¡Señor! ¡Mi Patria
llora! La apartaron, ¡oh Dios!, de tus caminos, y ciega hacia el
abismo corre ahora la de ayer reina y señora de gloriosos
destinos.
Hijos desatentados, que ya la vieron sin pudor
vencida, la arrastran por atajos ignorados... ¡Señor, que va
perdida! ¡Que no lleva en su pecho la encendida luz de tu Fe que
alumbre su carrera! ¡Que no lleva el apoyo de tu mano! ¡Que no
lleva la Cruz en la Bandera ni en los labios tu nombre
soberano! ¡Señor! ¡Mi Patria llora! ¿Y quién no llorará como ella
ahora tremendas desventuras, si fuera de tus vías sólo hay
horribles soledades frías, lágrimas y negruras?
¿Quién de Ti
se aleje camina en derechura al grandeza? ¿ni quién que a Ti te
deje su brazo puede armar de fortaleza?
Solamente unos pocos
pervertidos hijos envanecidos de esta Madre fecunda de
creyentes pretenden, imprudentes, alejarla de Ti: son
insensatos; olvidan tus favores: son ingratos; desprecian tu
poder: están dementes.
Pero la Patria mía, por Ti feliz y
poderosa un día, siempre te ve, Señor, como a quien eres, y en Ti,
gran Dios, en Ti sólo confía; que es grande quien Tú
quieres, fuerte quien tiene tu segura guía, sabio quien te
conoce, ¡y feliz quien te sirva y quien te goce!
¡Señor! ¡Mi
Patria llora! Ebria, desoladora la frenética turba parricida la
lleva a los abismos arrastrada, la lleva empobrecida... ¡la lleva
deshonrada!...
¡Alza, Señor, tu brazo justiciero, y sobre
ellos descarga el golpe fiero, vengador de sus ciegos
desvaríos!... ¡No son hermanos míos ni hijos tuyos, Señor! ¡Son
gente impía! ¡Son asesinos de la Patria mía!
II ¡Señor,
Señor: detente! ¡No hagas caer sobre la impura gente el rudo golpe
grave de la iracunda mano justiciera, sino el toque suave de la
mano que funde y regenera!
Y a Ti ya convertidos los hijos
ciegos a tu amor perdidos, aplaca tus enojos, la noche ahuyenta,
enciéndenos el día y pon de nuevo tus divinos ojos en los destinos
de la Patria mía.
¿No es ella la que hiciera con los lemas
sagrados de la Cruz y el honor una bandera? ¿La que tantos a Ti
restituyera pueblos ignotos de tu Fe apartados, que con sangre de
intrépidos soldados y con sangre de santos redimiera?
¿Y Tu no
eres el Dios Omnipotente que quitas o derramas con largueza gloria
y poder entre la humana gente?
¿No eres prístina fuente de
donde ha de venir toda grandeza? ¿No eres origen, pedestal
ingente de toda fortaleza?
¿No es toda humana gloria dádiva
generosa de tu mano? ¿No viene la victoria del lado de tu soplo
soberano?
¡Señor, oye los ruegos que ya te elevan los hermanos
míos! ¡Ya ven, ya ven los ciegos! ¡Ya rezan los impíos! ¡Ya el
soberbio impotente hunde en el polvo, ante tus pies, la
frente! ¡Ya el demente blasfemo, arrepentido, cubre el rostro, el
pecho se golpea y clama compungido: "¡Alabado el Señor; bendito
sea!"
Y los justos te aclaman, alzando a Ti los brazos, y te
llaman; y porque España en Ti confía, al unísono claman todos
los hijos de la Patria mía:
¡Salva a España, Señor; enciende el
día que ponga fin a abatimiento tanto! ¡Tú, Señor de la vida o de
la Muerte! ¡Tú, Dios de Sabahot, tres veces Santo, tres veces
Inmortal, tres veces Fuerte!.... ·- ·-· -···
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Gabriel y Galán
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