Anatomía de la
Nación
La Nación, en su estado de normalidad, cuenta
con tres elementos fundamentales, a saber: el físico, el espiritual
y el formal.
a) El elemento físico
Según la pauta de
Ramiro de Maeztu, comprende, de una parte, la tierra que nutre, de
otra, la gente que engendra y se multiplica. Ambos constituyen el
presupuesto material, apriorístico y prehistórico de la nación.
Con la tierra no hay mas que geografía, extensión
despoblada en espera. Con la gente, ya sobre la tierra, tendremos
demografía, población y, a lo sumo, pueblo.
No se debe sin
embargo, olvidar que la terminología "tierra" y
"gente" abarca todo aquello que encaja en el ámbito de la
Economía, como "utiliter gestum" de los bienes directos o
indirectos que la tierra produce para la gente que, en cualquier
caso, vive directa o indirectamente de ella.
Pues bien;
reunida "la tierra y la gente", no habrá otra cosa, como
decía un gran pensador, que "una entidad física
individualizada por sus accidentes orográficos o étnicos" ; y
asociada la gente para explotar su tierra, no habrá sino un
complejo mercantil o productivo ordenado a la distribución
equitativa de los costos y de las ganancias, de conformidad con
unas leyes y reglamentos fiscales y laborales.
Para que el
pueblo -idea que corresponde al ámbito de la sociología-, asentado
sobre la tierra y, asociado o no, se transforme en patria, se
requiere la incorporación de
b) El elemento
espiritual,
Que al encarnarse en la
infraestructura óntica, a la manera de genio o alma colectiva,
crea la conciencia de comunidad y con ella el "yo"
nacional, activo, receptivo y personificante, del que dimana el
"nosotros" de los que pueblan y, con lenguaje gallego,
"a terra nosa", que pertenece como "hábitat" a
los pobladores.
Pues bien; cuando se produce la encarnación
del alma colectiva en la infraestructura óntica, la tierra y la
gente se despegan, trascienden, sin abandonarlas, la geografía y
la sociología, y entran en la Historia, transformàndose en la
"entidad histórica diferenciada" a que llamamos
Nación.
Pero la Nación completa exige, para completarla,
c) El elemento formal o
jurídico,
La superestructura del Estado, que puede
considerarse como el sello político de la nación, sello que cuando
no existe se busca con avidez, y cuando se ha perdido, la nación
procura con la misma avidez, recuperarlo.
Podemos así hablar de infraestructura, estructura y
superestructura de la nación. La infraestructura, o elemento
físico, se compone de la tierra y la gente. La estructura o elemento
espiritual, equivale al alma colectiva. La superestructura o
elemento jurídico, está representado por el Estado.
Ello no
obstante, la valoración de cada uno de los tres elemento no es la
misma.
La nación, en efecto subsiste, aunque falle alguno de
los ingredientes ónticos de la infraestructura, con tal de que
continúe encarnada, viva y estabilizadora el alma nacional. La
nación judía subsistió durante la "Diáspora" babilónica y
después de la destrucción del Templo, a pesar de que fue privada de
su tierra. El alma nacional judía hizo posible, a través de las
vicisitudes históricas complejas que no analizamos ahora, la
recuperación de la tierra y del Estado. Las naciones de la Europa
Oriental permanecieron -no obstante la ocupación de la tierra y la
intoxicación política o esclavitud material de sus pueblos por la
divisiones del ejercito rojo o la ideología marxista- gracias al
hecho esperanzador de que el alma nacional habitaba en los grupos
fervorosos y esperanzados del exilio y las catacumbas. España no
obstante la invasión sarracena, que dejo reducida la tierra a los
pequeños símbolos de Covadonga, el Valle de Lièbana y de la Marca
Hispánica del Pirineo catalán, y el pueblo a un puñado de hombre,
quedó espiritual e históricamente viva en miniatura que se rehizo,
logrando, incluso, su plenitud más allá de sus límites
originarios.
Fisiología de la
Nación
De cuanto se acaba de exponer se deduce que
la nación no es una entidad política que surge al subscribirse un
contrato, según quería Juan Jacobo Rousseau, y entiende el
liberalismo. Lo social no es en el hombre algo artificial y
yuxtapuesto que desde el aislamiento originario de cada hombre
aparece por obra y gracia de una estipulación, fruto de la autonomía
de la voluntad, que, por ello mismo puede revocarse.
