las opiniones de Florence Lacroix sobre «sectas» son una impresionante antología de las «teorías del complot» que la izquierda de otros países ha abandonado desde hace varios lustros, y que sobreviven casi únicamente en los manifiestos de alguna organización terrorista. «Según Florence Lacroix en los Estados Unidos, «país de pioneros», «el ateo es percibido como un peligro. Mejor creer en cualquier cosa más bien que no creer». Para los americanos, «todo ateo es potencialmente un comunista. De aquí la inclinación de los Estados Unidos en apoyar a los movimientos religiosos, incluso a los más fanáticos. Las «nuevas religiones» se han convertido para Estados Unidos en una forma de lucha contra los movimientos populares en todos los continentes. (...) La mayoría de las sectas son «made in USA». Un buen número de ellas ha sido creado por especialistas de la guerra psicológica para controlar el espacio político y difundir la cultura americana. Parece, por lo tanto, tratarse de instrumentos de difusión de la hegemonía cultural americana relacionados íntimamente con los servicios secretos americanos”. Además del ejemplo obsoleto del “uso de las sectas para la defensa de los intereses americanos en América del Sur”, según Florence Lacroix «no se debe olvidar que la Nueva Era es una creación de la costa Oeste americana y constituye el terreno sobre el que proliferan los nuevos movimientos sectarios”. La investigadora francesa defiende asimismo que no sólo la familia Bush está pagada por las “sectas”: La señora Clinton era “cronista del Washington Time (sic), que pertenece a Moon” y “las costosas campañas electorales del señor Clinton han sido financiadas por Moon y su Cienciología”. “Que en este pasaje todo sea falso es evidente para cualquier especialista de nuevos movimientos religiosos, cuando no a cualquier persona con sentido común. La Iglesia de la Cienciología nunca ha financiado Clinton (es posible que Lacroix se confunda con un grupo religioso taiwanés). Los vínculos del reverendo Moon con el Partido Republicano de Estados Unidos son notorios, y no son alterados por el hecho que el Washington Times haya alojado en la página de las “opiniones” un artículo de Hillary Clinton (lo cual obviamente no la convierte en una “cronista” de éste periódico). La Nueva Era ha sido creada en Inglaterra, no en Estados Unidos, y la mayor parte de aquellos que Lacroix llama “movimientos sectarios” preexistían a la Nueva Era y con ella no tienen nada que ver. El mito según el cual el pentocostalismo ibero-americano (una expresión del protestantismo que no se entiende bien por qué es llamada “secta”) ha tenido éxito a causa de las financiaciones americanas que entendían “parar” la teología de la liberación de simpatías marxistas ha sido creado, precisamente por los teólogos de liberación, en los años setenta pero desmentido por los más informados entre ellos en los años noventa. Sea como fuere, los movimientos pentecostales que han tenido más éxito en Iberoamérica son aquellos de origen autóctono, no las importaciones de los Estados Unidos, y algunos de los primeros tienen posturas nacionalistas y anti-estadounidenses. Gracias al Freedom of Information Act se han podido obtener numerosos documentos sobre las relaciones entre CIA y nuevos movimientos religiosos estadounidenses: de él se desprende un cuadro donde la CIA ha sí tratado de infiltrar ciertos movimientos religiosos controvertidos, pero para desacreditarlos o destruirlos considerándolos hostiles precisamente a la “cultura americana” y al gobierno de los Estados Unidos. “Sin embargo, sería equivocado responder a las tesis de Florence Lacroix como se respondería a un texto respetable de tipo académico. Las “teorías del complot” no pertenecen a las ciencias sociales, sino a la patología de la vida cultural y política. Florence Lacroix merece atención sólo en cuanto documenta – de un modo realmente impresionante – qué mixtura explosiva componen el anti-americanismo patológico y la animadversión patológica hacia las “sectas”, con la consecuencia potencial de suscitar o al menos