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No a una legislación tiránica que destruye los fundamentos de Europa y desconoce la dignidad de los europeos

En el 50 aniversario de Comunión y Liberación: una entrevista a su portavoz en España, Rafael Gerez Kraemer

por Fernando José Vaquero Oroquieta

Entrevistamos a Rafael Gerez Kraemer, Abogado, casado, padre de dos hijas, portavoz en España del movimiento católico Comunión y Liberación. Guiado por su fundador, Monseñor Luigi Giussani, este movimiento está celebrando, con numerosos actos por todo el mundo, su 50 aniversario

Hace 50 años, en el mes de octubre, el sacerdote italiano Luigi Giussani iniciaba en Milán la experiencia educativa de Gioventù Studentesca (GS), entidad que daría lugar al movimiento eclesial Comunión y Liberación, presente en 70 países. Entrevistamos, en esta ocasión, al abogado madrileño Rafael Gerez Kraemer, portavoz autorizado en España de este movimiento católico.

Pregunta: Imagínese a un joven de 17 años. Padres separados, vive con la madre. No tiene hermanos. Bautizado, hizo la primera comunión pero no contempla la posibilidad de confirmarse. Estudia en un colegio privado no católico. Su mayor estímulo es disfrutar el fin de semana “a tope”. Siempre lleva un preservativo en un bolsillo del pantalón. Ahora, su principal dilema es decidir donde hacerse un tatuaje. Inteligente, consumidor habitual de cine y vídeo, pero apenas lee libros y estudia únicamente para superar curso y no perder los privilegios caseros. Si se lo presentaran en una reunión de amigos, y éste le preguntara “¿de qué vas?”, ¿qué respondería?

Respuesta: No creo que buscase responderle nada. Si acaso me interesaría por él y por aquello que le mueve y busca, por muy superficial que ello sea. Es decir, trataría de desentrañar cuáles son sus deseos más profundos, porque éstos no difieren de los de cualquier otro hombre, por muy maduro y profundo que sea. Ello significa, en último término, acompañar la humanidad de aquellos a los que se conoce y no desdeñarla nunca, por muy lejana que nos parezcan las ideas o intereses de estos jóvenes.

En este sentido, sólo me cabe afirmar que la experiencia cristiana no es un discurso sino una vida que se transmite y se encuentra y que, por tal motivo, no conoce de “aprioris”. No es necesario que, con carácter previo al encuentro con el cristianismo, el joven que me describe pase por un proceso de adaptación a, digámoslo así, los valores del cristianismo. Si existe una brizna de deseo y de búsqueda en su corazón, y no me cabe duda de que así es, el encuentro con Cristo es siempre posible, a través de aquellos que lo viven y lo comunican con pasión.

P.: En su respuesta creo reconocer alguno de los conceptos más característicos de la pedagogía de su movimiento. ¿Podría resumir, sintéticamente, su carisma?

R.: Me permito citar a D. Giussani, el sacerdote milanés fundador de C.L., en la carta que remitió al Papa con motivo del 50º aniversario de Comunión y Liberación:

“En la carta a la Fraternidad –dice Giussani-, Vuestra Santidad escribió también ‘que el cristianismo, antes que ser un conjunto de doctrinas o de reglas para la salvación, es el acontecimiento de un encuentro’. Durante cincuenta años hemos apostado todo sobre esta evidencia. Precisamente la experiencia de este encuentro está en la raiz de tantas vocaciones cristianas que nacen entre nosotros –al matrimonio, al sacerdocio, a la virginidad- y del florecimiento de personalidades seglares comprometidas con una creatividad que entra en la vida cotidiana conforme a las tres dimensiones educativas que siempre hemos señalado desde los comienzos: la cultura, la caridad y la misión. Por ello no nos sentimos portadores de una espiritualidad particular, ni advertimos la necesidad de identificarla. Domina en nosotros la gratitud por haber descubierto que la Iglesia es una vida que sale al encuentro de nuestra vida: no es un discurso sobre ella. La Iglesia es la humanidad que vive la humanidad de Cristo, lo cual establece para cada uno de nosotros el valor que tiene el concepto de fraternidad sacramental…”

P.: ¿Tiene algo que aportar la Iglesia católica al hombre postmoderno, satisfecho, consumista, hipercrítico y nihilista de hoy?

