Tratamos de dar lógica a todo lo que hacemos, de darle sentido. Pero al hacerlo no nos percatamos que estamos impregnados de dos realidades de las que nos cuesta prescindir, a saber, el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo alimentan el espíritu, y hacen real lo que, sin ellos, no trascendería lo puramente psíquico. Por eso, puede decirse que espacio y tiempo nos hacen más humanos, y eso es maravilloso, pues así logramos ser lo que somos. Para actuar es fundamental el espacio, pues sin escenario, los actores no son actores; es imposible la acción sin un suelo, y sin una sucesión temporal. Pero hay un paso más, y es que, además, también para el guión son necesarias las fisuras espacio-temporales, porque el discurso funciona así. La razón, a diferencia de la inteligencia, se sirve de los instrumentos de dicha lógica para acercarse, con las limitaciones que ello acarrea, pero también con sus ventajas, a la verdad. Así ocurre también con las circunstancias de la propia vida; vivimos en un lugar, y en un momento histórico. Es algo tan necesario de asumir, como positivo. Pero tan necio sería negar nuestra historicidad como reconocernos un mero elemento de ésta, sin ningún rasgo que la trascienda. Nuestras actividades diarias puede, incluso a veces es preciso, que versen sobre lo fáctico, lo casuístico, las anécdotas que acontecen en nuestra vida más corriente. Sin embargo, no deben abarcar sólo dichos aspectos. Al afirmar que la persona humana es un ser histórico, antes de adjetivarla de histórica, se está partiendo de la premisa de ese sustantivo que es el "ser", es decir, que para ser "históricos", mudables, primero debemos "ser" algo, que sea lo susceptible de historicidad. El ser humano, como ya lo definió Aristóteles, es unión sustancial de cuerpo y alma y, por ello, sería tan necio olvidar una de sus partes como la otra, porque ambas tesis suponen separar lo que va unido. En boca del Santo Padre en su Encíclica del amor, "si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad. Si, por el contrario, repudia el espíritu y por tanto considera la materia, el cuerpo, como una realidad exclusiva, malogra igualmente su grandeza". Siguiendo la línea de lo expuesto y, para que exista una coherencia entre las palabras y los hechos, dado que precisamente el texto hace referencia a dicha congruencia, se hace necesario aplicar a la praxis cotidiana los planteamientos aquí expuestos, y con ello pasar de las divagaciones teóricas a la acción. Por eso mismo, porque creemos que el discurso racional alimenta la acción, y a la vez ésta vivifica al discurso, somos partidarios de buscar en nuestro suelo, que es España, y en esa etapa de nuestra vida que es la Universidad, todo ese contenido permanente y sustancial de la acción, esa realidad permanente que somos, a saber, nuestra naturaleza humana y todo lo que conlleva, y nuestra confesión religiosa, la fe católica. Por ello creemos imprescindible que seamos, no sólo españoles, sino españoles comprometidos con nuestra raíz cristiana; no sólo estudiantes, sino estudiantes católicos cuyo aprendizaje se ve dilucidado por la luz de la fe que profesamos, y cuya meta última no es obtener el título de licenciados y ganar un sueldo en un mañana muy próximo, sino, sobre todo, encontrar la verdad, una Verdad en mayúsculas, amar la Belleza, e ir por el mundo haciendo el Bien y deshaciendo el mal. Es por esto por lo que queremos atrevernos a pensar, y no precisamente al estilo más ilustrado. Queremos pensar la verdad desde nuestra vida, y hacia la Verdad más universal. Porque no sólo queremos la verdad en abstracto, sino que queremos defender, ante todo, la verdad de las calles, la realidad de nuestra España, las cosas que ocurren en nuestras facultades, la verdad sobre las disposiciones normativas de nuestra nación, y la verdad de cada alma y de cada corazón. Esto se traduce en que, desde la web www.atreveteapensar.com anunciaremos los eventos e iniciativas que tengan lugar entre los estudiantes en busca de dichos fines. Pero, a la vez que queremos sacar jugo de las cosas bellas y verdaderas que se promuevan entre nuestra sociedad joven, también denuciaremos las cosas feas, y hasta horrendas, que también suceden, y deben ser destruidas, y ser sustituidas, para que, poco a poco, "golpe a golpe", entre unos pocos que la masa mayoritaria optó por llamar "idealistas utópicos", logremos acercarnos cada vez más a esas realidades en mayúsculas que, lejos de defraudarnos, serán aún más bellas de lo que nuestro ojo vio, o nuestro oídos pudieron oír". Parafraseando a Shakespeare, "hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que sueña tu filosofía". •- •-• -••••••-• Equipo Atreveteapensar.com
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