justificar actos de violencia contra los “agentes americanos” y las “sectas”. “Uno de los problemas de la Lacroix es que algunas de las “sectas” con las que se la toma no son « americanas». No importa: los gobiernos aliados de los Estados Unidos han a su entender aprendido el arte, y persiguen la misma estrategia. Así, «el gobierno japonés recurre a las sectas, o a organizaciones a ellas vinculadas, para misiones de política exterior» o como «instrumentos de una estrategia de intelligence». No obstante, los aprendices de brujo de los servicios japoneses no son buenos como sus maestros americanos, y la «secta» más grande, la Soka Gakkai, se les ha escapado de las manos y actúa como una «red de intelligence» (y de actividades criminales de tipo mafioso) independiente de todo control gubernamental. «[...] Nos limitaremos, por tanto, a evidenciar la ironía – considerado el marco político en el que se mueve la investigadora francesa – de una teoría del “lavado de cerebro” especialmente trivial, en la cual el cerebro humano es comparado a un disquete para ordenadores que pueda ser borrado y reescrito. Ésta no es sólo la versión caricatural de la teoría del brainwashing, rechazada como incurablemente ridícula también por los académicos disponibles a discutir sobre la manipulación de la influencia y sobre el denominado “totalismo”. Desgraciadamente para la Lacroix, es también una teoría de la que se conocen los orígenes. Ha sido inventada en el contexto de la Guerra Fría para explicar cómo alguien pueda adherirse a una ideología absurda como el comunismo, y ha sido inventada precisamente por la némesis de Florence Lacroix: la CIA. La reconstrucción del lavado de cerebro en el texto de la Lacroix contra la Soka Gakkai es idéntica – modernizando los viejos discos del fonógrafo en disquetes para el ordenador – a la de un famoso discurso pronunciado en 1953 por el director de la CIA Allen Welsh Dulles, según el cual el cerebro es “un tocadiscos” y los comunistas han aprendido a “cambiar el disco”: quitan el viejo disco y ponen otro nuevo. Como sabemos por la trágica experiencia del proyecto MK-Ultra, la CIA llegó a creerse su propia propaganda, y a experimentar (en Canadá, con pacientes no conformes) la posibilidad, parafraseando a la Lacroix, de borrar el contenido del disquete y poner un nuevo contenido. Sólo la primera fase tuvo éxito: los cerebros “vaciados” con técnicas que iban desde la privación del sueño al uso de dosis intensas de drogas reducían los pacientes al estado de zombies, mientras fracasaba la segunda fase en la que en el disquete debería haberse escrito un nuevo programa. El zombie no adquiría nuevas ideas o una nueva identidad, pero seguía siendo zombie, a menudo para siempre (5). “La calidad de la propaganda de la CIA de aquéllos años era más o menos semejante a la de los textos de Florence Lacroix. En un caso como en otro, la propaganda ha hecho daños y destruido vidas humanas. El anti-sectarismo patológico no puede que generar violencia, tanto más cuando se mezcla al anti-americanismo patológico que en Francia se ha convertido a menudo en tolerancia hacia grupos terroristas”. Para evitar malosentendidos, vaya por delante que aquí no se defiende una idea de libertad religiosa “relativista” y/o “liberal”, usurpadora de la facultad legislativa de Dios, sino que “[...] Como la libertad de religiosa que los hombres piden se refiere a la inmunidad frente a la coacción civil, nada cambia en la doctrina tradicional sobre el deber de los individuos y de la sociedad en relación con la verdadera religión” (6). Por lo tanto, lo que aquí defendemos – tanto más en una sociedad ética y doctrinalmente pluralista – es la libertad de las conciencias frente a campañas y asociaciones – con el apoyo de algunos gobiernos e instituciones internacionales – de tipo laicista y/o masónico y no, repito, una concepción relativista de la religión que niegue u olvide la doctrina tradicional de la Iglesia acerca de la reconquista de la homogeneidad cultural y religiosa – una futura Cristiandad – y sus enseñanzas acerca de los