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¡Oh patria! Cuántos hechos, cuántos nombres;
cuántos sucesos y victorias grandes...
Pues que tienes quien haga y quien te obliga,
¿Por que te falta, España, quien lo diga?
[Lope de Vega, La Dragontea ]
De “con los niños no se juega” al “Síndrome de Alienación Parental” (SAP).
por
José Basaburua.
La sociedad actual sufre, en personas concretas de carne y hueso, los efectos de una legislación permisiva que lejos de ahuyentar viejos fantasmas y temores de la convivencia familiar, implanta nuevos fenómenos que destrozan las expectativas de cientos de miles de niños y jóvenes, hipotecando el futuro colectivo.
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El “Síndrome de
Alienación Parental”.
Un fenómeno
creciente desborda a psicólogos, docentes, policías y jueces: cientos de miles
de niños y jóvenes son instrumentalizados por alguno de sus progenitores, en el
curso de un divorcio o separación traumática, como medios de venganza personal
contra el otro padre, obstruyendo su relación y mediatizándola con prejuicios y
maniobras ilegítimas.
Sus efectos en
la relación del menor con el padre alejado se denomina como “Síndrome de
Alienación Parental”, o “alineación”, según otras fuentes, y que sufren en
primer lugar, los niños pequeños y pre-adolescentes, ya en número de cientos de
miles en España.
Fenómeno
estudiado profusamente en Estados Unidos y del que existe abundante literatura
en Argentina, también nos ha llegado a España. Y de forma paradójica. Se
suponía que una legislación amplia y permisiva de las causas de separación y
divorcio facilitarían las rupturas pacíficas y “civilizadas”, aminorando los “daños
colaterales”. Pero no está siendo así. Todo lo contrario.
El pionero:
Richard Gardner.
Richard Gardner
es el autor que a partir de 1987 estudia esta problemática. Catedrático de
Psiquiatra Infantil de la Universidad de Columbia, es autor de más de 250
libros e investigaciones al respecto. Su experiencia le indicaba que los hijos
fruto de divorcios y separaciones continuaban, en general, manteniendo una
buena relación afectiva con el padre alejado. Por el contrario, en los casos de
divorcios contenciosos, muchos niños rechazaban al padre ausente; fruto de una
manipulación –intencionada o no- que perseguía dañar e incluso destruir al excónyuge.
Su investigación le llevó a descubrir que los niños eran objeto de un auténtico
“lavado de cerebro”.
Blush y Ross en Michigan, Jacobs
en Nueva Cork, y Wallerstein en California, llegaron por su cuenta a
conclusiones análogas. Clawar y Rivlin, por otra parte, realizaron una
investigación en niños a los que se había negado el contacto con uno de los
progenitores, publicando un impactante estudio, después de 12 años de trabajo,
titulado Niños rehenes (1991). Así, afirmaban que la que ellos
denominaban “programación parental” era una forma de abuso psicológico
practicada por cerca del 80% de padres divorciados; de modo que un 20% de los niños
era expuesto a la narración y descripción de mentiras y supuestos defectos del
padre alejado por lo menos una vez al día.
A partir del término acuñado
por Gardner de “Síndrome de Alejamiento Parental”, se sumaron otros numerosos
estudios relacionados con esta problemática: características de los padres que
acusan falsamente, la función de la falsa denuncia, efectos del abuso emocional
y psicológico grave en niños en los casos más graves de impedimento, etc. Y Mary
Luna, además, estudió las reacciones fóbicas de rechazo al padre alejado, que
requerían urgente intervención terapéutica e incluso judicial.
¿Qué es el SAP?
El SAP suele desarrollarse en
el niño como una respuesta al stress, generado por los conflictos de los padres
que terminan en separación o divorcio, reaccionando mediante un rechazo de la
relación con el padre alejado.
Otro fenómeno se asocia
tempranamente a este tipo de situaciones: las crecientes denuncias falsas por
supuestos abusos sexuales. Así, una denuncia falsa marcaba el inicio (o fase
álgida de una escalada previa) de esta dialéctica cuyo objeto es la completa
expulsión, del padre ausente, de sus hijos. Y, según estadísticas del norteamericano
Centro Nacional de Abuso Infantil, ya en 1988, se demostraba que las denuncias
falsas de supuestos abusos sexuales doblaban a los casos reales.
