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Di no a la constitución antieuropea,   totalitaria y tiránica

La decadencia Escolástica y el Misticismo heterodoxo del siglo XIV como antecedente de la fundamentación filosófica del Modernismo decimonónico

por José Martín Brocos Fernández

El escepticismo traspasado al plano de creencias religiosas denominado agnosticismo, en cuanto que de Dios no podemos tener verdadero conocimiento, es uno de los pilares que fundamentan el modernismo. Otro sostén del modernismo es la filosofía de la inmanencia

1. Marco situacional y causas internas y externas de la decadencia escolástica.

Estamos en pleno siglo XIV. La dialéctica es considerada no como camino efectivo de avance y progreso, sino como objeto de estudio improductivo para ser utilizado en la contienda y la diatriba. Es la época de las controversias entre tomistas, scotistas y la aparición de los terceros en liza, los nominalistas.

Del gran trabajo de sistematización armoniosa de filosofía y teología llevado a cabo a lo largo del siglo XIII, se pasó, en líneas generales, a una vuelta al siglo XII. Con razón apunta E. Bréhier que el escolastismo pasó a ser poco menos que estéril y capcioso malabarismo verbal.

Pero la decadencia escolástica en su ámbito interno va en paralelo a la situación política en el siglo XIV. Por un lado, tenemos la multiplicación de los antagonismos imperiales y papales llegando a la publicación de la bula de oro por el emperador Carlos IV de Luxemburgo por el que negaba en el Papa cualquier intervención para la elección de emperador, incluso la misma confirmación o el placet del nombramiento; por otro la rebeldía en el interior de la Iglesia, unida al poder temporal, contra la autoridad de la Santa Sede. El Concilio de Constanza (1414-1418), XVI Ecuménico, entre otras disposiciones primó la teoría conciliarista considerándose que el Papa sería corregible, subordinado y deponible. Fruto de lo anterior es el crecimiento de diferentes nacionalismos eclesiásticos vinculados al poder civil que querían seguir interviniendo en asuntos religiosos, caso de la llamada Pragmática Sanción de Bourges, considerado un intento de construir una iglesia nacional por parte de Carlos VII de Francia.

Es en estas condiciones de fuerte desorientación filosófica y moral en los que la religión, por su pérdida de influencia y consideración, empieza a desplazarse de la vida intelectual de los individuos. La misma escolástica, quizá frente al scotismo exacerbado de formalismos, sutilezas, parcelamientos, divisiones y particiones de la anterior, evoluciona hacia el extremo opuesto buscando la simplicidad, lo que lleva inherente una menor carga doctrinaria, a veces rayando el simplismo.

De ahí nace el rechazo a la especulación metafísica como fundante. Es más, se declara perjudicial e inútil. La dialéctica pasa asumir el papel dejado por la metafísica. El nominalismo, que resurge con fuerza, desemboca en una especie de materialismo y escepticismo. Ya anterior, y sin duda predecesor de Ockam, Durando de San Porciano sostiene, no exento de superficialidad, que Dios, a quien considera causa primera de todo, no tiene influencia inmediata de ningún tipo en las acciones de las criaturas, o que Dios no coopera en absoluto con las denominadas causas segundas. Continuando con la simplificación de la teoría escolástica Pedro d`Auriol pasó a negar una serie de principios básicos de la metafísica. Es el propio Ockam el que resume la simplificación doctrinaria, pues la pluralidad no debe invocarse sin necesidad. Ni Dios ni sus atributos no podría probarse por medio de la razón natural[1]. Conocemos las cosas individuales directamente, en virtud de una capacidad de conocimiento intuitivo, o por medio de un contacto inmediato sujeto-objeto por imágenes que parten de éste para introducirse en la facultad cognoscitiva[2]. En realidad Ockam es un conceptualista, pues sostiene que los conceptos abstractos, universales sin ningún valor fuera del espíritu, que formamos por conocimiento abstractivo o intelectual sirven para señalar que algunas cualidades pueden ser comunes a varios individuos.

Por las restricciones que señala Ockam para los alcances de la razón en cuanto que la declara incapaz de fijar verdades que cimientan la moral, como Dios o la inmortalidad del alma, abre la puerta al escepticismo.

