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1985-2004 = 930.005 niños asesinados dentro de la Constitución.
Los abortos legales realizados en España durante el periodo de Felipe González desde el 5 de Julio de 1985 (sanción real) hasta el 5 de Mayo de 1996 (Toma de posesión de Aznar) fueron 359.624
Los abortos legales realizados en durante la presidencia de José María Aznar desde el 6 de Mayo de 1996 (Primer día de gobierno) hasta el 17 de Abril de 2004 (Toma de posesión de Rodriguez) fueron 511.429
(Fuente: Subdirección General de Promoción de la Salud y Epidemiología)
Causas de la independencia hispanoamericana
por
María Saavedra Inaraja
El proceso histórico que culmina con la proclamación de las repúblicas independientes en el espacio americano que había formado parte de la Corona española es consecuencia de una multiplicidad de factores que es difícil sistematizar.
El presente trabajo se va centrar en el análisis de las circunstancias que propiciaron el ciclo independentista desarrollado entre 1808 y 1824
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Trataremos de describir las diferentes situaciones que causaron
el debilitamiento primero y la ruptura posterior de los lazos que mantenían
unidos a la Monarquía española y sus territorios de ultramar Los territorios
americanos (Cuba, Puerto Rico) y del Pacífico (Filipinas) que aún continuaron
vinculados a España corresponden a otro capítulo de nuestra historia.
Será en el reconocimiento de estas circunstancias donde
encontremos los motivos del proceso emancipador, y podremos así establecer una
sistematización de las causas que condujeron a dicho proceso.
La realidad americana a finales del siglo XVIII
Las reformas borbónicas que afectaron a todos los territorios
de la Corona española en el siglo XVIII se dejaron sentir de una manera muy
especial en América. De algún modo se rompe con la tradición económica e
institucional de los territorios americanos, al buscar los gobernantes un mayor
control sobre aquellos reinos, dentro de las limitaciones marcadas por la
inmensa distancia que los separa de la capital de España.
Los reglamentos de comercio de 1765 y 1778 orientados a
ampliar un “comercio libre y protegido” entre España y América generan un
problema: la desprotección de la industria americana, que decae. En cambio,
los cambios en el comercio sí traerán como consecuencia la aparición de una
nueva clase de comerciantes con mayores conocimientos profesionales. Este
sector, que ve aumentar su poder económico, buscará acompañarlo de una mayor
presencia política. Especialmente significativo resulta este proceso en lugares
como Venezuela, Chile y Río de la Plata. Y será precisamente en estos
territorios, alejados de la América nuclear, en los que se encenderán
las primeras chispas independentistas.
En cuanto a la organización administrativa de la América española,
también es preciso señalar algunos cambios, que buscan racionalizar el gobierno
de un territorio inmenso. De esta manera, en el siglo XVIII se crean dos nuevos
virreinatos, el de Río de la Plata y el de Nueva Granada y se funda la
Comandancia General de las Provincias Internas de la Nueva España. Junto a
estas demarcaciones se impondrá la división e intendencias, siguiendo el modelo
francés importado a España por los monarcas de la dinastía Borbón.
Estas novedades, que buscan un mayor control sobre el
territorio y los súbditos americanos, van a chocar con el creciente deseo de
autonomía fomentado por la burguesía criolla desde tiempo atrás. Y como señala
Lynch, “para que los motivos de queja se convirtieran en reclamaciones, el
patriotismo en nacionalismo y el resentimiento en una revolución, los
hispanoamericanos necesitaban una coyuntura favorable que les permitiera tomar
la iniciativa”.
Y esta coyuntura se dio a partir de 1796, cuando se iniciaron los
enfrentamientos con Gran Bretaña, y llega a su momento más crítico entre 1808 y
1810 con la crisis dinástica generada en la Península.
Las causas de la independencia
Para tratar de establecer una sistematización de las causas
próximas y remotas que desembocan en la emancipación de los territorios americanos,
dividiremos las mismas en dos grupos: las que tiene su origen en el propio
territorio americano, y las que se localizan en la realidad peninsular.
a) Causas
internas: madurez y situación de conflictividad
Partiendo de los cambios señalados
anteriormente y que podemos encuadrar en las reformas borbónicas del siglo
XVIII, reconocemos como grupo impulsor de la independencia a una minoría
criolla que se ha visto despojada del control del territorio americano y que a
la vez ve aumentar su poder económico.
