Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin | Para volver a la Revista Arbil nº 88 Para volver a la tabla de información de contenido del nº 88 | El Debate y la formación de la C.E.D.A. por Cristina Barreiro El proceso, documentado en las fuentes, de participación del periódico fundado por Herrera, en la construcción de una alternativa católica dentro de la aceptación de la república | El fracaso del pronunciamiento de Sanjurjo lleva a su punto álgido la polémica interna existente en Acción Popular. Herrera, Gil Robles y una parte determinante de la A.C.N.d.P. comprendieron que era necesaria la adopción de una postura que estableciese los límites de actuación de sus integrantes y se definiese explícitamente con respecto a la República. El Debate, principal impulsor de la Asamblea, refirió la necesidad de que en ésta se “consagrase programática y tácticamente” Acción Popular, aunque continuaba considerando al movimiento como “núcleo compacto y homogéneo de opinión dentro de las auténticas derechas de ideales”. El periódico reafirmaba la idea de que dentro de la organización podían convivir todas aquellas gentes que -dejando a un lado la cuestión de la forma de gobierno- se agrupasen y movilizasen para la defensa “del sentido cristiano de la vida”. Sin embargo El Debate recordaba la necesidad de Acción Popular de “determinar” su posición política (21 octubre 1932, editorial “La Asamblea de Acción Popular”). La Asamblea comenzó sus sesiones el 22 de octubre y durante su transcurso se sentarán las bases definitivas del distanciamiento de los sectores monárquicos más fundamentalistas. Aunque llegaron a acuerdos entorno a la utilización de la lucha legal contra la política antirreligiosa del Gobierno; las discrepancias más acusadas se remitieron a la aceptación del término “acatamiento” y su interpretación. Finalmente y en un claro intento de la derecha accidentalista de presionar a los monárquicos para permanecer en la organización, se determino -aunque no por aclamación- la prohibición a los elementos directivos de Acción Popular de actuar públicamente como miembros de otros partidos “a fin de evitar una confusión perturbadora de responsabilidades y títulos”. Desde este momento, la incompatibilidad entre monárquicos y católicos ascendería a pasos agigantados. El Debate resaltaba el acusado carácter regionalista que había caracterizado la Asamblea y anunciaba la posibilidad de crear una organización política de carácter confederal. Sin embargo el periódico renunciaba a publicar las desigualdades internas y hablaba de “la cohesión de las fuerzas representadas”. Aunque reconocía “discrepancias accesorias” resaltaba la convivencia de los criterios católicos en la colectividad y centraba su comentario en el “afianzamiento de la unión” (25 octubre 1932, editorial “Una gran fuerza en marcha”. Así, El Debate en su editorial “La posición de las derechas” exponía: «Lo que decimos es común a muchas entidades de derecha, sustancialmente las mismas aunque conveniencias de táctica las mantengan autónomas y las rotulen con denominaciones diversas. Nos referimos a Acción Popular y a las organizaciones provinciales o regionales llamadas Acción Ciudadana, Derecha Regional, Bloque Agrario, Acción Agraria, Unión de Derechas, etc, etc. En todas ellas conviven desde su fundación y conviviendo siguen, quienes sienten una firme convicción monárquica, quienes optan por la República, y quienes no sienten intensamente este problema, y concretan sus ideas, en otros que juzgan más del momento. En definitiva, todos se juntan en torno de los últimos; y a la derecha de las soluciones que a ellos corresponden, con identidad de miras consagran los comunes esfuerzos.” «A nosotros nos parece que así está perfectamente planteado y enfocado el problema político del día: la defensa de los principios fundamentales de la Sociedad, que constituyen un caudal de doctrina y de sentimientos, patrimonio por igual, de todos los hombres de derecha. Esta es, a nuestro juicio, una política realista, perfectamente acorde con el estado de espíritu dominante en el sector político-social a que venimos refiriéndonos. Incidentes, movimientos de opinión ocasionales, podrán dar aparente preferencia a otras preocupaciones; mas apenas los espíritus se aquietan, vuelven a ganar la primacía, en los corazones y en los cerebros, aquellos ideales a quienes por derecho corresponde esa preeminencia (13 noviembre 1932).” No obstante la intransigencia monárquica iba a llevar a la organización derechista por unos derroteros bien diferentes. Febrero-Marzo 1933. La C.E.D.A. en marcha. En el último trimestre de 1932 se terminan de perfilar las dos tendencias existentes en el seno de la derecha católica: la propugnada por Antonio Goicoechea, que concluirá en la constitución de Renovación Española; y la capitaneada por la derecha accidentalista que dará origen a la C.E.D.A. Los postulados federativos de Gil Robles, en virtud de los cuales pretendía agrupar a todas las asociaciones políticas derechistas y católicas, van a encontrar su impulso definitivo en la celebración -en noviembre de 1932- de la tercera Asamblea General de la Derecha Regional Valenciana. En el transcurso de la misma, Luciá y Gil Robles puntualizaron esa necesidad de reunir a las organizaciones regionales derechistas en una confederación que, respetando la autonomía de cada una de ellas, aglutinase el sentimiento católico nacional: acababan de sentarse las bases de la futura C.E.D.A. La idea venía además siendo impulsada desde El Debate que no se cansó de exponer las serias ventajas que acarrearía para la política nacional una fusión derechista. Ante estas circunstancias favorables, Gil Robles optaba por acordar la celebración de un Congreso Nacional en el que concretas de forma definitiva la futura confederación derechista: «Acción Popular, con sus entidades provinciales directamente adheridas y con las organizaciones similares, que coincidan con ella en ideario y en táctica, llegará a formar una verdadera Confederación Española de Derechas Autónomas. Esta Confederación podrá y deberá mantener la más cordial relación con todos los demás grupos derechistas, que difieren en ideario o en táctica, y cuando llegue el momento propicio celebrará con ellos las necesarias alianzas electorales (El Debate, 23 diciembre 1932).” Con estas palabras se iniciaba el camino de los actos preparatorios de la nueva organización, a los que El Debate daría puntual información. Para el periódico era misión prioritaria del Congreso dotar a Acción Nacional y a sus elementos afines -entiéndase por tales las agrupaciones regionales y agrarias de España- de un programa de actuación “definitivo y actual” que sintetizase los componentes de su actividad política futura (El Debate, 8 febrero 1933, “Las derechas Autónomas”). Pero tampoco podían olvidarse otros temas determinantes para el progresivo ascenso de la derecha en el panorama político nacional como era la ratificación de una táctica común y la estructuración definitiva de la Confederación Española