Ockam, que no sostiene que las potencias anímicas concebidas como entidades accidentales se encuentren separadas o haya distingo de la sustancia del alma, acaba acortando la libertad a un modo fáctico de operar, y su existencia no puede ser concluida racionalmente. No se concibe por tanto la libertad como propiedad de la voluntad a la que precede en su actividad, el dinamismo del juicio intelectual. La libertad está ahí afirmada por la experiencia. La aseveración de la realidad o del rechazo del libre albedrío ahí está.

Juan Buridán, seguidor de Ockam, e igualmente determinado por la psicología agustiana, defendió una forma particular de determinismo psicológico[3].

2. El misticismo como reacción.

Debido en gran parte a la falta de referente intelectual consecuencia del abuso dialéctico entre tomistas, escotistas y seguidores de Ockam, el misticismo empezó a rebrotar en esta época.

Muchos renunciaron a toda especulación filosófica ahondando en la búsqueda de vías alternativas de conocimiento: las que se cimientan en la oración y contemplación de realidades suprasensibles. Escribe Illanes-Saranyana que en general, la mística renano-flamenca postuló el repliegue del alma sobre sí misma, en contraposición con otras místicas plenomedievales (por ejemplo, los victorinos y el mismo Aquinate), que necesitaban contemplar las criaturas para elevarse hacia Dios[4]. El mismo Tomás de Kempis nos muestra esta necesidad de luz interior alejada de fundamentación metafísica cuando escribe:

¿Qué provecho o utilidad reporta el mucho cavilar sobre cosas ocultas y abstrusas, por cuya ignorancia no se nos reprenderá el día del juicio?
Con harta frecuencia siento tedio y oír muchas cosas; y es que en Ti se encuentra todo lo que quiero y deseo
Enmudezcan todos los doctores, callen todas las criaturas en tu presencia; háblame Tú solo, Señor

Aquí precisamente está el peligro, pues el rechazo filosófico y metafísico desarma el discernimiento del propio místico para esclarecer y fijar la diferencia entre el auténtico y el falso misticismo.

El falso misticismo linda, y a menudo se impregna de panteísmo y otros errores, como doctrinas derivadas del averroísmo[5], pues éste fue el principal vehículo del misticismo heterodoxo panteísta, como el sostenido por Guido de Medonta o Juan de Mirecourt entre otros. Se difumina en este misticismo las fronteras entre Dios y la criatura. La clásica doctrina averroísta del intelecto único y universal -curiosa interpretación del intelecto aristotélico- para todos los hombres y en el que participa cada hombre, similar a la participación de lo individual en la esencia de lo universal, sin duda fomenta y conduce al reseñado misticismo de pasividad intelectual. Al averroísmo pertenece también el postulado por el cual el mismo principio es susceptible de ser verdadero en teología y falso en filosofía y viceversa.

3. La crisis modernista[6] y similitudes de la decadencia escolástica y el misticismo heterodoxo con el modernismo.

El movimiento modernista no podemos entenderlo sin tener presente, como faro de guía, la penetración que el liberalismo como doctrina filosófica perpetró en la Iglesia Católica a lo largo del siglo XIX[7]. Fruto de esta infiltración en la Teología Católica van apareciendo libros con diversas doctrinas con el común denominador del ataque directo al dogma: L`Evangile et l`Eglise (1902), y Autour d`un petit livre (1903)de Alfred Loisy abrieron una brecha que amplió George Tyrrell con Lex credendi or Player and Creed (1906) y Through Scylla and Charybdis or the Old Theology and the New (1907). Es en estas dos últimas obras en las que se postula una interpretación simbólica de los dogmas y se aboga por un misticismo religioso en oposición a la realidad jerárquica eclesial. Se encumbra una visión del cristianismo cimentado en la experiencia religiosa[8], fuera de la dogmática eclesial que procedería de la necesidad pragmática de adjudicar al sentimiento religioso un cuerpo sensible.

Una de las proposiciones condenadas en Lamentabili es la inconciliabilidad entre fe y razón. En este sentido ya es Escoto el que abre esta vía al considerar que la fe y la razón se encuentran en planos diferentes (aunque aquí sí la metafísica, bajo una concepción de ente unívoco, sería el punto de encuentro entre filosofía y teología, y ejercería así como el puente de acceso a Dios). Una radicalización aún mayor la tenemos con Ockam al rechazar la posibilidad de la razón natural para probar la existencia de Dios y sus atributos[9].

