Estos
engaños se dan a través de diferentes tipos de argumentaciones:
1- Aquellas que nos hacen creer que la
intención de estos actos es defender a las personas y sus derechos
fundamentales (por ejemplo: el aborto como medio de preservar la
dignidad de la mujer)
2- Las que niegan u ocultan las
alternativas que permiten defender más eficaz y lícitamente esas mismas
personas y esos mismos derechos (p.ej: en el campo de la medicina
reparadora, ocultar que los resultados obtenidos con células madre de adulto
son mucho más alentadores que los obtenidos con células madre procedentes de
embriones).
3- Las que ignoran el mal, el dolor y el
sufrimiento que tales acciones comportan (p.ej: las secuelas
psicopatológicas del aborto en la mujer)
4- Aquellas que
intentan negar la naturaleza humana del embrión (p.ej: alegar sin
fundamento que el embrión no es vida, no es humano o no es más que un apéndice
del cuerpo de la madre).
Para vehiculizar y disimular estas
tergiversaciones se ha hecho uso (o abuso), del lenguaje: se han introducido
nuevas palabras y expresiones de significados confusos o equívocos,
que:
- Desvían la atención de la realidad objetiva y
completa a la que se refieren,
- Ocultan las connotaciones que nos
recuerdan lo que tienen de inhumano e
- Introducen engañosos matices
con los que simular normalidad, inocuidad e incluso caridad.
Un ejemplo muy representativo de este tipo de
manipulaciones es la sustitución de la palabra "aborto" por la expresión
"interrupción voluntaria del embarazo": este discreto cambio supone, en primer
lugar, omitir la palabra "aborto" que tan dura suena (por ser tan explícita); en
segundo lugar, aparta la atención del tema principal (la aniquilación del
embrión o del feto) para centrarla en las actuaciones y las consecuencias sobre
el cuerpo y la fisiología de la mujer que todo aborto supone. Además, incluye el
adjetivo "voluntaria", insistiendo en el hecho de que se trata de una decisión
libremente tomada por una mujer, es decir, recalcando que, en realidad (o, mejor
dicho, en apariencia), lo que se pretende defender es a la mujer, su dignidad y
sus derechos.
Así, parecen olvidar que el embarazo es cosa de dos (del
hijo y de la madre) y no sólo de la mujer; parecen olvidar también que un aborto
supone, esencialmente, acabar con una vida humana (la más inocente e indefensa
de todas) y no poner fin a un proceso fisiológico de la mujer como podría ser la
digestión o el sueño.
Lo mismo sucede con otras tantas expresiones como
"pre-embrión" (para referirse al embrión no implantado), "píldora del día
después" (en lugar de fármaco abortivo cuyo mecanismo de acción consiste en
impedir la implantación), "aborto terapéutico" (para denominar aquellos abortos
que se practican por considerar que el embarazo y la maternidad suponen un
elevado riesgo para la salud de la madre), "clonación terapéutica", "eutanasia",
"prevención de la enfermedad" (refiriéndose a la aniquilación de los embriones
que supuestamente padecen alguna patología), "salud reproductiva" (en lugar de
estrategias para el control de la natalidad incluyendo anticoncepción,
esterilización y aborto) y un larguísimo etcétera.
Muy concisa, sencilla
y rigurosamente se ha escrito ya acerca de todos estos temas de ingente
actualidad e importancia, de modo que no es intención de este artículo
reflexionar ampliamente sobre ellos. Tan sólo pretende poner de relieve un sutil
cambio de significados que ha llevado a legitimar el aborto y la manipulación de
embriones: se trata de la falacia que permite concluir (erróneamente) que la
destrucción del embrión no implantado es un tipo de anticoncepción, en lugar de
un aborto.
Aclaraciones
conceptuales Antes de analizar
las sucesivas confusiones que han permitido difundir esta paradoja, merece la
pena aclarar o reafirmar varios conceptos relativos al inicio de la vida
humana:
- Concepción: inicio del
embarazo; se considera como tal el momento en que el espermatozoide penetra en
el óvulo y forma un cigoto viable (acto o proceso de fertilización).