de Derechas Autónomas, «en la que podrán entrar todas las organizaciones que coincidan fundamentalmente con el ideario y procedimientos tácticos de Acción Popular, condensando aquel en la defensa del lema: Religión, Familia, Trabajo, Propiedad y Obra Social, e inspirados estos últimos en la lucha legal y en un claro criterio de posibilismo político.» Una vez decretados estos principios, el sábado 28 de febrero El Debate daba cuenta del inicio del Congreso convocado por Acción Popular. Recordando el concepto de Confederación como “unión de agrupaciones derechistas de provincias que dejando a salvo las convenientes y legítimas autonomías regionales hace de lo que antes era suma o conjunto un todo orgánico con unidad de espíritu, de doctrina, de táctica y de jerarquía” El Debate destacaba el pronunciamiento unánime acordado de luchar “contra un régimen social anticristiano; contra la lucha suicida de clases” y a favor no solo del salario “justo, vital y familiar” sino de la “participación del trabajo en los beneficios” en virtud de las orientaciones sociales de León XIII y Pío XI (El Debate, 1 marzo 1933, “El Congreso de la C.E.D.A.” y 4 marzo 1933, “La C.E.D.A. aprueba un programa social”). El 5 de marzo, El Debate publicaba en primera página una información que titulada “La Confederación de Derechas quedó ayer constituida” daba cuenta de la clausura del Congreso. La C.E.D.A. que tanto había deseado El Debate -y que estaba llamado a ser el más grande partido de masas de la derecha católica española- iniciaba definitivamente su andadura. El Debate ante las elecciones de Noviembre de 1933: “El criterio religioso” como único límite de la unión. Desde antes que se convocasen oficialmente elecciones generales para noviembre de 1933, El Debate venía clamando por la celebración de unos comicios en los que se decidiese el futuro de España. Para el diario madrileño, las sucesivas crisis de Gobierno acaecidas a partir de 1932, habían llevado al país por un camino de incertidumbre política y social que era necesario poner fin de inmediato. Desde las páginas de El Debate se hacía un fuertísimo llamamiento a la unión de todas las fuerzas católicas en lucha con el socialismo imperante; una alianza necesaria para el triunfo de los elementos del orden que sí bien no incluiría exclusivamente a los sectores formalmente denominados como “derechistas”, sí anhelaba la cohesión de las fuerzas “guiadas por la lucha contra el laicismo”. Pero para lograr el triunfo definitivo en las urnas -y dentro de la legalidad como propugnaba El Debate- se hacía necesario desarrollar un amplio sistema de propaganda electoral que mostrase el creciente poderío de los sectores contrarrevolucionarios y fuese capaz de divulgar los importantes avances en pro de esa alianza electoral. Se trataba de que los elementos directivos de las derechas fuesen madurando los planes de ataque y alianzas entre los sectores cuyo lema fuese “la defensa de los principios fundamentales de la sociedad” y recoger, una vez llegado el momento electoral, los frutos del esfuerzo “en un rotundísimo triunfo” (El Debate, 13 noviembre 1932, editorial “La posición de las derechas” y El Debate, 12 febrero 1933, editorial “Las elecciones de abril”). El Debate clamó siempre por una alianza contrarrevolucionaria y aunque recordaba que el diario no era “el encargado de ejecutar la acción” sí manifestó su completa conformidad con la materialización de “la gran fuerza derechista”. Así, el 29 de septiembre -todavía próxima la convocatoria electoral gubernamental aunque ya en mente de todos los españoles- en un editorial titulado “La unión de las derechas” exponía; «Es inexcusable que nos ocupamos del tema. Lo plantea la actualidad en la Prensa y en la política. Y es tanto más conveniente que hablemos de él cuanto que desde otros sectores se reconoce que la clave de las elecciones futuras reside, en parte, en esa gran fuerza derechista que se ha manifestado en el país. Anticipemos nuestra firme confianza en que la unión se hará. Más aún. Puede decirse que está hecha. La quieren los jefes; pero sí así no fuera, la impondría la masa.” De este modo determinaba El Debate su posición entorno a la alianza contrarrevolucionaria, una alianza de la que hacía responsable a los jefes políticos que “conocen a fondo las circunstancias y pueden medir con acierto el modo y las condiciones en que la unión deba verificarse en cada caso que no han de ser únicas para toda España” (El Debate, 29 septiembre 1933, editorial “La unión de las derechas”). Sin embargo, y pese a esta advertencia, El Debate no escatimó en esfuerzos para hacer públicas “ciertas normas permanentes” que debían convertirse en cuestión básicas para las alianzas: el punto fundamental de la unión y el concepto de “derecha”. No obstante, ambas consideraciones -como se ha visto- convergían en un criterio unitario; el criterio religioso: «¿Quienes son las derechas?. Caben bajo esta denominación cuantos se hallen dispuestos a defender en política las justas reivindicaciones de la Iglesia. (...). Conste pues a nuestro juicio, todos los dispuestos a defender los derechos de la Iglesia son verdadera derecha, sea cual fuere su posición respecto a problemas secundarios y sea cual fuere su historia política (29 septiembre 1933).”» Partiendo de esta premisa El Debate se mostró partidario de ensanchar las alianzas en pro del “mayor bien posible”, o lo que era lo mismo “la lucha contra el socialismo”. De modo que al contrario que los monárquicos ABC, La Época, La Nación y El Siglo Futuro -defensores de una limitada alianza contrarrevolucionaria- el diario posibilista abogó una vez más, y en la línea con la política de actuación planteada por Gil Robles, por aplicar un criterio amplio y flexible para el triunfo. Sólo en estas condiciones El Debate acordaba su ilimitado apoyo a las candidaturas contrarrevolucionarios en la próxima contienda electoral: «Estamos seguros de que fieles a estas altísimas normas, los jefes políticos de la derecha, secundando el mismo sentimiento y deseo de la masa, cada día más obediente en España, por fortuna, a sus legítimos Pastores, nos ofrecerán por la elevación y el acierto de su conducta la ocasión de prestarles ilimitado apoyo en la próxima contienda electoral, coronación de la campaña por la que tanto les debe la Iglesia en los dos años últimos. Y con tanto mayor placer nos disponemos ya a prestarles este apoyo cuanto saboreamos anticipadamente el gran triunfo de la derecha en las urnas (29 septiembre 1933).”» Desde este momento y fiel a su compromiso, El Debate hizo públicas cuantas determinaciones fueron acordadas por el Comité de Enlace Electoral presidido por Martínez de Velasco. Día tras día, el diario madrileño va publicando los acoplamientos de candidatos, los acuerdos entre Acción Popular, Renovación Española, Tradicionalistas y elementos independientes; y finalmente las candidaturas ultimadas. El domingo 19 de noviembre, todo estaba listo para el triunfo. El Debate y la campaña electoral. Una vez publicada en la Gaceta la