R.: Lo mismo que a todo hombre o mujer de cualquier época y tiempo: el anuncio de Cristo presente aquí y ahora que redime y salva nuestra humanidad.

P.: ¿Qué está suponiendo, para los hombres y mujeres de Comunión y Liberación, las celebraciones que se están realizando, por todo el mundo, con motivo del 50 aniversario de su movimiento?

R.: Un sencillo gesto de acción de gracias y de petición: acción de gracias por haber conocido una historia concreta, dentro de la gran Historia de la Iglesia, a través de la cual Cristo ha entrado a formar parte de nuestras vidas; petición para que continuemos el camino de la fe ya iniciado y nunca dejemos de anunciar a Cristo, a fin de que otros puedan conocer lo que nosotros hemos encontrado.

Por este motivo los gestos más importantes que se han celebrado en las comunidades de C.L., presentes en más de setenta países, han sido peregrinaciones a santuarios marianos –como el que en España hemos hecho en octubre a Zaragoza a la Virgen del Pilar-, para pedir que por intercesión de María, El Verbo que se hizo carne permanezca entre nosotros.

Cabe destacar asimismo que, en el marco del 50º aniversario del nacimiento de C.L., se han presentado algunas de las obras más importantes escritas por D. Giussani en actos públicos en centenares de ciudades de todo el mundo. En España se han celebrado presentaciones de los libros en 12 ciudades en las que existen comunidades de Comunión y Liberación, lo que ha permitido difundir y dar a conocer los aspectos principales del carisma que vivimos a varios miles de personas. Próximamente se organizarán actos de estas características en Valencia, Murcia y La Coruña.

P.: Comunión y Liberación tiene fama de “amueblar muy bien las cabezas” de sus gentes; no obstante, en algunos ambientes eclesiales se le achaca cierta “falta de garra misionera”.

R.: Si hay algo que, a mi entender, cabe destacar del método educativo de Comunión y Liberación no es, ciertamente, la búsqueda de una formación intelectual, sino la propuesta de una experiencia. La genialidad de Giussani es haber conseguido transmitir a través de su persona, en primer lugar, y de sus obras, en segundo lugar, la percepción del cristianismo y de la Iglesia como una vida, capaz de dar respuesta a las preguntas y deseos de la persona concreta, de cada uno de nosotros. Hablar de la fe es comunicar una experiencia y no repetir un discurso sobre la religión, por muy correcto y ortodoxo que éste sea.

Por lo que respecta a la misión, ésta es una dimensión inseparable del acontecimiento cristiano (ni siquiera es una consecuencia del mismo): ¡Cómo no anunciar al que nos ha salvado y es la verdad de nuestra vida! Por lo tanto, la misión no es algo programable, sino algo intrínseco a la experiencia viva de fe.

P.:¿Cuál es la salud del movimiento en España? ¿Es cierto que algunos españoles están alcanzando destacado protagonismo en su dirección internacional?

R.: Comunión y Liberación cuenta en España con unos 3.000 miembros repartidos por la geografía española, de todas las edades y condición social, que tratan de vivir el acontecimiento cristiano con sencillez y sin complejos, como en todos los lugares en los que nacen y existen comunidades de C.L.

Conviene destacar, en este sentido, la profunda unidad que caracteriza la vida de C.L., lo que explica que algunos españoles participen, desde hace ya largo tiempo, en su dirección internacional. Esto es más palpable en la actualidad porque Julián Carrón, sacerdote madrileño, se ha trasladado hace algunos meses a vivir a Milán para compartir con Don Giussani y los responsables últimos la guía de Comunión y Liberación.

P.: La creación, también en España, de la “Compañía de la Obras”, ¿implica la especialización del movimiento en la generación de un tejido de asociaciones y entidades que refuerce la sociedad civil y una postergación, tal vez, de la acción política directa?

R.: La creación de la Asociación “Compañía de las Obras” en España responde a la decisión particular de empresarios, profesionales y entidades sin ánimo de lucro, vinculados en su mayoría a Comunión y Liberación, que han querido asociarse para ayudarse en la conciencia y finalidad del trabajo humano. No se trata, pues, de una “obra” de Comunión y Liberación, sin perjuicio de que C.L. vea con profundo afecto este tipo de iniciativas.

Comunión y Liberación es un movimiento de educación en la fe, no de acción política.

