Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin | Para volver a la Revista Arbil nº 103 Para volver a la tabla de información de contenido del nº 103 | Disposición de la Jefatura del Estado por la que se liberan a todos los etarras con delitos de sangre [ BOE: 248 de 17/10/1977, páginas 22765 y 22766]
[Artículo del especial “Apreciaciones de Foro El Salvador ante el anuncio de una denominada tregua por parte de ETA”]
Riesgos del diálogo con los terroristas por Jaime Larrínaga ¿Tiene sentido dialogar con los terroristas? ¿Son sinónimos diálogo y negociación? ¿Existen razones que obliguen a negociar con los terroristas o que, por el contrario, poderosamente lo desaconsejen? Unas meditadas reflexiones, en torno a todas estas cuestiones, del presidente de Foro El Salvador. | Hace ya meses que el Gobierno de España está creando un ambiente favorable a la negociación con ETA, valiéndose de los poderosos medios de comunicación que tiene a su servicio y silenciando a los distintos foros cívicos, antaño defensores de las víctimas y sus derechos. Actualmente al Gobierno no le interesan las víctimas, yo diría que le molestan para hacer su política, sólo le interesan los etarras para negociar con ellos. ¿Tiene algún riesgo el negociar con los terroristas? ¿Se puede y se debe negociar con los terroristas? La negociación cuenta con mucha prensa a favor, con los partidos nacionalistas (no hay que perder de vista de que los terroristas son terroristas nacionalistas) e incluso las bendiciones de muchos eclesiásticos. Un religioso que intermedió en el conflicto irlandés se ha ofrecido para intervenir en la negociación de los terroristas con el Gobierno español, exigiéndole ya algunas medidas favorables a los presos. Este religioso ha sido incluso galardonado por las autoridades nacionalistas vascas. Su presencia en el País Vasco ha sido bien vista por la jerarquía vasca. Sus declaraciones a la prensa no han gustado a las víctimas, incluso han molestado y han dañado. No ha tenido ningún detalle en favor de las víctimas y, en cambio, trató a los terroristas como presos políticos. En una situación en la que el terrorismo, el peor enemigo de la libertad, manda en una región de España, como es el País Vasco -mientras que en el resto de la nación están hartos de tanta ETA, de tanto hablar de los vascos y ansiosos de paz- la propaganda del Gobierno a favor de la negociación y las instrucciones pastorales del Obispo de San Sebastián, en el sentido de que hay que aprovechar todas las oportunidades para conseguir la paz, exigen, más que nunca, que la gente responsable hable valientemente y con toda libertad. La Iglesia no debe olvidar que su misión es la de iluminar toda realidad humana. Y nunca debe ser una pieza en el engranaje del programa soberanista y excluyente del nacionalismo, totalmente favorable a la negociación con sus terroristas. En esta línea, el documento “Preparar la paz” de los obispos de las diócesis vascas ahondaba en la división de la comunidad vasca y abría una brecha entre ésta y el resto de la sociedad española. En contra lo que afirmaba, el problema en Euskadi no está en la “fórmula de convivencia”, sino en quienes no respetan dicha fórmula que ya nos dimos con la Constitución y el Estatuto. No basta con que la Iglesia condene los crímenes de ETA. Es preciso ir a su raíz para que la condena sea eficaz; condenar la ideología antidemocrática y anticristiana que los inspira. Todas las ideas y proyectos no merecen el respeto ni el amparo de la ley. Las ideas de Hitler y de Stalin llevaron la desgracia a millones de hogares. El origen de tales tragedias está en anteponer a la frágil vida del ser humano y a sus derechos individuales, abstracciones como la nación, la tierra, el pueblo o la etnia. Basada sobre una de esas abstracciones deshumanizantes, la autodeterminación no es un derecho humano como se ha pretendido no pocas veces desde medios eclesiásticos. No lo es por propia definición y porque no tiene al ser humano como único sujeto de derecho. Sólo es una recomendación de la ONU muy posterior a la Carta Universal y ceñida a casos de invasión y colonialismo, entre los que no se incluye el vasco, donde no hay una nación ni un estado preexistentes y abolidos por la fuerza. El acercamiento de los presos de ETA al País Vasco no es un derecho humano. Ni algo aconsejable, como supone la Pastoral de los obispos vascos (29-05-02), sino cuestionable según