convocatoria de elecciones generales, se inicia en la Prensa una campaña frenética en pro del triunfo de la que El Debate no va a mostrarse exento. Así, el diario católico madrileño va a convertirse en guía de un sector de la derecha ávido por seguir unas directrices determinadas. El Debate enfocó las elecciones como una lucha entre el catolicismo y el laicismo, el triunfo a la ruina, la felicidad y la desesperación; postulados todos ellos que se encarnaban en el enfrentamiento entre la Unión de Derechas y el socialismo. Era necesario concienciar a las masas de la necesidad de “rectificar” las medidas adoptadas por los elementos gobernantes y actuar en política en función de las doctrina social emanada de la Iglesia de Roma. Para ello, El Debate va a centrar su contenido electoral en dos de los puntos fundamentales decretados por el Comité de Enlace Electoral: la revisión constitucional y la amnistía política. Como se ha visto, El Debate jamás se mostró conforme con la redacción definitiva del texto constitucional y mucho menos con los ya conocidos artículos laicos. Desde este punto de vista El Debate enfocó el previsible triunfo derechista como la única posibilidad de modificar el Código Fundamental y articular nuevos preceptos que permitiesen vivir a los elementos de orden en cordialidad y desarrollo: “(...) Y no se olvide mientras que la revisión constitucional es inevitable. Ni el espíritu anticatólico, ni la democracia radical, ni el parlamentarismo, han de subsistir, porque no hay cohesión nacional capaz de resistir los tirones de esas fuerzas disgregadoras. En la revisión se ha de pensar siempre, se ha de trabajar por ella de día en día, jamás se ha de arriar esa bandera. Pero en orden al futuro...¡que la prudencia distinga entre la amplia libertad de los avances ideológicos y las exigencias de la táctica política!(15 septiembre 1933).”» El segundo punto de la propaganda derechista que encontró capital difusión en las páginas de El Debate fue el de la amnistía. El diario católico advertía insistentemente de que el triunfo contrarrevolucionario acarrearía indiscutiblemente un “indulto generoso que beneficie a cuantos sufren pena por delitos típica y netamente políticos”. Se trataba de una determinación que era favorablemente acogida por el país, “ansioso de paz y de concordia” pero que únicamente verían los ciudadanos si daban el triunfo a la candidatura derechista; el triunfo socialista, al contrario, no supondría más que nuevas detenciones y arbitrariedades en su afán revanchista de venganza: «Los religiosos perseguidos, los propietarios expoliados, los funcionarios públicos a quienes se despojara de sus cargos o de sus pensiones, víctimas son de la injusticia del Gobierno caído, que están y estarán clamando una reparación, una desagravio en tanto la proscripción que sufren continúe. Que aquella política persecutoria cese, que este camino de respeto a los derechos ciudadanos se emprenda, eso espera el país del futuro gobierno (15 septiembre 1933).”» El Debate difundió además otras de las determinaciones adoptadas por la derecha como eran la rectificación de la Reforma Agraria, la condena al parlamentarismo y la defensa de la Iglesia y de los valores tradicionales. Así, y recogiendo las palabras pronunciadas por Gil Robles durante la campaña electoral publicaba El Debate el 19 de septiembre, “la democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo. Llegado el momento, el Parlamento o se somete, o le hacemos desaparecer”. Pero el periódico no descuidó la publicidad de los actos, mítines, asambleas, concentraciones y discursos radiofónicos llevados a cabo por los líderes derechistas con el principal propósito de impresionar por la palabra y el frenético crecimiento contrarrevolucionario. El Debate tampoco olvidó en su campaña el amplio filón que representaba un sector de la sociedad dispuesto a votar por vez primera: la mujer. A ella, dirigirá el diario importantes proclamas propagandísticas. Resaltando siempre la firmeza y dignidad de las mujeres españolas, su entereza, serenidad, recato y virtud, El Debate pedía a “la madre de familia” el voto derechista. En tono siempre amenazante exponía: «De triunfar el marxismo, o lograr una victoria los elementos de derecha, van para las mujeres de España estas diferencias esenciales: el sectarismo marxista emprendería la persecución sistemática y sin cuartel de la Religión y de la familia. Los hijos de la mujer española no serían ya suyos en esa honda acepción con que nuestras mujeres entienden por fortuna, el concepto. Serían carne del Estado. Del estado comunista y ateo, que arranca a los niños del hogar y a Jesucristo de la Escuela (17 noviembre 1933).”» La ideología de las derechas representaba sin embargo, una concepción sólidamente cristiana de la familia y de la sociedad, en la que las madres tenían el papel que les correspondía y que a su vez el cristianismo les daba. En definitiva, se trataba para El Debate de despertar en las mujeres españolas un sentimiento de temor que irremediablemente beneficiaba a la derecha. El Debate insistió también en el deber de votar. Recurriendo a las encíclicas papales y textos de los prelados, el periódico entendía el voto como una obligación de los católicos en momentos de crisis; cuando en el campo de la política se libraban batallas decisivas para los seguidores de Cristo, el católico no podía desentenderse de sus funciones públicas. De este modo, para El Debate la abstención se convertía en una determinación criminal, una decisión peligrosa que contradecía la doctrina social. Por razones de orden patriótico, social y espiritual se hacía obligado inclinar el voto popular hacia el sector derechista. Solo votando se obtendrían auténticas garantías de triunfo; había que votar sin excepciones, sin vacilación y con una gran confianza en la victoria (El Debate, 12 noviembre 1933, editorial “El deber de votar” y El Debate, 19 noviembre 1933, editorial “El primer deber de hoy: votar”). El Debate ante los resultados electorales y la formación de un gobierno de centro. El martes 21 de noviembre, El Debate abría su edición con un gran titular en el que se aludía al “arrollador triunfo de las derechas en toda España”. En efecto, la alianza contrarrevolucionaria resultó la gran triunfadora de los comicios, aunque -una vez más- las interpretaciones sobre los resultados electorales finales son difíciles. Siguiendo a Gil Pecharromán podemos afirmar que la Unión de Derechas obtuvo la victoria definitiva en las urnas con 204 diputados entre la primera y segunda vuelta, de los que 115 pertenecían a la C.E.D.A. Se integraron en el Parlamento como Minoría Popular Agraria. Para El Debate estos resultados representaban la repulsa a la política sectaria del primer bienio y a la política socialista aplicada en todas las reformas llevadas a efecto, “una protesta contra la arbitrariedad, la crueldad y el despotismo con que en el ya aludido periodo se ha fomentado el desgobierno” (El Debate, 21 noviembre 1933, editorial “El significado de las elecciones”). Sin