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Ahí está España / mejor tierra no la hay en toda Europa (Joxe Mari Iparragirre (1877 ))
¡Oh patria! Cuántos hechos, cuántos nombres;
cuántos sucesos y victorias grandes...
Pues que tienes quien haga y quien te obliga,
¿Por que te falta, España, quien lo diga?

[Lope de Vega, La Dragontea ]


El cuerpo místico

por Arturo Robsy

¿Qué es España? Esa unidad de destino en lo universal, ese principio de atribución de mis relaciones con el mundo, ¿es algo real o imaginación dislocada?

A partir del momento en que sé que, desde la prehistoria hasta aquí, han transcurrido dos mil años por el hilo conductor de la identidad de nombres y emociones, me siento hoy responsable de toda la historia, comprendo que la existencia de España es algo real, algo tan sólido que, en lugar de deshacerse en los temporales de los siglos, ha crecido con cada vida que bautizó y enterró.

La España de hoy es más grande que la de Felipe II, porque la medida de una nación es el tiempo y no el territorio. España se mueve en la historia a la vez que el planeta se mueve en el espacio. El planeta da vueltas en torno a sí mismo, mientras que España avanza en lo temporal hacia un futuro. La España de hoy también es más completa porque dieciséis o diecisiete generaciones le han sumado sus hallazgos y sus esfuerzos. Dentro de cuatrocientos años España aún será más grande, más rica.

Se nos ocurre a todos añadir: «si sobrevive». ¿Es que corre peligro España? Se lee en la prensa que sí; se ve en los separatismos que sí; se ve en la colonización económica que sí, lo mismo que en la inoperancia del sistema y en el entramado de intereses particulares. Se oyen en este sentido muchos comentarios: «España se nos deshace entre las manos?» ¿Qué le voy a hacer si no me lo creo? España es una Patria. Ha protagonizado una historia larga y durísima precisamente a costa de estar en crisis, de correr esos aparentes peligros de destrucción una y otra vez. Me excuso de citar todos y cada uno de ellos. A todas las generaciones España ha estado a punto de deshacérseles entre los dedos: la Primera República, el 98, el 36, ahora. Pero aquí sigue España y esto sí que es incuestionable. No es un nombre en el mapa o en la historia solamente: es una cultura milenaria, universal y con vocación de eternidad, y eso no se muere ni se puede matar.

A veces lo político se nos mezcla con lo universal. No dudo que el sistema de esta España del presente se debilita solo: por irreal, retóricamente representativo y corrupto como el resto de Occidente. Ni dudo, aunque quisiera, que ello va a suponer una fuerte sacudida en todos nosotros. Pero, gracias a Dios, España está por encima, a años luz por encima de estos cambios políticos que serán pura anécdota dentro de dos siglos.

Me importa más saber por qué estas cosas suceden y por qué tienen que suceder una y otra vez. Hay sistemas que aspiran a representar a España en un Estado que no está ni hecho ni pensado para los problemas y realidades de esta época. Esos caen siempre al poco y con estruendo: ni son realistas, ni son eficaces, ni son, por no ser, nada más que la demostración de la contumaz tozudez de ciertas minorías. Hay otros sistemas, otros estados, que nacen con su tiempo, que cubren una época y que desaparecen suavemente - tristemente - una vez cumplida su misión. Con mayor o menor acierto, algunos tratan de comprender a España; se fijan más en lo permanente que en lo transitorio, y suelen solucionar gran parte de las miserias causadas por la historia.

Uno de estos estados nacionales, o sea, ocupados especialmente por España, es el que se vislumbra ahora. Pero para llegar a él antes hay que llegar al ser de España; antes hay que comprender cómo es la Patria y qué necesita. Y comprenderlo todos. Todos los fundamentales, al menos. Saber que esta frágil estructura, doblada bajo el peso insensato de UCD, PSOE y PP, se está cayendo sin arreglar nada, de puro imposible y débil, no significa que cualquier otra cosa que la substituya será mejor si arranca, como arrancó la "mala transición", de las prisas y de la negación de la historia que nos prevenía en contra de lo que acabó haciéndose

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Arturo Robsy



 

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