También es Estados Unidos
donde más se ha desarrollado la investigación psicológica y forense de las
denuncias falsas de supuestas agresiones sexuales a menores en el contexto de
los divorcios contenciosos, cuyo objeto es impedir u obstruir por completo el
vínculo con el progenitor alejado al suprimírsele el régimen de visitas. De
hecho, se han elaborado diversos protocolos de evaluación de falsas denuncias
que contemplan posibles mecanismos empleados habitualmente en estos supuestos.
Es el caso del elaborado en el Estado de California en 1991, el protocolo de Garner
de 1995 y el de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente de
1997.
Alienación parental =
agresión psicológica al menor y al padre.
Los niños objeto de una falsa
denuncia de abuso sexual son sometidos a diversas técnicas manipuladoras que
les convierten, a su vez, en sujetos de una auténtica agresión psicológica, lo
que desembocará, generalmente, en la sintomatología característica de un
Síndrome de Alienación Parental.
Generalmente, aunque también
existen casos de padres, la madre simula síntomas en un niño o niña pequeña que
afectarían a los aparatos digestivo, genital y urinario. Acude a diversos
servicios médicos, busca testigos que confirmen supuestos hábitos dudosos del
cónyuge acusado o la presunta agresión sexual, y terminará denunciándolo en los
Servicios hospitalarios de Urgencias o en la Policía. Cuenta, además, con el
concurso de profesionales especializados en estas maniobras.
La relación de los supuestos
trastornos con denuncias falsas de abuso sexual, como maniobra de impedimento,
ha sido estudiada ampliamente en Estados Unidos, según veíamos, destacando Rand,
prestigiosa y veterana psicóloga forense autora de numerosos estudios científicos.
Argentina nos lleva la
delantera en estos asuntos. Muchos equipos pluridisciplinares se ocupan de
todos estos supuestos, especialmente impulsados por padres que fueron apartados
violentamente de sus hijos, mediante la intervención gubernativa y judicial
subsiguiente a una denuncia emitida por la madre.
¿Y en España?
En España empieza también a
hablarse a todas estas cuestiones, incluso en los medios de comunicación; tema
sacado a colación, muchas veces, por padres desesperados. Pero también por
personalidades “neutrales”. Así, quien fuera primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, declaró
al diario El Mundo-El Día, según noticia recogida el 24/11/04, que «Algunos padres utilizan denuncias falsas de abusos
sexuales para lograr la custodia del niño. El
psicólogo Javier Urra critica estas prácticas que causan al menor un “dolor
incalculable”. El psicólogo experto en niños, primer Defensor del Menor de la
Comunidad de Madrid, Javier Urra, abundó ayer en Palma en una serie de
prácticas perversas entre las parejas en conflicto. El menor como epicentro es
utilizado para conseguir un fin: la custodia. En este sentido, Urra denunció el
profuso uso de la “denuncia bastarda” para lograr este fin. En concreto, el
psicólogo criticó que algunas madres “sabiendo que es mentira” denuncian a su
ex marido por supuestos abusos sexuales el tiempo que le corresponde la custodia».
Más recientemente, en la primavera pasada, una de las profesionales catalanas
más fogueadas en estas cuestiones en Cataluña, declaró que el 40% al menos de
las denuncias presentadas por abusos sexuales son falsas. Pero al decir de
muchos de los profesionales implicados en estas
cuestiones, generalmente mujeres, este tipo de posicionamientos “no es
políticamente correcto”.
En Cataluña existe una magnífica labor pionera. Un Equipo de
Asesoramiento Técnico Civil, allí adscrito a los Juzgados de Familia de 1ª
Instancia e Instrucción, puede intervenir en situaciones de crisis familiar
conflictiva en procesos jurídicos de separación y/o divorcio con presencia de
menores. Los dos equipos existentes en Barcelona y Tarragona han constatado que
uno de los conflictos más frecuentes es el rechazo de uno o varios de los hijos
hacia el padre, generalmente, el alejado. Su investigación ha girado, de esta
manera, hacia la concurrencia en tales casos del mencionado “Síndrome de
Alienación Parental”.
Vemos algunos de sus resultados más significativos:
- El 73’5% de los
progenitores alienados corresponden a la figura paterna, en una franja de edad
36-45 años. Ello responde en parte a la tradición legal y cultural de otorgar
custodias exclusivas a las madres (en un 98% de los casos).