Si
"no es bueno que el hombre esté solo", como leemos en el
Génesis (2, 18) (y nadie como Dios conoce al hombre, por que le ha
creado), resulta evidente que el hombre es un "yo" social
por su propia naturaleza. La nación, sociedad en suma, no es, por
ello, una entidad político-jurídica, sino una entidad natural y
social, que no se crea por un sinalgama o "do ut des"
disoluble, sino que encontramos hecha al nacer, como se encuentra el
beneficiario de una fundación que le acoge, una fundación realizada
en el curso de los siglos, como indicaba el gran penador citado, por
el "esfuerzo de generaciones y generaciones anteriores"
La nación, entidad natural y social, tiene signos
identificadores que revelan su unidad intima. La memoria, el corazón
y la voluntad colectivas ponen de manifiesto "ad intra" y
"ad extra" dicha identidad personificante.
La Memoria
Permite que la nación se
reconozca en su pasado y se sepa y se declare a sí misma, según la
frase del gran pensador, "como entidad histórica
diferenciada".
El Corazón
Con
su pálpito vitalizante, mantiene la unidad histórica en el
presente.
La voluntad
Quiere, con
energía, que esa unidad histórica se mantenga de cara al
futuro.
La nación, que es una, tiene así una sola unidad, pero
trivalente, a saber: La Unidad de historia, la
Unidad de convivencia y la Unidad de
destino. Esa unidad trivalente otorga a cada nación aquella
"individualidad que no puede confundirse con otra", como
decía Juan XXIII en "Mater et Magistra". Sólo con esa
unidad trivalente la nación es, de alguna manera, un reflejo del
"ut sit unum" de la oración sacerdotal de
Cristo.
Patología de la nación
Las
enfermedades o heridas de la nación pueden producirse en su
infraestructura, es decir en sus elemento óntico; en su estructura,
es decir en el alma colectiva; o en la superestructura, es decir en
el Estado.
Prescindiendo de la patología específica del
Estado, que dejamos para más adelante, nos fijamos en primer lugar
en la que afecta a la entidad física y a la histórica.
a) el ataque a la infraestructura (elementos
onticos)
La debilitación de los supuestos básicos de la
nación constituye uno de los objetivos de quienes aspiran a
terminar con ella. La ruina económica es un objetivo que
comprende, desde la eliminación sistemática de las cosechas
tradicionales y de los bosques que pueden producir cambios
substanciales en el clima (e incluso la paralización de grandes
comarcas) hasta la paralización de las actividades productivas,
que concluye en la miseria popular. De otro lado la gente de la
nación es blanco sobre el que se dispara a través de la
anticoncepción y el aborto; del terrorismo, guerra sucia en la paz
suicida de los regímenes liberales, o de los autoritarios en
decadencia, y de los genocidios en las guerras
civiles.
b) el ataque a la estructura
(elemento espiritual)
Pero el ataque más sutil y
más peligroso a la nación, su enfermedad y su herida mortales, las
que, hablando de la nación española, pueden producir, como dijo
otro pensador, el "finis Hispaniae", es la que incide en
el alma de la nación, en su elemento espiritual, en su unidad
trivalente de historia, de convivencia y de
destino.
"Hasta ahora -escribía M. de Maistre-
las naciones morían por conquista; ahora pueden morir en su
propio suelo, sin ser conquistadas materialmente. Ahora las
naciones pueden morir por putrefacción, al corromperse los
principios originarios y constitutivos del propio ser
natural", es decir, aquellos principios que el ordenamiento
jurídico derogado declaraba fundamentales y, por su propia
naturaleza, inamovibles.
Lo peor sucede cuando esta
conquista demoledora en el suelo propio se produce sin que los
nacionales se aperciban de ello. Recordemos aquí la anécdota de un
gaucho que llevaba las alforjas rebosantes de trigo y se encontró
sin un grano al llegar a la estancia, y no porque se lo
arrebataran los ladrones, sino porque lo fue desparramando por la
Pampa, a través de un agujero que se abrió en el yute del
saquerio; y la de Rommel, cuyos soldados seguían custodiado en el
desierto la tienda vacía que albergó el tesoro, que una noche con
habilidad se habían llevado los beduinos.
c) El
ataque a la unidad de historia
Se produce a
través de una campaña que utiliza todo el avanzado e influyente
dispositivo técnico a su alcance, para conseguir o el olvido o el
rechazo del patrimonio-tradición que la Patria supone. Se pretende
partir de cero, construir sobre un solar despejado y saltar, en
suma, al vacío. Simone Weil, presidenta que fue del Parlamento
europeo, afirmaba, con razón, que "para construir el futuro
sólo disponemos de los materiales que nos entrega el pasado";
y Jean Ouset dice que "sin apego a su patrimonio, las naciones
se hunden... y la Patria desaparece en las
ruinas".