Este escepticismo, ya citado, y que traspasado al plano de creencias religiosas denominamos agnosticismo, en cuanto que de Dios no podemos tener verdadero conocimiento, es uno de los pilares que fundamentan el modernismo[10]. El modernismo rechaza la vía intelectual para el conocimiento de la Verdad Revelada. La razón sólo es aplicable en la ciencia y no cabe su utilización apologética ni para demostrar la existencia de Dios ni su vida terrena. La fe entonces se convierte en un sentimiento subjetivo que distorsiona hechos históricos otorgándoles la interpretación religiosa acorde con los tiempos, por considerar que esos hechos son fruto de la razón y que hay que deslindarlos convenientemente de la interpretación que le damos bajo el prisma exclusivo de la fe.

Otro sostén del modernismo es la filosofía de la inmanencia, como afirma Pascendi, que coloca en el hombre el principio incuestionable de toda verdad[11]. Dios por tanto, por derivación radical del razonamiento precedente, no existiría si el hombre no lo controla. Este principio de la inmanencia de la conciencia que se va imponiendo tras Kant[12], unido a su concepción de libertad[13], que se difumina en la ley moral emanada de la razón, igualmente legado de la razón práctica kantiana, es lo que hará posible el nacimiento del modernismo.

La religión pasa a ser un sentimiento que el hombre tiene frente al universo circundante, concebido como el todo en el que el hombre está inmerso, y que denominanos Dios. Ésta nace no del conocimiento, sino del sentimiento, el movimiento del corazón y la conciencia de la propia fragilidad. Es como entenderíamos en último término su esencia.

El desprecio por la escolástica, la metafísica y la demostración racional de la existencia de Dios, constituyen paralelismos entre la decadencia escolástica y la mentada mística heterodoxa y el modernismo, negados en los primero, en cuanto no considerados, y agudizados en éste último[14], pues el partir de unos presupuestos racionalistas[15] y cimentados igualmente en el empirismo[16] y el fenomenismo kantiano, oscurece la razón para moverse en un plano propiamente ontológico.

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José Martín Brocos Fernández

Notas

[1] Obsérvese los préstamos que toma Ockam del nominalismo que ya Roscelín sostuvo en el siglo XII, o incluso del mismo conceptualismo que afirma lo individual fijando como superfluo la especie, la idea o concepto.

[2] Las cosas individuales aquí nunca son, personificación de lo universal, que ya está presente en el espíritu. Aquí también se muestra el alejamiento aristotélico-tomista.

[3] Puede consultarse a este respecto Buridan, Jean. Super decem libros ethicorum. Frankfurt a M.: Minerva G.M.B.H., 1968; Buridanus, Johannes. Kommentar zur Aristotelischen Metaphysik. Frankfurt a. M.: Minerva G.M.B.H., 1964; Buridan, Jean. Le Traité de l`âme de Jean Buridan: de prima lectura. Louvain-la Neuve: Éditions de l`Institut supérieur de philosophie; Longueil: Éditions du Préambule, 1991

[4] Illanes, José Luis; Saranyana, Josep Ignasi. Historia de la Teología. Madrid: BAC, 1995, p. 87

[5] Sin embargo, podemos retrotraer ya la influencia averroísta inserto en el misticismo, incluso al padre del misticismo alemán, Eckhart (1260-1327) que defiende que como resultado del éxtasis fruto de la contemplación, son nulas las diferencias entre el alma y Dios, pues la felicidad humana en grado absoluto no es otra cosa que una deificación, "Dios y yo uno". Esto se entiende también en parte por los préstamos que el propio Eckhart toma del neoplatonismo de Erígena. La influencia por esta vía se extiende al propio Lutero, pues publica la Teología alemana de Juan Tauler, a su vez influenciado por Eckhart

[6] Hay abundante bibliografía sobre el tema. Destacar especialmente el estudio clásico de E. Poulat. El Modernismo, Madrid, 1972, así como los estudios de R. Aubert. Modernismo. SM 465-775; Le problème de l`acte de foi, pp. 368-386. Otro excelente libro es C. Tresmontant. La crisis modernista. Barcelona, 1981, especialmente crítico con los discípulos de Blondel.