- Fecundación: acto o proceso de fertilización, es
decir, fusión de ambos gametos: masculino (espermatozoide) y femenino (óvulo)
dando lugar a un cigoto o embrión.
- Embarazo:
proceso de gestación que abarca el crecimiento y desarrollo de un
nuevo individuo dentro de una mujer, desde el momento de la concepción, a lo
largo de los períodos embrionario y fetal hasta el
nacimiento.
- Gestación: período de tiempo comprendido
entre la fertilización del óvulo y el nacimiento.
- Inicio del
embarazo: tal y como se deduce de las definiciones precedentes, el
inicio del embarazo se corresponde con el momento de la fecundación o
concepción; los tres términos (inicio del embarazo, concepción y fecundación)
se refieren a una misma realidad, son, por lo tanto,
equivalentes.
- Implantación: proceso por el que el
embrión anida en el endometrio uterino de la madre, en cuyo espesor tendrá
lugar todo el desarrollo posterior del embrión y del feto. El embrión inicia
la implantación hacia el séptimo día desde la fecundación y la completa siete
u ocho días después.
- Anticoncepción (o Contracepción):
procedimiento o técnica para la "prevención" del embarazo mediante el
uso de medicamentos, dispositivos o métodos que bloqueen o alteren uno o más
de los procesos de reproducción de tal forma que el coito pueda realizarse sin
fecundación. El sentido común y la etimología ya nos permiten deducir que se
trata de impedir la concepción (o lo que es lo mismo, la
fecundación).
- Aborto: finalización espontánea o
inducida del embarazo (que, recordamos, se inicia en el momento de la
fecundación) antes de que el feto haya alcanzado el desarrollo suficiente como
para poder vivir después de su nacimiento.
- Interrupción del
embarazo: el embarazo puede resultar interrumpido básicamente bajo
tres circunsatancias:
- Fisiológicamente en el momento del parto
- Patológicamente en caso de aborto "natural"
- De forma
provocada en caso de aborto inducido artificialmente: habitualmente se
utiliza la expresión "interrupción del embarazo" para referirse a éste
último caso. Por lo tanto, "interrupción del embarazo" y "aborto" son
equivalentes, tienen el mismo significado.
El origen de una extraña
confusión El hábil, malicioso
y erróneo razonamiento que nos conduce a la paradójica conclusión ya mencionada
(a saber: el considerar que el embarazo empieza en el momento de la
implantación) se inicia con una reflexión acerca de las mujeres que conciben
hijos en probetas en las clínicas de reproducción asistida. Dado que en estos
casos la concepción (o fecundación) tiene lugar fuera del claustro materno, no
parece lógico identificarla con el inicio del embarazo en la mujer, puesto que
la nueva vida no empezará a gestarse en el vientre de su madre hasta que sea
transferida desde el tubo de ensayo al endometrio de la mujer. En base a esta
aguda apreciación, se empieza a difundir la idea de que el embarazo,
propiamente, no se inicia en el momento de la concepción, sino en el momento de
la implantación y esta artificial consideración se hace extensiva a todas las
mujeres y a todos los embarazos, independientemente del modo (natural o in
vitro) en que tenga lugar la concepción.
A mi juicio, esta conclusión es
errónea y, por lo tanto, inaceptable. Pero en lugar de entretenernos en los
motivos que justifican este rechazo, vamos a analizar las consecuencias de darla
por válida en vez de repudiarla.