embargo, y pese a la victoria derechista El Debate reiteraba su deseo de que los gobernantes que habían convocado los comicios -es decir, el gabinete Martínez Barrio- permaneciesen en su puesto hasta que se hubiese definitivamente constituido el nuevo Parlamento. Y esa iba también a convertirse en la principal preocupación del diario. La composición de las futuras Cortes no admitía una mayoría ideológica y en cambio, obligaba a pactos muy amplios para asegurar la gobernabilidad del país. Por este motivo, y desde que se fueron conociendo los resultados definitivos, El Debate abogó por la constitución de un Gobierno de centro que, con la colaboración de los elementos de carácter antimarxista y especialmente derechistas, garantizase la estabilidad parlamentaria. Así, manifestaba el periódico: «Es evidente, que ya en el nuevo Parlamento, gozará de gran influencia, en algunos casos de influencia decisiva, aquella fuerza que es, sin disputa, la más considerable de la derecha y que desde el primer momento levantó bandera por la Religión, la Patria, la familia, el orden, la propiedad y el trabajo, fuerza que ha sido tan inteligentemente dirigida, con un sentido y un criterio políticos propios de hombres ya maduros. (...). Antes de mucho tendrá que ir a sus manos el Gobierno de la Nación. Esa fuerza de hoy, sin disputa, la más importante de todas las fuerzas políticas del país: dentro y fuera de España se la señalará como la poseedora del secreto del futuro política nacional. Rápido y triunfal ha sido el camino para ella en estos dos años, y el suceso nos muestra lo que puede llegar a ser en breve tiempo. En cuestión de meses, puede completar los cuadros de sus hombres, preparar sus elementos de gobierno, precisar bien su programa, ensanchar todavía sus masas para disponerse a recibir las riendas de la gobernación del Estado, en el cual debe estar influyendo desde hoy mismo (21 noviembre 1933).”» Claramente El Debate se estaba refiriendo a la C.E.D.A y al proyecto de tres etapas anunciado por Gil Robles en virtud del cual se pasaría de un apoyo parlamentario a gobiernos minoritarios basados en el Partido Radical, a la entrada en el Gobierno y posterior conversión de la Confederación en la fuerza hegemónica de la coalición gubernamental en condiciones de exigir al Jefe del Estado la entrega del poder a un Gabinete de mayoría conservadora. En efecto, El Debate deseaba la formación de un Gobierno de centro -lógicamente inclinado hacia la derecha- presidido por Lerroux, en el que entrasen con los conservadores de Maura algunos elementos agrarios robustecidos por “la benevolencia de las derechas, minoría la más numerosa de la Cámara” (El Debate, 25 noviembre 1933, editorial “Situación difícil, pero clara”). En consecuencia, la posición de los elementos conservadores y en particular de la C.E.D.A. no debía de ser más que la de otorgar las facilidades para la constitución definitiva del equipo gubernamental. Pero estas manifestaciones, explicaba El Debate, no significaban que se estuviese pidiendo el poder para el Partido Radical -que carecía de suficiente representación parlamentaria- sino que constituían únicamente una etapa en la evolución de la política nacional. El Gobierno constituido, eso sí, tendría la obligación de restaurar el orden público y “la paz material”, la pacificación espiritual, la justicia y especialmente la amnistía que “ha de concederse sin tardar está en el ánimo de todos los españoles” (El Debate, 6 diciembre 1933, editorial “Situación difícil, pero clara”). De este modo, y tras hacer público la C.E.D.A. un documento en el que manifestaban no creer todavía llegado “el momento oportuno de un Gobierno de derechas” y sí el de dar todas las facilidades necesarias para la formación del Gobierno de centro, El Debate se reafirmaba en su posición y aplaudía la decisión adoptada por Gil Robles. Se había pasado del “inhibicionismo” a una adhesión oficial al “régimen legalmente constituido”. Sin embargo al garantizar su apoyo provisional al republicanismo, el sector mayoritario de la derecha parlamentaria se estaba desmarcando de sus aliados electorales alfonsinos y tradicionalistas. Además, en estas circunstancias El Debate iba a publicar dos editoriales que titulados “Los católicos y la República” y “Tras la doctrina, la conducta” terminarán de abrir la brecha irreconciliable entre monárquicos y accidentalistas, y al mismo tiempo propiciarían una interesante ofensiva periodística del ABC y el resto de la Prensa alfonsina (El Debate, 15 diciembre 1933, editorial “Los católicos y la República” y El Debate, 17 diciembre 1933, editorial “Tras la doctrina, la conducta”). En estos editoriales se volvía a considerar deber de los católicos “avenirse con las instituciones republicanas” y “prestar a la vida civil su leal concurso”. Sin duda, decía El Debate, «puede haber, y en España los hay, católicos que profesen opiniones políticas, particulares, adversas al régimen republicano. Ello es lícito y respetable; más ni de su sentir, ni de su pensamiento de católicos podrán derivar esa hostilidad al régimen republicano, ni les será lícito establecer incompatibilidad de ninguna especie entre los derechos e intereses de la Iglesia y la forma republicana (15 diciembre 1933).”» Afirmaban también que la C.E.D.A era el partido llamado a recoger el Poder y que sólo este movimiento constituía una auténtica fuerza nacional, la auténtica solución política. Como era de esperar, estas manifestaciones de El Debate indignaron a los diarios monárquicos que se veían ahora excluidos de las tareas de gobierno por sus propios aliados electorales. Esta actitud será clave para comprender la posterior negativa de La Nación, La Época y El Siglo Futuro a una nueva coalición de las fuerzas monárquicas y elementos cedistas en los términos determinados por Gil Robles para las elecciones de febrero de 1936. Con todo, el 16 de diciembre, Alejandro Lerroux asumía la presidencia del Gobierno. El nuevo equipo ministerial estaba basado en el Partido Republicano Radical y contaba con la presencia de un liberal-demócrata y un agrario. La solución propugnada por El Debate había resultado la gran triunfadora: al gabinete le quedaba la difícil tarea de “rectificar” toda la obra legislativa llevada a cabo por sus predecesores. El “Segundo Bienio”: El Debate y el Gobierno de Centro. La llegada de un Gobierno de centro a la vida nacional no va a solucionar la inestabilidad política. La crisis interna existente en el Partido Radical va a llevar al inicial gabinete Lerroux a sufrir importantes modificaciones que terminarán con la constitución de un nuevo Gobierno presidido por Ricardo Samper en abril de 1934. Sin embargo y pese a su versatilidad, durante el periodo se desarrolló una considerable actividad que aunque de tono generalmente moderado, estaba fuertemente influenciada por las exigencias revisionistas de los cedistas cuyo apoyo les resultaba esencial para sobrevivir. En este sentido, conviene resaltar la labor que una vez más se llevó a cabo a través de las