Ahora bien, respecto de la pregunta sobre lo que social y políticamente significa el nacimiento y desarrollo de la Compañía de las Obras, entiendo que este tipo de iniciativas, que parten de las necesidades reales del mundo profesional y laboral, de la sociedad y de las personas que la componen están en el origen de una verdadera acción política. La política sólo puede evitar la tentación de la abstracción y de la ideologización, a las que tan acostumbrados estamos, si tiene en cuenta la situación concreta de la sociedad y de las personas.

¿Acaso hay acción política más directa que el dilatarse de obras y empresas en las que el hombre es educado en todas sus dimensiones?

P.: ¿Católicos en partidos políticos o partidos políticos católicos?

R.: No creo que haya ninguna receta al respecto y la historia de la Iglesia es lo suficientemente larga y rica para demostrarnos que debe siempre buscarse, con prudencia y realismo, cuál es el camino más operativo para que los cristianos puedan hacerse presentes en el ámbito de la política.

Lo que nunca debe olvidarse, en todo caso, es que la presencia de los cristianos en la política sólo tiene sentido para servir al bien común y para dilatar la presencia de Cristo y de su Iglesia, no pudiendo separarse una cosa de la otra.

P.: La Iglesia mantiene universidades, periódicos, emisoras, colegios, hospitales, ONGs y obras sociales de todo tipo... Pero, ¿existe, todavía, un pueblo católico detrás de estas realidades?:

R.: Hay católicos, sin duda alguna, detrás de tantas iniciativas. Lo que parece más discutible es, sin embargo, que exista la conciencia de pertenencia a un pueblo como dimensión fundamental de la fe cristiana.

P.: La sociedad española se convierte, progresivamente, en un desierto. El modelo relativista-consumista se impone desde el poder, contando para ello con la mayor parte de los medios de comunicación, el poder político y buena parte de los recursos educativos. La Iglesia católica, ¿puede constituirse en alternativa real a la mentalidad dominante, con una presencia social activa, o debe replegarse en la práctica litúrgica y sacramental?

R.: La Iglesia, creo yo, debe ocuparse y preocuparse de custodiar, transmitir y proponer el cristianismo en sus aspectos esenciales. Sólo hombres y mujeres para los que la fe coincide con el reconocimiento y la experiencia de Cristo, presente aquí y ahora, son capaces de generar obras y un tejido social con un rostro e una identidad propios y no en confrontación con ninguna otra.

P.: El futuro parece jugarse, en buena medida, en la educación de las nuevas generaciones. ¿Cómo responder, desde la Iglesia a los actuales retos?

R.: La batalla más importante para la Iglesia es, sin ningún genero de dudas, de naturaleza educativa, siempre y cuando se entienda la educación no como el impulso de una vanguardia intelectual o en términos meramente académicos más o menos salpicados de “valores” cristianos, sino como la propagación de una experiencia humana que vive ya previamente de lo que afirma.

P.: Edición nacional de “Alfa y Omega”, suplemento religioso del diario La Razón, creación de nuevas universidades católicas, los congresos anuales “Cristianos y vida pública”, constitución del Foro Español de la Familia, aparición de organizaciones “transversales” (E-Cristians, por ejemplo), nuevas publicaciones digitales (www.forumlibertas.com, www.analisisdigital.com), diversas iniciativas de entidades católicas con vocación pública… ¿Son hechos aislados o constituyen el síntoma de que “algo se mueve” en el catolicismo social español?

R.: Es indudable que, en comparación con la situación de la Iglesia en otros países europeos, en España existe un número importante de católicos practicantes, así como un gran número de iniciativas públicas que nacen de los distintos ámbitos de la Iglesia. Ahora bien, se echa de menos, en general, que los católicos sean capaces de generar espacios de encuentro con las preocupaciones del hombre moderno sin caer en las dos tentaciones que recorren el catolicismo español: el moralismo, entendido como una reducción de la experiencia cristiana a valores o normas (con independencia del acento que se les dé), y el dualismo, que impide que los católicos se expresen públicamente sin complejos, dando razón de lo que viven y juzgando todos los aspectos de la realidad, hasta el más nimio, desde la experiencia cristiana.

P.: Algunos movimientos sociales, aparentemente, han sido abandonados por los católicos, caso del sindicalismo, el cooperativismo, etc. Esta apreciación, ¿es justa? ¿debería, el conjunto del catolicismo social, retomar la iniciativa en estos ámbitos sociales?