Los artífices de esta transformación
del concepto "embarazo" deberían haber aclarado algunas consecuencias
lingüísticas y conceptuales que se desprenden de tal tergiversación. Si
consideramos que el embarazo empieza con la implantación, estamos diciendo que
no se inicia con la concepción (o fecundación) y, consecuentemente,
"anticoncepción" no equivale a "impedir que el embarazo tenga lugar" y "aborto"
tampoco se identifica exactamente con "interrumpir el embarazo". Intentaré
aclarar este rompecabezas con algunos esquemas:
Tabla de
equivalencias:
Si: INICIO DEL EMBARAZO =
FECUNDACIÓN |
Si: INICIO DEL EMBARAZO =
IMPLANTACIÓN |
Entonces: CONCEPCIÓN = INICIO DEL
EMBARAZO ANTICONCEPCIÓN = IMPEDIR EL EMBARAZO ABORTO = INTERRUMPIR
EL EMBARAZO |
Entonces: CONCEPCIÓN#INICIO DEL EMBARAZO ANTICONCEPCIÓN#IMPEDIR EL
EMBARAZO ABORTO#INTERRUMPIR EL
EMBARAZO |
A continuación, los esquemas 1 y 2 pretenden
aclarar las implicaciones de cada consideración:
1) Si: INICIO DEL EMBARAZO = CONCEPCIÓN
= FECUNDACIÓN
(en los esquemas, la línea horizontal
representa la temporalidad del desarrollo del ser humano a lo largo del período
intrauterino, aunque no es proporcional, ya que entre le fecundación y el inicio
de la implantación transcurren siete días mientras que desde la implantación al
parto pasan nueve meses; se indican los sucesos implicados en la manipulación
semántica que se comenta en el texto: fecundación, concepción, implantación,
inicio del embarazo, parto)
2) Si: INICIO DEL EMBARAZO =
IMPLANTACION
De modo que hemos llegado a una situación
paradójica y muy confusa (y la confusión es el mejor caldo de cultivo para el
engaño).
Podemos analizar un caso práctico muy actual que nos permitirá
aprehender las consecuencias y la intención de esta confusa situación: se trata
de los fármacos que impiden la implantación del embrión en el endometrio uterino
(los llamados "contraceptivos de emergencia" o "píldora del día después"):
Estos compuestos, al impedir la anidación del embrión, lo condenan a una
muerte segura (es decir: ocasionan un aborto); pero si entendemos que el
embarazo empieza con la implantación, deberíamos decir que, a pesar de ser
abortivos, no actuan interrumpiendo un embarazo sino impidiendo que éste llegue
a tener lugar.
Es decir: toda interrupción de un embarazo, continuaría
suponiendo un aborto; pero no todo aborto consistiría en interrumpir un embarazo
(ya que impedir la implantación sería considerado un tipo de aborto con el que
evitar que el embarazo se inicie en lugar de ponerle fin).
Paralelamente, todo mecanismo anticonceptivo, supondría impedir que el
embarazo empezara; pero habría formas de evitar que el embarazo comenzara que no
serían anticonceptivas sino abortivas (otra vez, nos encontramos en el caso de
los fármacos que no permiten la implantación: impedirían que el embarazo se
iniciara al provocar la muerte del embrión no implantado, es decir,
abortándolo).
Podríamos pensar que, al fin y al cabo, el hecho de
identificar el inicio del embarazo con el momento de la implantación no es algo
tan grave o tan descabellado.
Quizá podríamos convencernos de que no es
tan descabellado al percibir que, ciertamente, el embarazo en las mujeres
sometidas a fertilización in vitro no empieza hasta que tiene lugar la
implantación. Pero resulta un poco forzado querer aplicar esta consideración
(fruto de una manipulación tan artificial y contranatural) al resto de
embarazos.
Quizá podríamos convencernos de que no es tan grave si se
hubiera aceptado y aclarado las implicaciones que esta consideración conlleva en
lugar de promover el uso de la expresión "interrupción del embarazo" para
referise al aborto (que han dejado de ser sinónimos).
Pero, por
desgracia, resulta evidente que no se trata de una ingenua metedura de pata;
resulta evidente que la intención primera (y última) de la nefasta modificación
semántica no es aclarar conceptos médicos, sino generar confusión. Así se deduce
al constatar con qué meticulosidad se ha intentado ocultar esta insignificante
contradicción y cómo se ha utilizado para introducir disimuladamente una segunda
falacia que sí resulta, sin lugar a dudas, malintencionada, ilegítima e
inadmisible.
