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Disposición de la Jefatura del Estado por la que se liberan a todos los etarras con delitos de sangre
[ BOE: 248 de 17/10/1977, páginas 22765 y 22766]
La “Nancy” y la Bandera
por
José Manuel Cansino
Mientras la bandera de España no comparta espacio con la gitanilla de plástico y la “nancy” legionaria encima del TV, la derecha social no tendrá rango político significativo en nuestra Nación. Mientras cualquier reivindicación de trabajadores despedidos no esté orlada con la bandera nacional junto a los carteles mentando a la progenitora de los dueños; la transversalidad que necesita la derecha social será sólo un desideratum de sus mentores sólo cercano cuando el partido de la selección nacional comienza, siempre lejano el resto del tiempo. Quizá ahora la novedad para la transversalidad deportiva sea Fernando Alonso. Nada más
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La Nación es un espacio de solidaridad. El trabajador despedido injustamente sólo puede buscar el amparo de la Justicia si la Nación-Estado es lo suficientemente fuerte como para hacer cumplir el Derecho que le asiste. El enfermo crónico, el impedido para trabajar, sólo puede encontrar el sustento sin recurrir a la beneficencia, en la caja de solidaridad que sus compatriotas hacen realidad con su esfuerzo y cotizaciones. El ciudadano al que sorprende la necesidad o el desastre en el extranjero sabe que puede encontrar auxilio en la legación diplomática de su Nación que, en caso extremo, está dispuesta a defender por la fuerza la vida de cualquier compatriota donde quiera que esté.
El separatismo y la izquierda están rompiendo la caja de solidaridad sin que la bandera de España ondee un primero de mayo salvo excepciones honrosas. Deporte a un lado, la bandera de España es extraña e incómoda en las casas en las que suena el despertador a las seis de la mañana.
Es inútil buscar una explicación única a este sentimiento antinacional, por otra parte tan ausente en el contexto internacional donde el trabajador y el empresario se reconocen en ese espacio común que es la Nación aún desde posiciones políticas diferentes.
Significados políticos contemporáneos reconocieron su fracaso en la socialización de la derecha y en la españolización de la izquierda. Posiblemente sea demasiado común ejemplificar el primer caso en José Antonio Primo de Rivera y el segundo en Indalecio Prieto. Sin embargo, la cuestión no puede resolverse de manera tan expeditiva, al menos, en el primero de los personajes.
En las fuentes ideológicas de F.E., nótese que deliberadamente rehuyo la denominación de fascismo español, está sin lugar a dudas el fascismo italiano. En este sentido, si puede asumirse que el fascismo una vez en el poder, sienta las bases de lo que hoy podría ser la derecha social, sólo fue después de resolver –a favor del primero- la polémica entre Federzoni y Farinacci. De manera no muy diferente, si el franquismo incluso posterior a la derrota del Eje, también puede aceptarse como referente en la praxis política, para la derecha social, sólo es tras imponerse la visión de Girón de Velasco sobre la de Ramiro Ledesma en el papel otorgado a los sindicatos.
En definitiva, hablamos de un ejercicio de la solidaridad a partir de una filosofía paternalista ejercida por el Estado, totalitario primero, sólo intervencionista al final. Pero en cualquier caso, si el Estado era la mano visible de la solidaridad, repudiado éste por el cambio de régimen, a todos sus símbolos se les ha practicado la lapidación pública en una sociedad mediática que da al traste con la transversalidad de la bandera de España por ir en el cesto común de lo que arde en la pira.
Pero entre las fuentes ideológicas del falangismo, está también la aportación soreliana; la revisión del marxismo hasta su profunda crítica por su falta de dimensión espiritual. Si esta lectura se hubiera impuesto sobre la del Estado-tutor, la solidaridad se hubiera ensanchado dentro de la idea orteguiana de Nación-empresa –asumida también por José Antonio- y, posiblemente, hubiera conformado un orden político diferente cuyo futuro no hubiera estado ligado a la vida del General que ganó la Guerra Civil.
Mientras prosiga la lapidación pública, metódicamente repetida, de los símbolos del régimen anterior, mientras la izquierda sustente con éxito la disociación entre la Nación y la solidaridad, para quedarse con la segunda y mientras la bandera no encuentre un hueco en la TV de plasma junto a la “nancy” legionaria, todo será perseverar a la espera de mejores tiempos en los que cualquier currante puesto de patitas en la calle grite la dudosa reputación de la progenitora de su jefa con una bandera de España en la mano.
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José Manuel Cansino
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