R.: Aquí, como en otros casos, me parece que lo importante no es dar recetas, sino educar en la libertad, es decir, preocuparse de que el hombre adulto que se ha encontrado con Cristo aprenda a vivir los aspectos esenciales de su fe, dejando que cada uno decida cuál es la forma más adecuada para que esa fe se encarne en obras o iniciativas, sin establecer ni diseñar a priori ningún cauce o modalidad.

P.: En los años 30 del pasado siglo, la presencia pública católica era impulsada por la Jerarquía, apoyándose en la Acción Católica y los Propagandistas, especialmente. En la actualidad, existe un panorama de pérdida de vigor en determinadas organizaciones tradicionales y la aparición de nuevos movimientos eclesiales cuyo interés en la presencia pública es dispar, aunque podríamos afirmar que existe cierta tendencia hacia el “recogimiento” interno. ¿Es deseable buscar la “unidad de acción”? ¿existen otras fórmulas de cooperación?

R.: Convendría saber con precisión qué significa para un cristiano la “unidad de acción”.

La única unidad para los católicos es la que Cristo genera en el ámbito de su Iglesia y en el hombre que lo encuentra. La unidad no es, pues, un fin que hay que perseguir y conseguir, sino que forma parte del núcleo originario de la experiencia cristiana.

En tal sentido, la unidad lo es tanto en la conciencia de la pertenencia común a Cristo, como en la fidelidad y obediencia a su cuerpo en las personas de los sucesores de Pedro y de los Apóstoles.

La unidad entendida en términos más o menos “políticos” no deja de ser una pretensión que violenta, en último término, la naturaleza de acontecimiento del hecho cristiano y el modo libre y no programado con que el Espíritu insufla nueva vida en la Iglesia.

P.: ¿Cuáles son las raíces, a su juicio, de las recientes y constantes muestras de anticatolicismo militante de determinados sectores sociales españoles encabezados por el actual Gobierno de la nación y el partido que le sustenta?

R.: Hay, por una parte, en este anticatolicismo o anticlericalismo una miopía ideológica que siempre ha caracterizado, en mayor o menor medida, a la izquierda española, impidiéndola entrar en un diálogo franco y respetuoso con la Iglesia.

Pero, por otra parte, no es menos cierto que muchos de los miembros de la izquierda española que hacen gala de este anticatolicismo han pasado por la Iglesia en algún momento de su vida, por lo que cabe preguntarse qué responsabilidad tiene la Iglesia sobre esta cuestión.

En una reciente entrevista emitida por la RAI, se preguntaba a Don Giussani sobre el significado que para él tenían unos versos del afamado poeta T.S. Eliot: “¿Es la humanidad la que ha abandonado a la Iglesia, o la Iglesia la que ha abandonado a la humanidad?”. Don Giussani, sin dudarlo, contestó: las dos cosas, porque primero la humanidad se alejó de la Iglesia, pero después ha sido la Iglesia la que ha abandonado a la humanidad porque olvidó quién era Cristo y tuvo vergüenza de Cristo, de decir quién es Cristo.

Debo añadir, de todos modos, que la agresividad que se percibe en el ataque a la Iglesia de los últimos años y que no es sólo imputable al partido actual en el Gobierno (recordemos, por ejemplo, como desde el Gobierno del PP se atacó a la Iglesia por no querer suscribir el pacto antiterrorista), es preocupante y pone de manifiesto una intención que en algunos sectores políticos y de los medios de comunicación es clara y manifiesta: intentar doblegar, expulsándola del ámbito público y social españoles, a la única institución – la Iglesia - que mantiene un juicio propio e independiente del ambiente cultural en el que vivimos, que destruye y convierte a la persona humana en una marioneta al servicio de intereses espurios y profundamente ideológicos.

P.: El Gobierno del PSOE ha anunciado un conjunto de medidas que, de aplicarse, transformarán profundamente la realidad de la sociedad española. La Iglesia católica, en este contexto, ha sido señalada como el principal obstáculo de esta auténtica revolución en marcha. ¿Participarán, los hombres y mujeres de Comunión y Liberación, en las movilizaciones sociales que, inevitablemente, organizarán sectores católicos en defensa del bien común?

R.: Difiero en el juicio que Ud. hace respecto de las consecuencias de las medidas que, a bombo y platillo, anuncia el Gobierno actual. La realidad española está ya profundamente cambiada y, por lo general, las iniciativas legislativas que propugna el PSOE parecen ser, más bien, el término de un cambio cultural que ya se ha producido en buena medida.