d) El ataque a la unidad de
convivencia
Actúa a través de los separatismos,
que el gran pensador definió como separatismo geográfico, social y
humano.
i) Separatismo
geográfico:
Si era lógico que la región
reaccionara, incluso con rebeldía, frente al estado centralista,
liberal jacobino y uniformizante, la habilidad de quienes
proyectan abatir la nación ha consistido en instrumentar contra
la misma a las regiones. Con independencia de su origen, hoy por
hoy la dialéctica marxista, a la caza y captura de argumentos
que le sirvan, ha añadido, entre varios, al binomio, beligerante
en sus términos, "proletariado-burguesía", el binomio
"nacionalidades-nación", presentándolo como la lucha
entre las naciones oprimidas (las llamadas por la Constitución
española "nacionalidades") y el Estado opresor (al
servicio de una nación inexistente).
El ataque a la
unidad de convivencia geográfica en España, a través del
separatismo y la insolidaridad interregional tiene su pequeña y
repugnante historia, de todos conocida, que prueba la veracidad
de la tesis expuesta.
ii) Separatismo
social.
Pretende romper la unidad de
convivencia, enfrentando a las clases sociales, suscitando el
odio entre las mismas y haciendo imposible la colaboración en la
empresa y en la comunidad.
iii) Separatismo
humano,
O como decía el gran pensador,
separatismo entre los hombres, logrado por el sistema de
partidos, opuesto no ya por rivalidades de orden personal o por
la defensa de interpretaciones diferentes de idénticos
principios, sino por la adopción de principios antagónicos y
opuestos radicalmente, en torno al hombre, a la sociedad y al
Estado.
e) El ataque a la unidad de destino.
La
crisis de identidad que este ataque provoca se produce por cuatro
vías.
i) Por querer ser otro,
Es
decir por un fenómeno de despojo de identidad nacional , de
mimetismo de fondo, de plagio o travestismo de la personalidad
colectiva (Cuba cuando se separó de España, quiso ser la Suiza
de América).
ii) Por renunciar a
ser,
Es decir , por un estado de duda
primero (planteamiento del problema de la propia razón de ser
como nación), de desencanto, después y de abulia más tarde. Esta
situación acaba con la abdicación o renuncia espiritual, a
impulsos de un deseo implícito de no ser, de suicidio, de
retirada y dimisión del escenario histórico.
Oliveira
Salazar, tomando nota de esta situación de animo, afirmaba el 19
de Enero de 1956. "Se diría que algunos países están
fatigados de su existencia como naciones
independientes";
iii) Por diluir el ser
en una ingenua y utópica "societas
universalis",
Es decir, en una sociedad
universal sin naciones, en la que, como señalaba Pío XII,
condenándolo, se hiciera realidad aquel dogma del
internacionalismo, que "consiste en no tener Patria"
("Catolikentag", 15-08-1950), que haría a los hombres verdaderos
ciudadanos del mundo;
iv) Por desesperar de
la plenitud del ser,
Es decir por la
herejía del perfeccionismo, herejía que consiste en
escandalizarse y desesperarse al comprobar que, no obstante el
sacrificio y el heroísmo que en tantas ocasiones se realizaron,
no se alcanza la perfección absoluta. El perfeccionismo,
contrapuesto al afán de perfección, por anticristiano, no
conduce al arrepentimiento, al propósito de la enmienda y a la
continuidad en el esfuerzo colectivo, de cara al futuro y ala
misión nacional, sino que paraliza la actitud fecunda y hace que
prospere el desaliento en las minorías que se presentaron como
inasequibles al mismo, al entender que resulta inasequible el
proyecto apasionadamente elaborado de vida en
común.
Una nación tocada gravemente en su alma o elemento espiritual,
deja de serlo; y aunque la nación, por inercia propia o conveniencia
exterior, mantenga su fachada, al carecer de espíritu, no es en
realidad otra cosa que un monigote vacío o un cadáver sin vida. Como
síntomas que detectan realidad tan lamentable se pueden citar:
el descenso de la Historia a la socio-economía;
de la Patria a país; de la Nación a colonia,
de la Bandera de España a la bandera constitucional o
simplemente del Estado.