[7] El Decreto Lamentabili AAS 40(1907)470ss condenó las doctrinas modernistas expresadas en 65 proposiciones y la encíclica Pascendi AAS 40(1907)596ss ahonda en el pensamiento modernista.

[8] Hay concordancia con Ockan en cuanto que esa experiencia, -aunque en distinto ámbito, pues el modernismo prima la experiencia espiritual, interior, que vendría ser en el fondo un inmanentismo, de ahí que la religión sea un hecho puramente subjetivo, mientras que Ockam alude a la experiencia con el conocimiento-, priva la religión de cualquier fundamento racional.

[9] Resulta por otro lado evidente, pues para Ockam los universales no existen ni en otro mundo ni en la realidad. Son palabras que se utilizan arbitrariamente. El conocimiento con los sentidos viene por la experiencia sensible, conocimiento de cosas concretas individuales. La abstracción carece de sentido porque no existe un universal que extraer en la realidad.

[10] No cabe para el modernista, en concordancia con Ockam, conocimiento por la razón natural de Dios. Para el modernista la razón humana no trasciende el orden de los fenómenos y de la finitud. Tenemos conciencia de la existencia de Dios por vía de la experiencia religiosa, sentimental y personal ... Los modernistas establecen, como base de su filosofía religiosa, la doctrina comúnmente llamada agnosticismo. La razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir, de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límítes de aquéllas. Por lo tanto, es incapaz de elevarse hasta Dios, ni aun para conocer su existencia, de algún modo, por medio de las criaturas: tal es su doctrina. De donde infieren dos cosas: que Dios no puede ser objeto directo de la ciencia; y, por lo que a la historia pertenece, que Dios de ningún modo puede ser sujeto de la historia … ¿que será de la teología natural, de los motivos de credibilidad, de la revelación externa? No es difícil comprenderlo. Suprimen pura y simplemente todo esto para reservarlo al intelectualismo, sistema que, según ellos, excita compasiva sonrisa y está sepultado hace largo tiempo … Ahora, de qué manera los modernistas pasan del agnosticismo, que no es sino ignorancia, al ateísmo científico e histórico, cuyo carácter total es, por lo contrario, la negación; y, en consecuencia, por qué derecho de raciocinio, desde ignorar si Dios ha intervenido en la historia del género humano hacen el tránsito a explicar esa misma historia con independencia de Dios, de quien se juzga que no ha tenido, en efecto, parte en el proceso histórico de la humanidad, conózcalo quien pueda. Y es indudable que los modernistas tienen como ya establecida y fija una cosa, a saber: que la ciencia debe ser atea, y lo mismo la historia; en la esfera de una y otra no admiten sino fenómenos: Dios y lo divino quedan desterrados … Pero volvamos un momento, venerables hermanos, a aquella tan perniciosa doctrina del agnosticismo. Según ella, no existe camino alguno intelectual que conduzca al hombre hacia Dios; pero el sentimiento y la acción del alma misma le deparan otro mejor. Sumo absurdo, que todos ven. Pues el sentimiento del ánimo responde a la impresión de las cosas que nos proponen el entendimiento o los sentidos externos. Suprimid el entendimiento, y el hombre se irá tras los sentidos exteriores con inclinación mayor aún que la que ya le arrastra. Un nuevo absurdo: pues todas las fantasías acerca del sentimiento religioso no destruirán el sentido común; y este sentido común nos enseña que cualquier perturbación o conmoción del ánimo no sólo no nos sirve de ayuda para investigar la verdad, sino más bien de obstáculo. Hablamos de la verdad en sí; esa otra verdad subjetiva, fruto del sentimiento interno y de la acción, si es útil para formar juegos de palabras, de nada sirve al hombre, al cual interesa principalmente saber si fuera de él hay o no un Dios en cuyas manos debe un día caer. Para obra tan grande le señalan, como auxiliar, la experiencia. San Pío X. Carta Enc. Pascendi sobre las doctrinas de los modernistas. Nótese en estos párrafos ya los préstamos de Ockam llevados al extremo por el modernismo teológico.