páginas de El Debate. Para el rotativo, el “periodo revisionista” no debía caracterizarse por conseguir únicamente la reforma de las leyes anteriores, sino por ser capaz de articular esa reforma con una conciencia formada serenamente y por unas ideas claras por el contraste con la realidad. Pero El Debate se mostraba satisfecho con el papel de la C.E.D.A en su apoyo gubernamental y estimaba que debía continuarse por la misma senda e ir preparando el camino para una futura gobernabilidad del país. De este modo en el editorial publicado el 14 de abril de 1934, al conmemorarse el cuarto año de la proclamación de la República podía leerse: «Su labor propia -se está refiriendo a las fuerzas de derecha que no participan en el Gobierno, es decir, a la C.E.D.A- la colaboración parlamentaria a la obra del Gobierno, está siendo llevada con acierto indudable. Casi todo lo bueno que ha conocido este periodo, se debe en no pequeña parte a su influencia, nacida ésta del voto popular que trajo a estos hombres al Parlamento. En este orden de cosas, si algo tenemos que decir a los grupos políticos de derechas, y en especial a las fuerzas que acaudilla el señor Gil Robles, es que prosigan por la senda emprendida; que acatando sin reservas el poder constituido, y moviéndose siempre en el terreno de la legalidad, perseveren en su marcha ascendente hacia la gobernación del país, ya que éste, de modo claro, les otorgó su confianza, pidiéndoles, no otra cosa, sino que se dispusieran a bien regirle.”» «En tanto este momento llega (...) deben capacitarse para gobernar y formar en el pueblo una conciencia acerca de los principales problemas de gobierno. (...).» Siguiendo con esta línea, cuando los elementos posibilistas creyeron haber llegado al momento de iniciar la segunda fase de su estrategia de conquista del poder, van a restar el apoyo al Gabinete amparándose en la falta de energía de Samper en la “cuestión rabassaire” y el conflicto de competencias planteado entre el Gobierno y la Generalidad catalana acerca de la Ley de Contratos de Cultivo autonómica con sus consecuentes alteraciones del orden público. De este modo, el 28 de septiembre manifestaba El Debate: « “(...)Las fuerzas de derecha recibieron de sus electores el encargo de terminar con la anarquía. Para cumplir este mandato las fuerzas de derecha facilitaron y apoyaron un Gobierno que creyeron de orden. Más el tal Gobierno no ha respondido ni a las esperanzas ni a las promesas. La perturbación ha continuado durante el tiempo que ha durado su mando; han seguido las organizaciones sindicales extralimitándose; han continuado la actitud rebelde y los desmanes de la Esquerra de Cataluña. (...) Los Gobiernos posteriores a las elecciones se han mostrado débiles; por eso tales Gobiernos han fracasado. A las fuerzas de derecha no se les puede pedir más que lo sostengan; no pueden llevar éstas más adelante su apoyo. Porque faltarían a sus deberes para con la Nación y para con el país a quien representan; faltarían al mandato estricto de acabar con la anarquía e imponer una autoridad efectiva (28 septiembre 1934).”» Definitivamente había llegado el momento de conseguir un Gobierno de sustentación propia, un Gobierno nacional que respondiese a lo salido de las urnas y que contase con la participación de la C.E.D.A.. La Coalición Radical-Cedista. El Debate y la “Revolución de Octubre”. Desde las páginas de El Debate se venía advirtiendo de la amenaza revolucionaria. El diario estaba convencido de que los elementos socialistas, ayudados por las centrales sindicales obreras, estaban insertos en la preparación de un proceso revolucionario destinado a terminar con el sistema democrático imperante en España y orientado a instaurar la “dictadura del proletariado”. Para El Debate, desde que se conocieron los resultados electorales de noviembre de 1933, los elementos revolucionarios y separatistas -conscientes del ascenso de las fuerzas derechistas y ante el temor cada vez más cercano de ver desfenestradas sus ilusiones marxistas- habían depositado sus esfuerzos en la preparación, articulación y financiación de un movimiento que aseguraban, estaba próximo a estallar. Así, en el editorial “En un momento de decisión”, publicado el 28 de septiembre de 1934 manifestaba el periódico: «Viene prolongándose desde hace tres años la inestabilidad. No han llevado a cabo los Gobiernos apenas ninguna realización positiva; unos porque se han dejado arrastrar por la obsesión de destruir; otros porque han carecido de la seguridad en sí mismos. Vive en continua zozobra la sociedad española: las personas a merced de un atentado; la Nación, expuesta a una revolución sangrienta y rencorosa: la vida nacional, paralizada; los traficantes del desorden, sueltos; la inquietud, dondequiera.”» En efecto, las predicciones aportadas por El Debate no distaban mucho de la realidad. La Prensa marxista incitaba con todo descaro a la revolución y daba instrucciones y consignas para un próximo levantamiento. Los descubrimientos de depósitos de armas, el llamamiento a la violencia y las continuas huelgas que se venían sucediendo en el país, eran muestra de una amenaza revolucionaria que no tardó mucho en hacerse pública. Así, el viernes 5 de octubre y coincidiendo con la formación de un nuevo Gobierno en el que entraban tres cedistas, El Debate daba la noticia del estallido de un “monstruoso complot” destinado a derribar la sociedad nacional. El diario informaba en los siguientes términos: «Escrito ya el fondo llegan a nuestro conocimiento las primeras noticias de la huelga. Los enemigos de la legalidad y de la Patria se han decidido... No se dan cuesta de que provocan una batalla que pierden. No quieren comprender que la razón no está con ellos. Ni la razón, ni la sociedad, ni la ley. Se rebelan contra una ley que ellos hicieron, protestan contra un sistema de mayorías que ellos han pretendido defender en otros tiempos, se abalanzan contra la autoridad que les disgusta. Saldrán de este trance definitivamente derrotados. (...) Si por sus obras no fueran conocidos antes de ahora, esta sinrazón y esta ilegalidad y esta pretensión de imponer su capricho y este afán insensato de monopolizar el Estado, ponen de manifiesto los designios de tiranía de unos cuantos agitadores. Porque son unos cuantos los que lanzan a la calle a los obreros mientras ellos disfrutan de las ventajas con la política logradas. (...). Tienen perdida la batalla si es que hay batalla. El Gobierno está prevenido; las medidas adecuadas a la situación, tomadas; previstas todas las contingencias. Que los ciudadanos se den cuenta de que los son y de los deberes que impone la ciudadanía; que adviertan que se atenta contra las libertades públicas y que las defiendan. (...).» «Al propio tiempo que protestamos abiertamente contra esta violencia a las libertades, aseguramos a los lectores el servicio de EL DEBATE. Nuestro periódico se publicará, como acto de ciudadanía y como ejercicio de la Ley (5 octubre 1934).”» Como se desprende de este texto, El Debate no hizo referencia a las