Terapeutica de la Nacion (combate para la restauración
nacional)
Si las cosas son así,
El programa
para restaurar la nación supone:
a) En cuanto a la infraestructura:
1) La oposición beligerante a la destrucción del
suelo y de la gente,
Y por ello, a quienes
de una manera o de otra, aspiran a privarnos de los elementos
óntico, a empobrecernos y aniquilar la riqueza dada, heredada o
creada en el curso del tiempo remoto o próximo pasado; y a dejar
sin vida, abortando, matando o asesinando, a quienes, cualquiera
que sea su edad o estamento social a que pertenezcan, se estima
como representantes de lo nacional.
2) La
ordenada aplicación del esfuerzo
colectivo,
Que a impulsos de una auténtica
mística del trabajo físico e intelectual, prevea evite, y en su
caso, compense los riesgos aniquiladores apuntados y ponga en
marcha una economía próspera y con perspectivas razonables de
desarrollo creciente.
b) En cuanto a la Estructura:
Si los
pecados contra el espíritu no se perdonan, los pecados contra el
alma de la nación, que la privan de su unidad de historia, de
convivencia y de destino, no pueden perdonarse. Estos pecados
constituyen delitos de Lesa Patria. No basta con que se
tipifiquen en el Código Penal, si con gran escándalo de los
amantes de la Nación, se toleran, quedando impunes. Más aún; no
basta con la tipificaciòn penal y el castigo. Se requiere un clima
moral en el que el pecado no pueda cometerse por que la tentación
no surge, y si surge, es rechazada con rapidez y
energía.
Este combate por la nación se hace tan necesario
como urgente cuando "Patrias... rebosantes de bienes humanos,
de obras maestras de la literatura y de las artes, (de)...
descubrimientos admirables... (son dirigidas por) herederos
indignos" o caen "en manos de una generación enervada (y) muelle
de puercos encenagados en un oro que ya no pueden hacer
fructificar. Tal es el caso de... las naciones que no han sido
dignas de un Patria magnífica... que perdieron el sentido de su
herencia. Naciones que desperdician su patrimonio, que queman sus
reliquias de sus santos y sus héroes y colocan en la cumbre a un
rebaño de imbéciles, perturbados y canallas" (Jean
Ousset)
La tarea restauradora de la nación implica:
a) En cuanto unidad de
historia,
Proponerse como objetivo recobrar la
tradición, porque como aseguró Juan Pablo II en Polonia, el 10 de
Junio de 1979 "la tradición no es limitación, es tesoro, es
riqueza espiritual, es un gran bien común, que se confirma en cada
elección, en cada acto noble. ¿Se puede decir que no a todo lo que
se ha creado y ha construido siempre las bases de nuestra
identidad?".
En Argentina la nación hermana, Carlos
Alberto Sacheri, dijo: "la recuperación de la auténtica
tradición es... esencial ", y en Nicaragua, con su tono
vibrante de poeta, lleno de coraje, Pablo Antonio Cuadra se
expresó así: "Yo invito a nuestra juventud, no a esperar el
retorno de la tradición, sino a ir a
conquistarla".
Pero no nos engañemos. No es oro todo
lo que reluce. Si nos fijamos bien en las frase citadas, la de
Sacheri fija el tema, esclarecièndole. la tradición que hemos de
recobrar, recuperar y conquistar, es la auténtica, ya que a su
lado también existe una tradición que no lo es, o mejor dicho, que
es una tradición contraria y, en cierto modo, una antitradición.
las Patrias como comunidades y empresas que integran y dirigen los
hombres, llevan consigo, contagiadas, las consecuencias del pecado
original, y si hay enemigos del alma del hombre, también hay
enemigos que van dejando su huella en el alma y en el patrimonio
que la nación recibe.
b) En cuanto a la unidad de
convivencia,
Mediante la construcción de un
sistema, que postule la colaboración económico-social y no la
luchas de clases, y la integración política y no la confrontación
en un esquema partitocrático.
En esta línea de actuación
interesa resaltar aquí la aptitud y la actitud convergente, a un
tiempo ascética y mística, sufrida y militante, que es preciso
asumir de cara a todos los separatismos y, naturalmente, de cara
al separatismo geográfico o de las tierras de
España.
c) En cuanto a la unidad de destino,
Robusteciendo el alma nacional en los nacionales
y la voluntad de ser, contra toda clase de pasotismo, anteponiendo
la Fe teologal a la duda; la creencia a las razones El dogma
(recuérdense los tres dogmas nacionales de Vázquez de Mella) a la
opinión; la unidad a la discordia; el bien común al interés
particular; el patriotismo intelectual y misional al patriotismo
romántico, espontaneo sentimental y afectivo, del que habló el
gran pensador citado.
