En la actualidad, antes de iniciar cualquier diálogo se impone fijar
previamente el significado de las palabras que vamos a utilizar. Stalin
afirmaba que «de todos los monopolios de que disfruta el Estado, ninguno
será tan crucial como su monopolio sobre la definición de las palabras. El
arma esencial para el control político será el diccionario».
ZP convertido en alumno aventajado de Stalin, se ha encargado de transformar
en dos años el diccionario hasta límites insospechados. Palabras como
patria, dignidad, honradez, paz, democracia, libertad, progresismo,
matrimonio, justicia, talante, violencia, valores, terrorismo, pureza,
sexualidad, aborto, han dejado de utilizarse o tomado acepciones que pueden
significan una cosa o la contraria.
Entre otras acepciones, el diccionario de M. Moliner utiliza la palabra
digna para la persona que obra, habla, "se comporta, de manera que se
merece el respeto y la estimación de si misma y de las demás; o sea, no
comete actos que degradan o avergüenzan, que no se humilla y no tolera que
la humillen."
¿De donde le viene al hombre la dignidad? La dignidad, como la igualdad y la
hermandad son valores cristianos y no tienen más justificación que la de ser
el Hombre hijo de Dios. Sino ¿de qué? Así rezamos: "Padre nuestro que estás
en el cielo". Padre nuestro llamamos al único Dios que considera al hombre
hijo suyo. Si ser hijo de un rey cualquiera, de un político importante o de
un notable artista confiere una enorme dignidad a este hijo, que le hace
intocable. ¡Cuánto más si somos hijos de Dios! Una de dos: o el hombre es
una imagen de Dios y, entonces, ¿ quien se atreverá a tocarlo, desde que es
un embrión hasta que muere? O no es más que un bicho al que podemos numerar,
matar o guisar.
Afortunadamente, el cristianismo- con un plus para el catolicismo- es la
única institución que desde hace dos mil años sigue defendiendo la libertad
y la dignidad de la vida de todo hombre y mujer. Pronto nos hemos olvidado
del fascismo, del comunismo , del capitalismo salvaje y de todos los que
prescindieron de Dios. No nos acabamos de enterar de esos gobiernos que no
gobiernan más que para ellos, todos los cuales tienen algo en común: son
partidarios del aborto, del matrimonio libre, de la igualdad entendida en
sentido progre, del control absoluto de la sociedad . Y todos son enemigos
declarados de la Iglesia católica. ¿Qué dignidad es la de ese noventa por
ciento de propietarios de medios de comunicación y de periodistas españoles
que escriben o hablan al dictado de los partidos gobernantes? ¿Cuál es la
dignidad de esos políticos que anteponen sus intereses particulares o de
partido al interés general de su pueblo? ¿Qué hay de digno en la pretensión
de igualar y respetar a los animales tanto como al hombre?
Las palabras de Ratzinger son esclarecedoras. "No es una coincidencia que la
Unión Europea se defina en su Constitución como un sujeto político que
existe precisamente para sostener los derechos humanos; que su sustancia
ideológica está en los derechos humanos, no en la democracia. Quizás es
preciso preguntarse de dónde proceden los derechos humanos, pero me parece
que se ha evitado formular esta cuestión porque existiría el problema,
históricamente irrebatible, de que los derechos humanos nacen en el ámbito
de la cultura y de la civilización judeocristiana"
Como no existen ya grandes inspiraciones para nuestros grandes principios
éticos ni para la dignidad humana, se llega al relativismo moral que puede
aparecer como algo positivo, en cuanto invita a la tolerancia, facilita la
convivencia entre las culturas, reconocer el valor de los demás,
relativizándose a uno mismo. Pero si se transforma- como así se hace- en
verdad absoluta, se convierte en contradictorio, destruye el actuar humano y
acaba mutilando la razón...Si se dejan al libre albedrío de cada persona las
cuestiones humanas esenciales, las grandes decisiones sobre la vida, la
familia, la muerte, sobre la libertad compartida, entonces ya no hay
criterios. No habrá más regla para obrar que la que cada uno se marque
que, por supuesto, coincidirá con sus intereses, placer, poder, fama;
mientras que para la tradición cristiana es lo contrario: los criterios los
pone Dios en la Biblia para toda la eternidad y para todos los hombres. Las
leyes no cambian con los caprichos de cada gobernante. No es de extrañar que
el hombre de occidente se esté cansando de tantas ideas arcaicas fracasadas,
que han dejado tras un gran reguero de sangre y miseria.
Las naciones que prescinden de Dios, prescinden también de la humana
dignidad, y aparecen los gulags, los fascismos, los comunismos y los
progresismos. Los hombres se convierten en rebaños. Fascismo y comunismos
son ejemplos recientes. "El ser humano deja de ser persona, porque persona
es lo que hay en nosotros que dialoga con Dios, para convertirse en un
individuo que hablará con frecuencia de "libertad" pero nunca de "libertad
personal". Para que no escapen de sus países tienen que levantar murallas
propagandísticas, murallas de cemento y espinas y fusilar a los que intentan
escapar. Estas ideologías han elevado al poder político a la categoría de
religión. Francamente, "para este viaje no nocesitábamos alforjas". ¿Se
imaginan al mundo "civilizado" sin el cristianismo?
Chesterton dijo que "Cuando los hombres dejamos de creer en Dios, cuando nos
ponemos, como los Césares, en su lugar; entonces, empezamos a creer en
cualquier cosa." Y todo es posible. Sin embargo, no parece que el concepto
de dignidad sea inteligible sin contar con el paso de Cristo por la tierra
y con el hecho de haber sido elegidos hijos de Dios por el mismo Yahvé.
Hemos llegado a uno de esos momentos de la Historia donde la Iglesia
Católica, aunque debilitada, como en otras ocasiones, sigue representando
algo especialmente crucial e importante para los hombres y mujeres de este
mundo: la dignidad
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Alejo Fernández Pérez
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