- En un 96’4% de los
casos no existe diagnóstico previo de progenitor alienador.
- Predomina el estilo de
ruptura impulsiva (57%).
- El 51% de los
progenitores alienados muestra una actitud reivindicativa.
- El 61’4% de los
progenitores alienadores obstaculiza de manera directa y consciente el contacto
paternofilial.
- Las visitas están
reguladas en un 88% de los casos, incumpliéndose en el 72% de los mismos.
- La franja de edad
mayoritaria de los menores alineados se sitúa entre 10-12 años. Es un dato
relevante, pues la pre-adolescencia es una etapa de mayor capacidad de
pensamiento independiente con presencia de emociones intensas. La sistemática
inducción de datos erróneos o falsos, por parte del padre o madre alienador,
les lleva a no distinguir las experiencias vividas de las relatadas, implantándose
falsos recuerdos. Las expectativas de que el menor sea judicialmente escuchado,
a partir de los 12 años, genera en el adulto alienador un reforzamiento de la
manipulación que también se proyecto en el menor.
- El progenitor
alienador reúne mayoritariamente el perfil de mujer de edad comprendida entre
35 y 45 años. Tiende a la obstrucción de las relaciones paternofiliales mediante
el empleo de estrategias de alarma social, con implicaciones legales y rupturas
traumáticas.
- Las medidas judiciales
aplicadas son, generalmente, ineficaces y tardías.
¿Qué puede hacerse?
La alienación parental puede resumirse de la siguiente manera, según diversas
fuentes consultadas:
- Equivale a un lavado de cerebro: el
hijo termina odiando al padre ausente o alienado y rechaza verlo.
- El alienador es una persona sobreprotectora,
movida por un afán de venganza y rencor. Considera a sus hijos como una
propiedad y no como seres independientes. No respetan las reglas, no distinguen
entre la verdad y la mentira. Pueden llegar a representar un perfil sociopático.
- El alienador suele verse y
presentarse como víctima, siendo muy convincente cuando narra su periplo. Su
mayor empeño se orienta a enfatizar los aspectos negativos del otro padre ante
los hijos y personas conocidas comunes.
- Sus argumentos se basan en
mentiras y tácticas fríamente programadas.
Pero, y en el niño, ¿qué
efectos le puede provocar la alineación parental?: diversos traumas emocionales y afectivos que pueden prolongarse
durante toda la vida; fracaso escolar y personal; depresión, angustia y alto
riesgo de suicidio; trastornos de identidad e imagen; dificultades serias para
establecer relaciones sociales; desesperación, hostilidad; sentimientos
incontrolables de culpabilidad; los recuerdos del padre ausente pueden
convertirse en una auténtica tortura diaria…
Clínicamente, la única
terapia posible en estos supuestos es la orientada hacia una normalización de
las relaciones paternofiliales, lo que pasa necesariamente por un mayor número
de horas de relación y convivencia entre ambos, en un ambiente no hostil; y el
recurso a una psicoterapia personalizada sobre el menor, para modificar
tendencias destructivas impuestas por el alienador. Se precisa de una
intervención judicial, en muchos casos, que allane las dificultades presentadas
por el padre o madre alienadora ante la terapia psicológica.
Sin duda, sociedades enfermas producen familias y sujetos
enfermos. La permisividad de muchas leyes, lejos de relajar los conflictos, los
han acentuando, facilitando determinadas leyes, como la del Maltrato a la Mujer,
herramientas que eliminan en los hombres la presunción de inocencia, de modo
que una simple denuncia tienen efectos análogos a los de una sentencia
condenatoria; además del etiquetamiento social al que se somete al acusado
injustamente.
Las asociaciones de padres separados, donde concurren muchos de
esos padres destrozados, constituyen la primera línea de la batalla que se está
librando, en silencio y ante los prejuicios de lo políticamente correcto y un
creciente poder feminista radical que se ha dado la mano del lobby gay. Pero el
individualismo mayoritario de los padres, su escasa disponibilidad a asociarse
y al trabajo en equipo, frena su labor ante unas costumbres judiciales y
policiales que caen sobre los afectados con todo su rigor de forma inesperada y
contundente ·- ·-· -···
···-·
José Basaburua.
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