Plerosis de la Nación
Plerosis, según su
etimología griega, equivale a plenitud. La plenitud de la nación
exige la contemplación teológica de la nación. Sólo bajo esa
contemplación cabe la entrega ardorosa y constante a la misma, con
espíritu abnegado de servicio y sacrificio, u con la resuelta
decisión de permanecer, suceda lo que suceda, inasequibles al
desaliento.
Para la contemplación teológica de la nación
debemos recordar lo siguiente:
1) La nación,
Como escribía Fernando de
Herrera en el siglo XVI, es un arquetipo eterno y una realidad
en cierto modo transcendente, y querida por Dios, hasta el
punto de que aún cuando las naciones no se perpetúen más allá del
tiempo, los bienaventurados conservan su nacionalidad, como
atestigua el Apocalipsis (7,9), no obstante la clausura de los
reinos del mundo. De aquí que las naciones, como prueban los
textos bíblicos y el testimonio de los santos, gocen de custodia
angélica. Y así, España tiene su Angel, cantado por Mosén Cinto
Verdaguer en "la Atlántida" y venerado por Manuel Domingo
y Sol.
2) Las patrias,
En cuanto
suponen un patrimonio natural y moral, de especialísimo valor en
aquellas que han sido conformadas por el cristianismo, deben ser
defendidas a toda costa. San Miguel Arcángel alentó a Santa Juana
de Arco en su lucha por la piedad del reino de
Francia..
3) España, como
nación,
No es el resultado de un convenio entre
regiones que acuerdan unirse, pues aquello sería tanto como
transponer la noción voluntarista del contrato social, del hombre
a las regiones. Por el contrario, las regiones no son más que la
exteriorización de la enorme riqueza espiritual, creadora y, por
ello mismo, polifacética del alma de la nación
española.
4) España, como entidad histórica y
natural,
Hecha con las sucesivas aportaciones
fundacionales, tiene su origen teológicamente, en la predicación
de Santiago y en la presencia alentadora de María, en carne
mortal, a la orilla del Ebro. Creo que fue allí y en ese instante,
donde en la "tierra" y en la "gente" de España
se encarnó el espíritu nacional, surgiendo la conciencia
incipiente de un "yo" colectivo, con una alta misión para
cumplir en lo universal, y creo que esa es la razón profunda de
que María, bajo su abvocación de Inmaculada, y el apóstol
Santiago, sean los patronos celestiales de la Nación
Española.
5) España, invadida después d la derrota
del Guadalete,
Rehizo su unidad geográfica, porque
en ningún momento dejó de existir como entidad histórica. Los
reinos de la Reconquista no fueron más que instrumentos para
lograrla y completarla. Eran reinos de España, y para rehacer,
como lo hicieron finalmente los Reyes Católicos, la unidad
perdida.
6) Lo que podemos llamar
neonacionalismo,
Al redescubrir las raíces comunes
de las naciones, y en especial de aquellas conformadas por el
cristianismo, lejos de enfrentarlas las une en el respeto y amor
mutuo.
7) El catolicismo,
Que es
una religión divina, no puede ser enemigo de la patria, como
indicaba San Pío X, el 19-04-1909. Más aún, entiende, con Pío XII,
que "el amor a la Patria debe de ser fomentado" ("Summi
pontificatus", 20-10-1939, y con la Constitución Pastoral "Gaudium
et Spes" (Nº 75) que los cristianos deben cultivar "con
magnanimidad y lealtad el amor a la
Patria".
8) El amor a la
Patria
Viene exigido y está embebido en el cuarto
mandamiento , que nos obliga honrar al padre y a la madre; y
Jesús, llorando sobre Jerusalén, revela cuán profundamente amó a
la suya de la tierra el que era a un tiempo la Verdad y Maestro de
la Verdad, Hijo de Dios e Hijo del hombre.
9) Si
como señalaba Santo Tomás,
La religión como virtud
se dirige a Dios, "la piedad se dirige a la Patria, porque
ésta es, respecto de nosotros, un cierto principio de nuestro
ser".
10) San Agustín,
De mano maestra, nos describe la línea, ascendente,
jerárquica y ortodoxa -en evitación de desvíos panteístas,
idolátricos o maquiavélicos- del amor a la Patria: "ama
siempre a tus prójimos; y más que a tus prójimos, a tus padres; y
más que a tus padres, a tu Patria, y más que a tu Patria, a
Dios".·- ·-· -···
···-·
B.P.L.
|