Un engaño y tres
contradicciones Esta segunda
manipulación semántica a la que me he referido consiste en aceptar que el
embarazo comienza con la implantación del embrión pero sin renunciar a
las equivalencias que sólo son ciertas si consideramos que se inicia con la
fecundación. Es una paradoja que se resuelve mediante un ejercicio de
lógica aristotélica: los que promueven el fraudulento cambio de significados
parten del segundo presupuesto (inicio del embarazo = implantación) pero dan por
válidas las implicaciones que sólo se desprenden de la primera identidad (inicio
del embarazo = fecundación).
Es decir, aceptan las siguientes
equivalencias (a pesar de ser, la primera, incompatible o incluso excluyente con
las otras tres):
INICIO DEL
EMBARAZO = IMPLANTACIÓN CONCEPCIÓN =
INICIO DEL EMBARAZO ANTICONCEPCIÓN = IMPEDIR EL EMBARAZO ABORTO =
INTERRUMPIR EL EMBARAZO |
Merece la pena destacar que el engaño viene de
mezclar ambos sistemas. Resulta muy sutil porque de las cuatro identidades, tres
son completamente legítimas; sólo una es algo imprecisa, pero tampoco tanto como
para sospechar que es el origen de graves confusiones.
Esquemáticamente,
lo podemos representar del siguiente modo:
De aquí que la aniquilación de los embriones no
implantados reciba el cualificativo de "anticoncepción" y sólo se hable de
"aborto" a partir de la anidación. Y todo ello sin necesidad de negar
explícitamente que la vida humana aparece en el momento de la fecundación (que,
dicho sea de paso, es una obviedad biológica).
Si recordamos las
definiciones dadas en el segundo apartado (extraídas del diccionario médico
Mosby® , editorial Harcourt) en este sistema hay muchas incorrecciones, puesto
que, rigurosamente:
- el embarazo se inicia con la fecundación o
concepción (y no con la implantación)
- concepción es sinónimo de
fecundación (y no de implantación)
- anticoncepción supone impedir la
fecundación (conceptualmente, creo que todos estamos de acuerdo en que se
refiere a impedir que una nueva vida humana llegue a existir, ni si quiera en
el estadío más precoz de desarrollo humano, que es el cigoto u óvulo recién
fecundado).
- Aborto supone la muerte del ser humano no nacido mientras
se encuentra en el interior de la madre (es decir, desde la fecundación hasta
el parto)
Creo que no es necesario hacer más comentarios al
respecto para demostrar que se trata de una simple, aunque astuta,
tergiversación semántica y conceptual.
Las consecuencias de una "sutil
imprecisión" Como resultado de
estas deshonestas maniobras, indirectamente (implícitamente), se le ha
arrebatado al embrión no implantado su condición de ser humano, de modo que su
destrucción o manipulación no se contempla como un delito. Esta falta de
reconocimiento de la naturaleza del embrión conlleva dos importantes
consecuencias:
- legitimar todo tipo de manipulación sobre
embriones humanos no implantados: si destruirlos sin más no supone ningún
delito, será todavía menos punible el aprovecharlos para curar enfermedades o
sacar cualquier otro beneficio, ¿no?
- introducir el aborto en una
sociedad como una práctica no sólo no punible, sino ni siquiera indeseable. La
destrucción del embrión no implantado queda como un método más dentro de las
técnicas de regulación de la fertilidad, reducida al ámbito de la intimidad de
la mujer o la pareja. De modo que la vida o la muerte del embrión sólo dependa
de la decisión personal de la madre (decisión hacia la cual el resto de
ciudadanos debemos permanecer indiferentes). Esta situación es de extrema
gravedad, puesto que no sólo se promueve el aborto sino que se induce a las
mujeres a abortar sin que apenas tengan conciencia de
ello.
Evidentemente, este sofisma no es el único ni el
más desatinado engaño de todos los que se están usando para promover el aborto y
la manipulación de embriones. Pero resulta que es de los pocos que no ha
generado convulsas discusiones, pues se ha introducido de un modo silente,
discreto, pacífico; a pesar de ello, ha sido "impuesto" de un modo taxativo (de
acuerdo con lo que dictan las instituciones sanitarias pertinentes, hoy por hoy,
lo "correcto" es considerar que la concepción y el inicio del embarazo tienen
lugar en el momento de la implantación y, de este modo, los fármacos que impiden
la implantación (las eufemísticamente llamadas "píldoras del día después"), son
médica y legalmente considerados como anticonceptivos).