dimensiones de la revolución y únicamente mencionaba una “huelga contra las libertades articulada por los enemigos de la libertad y de la Patria”. Sólo un día después, El Debate relataba el alcance del auténtico conflicto revolucionario dando cuenta de las principales zonas afectadas: Asturias, Eibar y Mondragón, y Barcelona. Pero el periódico destacaba cómo no todos los sectores de la sociedad habían secundado la huelga y especialmente, el papel desempeñado por las fuerzas gubernamentales en su pacificación. Publicaba también una nota en la que mostraba su opinión ante los sucesos: «Estalló, por fin, la huelga. Venían desde hace mucho tiempo amenazando con esta decisión al país entero, preparando la delictuosa aventura, prometiendo despropósitos a los obreros. Ayer fue el día. En varias partes del territorio nacional, Sindicatos inicuamente manejados, depusieron los instrumentos de trabajo y empuñaron las armas. A matar... . A matar a hombres honrados engañosamente atraídos a una cita, a matar a mujeres y a niños, a matar a agentes de la autoridad. Tales han sido las únicas hazañas de los huelguistas.”» «No han amedrentado a nadie, sino que están asqueando e indignando a todo el mundo; no han conseguido ninguna ventaja para los trabajadores (...).» «No han prevalecido contra la autoridad vigilante y resuelta: se lo advertimos a tiempo; solo gentes que en nada estiman las vidas humanas han podido lanzarlos a esa empresa descabellada y bochornosa. Eso es la revolución cuando un Gobierno no la permite. A pesar de la preparación concienzuda, de las alianzas dentro del Estado y de la traición de algunos republicanos, la huelga revolucionaria ha fracasado. Varios crímenes aislados, alevosos y cobardes, una reacción ciudadana valerosa y ejemplar, la convicción en los obreros conscientes de que sus directores los engañaban y explotaban, el imperio sereno y absurdo de la autoridad tal es el balance de la jornada. Estaba previsto y no podía ser otro (6 octubre 1934).» El Debate estaba convencido de que los grupos antinacionales habían constituido un frente en guerra abierta contra el orden constituido en rebeldía contra las más altas instituciones de el Estado. Socialismo, separatismo, sindicalismo obrero y ciertos sectores republicanos, afirmaba el diario, se habían aliado contra el avance derechistas con el objetivo de conseguir el Poder y constituir la república de trabajadores. Sin embargo, y gracias a la acción ciudadana, el Gobierno parecía controlar la rebelión. En estas circunstancias y tras dos días de huelga, El Debate daba cuenta de la proclamación del Estado catalán independiente; Companys tras haber “fingido” la sumisión al nuevo Gobierno rompía toda solidaridad con el Estado español. Pero en ese mismo ejemplar, también daba El Debate la noticia de la rendición y detención de los insurrectos catalanes. Toda la redacción de El Debate se mantuvo en sus puestos durante la Revolución y -aunque las circunstancias no eran normales- el trabajo se realizó con regularidad. Durante los días que duró la huelga revolucionaria las tiradas de El Debate alcanzaron cotas altísimas. La venta del periódico se hizo en lugares fijos; las calles y plazas de mayor corriente circulatoria así como la propia casa del diario o las comisarías y tenencias de alcaldía de los diez distritos madrileños fueron los principales puntos de venta, en los que en ocasiones terminaron formándose colas para su adquisición. El aprovisionamiento de los lugares señalados para vender el diario se realizó por medio de camiones y coches particulares cedidos para causa por los ciudadanos (El Debate, 5 julio 1936, artículo “Ninguna huelga ha suspendido El Debate)”. Los paquetes destinados a los suscriptores de provincias iban custodiados por fuerzas del Cuerpo de Seguridad del Estado. Es curioso el relato que el propio El Debate hace de como se llevó a cabo la distribución de los ejemplares: «La cooperación espontanea se utilizó para tres finalidades principalmente: para la venta, en la que se emplearon, independientemente de los camiones, buen número de coches particulares cedidos por sus propietarios y en los que solían ir tres muchachos armados por si se veían en el caso de tener que ejercitar el derecho de legítima defensa; para transportar bobinas de papel desde los depósitos-almacenes que EL DEBATE tiene fuera de Madrid a los talleres, servicio urgente por las enormes cantidades de papel consumidas a diario y que comenzaba a hacerse a media mañana, una vez terminada la venta; para llevar desde sus casas respectivas a la imprenta y desde ésta a sus casas, a la hora de comenzar y de terminar el trabajo, a los obreros de EL DEBATE, a fin de impedir que se les hiciera víctimas de cualquier intento de agresión (5 julio 1936).”» El Debate intentó ofrecer a los lectores la mejor información sobre los sucesos producidos durante la Revolución. El redactor, Ernesto de la Orden se desplazó a Asturias desde donde enviaba crónicas telefónicas que se publicaron entre el 11 y el 20 de octubre; Rafael de Luís -miembro del Consejo Editorial del diario y a quien había cogido la Revolución en Gijón, su ciudad natal- aprovechó para plasmar por escrito su testimonio personal de los hechos y enviar sus relatos al periódico; y Luís Ortíz Muñoz fue el encargado de cubrir los viajes que hicieron a aquella región los ministros de Justicia (Aizpún), Guerra (Hidalgo) y Obras Públicas (Cid) para comprobar los efectos de la lucha y las medidas que debían adoptarse. Finalmente parecía que la situación se había controlado en toda España. El nuevo Gabinete Lerroux había comenzado su mandato con el gran éxito que suponía el aplastar una revolución; ahora se vería obligado a mantener el orden, a luchar por la tranquilidad social y a encargarse de la represión. Gil Robles había avanzado en su tarea de conquista del poder y por primera vez participaba en las tareas de Gobierno. Octubre significó para la derecha lo que Gil Pecharromán a definido como “confirmación de sus vaticinios sobre las potencialidades revolucionarias de una izquierda obrera en la que solo veía designios bolchevizantes”. Pero para El Debate, el fracaso de la revolución constituía en definitiva “un triunfo de la soberanía nacional sobre las fuerzas subversivas” (El Debate, 5 octubre 1934, editorial “España ha impuesto su voluntad”). La C.E.D.A. y su mayor apogeo en el gobierno. Y represión de Octubre. Una vez aplastada la revolución en Asturias y el intento separatista en Cataluña, comienza un proceso de represión que se va a convertir en el drama político principal de los meses siguientes; desde octubre de 1934 hasta la caída del primer Gobierno de coalición radical-cedista en marzo de 1935, el principal problema político fue la represión de la Revolución. La Prensa derechista, sometida a previa censura y con la ley marcial proclamada, relata los horrores revolucionarios y culpa a los elementos subversivos de cuantas atrocidades, crímenes y destrozos pudieran imaginarse. El Debate -pese a no mantener la misma actitud sensacionalista