deberes del Estado en relación con la verdadera religión. Una cosa, en efecto, es combatir doctrinalmente contra los errores, herejías e irracionalidades de todo tipo de las “sectas” y/o demás denominaciones cristianas y religiones para su conversión, y otra muy distinta poner en manos de Estados tendencialmente totalitarios (por mor de su relativismo) la facultad de decidir qué doctrinas y qué comportamientos son compatibles con el pensamiento único relativista. Lo primero obliga a un examen serio y profundo de conciencia para tratar de discernir las razones por las cuales sociedades que hasta hace pocos lustros eran mayoritariamente católicas han dejado de serlo para convertirse en una nebulosa de creencias y prácticas totalmente ajenas a las enseñanzas de la Iglesia (incluso en el caso de católicos de Misa dominical): es lo que podríamos denominar contrarreforma permanente, esto es, purificación continua de la doctrina y la pastoral - según las exigencias y retos de cada época y, claro está, según las pautas marcadas por la Tradición y la acción del Espíritu Santo - de todo aquello que apague el fervor apostólico y, por lo tanto, evangelizador de la Iglesia. Algo, por otra parte, que la Iglesia lleva haciendo en su ya bimilenaria historia a través de órdenes religiosas, Padres de la Iglesia, santos, papas y concilios y, últimamente, merced a los movimientos surgidos en su seno. Lo segundo, en cambio, nos llevaría directamente a la persecución administrativa cuando menos. Y no se crea que exageramos pensando que en el fondo tales campañas afectan solamente a las “sectas”: Los ejemplos de campañas denigratorias contra movimientos católicos como el Opus Dei, los Legionarios de Cristo, Lumen Dei, Alianza Católica, los neocatecumenales, etc., desatadas por las asociaciones anti-sectas (a menudo con la complicidad de instituciones públicas), por no hablar de la reciente ley francesa contra los símbolos religiosos en los colegios públicos, son un buen botón de muestra. Bien, aclarado este punto sobre el que volveremos en futuros artículos, retomemos el hilo de nuestra argumentación. Otro ejemplo – esta vez más directamente vinculado con el antisemitismo progresista – nos lo brinda la sentencia de la Corte Internacional de La Haya y la decisión de las Naciones Unidas sobre el muro de contención que Israel está levantando para protegerse de los terroristas palestinos. Sobre el muro se pueden tener opiniones distintas: la misma Corte Suprema de Israel ha criticado el recorrido y ordenado modificaciones a las que tendrá que atenerse Sharon. Un elemento, sin embargo, es evidente: la “opinión no vinculante” emitida por la Corte Internacional a petición de la Asamblea General de las Naciones Unidas, a su vez solicitada por algunos países árabes, representa una anomalía jurídica y un precedente peligroso. La Corte no se ha ocupado jamás en su historia de “excesos defensivos” de un país amenazado por la guerrilla o por el terrorismo. La opinión que en esta ocasión arremete contra Israel mañana podría arremeter contra los Estados Unidos, el nuevo gobierno iraquí, o cualquier otro. Resulta escandaloso que – salvo una oblicua referencia a “tensiones” en la zona – la opinión de La Haya no diga una palabra sobre las más de mil víctimas del 2000 a hoy del terrorismo palestino que mata israelíes de religión judía o musulmana, turistas, transeúntes, mujeres embarazadas y por último incluso niños en las guarderías infantiles. Hablan de todo los jueces de La Haya – condicionados por los países islámicos – menos que de los veinte mil ataques terroristas salidos de los Territorios contra Israel en cuatro años, que son precisamente la razón por la cual algunos han pensado en la solución extrema del muro (cabe recordar, en passant, que desde su construcción el número de atentados ha bajado en un 90 por cien...). Resulta también tremendamente contradictorio e hiriente escuchar al presidente de la Corte de La Haya, un chino, declarar ante las televisiones del mundo entero que se trata de proteger los derechos humanos de los palestinos, cuando