Este cambio
semántico ha pasado poco menos que desapercibido; nadie parece haberse dado
cuenta (y a los pocos que se han percatado les llaman meticulosos, pedantes y
escrupulosos, como si no tuvieran otra cosa más que hacer que buscar las tres
patas al gato).
A pesar de esta aparente ignorancia e inconsciencia, lo
cierto es que el conjunto de la sociedad va asumiendo los nuevos significados
sin reparar en las consecuencias que de ellos se derivan. Ello conduce a una
progresiva desensibilización respecto el aborto y la instrumentalización de
embriones humanos, y una creciente dificultad para distinguir los límites y las
diferencias entre anticoncepción y aborto o entre reprogramar células madre de
adulto y transformar un embrión humano en un montón de células. Así, como
consecuencia de este atontamiento general, cuando los medios de comunicación
anuncian que ya está disponible la "píldora del día después", un nuevo fármaco
"anticonceptivo", a nadie le resulta alarmante o escandaloso, porque la gente
entiende el término "anticoncepción" en su sentido original y legítimo (es
decir: "que impide la fecundación"); de igual modo, cuando nos informan de los
supuestos beneficios terapéuticos que puede proporcionar el investigar con
pre-embriones, nadie se rasga las vestiduras, pues se interpreta que no se está
jugueteando con auténticos embriones humanos, sino con células dispersas que
nada tienen que ver con una nueva vida humana.
La indiferencia social
hacia el aborto y la manipulación de embriones afecta a todo tipo de abortos y a
todo tipo de manipulaciones. No distingue entre el embrión de siete o diecisiete
días de vida porque, el sentido común intuye lo que es una verdad como un
templo: que la naturaleza del embrión no depende del tamaño o del grado de
desarrollo (igual que la dignidad de las personas ya nacidas no está en función
de su peso, su inteligencia o su edad).
Es coherente y justo dar el
mismo trato a todos los seres humanos concebidos pero aun no nacidos,
independientemente del estadío de desarrollo en que se encuentren, puesto que
ontológicamente, son lo mismo Pero esa naturaleza común, la comparten también
con todas las personas humanas ya nacidas, de modo que lo que merecen de acuerdo
a su condición, es que se reconozca la dignidad que poseen, se les respete, se
los proteja y sean amados por ellos mismos (especialmente por parte de sus
progenitores).
Pero mucho me temo que no van a ir por aquí los tiros:
sospecho (ojalá que erróneamente) que el reconocer la idéntica naturaleza de
embriones y fetos con independencia de si están o no implantados, más bien
allanará el camino hacia la completa permisión del aborto, sin ningún tipo de
restricción ni sanción. Puestos a darles el mismo trato, dejemos de proteger a
los fetos implantados de igual modo que hemos dejado de amparar al embrión no
implantado y ampliemos el intervalo de tiempo en que la mujer conserva la
libertad de decidir si quiere o no llegar a ser madre. Es posible que hasta
llegue a considerarse el aborto como un derecho inalienable de la mujer (del
mismo modo que tiene derecho a controlar su fertilidad usando anticonceptivos y,
hoy en día, abortivos "de emergencia" que impidan la implantación). Es cuestión
de tiempo.
Las contínuas tergiversaciones y la perpetua confusión que
requiere la promoción del aborto y la manipulación de embriones resulta muy
reveladora: no puede ser bueno lo que necesita de la mentira para triunfar. Al
constatar esta dependencia del engaño, resulta más fácil tomar conciencia de su
verdadera naturaleza (ataque contra la vida y la dignidad humanas) así como
reafirmar el compromiso de combatir la cultura de la muerte difundiendo la
verdad (es decir: lo que las cosas son). o ·- ·-· -···
···-·
María Valent
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