adoptada por sus colegas derechistas- dedicará interesantes reportajes a los sucesos y centrará la mayor parte del suplemento dominical que el diario publicaba los domingos, en los acontecimientos de octubre. En ellos se destacaba la actitud heroica de una Guardia Civil víctima de marxismo, los tenebrosos objetivos de los sediciosos y los atentados que se habían cometido contra los miembros de la Iglesia y las propiedades eclesiásticas (suplementos extraordinarios de El Debate, 4 y 11 noviembre 1934). Paralelamente en la Prensa se estaba produciendo un arduo debate entorno al grado de castigo que había de imponerse a los implicados en la revolución y a sus más destacados cabecillas. El Gobierno anunció que los revolucionarios serían tratados sin “crueldad ni impunidad”. El Debate suscribió este punto de vista, pero recalcó que había que utilizar por completo la Ley para castigar a los culpables a fin de que no sintiesen la tentación de repetir el intento de apoderarse del poder. Es lógico pensar que una vez pacificadas las zonas rebeldes se iniciasen juicios sumarísimos de excepción contra las principales figuras del movimiento; se trataba de deslindar las responsabilidades criminales y políticas de los sucesos. Los tribunales militares comenzaron a actuar y se restableció la pena de muerte. No obstante, la adopción de tal medida va a provocar determinantes divergencias en el seno del Gobierno. Mientras que Alcalá Zamora se las ingeniaba para forzar a Lerroux a aprobar la conmutación de la pena de muerte al comandante Pérez Farrás, los elementos cedistas del gabinete mostraban su absoluta disconformidad con el indulto ya que no estaban dispuestos a tolerar lo que a sus ojos significaba “una amenaza incumplida de justicia”. El Debate adoptó también esta posición intransigente contra los jefes revolucionarios afirmando que debía de aplicarse la pena máxima a cuantos líderes marxistas se habían visto envueltos en delitos de sangre. No obstante, va a producirse entre los elementos cedistas del Gobierno y El Debate una discrepancia de obligada mención que viene a confirmar la independencia de facto existente entre la confederación derechista y el diario. Así, cuando al plantearse la concesión del indulto al generalísimo de las fuerzas revolucionarias en Asturias -el diputado socialista González Peña- Gil Robles amenazó con provocar una crisis de Gobierno; El Debate publicó un artículo en el que condenaba la decisión del líder cedista y recomendaba a los ministros la permanencia en el gabinete para poder evitar males mayores. Aunque resaltaba la “injusticia” que se cometía con la conmutación que consideraba “una burla de la ley, un escarnio de las víctimas inocentes de la revolución de octubre, un estímulo innegable para los enemigos del orden social que no se han rendido”, El Debate advertía de las consecuencias negativas que para la política española podía acarrear la ruptura del bloque gubernamental. En el editorial, publicado el 27 de marzo de 1935 con el título “Hay que superar esta dificultad” podía leerse: «¿Cuáles han de ser sus consecuencias en la política española?. Sobre esto queremos discurrir aquí. No es tampoco una novedad que algunos de los partidos representados en el Gobierno se oponen al indulto y que los ministros de estas agrupaciones votarán en contra. Lo que importa es saber hasta donde puede o debe llegar esta oposición.”» «Es imposible a esos ministros impedir una decisión que depende de la mayoría del Gobierno. Pudieran por consiguiente subrayar su actitud, marchándose. Quién lo hiciese, al mal gravísimo que es el indulto, añadiría en nuestro sentir otro mal aún más grave. La dimisión sería interpretada como un triunfo de los revolucionarios, se vanagloriarían estos de haber logrado disociar el bloque gubernamental, contra el que precisamente se levantaron, se considerarían con garantías de impunidad para la próxima, valorarían en más de lo debido las alianzas y apoyos de que disponen todavía dentro de la fortaleza del Estado y cundiría esa impresión de inestabilidad, tan propicia a todas las aventuras.”» El Debate se pronunciaba pues contra la crisis para evitar a España perjuicios mayores; no era ni solución ni remedio a la situación planteada. Recordaba a los ministros cedistas la misión que les había sido otorgada por los electores y lo necesario de liquidar desde el Gobierno la “revolución contenida”. A ojos de El Debate los ministros tenían que sacrificarse de nuevo en interés del “servicio estricto de la Patria” sin dejarse llevar por el impulso de la popularidad ni el amor propio. Como es lógico imaginar, la publicación de este artículo provocó un revuelo político considerable. Quienes consideraban que El Debate no era más que el órgano oficioso de la C.E.D.A, quisieron ver en su publicación una rectificación de la conducta intransigente de Gil Robles quien no tardó en reiterar su posición, mostrar su descontento y hacer público su desconocimiento del editorial hasta haberlo visto publicado en el periódico. El Debate mientras tanto recordaba su independencia respecto a la confederación derechista y mantenía su postura sobre la crisis de gobierno. De este modo, en la sección del periódico “Lo del día” podía leerse: «Discrepan de nosotros los jefes políticos de derecha en cuanto a las consecuencias que deban seguirse de lo que el Gobierno resuelva sobre la ejecución de las sentencias pendientes.”» «No afecta esa discrepancia a cuestión ninguna de principios; (...). La divergencia se da en el modo de apreciar los efectos políticos de la resolución. (...)Una diferencia de este género no puede de versas extrañar sino a quienes no nos hayan creído cuantas veces hemos afirmado que EL DEBATE no es oficioso de ningún partido. (...). La voz de un periódico que no es órgano de ellos, nadie puede entender que sea la suya (...).» «Pero EL DEBATE, que no puede hablar, ni lo pretende, en nombre de un grupo político, habla sí, en nombre de una ideología y dirección políticas y de una opinión ante las cuales afronta en todo caso la responsabilidad de sus palabras. Y en el presente ninguna tiene que quitar de las que escribió en su artículo de ayer. Mirando al bien del país entiende que esa crisis que se anuncia y que no ataja la injusticia, pone en peligro la paz pública y en entredicho el porvenir inmediato de la causa de las derechas, que es la de España. Y arrastra la impopularidad de ese ingrato consejo (28 marzo 1935).”» Quedaba clara la diferencia de criterio existente entre El Debate y la C.E.D.A. en cuanto a las consecuencias de la crisis. Sin embargo Gil Robles -una vez que en el Consejo de Ministros quedó aprobado por siete votos contra cinco el indulto- anunció la ruptura del bloque centro-derechista. Se trataba ahora de constituir un nuevo Gobierno en el que Gil Robles iba a exigir mayor representación. Como afirmaba El Debate, “Sólo si hay adecuación entre la fuerza real parlamentaria y la representación en el Gobierno, pueden el Gobierno y las Cortes realizar obra armoniosa” (El Debate, 30 