Dicen que ése es el peso que pierde nuestro cuerpo al morir… En el lecho del hospital, enfrentándose a sus últimos momentos, la extraña reflexión de Paul Rivers encierra una pregunta sobre el alma humana: ¿qué nos constituye? Podemos disfrutar ya de esta interesante y recomendable cinta en el mercado de alquiler (DVD/Vídeo), dirigida por el mexicano González Iñárritu y estrenada el pasado enero en las salas españolas; de manufactura impecable, diferente, este impresionante drama con formato de thriller destaca magníficamente del panorama que últimamente nos sirve la industria hollywoodiense. El espectador es sumergido sin escepticismo, mediante una sucesión de "flash-back" perfectamente encajados, en los intensos acontecimientos que han determinado de forma imprevista las vidas de estas personas, apasionadas y llenas de matices. El guión de Guillermo Arriaga apunta, aun sin una decidida implicación, a la búsqueda no reconocida del sentido de la existencia: a través incluso de impulsos equivocados que, como reacción ante la realidad que les ha "tocado" afrontar, llevan a consecuencias trágicas. Todo ello sin caer en una exaltación del sentimiento. Con ritmo variable, desde pausada y casi lenta hasta frenética, en esta notable película para adultos se intuyen muchos elementos sugerentes. Y aunque no carece de crudeza, no se recrea en la violencia, sino que nos propone una resolución, sin duda incompleta pero efectista. Todo ello traspasado por una estética visual y del ambiente un punto sombría, sin ser sofocante. El mosaico de Iñárritu nos describe la voluntad de sobrevivir al romperse el frágil equilibrio de la vida, intentando solucionar el difícil presente y el temido futuro con la debilidad propia de la condición humana. El hilo argumental casi se "retuerce" pero está muy bien estructurado: los protagonistas de esta historia múltiple, convergen en una especie de catarsis final liberadora. El laberinto que nos impacta, la compleja trama que pronto se va desvelando (el punto de unión es el terrible instante de un accidente de tráfico), nos brinda un soporte para mostrar los comportamientos de estos personajes: búsqueda de la verdadera compañía, remordimiento y culpa, la fe que se tambalea, amor, lealtad, gratitud, perdón, venganza, infidelidad, confianza… y el daño que valorarlo todo subjetivamente, puede causar en nosotros y en los demás. El reparto está encabezado por un Sean Penn que resulta convincente pero algo más rígido que en otras interpretaciones; representa el debate interior del protagonista -un profesor de matemáticas- contra el dolor: el físico de su enfermedad, y el de su conciencia, que apenas puede superar el vacío frente a un horizonte limitado (exceptuando lo que puede vislumbrar en su tormentosa relación con Cristina, sin alterar ese "rumbo fatal"). Pero cae en una cierta sobreactuación al otorgar un aire de "ausencia" a su personaje, quedando un poco alejado de sus registros en su anterior film, de Clint Eastwood. Extraordinario trabajo del actor de irregular trayectoria Benicio del Toro, que le valió una candidatura al Óscar en la pasada edición, no conseguido; éste encarna a un exalcohólico de pasado turbulento: su personalidad contradictoria, en lucha consigo mismo, es convertida con la ayuda de un predicador (no católico), que le "mantiene" moralmente en su hogar reconstruido. El apoyo de su mujer, le confirma un anhelo de sinceridad, opuesto a su continuo –e inexitoso- afán de autocontrol: de hecho, la ciega lealtad de su compañera actúa como un retazo de la promesa de redención. De lo mejor, la actuación de Naomi Watts, que recibió una nominación de la Academia a la mejor actriz; superior a su participación en la extravagante ficción de David Lynch: "Mullholand Drive", donde se reveló para muchos. En esta ocasión su figura es la de una persona prácticamente destruida por la desesperación, ante el insoportable recuerdo de la pérdida traumática de su marido e hijas; el proyecto truncado de aparente seguridad y felicidad, es fuente de sufrimiento intenso. Pero se aferra a un nuevo encuentro, inicialmente sexual, que comienza a reconciliarla con su mundo antes ordenado y ahora derrumbado; aunque manipula la posibilidad de cambio que descubre al ejercer una influencia perturbadora sobre el hombre que acaba de conocer en circunstancias inesperadas (una operación de trasplante). Casi todos ellos llenan la pantalla; el resto de secundarios ejecutan sus papeles brillantemente: mencionemos especialmente a una poco conocida Melissa Leo, que le da gran credibilidad a la esposa del presidiario. Atención a algunos diálogos, planteados con inteligencia, como el de la cárcel, con el bienintencionado "pastor": el convicto que parecía totalmente rehabilitado, hace experiencia y clama abiertamente ante la injusticia de lo que le ha sucedido tan misteriosa como brutalmente; su amigo, de hecho, no puede darle una respuesta satisfactoria. Aunque aquí se detecta una indisimulada caricaturización de este último, no se aprecia el "ensañamiento" habitual hacia la religiosidad cristiana de muchas otras producciones; pero algunos detalles desconciertan: como los enormes rótulos en la furgoneta, instrumento del mortal atropello, que proclaman las creencias del conductor. Efectivamente, esta obra va más allá de la acostumbrada trama de relaciones cruzadas con desenlace más o menos elaborado. Su singularidad radica en que da un paso más al enseñarnos que, los destinos aparentemente implacables a los que se enfrentan unos seres de orígenes distintos, contienen un atisbo de optimismo y trascendencia. A diferencia de otras realizaciones recientes de calidad indiscutible como: "Cold Mountain" de Anthony Minghella (recordemos su: "paciente inglés" de 1996) ó la citada "Mystic River" (6 nominaciones, 2 estatuillas), que en diverso grado dejan un poso de desolación por su implícita negatividad al omitir cualquier vínculo con el Bien pleno que corresponde al corazón del hombre. Toda la red de relaciones está sometida a tal prueba, que provoca la huida en distintas vías: desde la pretensión desmedida, hasta la vuelta a las drogas; de este modo asistimos a sucesivas caídas y levantamientos. Podemos observar el contraste entre la actitud de dos mujeres para salvar su matrimonio: una intentando borrar el presente (escena del lavado de huellas); la otra, planificando el futuro pero ocultando un vergonzante secreto del pasado. Se nos señala a todas estas personas como víctimas de sus deseos frustrados, marcadas extrañamente, desbordadas y superadas por la realidad. Quizá no para el gusto de todo el público, sin ahorrar dureza, en definitiva los creadores no se dejan arrastrar por el nihilismo; ni siquiera aparece un claro aleccionamiento moral, sino que más allá de las miserias humanas, se suscita confusamente el leve eco de una positividad última. •- •-• -••• •••-• Patxi Galdúroz |