[11] Otra vez la semilla del pensamiento de Ockam en germen llevado a sus últimas consecuencias … una vez repudiada la teología natural y cerrado, en consecuencia, todo acceso a la revelación al desechar los motivos de credibilidad; más aún, abolida por completo toda revelación externa, resulta claro que no puede buscarse fuera del hombre la explicación apetecida, y debe hallarse en lo interior del hombre; pero como la religión es una forma de la vida, la explicación ha de hallarse exclusivamente en la vida misma del hombre. Por tal procedimiento se llega a establecer el principio de la inmanencia religiosa. En efecto, todo fenómeno vital —y ya queda dicho que tal es la religión— reconoce por primer estimulante cierto impulso o indigencia, y por primera manifestación, ese movimiento del corazón que llamamos sentimiento. Por esta razón, siendo Dios el objeto de la religión, síguese de lo expuesto que la fe, principio y fundamento de toda religión, reside en un sentimiento íntimo engendrado por la indigencia de lo divino … de nuevo interviene el filósofo con su dogma de la inmanencia vital, y hace saber que cuanto se contiene en la historia de la Iglesia se ha de explicar por la emanación vital. Y como la causa o condición de cualquier emanación vital se ha de colocar en cierta necesidad o indigencia, se deduce que el hecho se ha de concebir después de la necesidad y que, históricamente, es aquél posterior a ésta. San Pío X. Carta Enc. Pascendi sobre las doctrinas de los modernistas. La influencia de la filosofía vitalista es clara: no ya el Dios de la razón sino el conseguido, al igual que toda verdad, por medio de la intuición vital, de lo que se siente, se experimenta con la voluntad, sentimiento, intuición, con la vida toda. La verdad es entonces consecuencia de una acción, de una actividad de la voluntad. Para una visión general y marco de encuadre acerca de las diferentes posiciones propuestas acerca de la vida y del proceso evolutivo de la misma cfr. Arranz Rodrigo, Marceliano. “Hacia una comprensión de la vida. Teorías actuales sobre la naturaleza de los seres vivos” en Religión y Cultura (1994) 325-349. El autor describe y valora críticamente las propuestas filosóficas de la vida dadas a lo largo de la historia aglutinándolas en torno a cuatro modelos, a saber: Vitalismo, Emergentismo débil u organizacional, Emergentismo fuerte u ontológico y Reduccionismo mecanicista. La propuesta vitalista se encuadra dentro del modelo Emergentista fuerte donde caben pensadores como Lamarck (fuerza excitadora vital), Spencer (fuerza diferenciante, desconocida e incognoscible), Bergson (élan vital), Whitehead (deseo apremiante del más allá), Teilhard de Chardin (faz interna del tejido del universo), etc. Id., 340.

Y también … el sentimiento religioso, que brota por vital inmanencia de los senos de la subconsciencia, es el germen de toda religión y la razón asimismo de todo cuanto en cada una haya habido o habrá … lo que importa es que el sentimiento religioso, después de haberlas modificado convenientemente, si lo necesitan, se las asimile vitalmente. Es tanto como decir que es preciso que el corazón acepte y sancione la fórmula primitiva y que asimismo sea dirigido el trabajo del corazón, con que se engendran las fórmulas secundarias. De donde proviene que dichas fórmulas, para que sean vitales, deben ser y quedar asimiladas al creyente y a su fe … San Pío X. Carta Enc. Pascendi sobre las doctrinas de los modernistas. La raíz de renuncia a la especulación metafísica del modernista es la misma que la del místico, aunque su plasmación teórica y práctica haya tomado diferentes caminos.

