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Feliz Navidad, es decir encarnación del Verbo para, hecho Hombre, salvar a la Humanidad
Ante la política
por
Redacción
Ante la política pueden adoptarse tres posturas: la escapista, la de inmersión y la trascendente.
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Ante la
política pueden adoptarse tres posturas: la escapista, la de inmersión y la
trascendente.
- La escapista, en su planteamiento más elevado, se adopta
ante una consideración de tipo escatológico o sobrenatural. Si nuestro paso por
la vida temporal es efímero, si no somos ciudadanos del mundo, si nuestra patria
verdadera y definitiva no está aquí sino en el cielo, dedicarse a la política,
que afecta a lo temporal y a las cosas de este mundo, equivaldría a malgastar
nuestro trabajo en lo pasajero. La seriedad nos exige, pues, que abandonando la
política, pongamos nuestra atención en el más allá, teniendo como ocupación y
mira no al mundo sino al cielo.
- La de inmersión parte de que la
eternidad se nos queda muy lejos y pertenece al orden separado y distante de lo
divino, en tanto que lo temporal es lo nuestro, el marco en el que el hombre se
forja a sí mismo (se realiza) y moldea la sociedad en que vive (construyendo un
sistema político).
Conforme a esta postura, distraerse con lo eterno
equivale a una completa alienación de la realidad en que vivimos y estamos, y
que nos ha sido dada. Aun no poniendo en duda que lo eterno exista, el orden de
la creación permanece separado y alejado de la eternidad, y tiene su propia ley
y su propio destino. Pues bien, siendo ello así, de acuerdo con esa ley propia y
ese propio destino, es decir, desde y en la independencia de lo temporal -y
dejando aparte cuestiones de conciencia, de puro valor intimista-, el hombre
debe entregarse de bruces, por inmersión, y sin otras consideraciones, en el
quehacer político.
-La trascendente contempla lo creado en el tiempo como
algo que no muere del todo en el tiempo y con el tiempo pues habrá una tierra y
un cielo nuevos, y por lo que hace al hombre, sabe que aquello que se siembra en
la corrupción resucitará glorioso. Lo temporal, por consiguiente, se halla
trascendido por la intemporalidad, como alga subyacente y teleológico, y de tal
manera que aquello que del hombre desaparece -su carne- lo es por puro
desfallecimiento, que deja indemne la inmortalidad del espíritu. La ley y el
destino propio de lo creado -y, por ello, de la sociedad y de la política- le
hace autónomo pero no independiente.
La Política se ordena a lo que se
llama el bien común, y el bien común abarca no sólo la vida y la calidad de vida
temporal del hombre, sino la totalidad de su ser trascendido por la
inmortalidad. De aquí, por ello, que la Política, al servicio del bien común,
requiera no sólo armonía, sino subordinación jerárquica de lo temporal al
destino último del hombre.
La postura escapista tuvo su proclamación en
una frase que se hizo célebre en algunos círculos católicos: «Nada, ni un
céntimo, para la política. todo, hasta la vida, por la Religión.»
La
postura inmersionista transforma el medio en fin, y acaba aprisionando y
esclavizando al hombre que entra en el juego político y lo acepta como carrera y
con sumisión, a veces degradante.
La postura trascendente hace del
político llamado vocacionalmente y no profesionalmente a la tarea, un servidor,
que sabe distinguir entre el finis operis, es decir, entre el objeto de la
política, como gobierno y dirección de la comunidad, y el finis operantis, es
decir, como medio encaminado a construirla de tal modo que, funcionando con la
mayor perfección posible las instituciones integradoras, lejos de ser un
obstáculo, favorezcan y estimulen el logro por el hombre de su plenitud en el
tiempo y en la eternidad.
Sinceramente, si nos movilizamos por la Causa
es por la sencilla razón de que asumimos la tercera postura; vocación que ha de
enfrentarse con España, comunidad política, de la que somos parte y a la que
pretendemos y deseamos vocacionalmente servir. ·- ·-· -···
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