un complejo sistema de intercambios entre el mundo árabe, países comunistas y algunos Estados europeos liderados por Francia (7) ha impedido hasta el momento con éxito a la Corte Internacional y a Naciones Unidas ocuparse de los derechos humanos de los cristianos, de los tibetanos y demás minorías religiosas a las que no es reconocido el derecho legal de existir en China. En cuanto a Naciones Unidas, tienen una larga tradición de prejuicio anti-israelí y de complicidad con países islámicos que no respetan siquiera los más mínimos derechos de las personas (8), cuando no genocidas, como Sudán (ya, ¿por qué sólo ahora tanta preocupación por el destino de las poblaciones de etnia negra en Darfur cuando ya son varios lustros que se comete un auténtico genocidio contra las poblaciones negras, además de cristianas y animistas, del Sur de Sudán? ¿Es que acaso los cristianos y animistas tienen menos derecho a existir que los musulmanes de etnia negra víctimas del racismo árabe en la región del Darfur? ¿No se tratará de un nuevo episodio de la guerra intra-islámica, sirviéndose del plácet complaciente de Naciones Unidas, auténtico detonante de la Cuarta Guerra Mundial (9). En definitiva, la sentencia de la Corte Internacional sirve sólo para que se agiten las masas islámicas – con perjuicio de los mismos gobiernos que han promovido el procedimiento, y que corren el riesgo de ver incrementada la oposición fundamentalista -, a Arafat y a los terroristas palestinos para justificar el terrorismo, y a una cierta izquierda para atacar Israel, los Estados Unidos, y los gobiernos que los apoyan (10). Las anteriores críticas contra la deriva patológica del anti-americanismo y del antisemitismo no deben por otra parte llevar a crear una “leyenda rosa” sobre el pueblo judío. No se trata, en efecto, de desconocer u obviar, por ejemplo, las relaciones de una parte de éste con la masonería y con todas aquellas asociaciones, movimientos, partidos, ideologías, etc., que de una u otra forma han luchado por una sociedad laicista e incluso atea como la comunista. Tampoco debemos pasar por alto los orígenes judíos de algunos de los fundadores y financiadores de la ideología mundialista tan bien descrita por Padre Schooyans (11), ni dejar de criticar, cuando sea necesario, la política israelí. Y ello, sin remontarnos a la auténtica tragedia del pueblo judío, esto es, el rechazo de la Persona y Revelación de Nuestro Señor Jesucristo, y a muchos otros episodios tristes que han jalonado su trágica historia. Se trata, más bien, de poner las cosas en su sitio y de barrer el campo de todos aquellos prejuicios - fruto muchas veces de teorías conspirativas patológicas que, entre otras cosas, no tienen en cuenta la inmensa complejidad de toda realidad humana que se desenvuelve en la historia - que imposibilitan un análisis sereno y objetivo de tan singular pueblo y de su andadura histórica - con vistas - a una reconciliación en la verdad y a un diálogo y colaboración – en la medida de lo posible – como instrumento para la reconciliación definitiva de nuestros Hermanos Mayores con su auténtico Mesías, Jesucristo. Ya el hablar de por sí de pueblo judío resulta, hasta cierto punto, desviante, puesto que a la par de todas las demás realidades humanas, también los judíos conocen una multiplicidad de diferencias de todo tipo (con el problema añadido de la diáspora y de su consecuente tensión entre integración y salvaguarda de su identidad) que resulta realmente imposible reducir a unidad tan complejo fenómeno (salvo, claro está, en las mentes de los teóricos de la “Conspiración”). Un buen ejemplo de la complejidad del mundo judío (que asimismo nos permite denunciar las falsificaciones del antisemitismo en temas como las relaciones entre misticismo judío, antinomismo y moral y, por otra parte, arrojar luz sobre los posibles puntos de contacto entre el esoterismo judío y el gentil en la época moderna) nos la vuelve a ofrecer el ya mencionado Massimo Introvigne. He aquí una síntesis: “Una importante exposición Kosher Nostra (y un pequeño pero precioso