Por otro lado, el principio de la inmanencia parece estar, como sostiene la Pascendi, y a su vez como una de sus derivaciones lógicas, en íntima unión con una asunción panteísta, bien de modo subconsciente o expresa. A este respecto el antecedente del modernismo en la mística heterodoxa se muestra diáfano. Qué opinan realmente los modernistas sobre la inmanencia, difícil es decirlo: no todos sienten una misma cosa. Unos la ponen en que Dios, por su acción, está más íntimamente presente al hombre que éste a sí mismo; lo cual nada tiene de reprensible si se entendiera rectamente. Otros, en que la acción de Dios es una misma cosa con la acción de la naturaleza, como la de la causa primera con la de la segunda; lo cual, en verdad, destruye el orden sobrenatural. Por último, hay quienes la explican de suerte que den sospecha de significación panteísta, lo cual concuerda mejor con el resto de su doctrina. Ya como correlato la Pascendi lo muestra más adelante … Al mismo término, es a saber, a un puro y descarnado panteísmo, conduce aquella otra teoría de la inmanencia divina, pues preguntamos: aquella inmanencia, ¿distingue a Dios del hombre, o no? Si lo distingue, ¿en qué se diferencia entonces de la doctrina católica, o por qué rechazan la doctrina de la revelación externa? Mas si no lo distingue, ya tenemos el panteísmo. Pero esta inmanencia de los modernistas pretende y admite que todo fenómeno de conciencia procede del hombre en cuanto hombre; luego entonces, por legítimo raciocinio, se deduce de ahí que Dios es una misma cosa con el hombre, de donde se sigue el panteísmo. San Pío X. Carta Enc. Pascendi sobre las doctrinas de los modernistas.

[12] La génesis de esta inmanencia creemos que surge de su concepción moral de autonomía, pues Autonomie ist also der Grund der Würde der menschlichen und jeder vernünftigen Natur. Grundlegung zur Metaphysik der Sitten. 2ª ed., J. F. Hartknoch. Riga 1786, p. 77; trad. castellana de C. Martín Ramírez. Buenos Aires: Aguilar, 1973. Ed. cast., p. 120.

El propio Kant al excluir lo sobrenatural propio del racionalismo, diferencia ... die Bewegungsgründe, die, als solche, völlig a priori bloß durch Vernunft vorgestellt werden und eigentlich moralisch sind, von den empirischen, die der Verstand bloßdurch Vergleichung der Erfahrungen zu allgemeinen Begriffen erhebt. Grundlegung XI. Ed. cast., p. 54.

Y es claro cuando escribe ... in der Natur des Menschen oder den Umständer in der priori lediglich in Begriffen der reinen Vernunft, und daß jede andere Vorschrift, die sich auf Prinzipien der bloßen Erfahrung Gründet, und sogar eine in gewissem Betracht allgemeine Vorschrift, sofern sie sich dem mindesten Teile, vielleicht nur einem Bewegungsgrunde nach, auf empirische Gründe stüzt, zwar eine praktische Regel, niemals aber ein moralisches Gesetz Heißen kann. Grundlegung, VIII; ed. cast., p. 52

[13] Ya en el Prefacio escribe Kant Der Begriff der Freiheit, sofern dessen Realität durch ein apodiktisches Gesetz der praktischen Vernunft bewiesen ist, macht nun den Schluszstein von dem ganzen Gebäude eines Systems der reinen und selbst der spekulativen Vernunft, aus. Kritik der praktischen Vernunft, p. 4

[14] el modernista en cuanto reformador … manifiesta … vehemente afán de novedades … Quieren que se renueve la filosofía … de suerte que, relegada la escolástica a la historia de la filosofía, como uno de tantos sistemas ya envejecidos … Tres son principalmente las cosas que tienen por contrarias a sus conatos: el método escolástico de filosofar … dirigen sus más violentos ataques. Por esto ridiculizan generalmente y desprecian la filosofía y teología escolástica, y ya hagan esto por ignorancia o por miedo, o, lo que es más cierto, por ambas razones, es cosa averiguada que el deseo de novedades va siempre unido con el odio del método escolástico, y no hay otro más claro indicio de que uno empiece a inclinarse a la doctrina del modernismo que comenzar a aborrecer el método escolástico.San Pío X. Carta Enc. Pascendi sobre las doctrinas de los modernistas.

[15] La propia Pascendi denuncia los préstamos que el modernismo toma del racionalismo … han ido tan lejos que no sólo han destruido la religión católica, sino, como ya hemos indicado, absolutamente toda religión. Por ello les aplauden tanto los racionalistas; y entre éstos, los más sinceros y los más libres reconocen que han logrado, entre los modernistas, sus mejores y más eficaces auxiliares. San Pío X. Carta Enc. Pascendi sobre las doctrinas de los modernistas.

[16] Y aquí entronca Ockam, pues por su irracionalismo podemos considerarlo precursor del empirismo.

 

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