Es cierto que el PSOE, siguiendo esquemas clásicos heredados de la extrema izquierda, se está arrogando un papel de vanguardia intelectual impulsora de cambios sociales que busca forzar la máquina en determinados aspectos esenciales para la persona humana. Pensemos por ejemplo en todas las iniciativas legislativas que afectan a la familia: adopción de menores por homosexuales, divorcio rápido, matrimonio de personas del mismo sexo… que, además de ser una chapuza legislativa, no responden a una demanda social verdadera.

Pero para percibir la situación de confusión y desestructuración de las personas en la actualidad, basta con asomarse al mundo de la educación para saber cuál es la mentalidad y la cultura en la que nos movemos y vivimos y sus consecuencias en aquellos que no han conocido otra cosa. El panorama resulta bastante desolador.

Por ello mismo, la actuación de los católicos no puede centrarse exclusivamente en movilizaciones esporádicas cuyos efectos y resultados políticos son más que inciertos.

Los católicos deben entender que lo que hay delante es una larga batalla educativa y cultural de muy profundo calado, independiente de los partidos políticos de derecha o de izquierda que se alternen en el gobierno. Lo fundamental es luchar para que existan, en todo momento, espacios y lugares en los que el cristianismo pueda ser vivido, propuesto y encontrado, sin perjuicio de buscar los medios más inteligentes que permitan frenar o impedir la aprobación de normas que van en contra de la persona humana y el modo de consolidar y generar normas que la favorezcan.

P.: El Islam, ¿qué le sugiere? ¿confrontación, diálogo, asimilación, ecumenismo, multiculturalismo?

R.: El Islam, como tal, me sugiere diferencia. No así las personas que profesan el Islam, que tienen la misma “estructura” humana que yo o que Ud., los mimos deseos, el mismo corazón, el mismo sentido religioso. Es sobre esta base sobre la que tiene que debe fundarse la relación del cristianismo con el Islam.

Por lo demás, el encuentro con personas no creyentes o de otras religiones es la experiencia cotidiana de la Iglesia desde sus inicios. Y sólo el hecho de que los hombres cambiados por Cristo han sabido acercarse a la humanidad de aquellos que no lo conocían explica la difusión de la Iglesia a lo largo del tiempo.

P.: Los españoles estamos convocados a un referéndum, para la ratificación del tratado sobre la constitución europea, el próximo 20 de febrero. Comunión y Liberación, ¿ha adoptado, ya, alguna posición al respecto? ¿propugnará una respuesta concreta? ¿por qué?

R.: Comunión y Liberación, como tal, no emitirá, en principio, ningún juicio sobre el referéndum de ratificación de la Constitución Europea.

Es esta una cuestión muy compleja, en la que deben tenerse en cuenta aspectos muy diversos.

Apunto tres de ellos que, a titulo personal, me parecen importantes.

En primer lugar, la cuestión estrictamente jurídica, pues la constitución europea tiene una naturaleza muy diferente a las constituciones nacionales y cabe preguntarse, por una parte, si realmente se trata de una constitución, y, por otra parte, si no bastaba con los instrumentos jurídicos que existían previamente.

En segundo lugar, no creo que los cristianos debamos votar únicamente en función de la polémica exclusión de la referencia al cristianismo en el preámbulo de la constitución. Es menester conocer el texto constitucional y discernir si el mismo recoge o no una concepción de la persona, de la sociedad y de la política que es asumible por los cristianos. Yo, personalmente, entiendo que sí lo es.

Por último, debe considerarse el sentido que puede tener la constitución en el conjunto del proceso de integración europea. No debemos olvidar que el motivo para aquellos que promovieron en los años cuarenta y cincuenta el nacimiento de la Unión Europea –Schuman, Adenauer, De Gasperi, Monnet, casi todos ellos hombres de profundas convicciones religiosas- era muy claro: evitar la guerra y consolidar la paz. En aquellos países en que se ha llevado a cabo la integración europea no se ha producido un solo conflicto armado desde entonces y esto es un bien que debemos salvaguardar y expandir a toda costa.

Si la Constitución europea es un paso más en este camino, merece nuestro apoyo… y yo, personalmente, creo que lo es.

Muchas gracias.

Muchas gracias a Uds.

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Fernando José Vaquero Oroquieta

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