catálogo curado por Oz Almog), montada en el Museo Judío de la Ciudad de Viena ha vuelto a proponer la historia de los gánsters del mundo judío americano y de su curiosa relación con la religión en la que habían sido educados. Desde el rey de la criminalidad de Las Vegas, Bugsy Siegel (1906-1947), al brazo derecho de Al Capone (1899-1947), Jack Guzik (1886-1956), la exposición pone en escena con todo lujo de documentos una galería de personajes esenciales para la historia de la criminalidad americana y al mismo tiempo siempre de alguna manera en contacto – desde los matrimonios a los funerales – con su religión. “Ya Gershom Scholem (1897-1982) el mayor estudioso del misticismo judío, afirmaba hace algunos años que el estudio de la criminalidad judía, que siempre ha interaccionado con rabinos más o menos marginales, “sería urgente”, pero – “comprensiblemente” – ha sido descuidado o al menos aplazado para no alimentar el antisemitismo. Un aspecto paradójico de toda la tradición cabalística y del subsiguiente hassidismo es en efecto la presencia de maestros y corrientes antinomistas, las cuales defienden que aquello que es pecado y transgresión para los no iluminados puede ser misteriosamente lícito para los maestros y para sus más directos seguidores. Se trata de tendencias que se vuelven a presentar en las franjas mesiánicas y esotéricas de casi todas las religiones, y su presencia en el hassidismo no debe ser sobrevalorada. El lujo extravagante y la simbología real e imperial del Rizhiner Rebbe, Yisrael de Rizhin (1797-1850), figura que sigue siendo veneradísima en el mundo hassídico, se mueven en esta dirección, aunque se pase por alto cierto carácter controvertido de rumores de otros excesos de su corte. Tendencias antinomistas se presentan periódicamente en el mundo cabalístico, y ofrecen a algunas franjas justificaciones para sus prácticas ilegales. «Por otra parte, como ha apuntado Scholem, la historia de la criminalidad judía no está solamente vinculada a la Qabbalah, ni nace con la emigración en el continente americano, sino que se desarrolla sobre todo en Alemania “ya desde el siglo XVI y sobre todo a partir de los siglos XVII al XVIII”, con la consecuencia por ejemplo que “la jerga de la delincuencia alemana es yiddish en su mayoría”. El antisemitismo ha explotado estos hechos, y ha a menudo defendido que la Ley judía permetiría engañar o incluso robar a los no judíos. Un número sorprendente de citas pasadas de un texto antijudaico o antisemita a otro desde los comienzos de la edad moderna hasta nuestros días sencillamente no se encuentra en las fuentes, en particular en el Talmud, en los lugares indicados. Otros pasajes, a menudo citados, se refieren a pueblos específicos con los cuales los judíos antiguos se consideraban en guerra y no a los no judíos en general. Ciertamente se encuentran en las fuentes pasajes problemáticos, que hay que leer en el contexto según las normales reglas de la interpretación. Pero es raro que la literatura antisemita cite el claro precepto de la Tosefta según la cual “aquél que roba a un gentil está obligado a devolver al gentil [lo que ha robado]. Una regla más estrecha se aplica al robo cometido contra un gentil respecto al robo cometido contra un israelita a causa de la profanación del Nombre de Dios [causada por robar a un gentil]” (Baba Qamma 10,11). “De hecho, el tema del antinomismo judío como supuesta justificación de actividades criminales ha sido a menudo agitado por el antisemitismo, y en particular por una cierta prensa argentina – de la que pasa a muchos países – en los años treinta, tras la condena en un juicio en Buenos Aires, el 27 de septiembre de 1930, de 108 exponentes de la sociedad de mutuo socorro judía Zwi Migdal (con anterioridad llamada Sociedad Israelita de Mutuo socorro Varsovia, fundada en 1906), como responsables de aquella que se convertirá en la más célebre red internacional de “trata de blancas”: las polacas, chicas de la Europa del Este casi exclusivamente judías (contrariamente a cuanto afirman posteriores leyendas) llevadas a