Jesús Bastante es un periodista, especializado en información religiosa, que cuenta, pese a su juventud, con una dilatada experiencia profesional desarrollada en medios eclesiales. Con ese capital, publicó, ya en 2004, un libro a tener en cuenta con motivo de este «especial» dedicado a Foro El Salvador: Los curas de ETA. La Iglesia vasca entre la cruz y la ikurriña (prólogo de José Bono, La Esfera de los libros, Madrid, 428 páginas); la larga crónica de una de las expresiones más problemáticas y dolorosas de la actual Iglesia española. Han sido numerosos los libros dedicados a esta tortuosa relación entre nacionalismo vasco e Iglesia local. No obstante, hemos escogido, de entre todos ellos, a éste, por ser una excepción en su tratamiento: no en vano, también contempla a aquellas realidades católicas que no han seguido la uniformidad nacionalista con que se ha pretendido anegar a la totalidad de la Iglesia en estas tierras. Partiremos, para mejor exponer los contenidos de este texto, de la siguiente pregunta previa: el nacionalismo vasco y el catolicismo, ¿son consustanciales e inseparables? Evidentemente, no. La Iglesia es anterior al nacionalismo y éste último se ha nutrido, además, de diversas y, en ocasiones contradictorias, corrientes vitales y de pensamiento: marxismo, ecologismo, contracultura, etnicismo... No obstante, durante muchos años y casi sin discusión, aparentaron ser inseparables. Inmenso error. Pero aquello cambió, aunque cueste reconocerlo; hasta el punto de que el mayor núcleo de ateos militantes del Estado español se encuentra entre los jóvenes de una izquierda abertzale, estructurada desde ETA, que se ha alimentado de nacionalismo-revolucionario, marxismo-leninismo, feminismo radical, ideologías «emancipatorias» de todo tipo, ecologismo extremo, etc. Un dato, de particular trascendencia en cualquier caso, emerge de la marea de nombres, fechas, documentos y circunstancias que nos desgrana el autor en su texto: la feligresía católica vasca, progresivamente, es, en sus convicciones políticas, menos nacionalista y más española. Por el contrario, importantes núcleos del clero, de los religiosos, y de las estructuras diocesanas, mantienen –siempre según el autor- un marcado tono nacionalista; aunque muy envejecidos. Sin duda, ese «intentar marchar al ritmo del pueblo y de su cultura», que llevó a tanto clérigo a posturas nacionalistas y radicales (una actitud que, conviene recordarlo, no ha sido un fenómeno exclusivamente vasco), en la actualidad les está alejando de la sociedad. Una paradoja histórica que muestra sin tapujos la verdadera naturaleza del nacionalismo y los perniciosos efectos de esa ideología en sus expresiones más totalitarias. Pero, en esta atribulada Iglesia local, no todo ha sido unanimidad nacionalista, y así lo destaca el autor. Foro El Salvador, la entidad que agrupa a un núcleo organizado de católicos vascos movilizados frente al nacionalismo totalitario y excluyente, surgió, como una voz profética, en defensa apasionada de las víctimas del terrorismo; denunciando contundentemente la infección nacionalista del cuerpo eclesial. Nació con múltiples dificultades; desconociendo muchos de los católicos españoles, todavía hoy, su realidad y planteamientos. Se les acusó, incluso, de incurrir en algunos de los mismos vicios –por ellos denunciados- practicados por los nacionalistas; así como de romper, nada menos, la unidad eclesial. Transcurrido un tiempo, algunas de sus exigencias han sido recogidas por la propia Conferencia Episcopal Española en su instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y sus consecuencias, de 22 de noviembre de 2002. Y no podía ser de otra manera; recordemos la larga sucesión de posicionamientos, claros y sin ambigüedades de ningún tipo, pronunciados a lo largo de todos estos años, recogidos en La Iglesia frente al terrorismo de ETA (BAC, Madrid, 2001), una voluminosa compilación de textos efectuada por José Francisco Serrano. La historia, con el tiempo, contribuye a colocar a cada uno en su sitio. En este contexto, de oposición a algunas actitudes eclesiales contaminadas por el nacionalismo, también encontramos cierto protagonismo de seglares católicos vascos, aunque cada uno con sus matices: Carlos García de Andoin, José Luis Orella, Inmaculada Castillo de Gortázar, Javier Elzo... Y no olvidemos otra circunstancia: ¡la mayoría de las víctimas del terrorismo etarra eran católicas! No obstante, la vida de la Iglesia, a lo largo de todos estos años, no ha estado determinada únicamente por la política asfixiante que se denuncia en el libro. No olvidemos su inmenso trabajo en la cultura, la educación, la sanidad, entre los marginados... Por ello, es bueno alejar, un poco al menos, el prisma de la política para intentar entender qué ha ocurrido desde una perspectiva más global. De esta forma, podremos extraer una conclusión: aquellos grupos cristianos que se han dejado arrastrar por la ideología nacionalista han perdido, progresivamente, la sustancia de la fe. Tengamos presente, por otra parte, la meritoria, y en ocasiones callada, labor de pastores abnegados, como Fernando Sebastián en Navarra y el propio Ricardo Blázquez en Bilbao, quienes están aportando nuevos aires a sus ámbitos respectivos. En este sentido, la Iglesia, al igual que toda la restante sociedad vasca, también ha sido víctima del impacto de la ideología nacionalista en su ser. Otra víctima más. En tanto le interesaba, el nacionalismo se ha alimentado de múltiples recursos de la Iglesia, de las actitudes de algunos de sus pastores y de muchas gentes bienintencionadas, para, posteriormente, prescindir de todo ello; o, desde otras corrientes nacionalistas más radicales, recurrir a modernas ideologías de moda que, presuntamente, cabalgan a lomos de la historia. El nacionalismo, ante todo, es eso: nacionalismo. Y cualquier compañero de viaje será vampirizado en aras de su proyecto totalitario y excluyente. Esa es la lección. Para la Iglesia, para España, para todos los vascos. •- •-• -••• •••-• Fernando José Vaquero Oroquieta
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