las más contrastadas fuentes del Derecho Internacional. La Ley Penitenciaria deja tal cuestión a criterio de los jueces y según convenga a la reinserción del preso. Acercar a un asesino convicto a una familia que le anima a reafirmarse en el delito, no es una opción acorde con la justicia ni con el Evangelio, y los presos tienen derecho a una dispersión que los aleje de un entorno favorable al crimen. La misión de la Iglesia es llevar la ley del amor a los que quebrantaron las leyes humanas y el Quinto Mandamiento, que prohíbe matar. Es suscitar el arrepentimiento en ellos y en esas madres que pasean orgullosas sus fotos, por las calles, como si fueran héroes. En la Instrucción Pastoral “Valoración del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias”, de la Conferencia Episcopal Española de noviembre de 2002, el documento más importante de los últimos 30 años, la Iglesia española se pronunció claramente sobre el terrorismo de ETA. Lo califica como “una realidad intrínsecamente perversa, nunca justificable”. “Quien quisiera servirse del fenómeno del terrorismo para sus intereses políticos, cometería una gravísima inmoralidad”. “No se puede se neutral ante el terrorismo”. Doctrina clara, que no ofrece dudas. La Iglesia nos recuerda también que la paz es tarea de todos, y el valor de un diálogo respetuoso, leal y libre, como la forma más digna y recomendable para resolver los conflictos. Pero al hablar del diálogo no se refiere a ETA, que no puede ser considerada interlocutor político de un Estado legítimo, ni representa políticamente a nadie. No se puede dialogar con las pistolas, no se puede dialogar con los terroristas. Juan Pablo II afirmaba que “no hay paz sin justicia”. No se puede construir la paz con terror, sin libertad. Expondré a continuación algunas razones por las que no se debe dialogar, negociar con los terroristas: 1º) No se dan las condiciones mínimas. No es suficiente que no haya atentados mortales. Mientras que la mitad de la población, la no nacionalista, esté bloqueada por el miedo al terrorismo etarra, no se puede dialogar ni negociar: traería consecuencias peores y más graves que las que padece actualmente el País Vasco. No sería democracia; no hay que olvidar que el terrorismo es el peor enemigo de la libertad. No nos tenemos que olvidar de que más de 200.000 personas han tenido que huir del País Vasco por falta de libertad. ¿Qué quieren los partidarios de la negociación? ¿Eliminar por el terror a la oposición e iniciar un diálogo? Demos libertad y voz a la oposición y al Estado de Derecho. 2º) Antes de negociar hay que hacer justicia y reparar el daño cometido. 3º) Y ¿para qué se negocia? “Para que dejen de matar”, se dice. Es decir, parece ser que matar les da el derecho a negociar. Es lo más perverso e inmoral que puede hacer un Gobierno. Dialogar con los asesinos es darles una parte de nuestras propias razones. 4º) Al negociar para la paz, ¿con quién se ha de firmar la paz, si únicamente los terroristas persiguieron y mataron, sin ninguna respuesta violenta de las víctimas? Aquí no hay dos bandos como en una guerra. Aquí hay unos que matan, los terroristas, y un Gobierno que no cumple con su misión: acabar con los terroristas usando de toda la fuerza que le da el Estado de Derecho, pero nunca prostituyéndose ante los asesinos. 5º) Negociar sería inconstitucional en un Estado de Derecho, ya que supondría una discriminación insultante de los españoles ante la Ley. Un país que negocia un asesinato, ¿qué clase de ética o moralidad tiene? Es extraño que la justicia española, única y última esperanza de las víctimas, no tome medidas para impedirlo. 6º) Como decía Savater: “Del diálogo político con el nacionalismo radical, nadie ha conseguido nada, excepto Ernest Lluch, que consiguió que lo mataran”. 7º) Por las víctimas, no deberíamos de hablar nunca con los asesinos. Si por ello nos retiran la palabra, sabremos que ésta vale muy poco, comparándola con la de las víctimas que ya no pueden pronunciarla. Espero y deseo que a todas esas personas partidarias del diálogo y de la negociación con los asesinos, la voz interior de las víctimas del terrorismo les persiga a lo largo de esta vida por la monstruosidad que cometen o puedan cometer. 8º) Solamente una vez desaparecido el terrorismo, la justicia, basada en la libertad, traerá la paz. •- •-• -••• •••-• Jaime Larrínaga
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