Hispanoamérica para ejercer la prostitución. El juicio – que nace de la denuncia de una prostituta, Raquel Liberman (1900-1935), heroína de éxitosas series de televisión y películas (aunque, abandonada por todos tras su momento de gloria, haya vuelto voluntariamente a la prostitución) – se celebra pocos días después del golpe de Estado del general José Félix Uriburu (1868-1932), apoyado por varias fuerzas políticas y sociales algunas de las cuales antisemitas. En realidad, no parece que hubiera alguna forma de antinomismo (cierto filtrada y trivializada desde las alturas de la Qabbalah a razonamientos harto más terrrenales) que alentara algún rabino a justificar las actividades de la Zwi Migdal. Expulsados de la comunidad judía mayoritaria – que antes bien, los había denunciado a las autoridades ya antes de la intervención de la Liberman -, los exponentes de esta sociedad se habían hecho con una sinagoga propia y con un cementerio (que todavía existe, semiabandonado, en Avellaneda), servidos por rabinos disponibles a asistirles por razones de interés [...]”. “La cuestión del antinomismo es por otra parte mucho más compleja de sus interesadas simplificaciones. Como ha apuntado Shaul Magid en Hasidism on the Margin (University of Wisconsin Press, Madison 2003) una obra consagrada a una corriente hassídica especialmente conocida por su antinomismo, la que estaba vinculada a la “dinastía” Izbica/Radzin, que origina de Mordecai Joseph Lainer (1800-1854) y cuyas ideas fueron codificadas por el sobrino de éste, Gershon Henokh Lainer (1839-1891), los “textos hasídicos justifican el comportamiento antinómico a través del determinismo religioso”, que niega el libre albedrío y considera a Dios autor directo de toda acción humana, buena o (aparentemente) mala. Según Magid el antinomismo puede convertirse – particularmente en la versión que llama hard, donde antinomismo significa liberación de toda regla moral o comportamental – en libertinismo, pero también puede contestar la vieja ley en nombre de la instauración de una nueva (“neonomismo”: así se habría comportado el cristianismo naciente en relación al judaísmo), o aun – en una versión soft – ir más allá de la ley mediante un comportamiento ascético donde actos de por sí no obligatorios son sin embargo solicitados (“hipernomismo”). “Si se exceptúan casos aislados como los del mesianismo de Jakob Frank (1726-1791), “en el judaísmo la mayoría de las instancias antinómicas van acompañadas por un pietismo severamente ascético más que por un comportamiento libertino” (12). Por lo tanto, si no deseamos echar más leña al fuego del antisemitismo islamo-social-comuno-nacionalista rampante en Occidente y en los países musulmanes (sin por ello olvidar el antisemitismo de cierto mundo “cristiano” y – en especial – “católico”), debemos librarnos de todas aquellas leyendas (ya sean “negras” o bien “rosas”) que hacen imposible una visión objetiva de la realidad. De lo contrario le haremos el juego a todos aquellos por una u otra razón tienen interés en nublar la vista con toda clase de artilugios legendarios. •- •-• -••• •••-• Ángel Expósito Correa Notas: (1) Sobre el sionismo y sus relaciones con la política y la religión en el actual Estado de Israel y el conflicto en Tierra Santa, cfr. http://www.iespana.es/revista-arbil/(61)expo.htm y http://www.iespana.es/revista-arbil/(62)expo.htm (2) http://www.cesnur.org/2004/mi_sion.htm (3) http://www.iespana.es/revista-arbil/(75)expo.htm (4) Sobre los movimientos anti-sectas y su peligrosidad, ver la voz del Diccionario del Pensamiento Fuerte "Movimientos y campañas anti-sectas" (en español); www.alleanzacattolica.org (5) http://www.cesnur.org/2004/mi_lacroix.htm (6) cfr. Concilio Vaticano II, «Declaración sobre la libertad religiosa», Sumario, pág. 576 (7) http://www.iespana.es/revista-arbil/(68)ange.htm (8) http://internetopina.com/print.php?sid=249 (9) http://www.iespana.es/revista-arbil/(80)expo.htm (10) http:www.cesnur.org/2004/mi_toghe.htm (11) http://www.iespana.es/revista-arbil/(65)scho.htm (12) http:www.cesnur.org/2004/mi_kosher.htm |