marzo 1935, editorial Un reflejo fiel del Parlamento). El Debate y la política de gobierno de la C.E.D.A. la necesidad de entregar el Gobierno a Gil Robles. Indudablemente El Debate iba a impulsar la formación de un gobierno con mayor representación derechista. Desde sus páginas se esforzó por conseguir una participación exacta y atinada en la distribución de las carteras, en virtud -afirmaban- de los deseos manifestados por la población en las elecciones generales. Para El Debate, había llegado la hora de que las fuerzas cedistas se viesen fielmente representadas en el Gobierno y “conseguir la concordia nacional”. Por ello, era lógico también que el periódico se mostrara satisfecho con la constitución, en mayo de 1935, de un gabinete que contaba con la participación de cinco ministros pertenecientes a la C.E.D.A.. El Gobierno, insistía El Debate, debía continuar cumpliendo el programa trazado y acelerar la tarea rectificadora del primer bienio republicano. Había que imponer una severa ley de Asociaciones a los sindicatos socialistas; contener la sustitución de la enseñanza religiosa y dar libertad a la Iglesia para su actuación; regir la situación de Cataluña; llevar a cabo el saneamiento -dentro de la ley- de las Fuerzas Armadas; modificar las pautas de la Reforma Agraria y decretar una Ley de Prensa que delimitase el marco legal entre la empresa periodística y el Estado. Estas eran, a juicio de El Debate, las principales actuaciones que debían llevarse a cabo en este periodo legislativo para llegar después a la tan ansiada reforma constitucional. A todas estas realizaciones añadía el periódico la imperiosa necesidad de poner fin al problema del paro, llevar a cabo la reforma de la Dirección General de Seguridad y convocar elecciones municipales. La C.E.D.A., advertía El Debate, tenía que ser capaz de demostrar que estaba capacitada para acometer la solución de los grandes problemas de España con “espíritu de inteligencia y de honrada voluntad” (El Debate, 6 diciembre 1935, editorial “Dirección y responsabilidad”). No obstante y pese a las positivas intenciones, la coalición gubernamental iba a perder fuerza a raíz de los escándalos que a partir de octubre de 1935 rodean al Partido Radical de Lerroux y a la imposibilidad del gabinete de aprobar una política presupuestaria. Pero como afirmaba El Debate; «De los dos principales obstáculos con que la política en la actualidad tropieza, ninguno alcanza a las derechas. Ileso e incontaminado está de todo posible abuso de la administración pública, aunque con aparatoso escándalo se quieren esgrimir contra él como recursos falaces para manchar el honor de hombres nuevos sin lacras pasadas, cultivadores, además, de los principios morales por convicción ideológica, por patriotismo y conciencia del deber. No les pertenece tampoco la paternidad de una política de economías, saludable en la intención, pero concebida con premura, llevada con exceso y exigida con gesto irreductible y sobre la cual debieran merecer prioridad el orden público; el prestigio de la justicia; el problema del trigo; la honda repercusión nacional; el de obras públicas, que significa la solución de un paro que no acaba de ser aliviado, a pesar de las mejores intenciones y esfuerzos, precisamente a causa de esta política cerrada de restricciones (6 diciembre 1935).”» Tras el desprestigio sufrido por Lerroux y su partido, el Presidente de la República encarga formar gobierno a Chapaprieta. Sin embargo, Gil Robles estaba convencido de que había llegado su hora; lo que en toda esta etapa no había sido más que una esperanza se había convertido en realidad. El líder de la C.E.D.A. aprovechó la oposición de la derecha a los proyectos de reforma fiscal, para retirar el apoyo de su minoría al jefe de Gobierno que se vio obligado a dimitir. El poder, manifestaba El Debate, tenía que entregarse ahora a Gil Robles; las derechas habían servido con ejemplaridad al país durante los últimos años y se habían hecho merecedoras de esta concesión. Alcalá Zamora debía dejar paso a Gil Robles y facilitar su acceso al poder “legítimamente conquistado” (El Debate, 6 y 13 diciembre 1935). Frente a una Prensa izquierdista que clamaba por la disolución y la convocatoria de elecciones, El Debate demandaba que a la C.E.D.A se le abriesen las puertas de la gobernación; consideraba que el Presidente de la República se encontraba en el justo deber de entregar la dirección del país a Gil Robles. Era necesaria la formación de un Gobierno constituido sobre la base de la minoría más numerosa de la Cámara, un Gobierno robusto nacido del Parlamento, única manera de que los poderes marcharan unidos en un mismo ritmo, sin sensación de interinidad y sin que rompieran su línea personas por muy respetables que fuesen, pero que carecían de fuerza parlamentaria: «Pensando en el bien de España urge salvar este paréntesis difícil de marasmo. Y el camino que queda no es más que uno. El que aconseja la lógica política, el que se deduce incuestionablemente del examen de los hechos. Que no se desvíe la dirección del Gobierno de las fuerzas políticas, que por su cuantía en la representación pública, por su conducta digna y abnegada, por la posibilidad de contar con las mayores asistencias y por ser las que cargan con la mayor responsabilidad, tienen también el mayor y más evidente derecho a dirigir, dentro de la ley y al amparo de ella, el rumbo actual de la vida política española (6 diciembre 1935).”» Esta era a juicio de El Debate la única solución; “la que aconseja la justicia, la correspondencia a la lealtad, la lógica política y parlamentaria”. Sin embargo, Alcalá Zamora se negó a amparar la toma de control por parte de la C.E.D.A. y -tras intentar varias combinaciones con personalidades republicanas- encargó la formación de Gobierno a Portela Valladares. Para El Debate, la adopción de esa decisión constituía una nueva intromisión de Alcalá Zamora en los asuntos políticos; el Presidente se había negado a entregar el poder al jefe de la mayoría más numerosa de la Cámara. Comenzó entonces en todo el país una campaña de propaganda contra el nuevo Gobierno y, por implicación, contra el Presidente de la República, al que desde ese momento Gil Robles había resuelto echar. Pero el desenlace de la crisis no era más, a juicio de El Debate, que el último episodio de la lucha de la revolución contra las Cortes; ésta, temerosa ante la posibilidad de reforma de la Constitución, había exigido la eliminación de la C.E.D.A. del poder. El nuevo Gobierno no tendría pues más tarea que presidir unas elecciones generales: la lucha definitiva entre revolución y contrarrevolución había comenzado. •- •-• -••• •••-• Cristina Barreiro | | Para volver a la Revista Arbil nº 88 Para volver a la tabla de información de contenido del nº 88 La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina "ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen. | Foro Arbil Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042924 Apdo.de Correos 990 50080 Zaragoza (España) ISSN: 1697-1388 | | |