Con anterioridad a 1808 se habían dado
frecuentes movimientos rebeldes que generaban inestabilidad en aquel
continente. Pero estos movimientos, algunos incluso de origen indígena, no
buscaban subvertir el orden establecido. Querían mejoras sociales o económicas
que aliviaran sus condiciones de vida. De hecho, tales levantamientos, como el
de Tupac Amaru en Perú (1780), el efecto que consiguen es concienciar a los
españoles (criollos o peninsulares) de que si quieren mantener el orden social
deben permanecer unidos. El miedo a la violencia social retardará en algunos
territorios –de manera significativa en el virreinato del Perú- la adhesión a
la causa emancipadora.
De los movimientos revolucionarios anteriores
a 1808 el único que propiamente puede considerarse precursor de la
independencia es el de Francisco de Miranda. Viajero, intrigante y
revolucionario nato, promovió ideológicamente la independencia de
Hispanoamérica. Desde los Estados Unidos organizó una expedición “libertadora”
a Venezuela que fracasó por falta de apoyo, en 1806.
Siguiendo a Francisco Morales Padrón, podemos
señalar algunas causas de los procesos de independencia. Pero, tal y como este
autor señala, ninguna de ellas puede considerarse como causa única, ni se
pueden generalizar para todo el territorio de Hispanoamérica. Se trata de una
serie de factores que se dieron en mayor o menor medida dependiendo de los
lugares y las épocas. Incluso algunas de estas causas fueron reformuladas a
posteriori por los artífices de la emancipación.
- La negligente administración y la inmoralidad
burocrática. No se puede negar que en muchas ocasiones los puestos de la
administración no eran ocupados por las personas más idóneas, y que fue
frecuente la venta de cargos. Por otra parte, generalizar las deficiencias y
lentitud del régimen administrativo a todo el mundo hispanoamericano sería una
injusticia.
- El régimen mercantil monopolista. Pero el
monopolio era practicado por todas las demás potencias europeas, y además, el
monopolio durante el siglo XVIII se había convertido en una ficción. Cuando las
nuevas repúblicas decreten el comercio libre lo que están haciendo es sancionar
una situación que se daba “de facto”.
- La relajación de costumbres, de la que se
acusaba especialmente a los miembros del clero. Cierto que se daban casos de
personas sin verdadera vocación, y que buscaban medrar en la carrera
eclesiástica, pero sería una falta de rigor hacer esta acusación de manera
general para todos los eclesiásticos.
- La postergación de los criollos para los
cargos en la administración. Esta situación se dio especialmente a la llegada
de los Borbones, que, como vimos buscan un mayor control de aquellos reinos. En
cualquier caso, también habría que matizar esta afirmación y trasladarla
fundamentalmente al siglo XVIII.
- La tiranía, oscurantismo y censura llevada a
cabo desde la península. Esta acusación, generalizada, tiene mucho de falsedad,
teniendo en cuenta los esfuerzos que la monarquía dedicó a elevar el nivel
cultural de sus súbditos, a uno y otro lado del Atlántico. Como señala Morales,
“España salpicó sus reinos de centros culturales y docentes”. Y sobre el papel
de la Inquisición, precisamente es en las últimas fases del movimiento
revolucionario, cuando de manera poco lógica, y en parte presionada por el
propio rey, condena dicho movimiento.
- La concepción patrimonial del Estado y el
sentimiento regionalista. Los reinos indianos estaban unidos a España pero en
la persona del rey. Este sentimiento es fundamental a la hora de analizar la
actitud de las Juntas que se constituyen en América y que dejan de acatar la
autoridad de la Junta Central o, más tarde, de la Regencia.
- La servidumbre a que estaba sometidos los
indígenas. Esta razón será esgrimida en algunos momentos, sobre todo para
atraerse a la causa patriótica a las masas indígenas. Estas eran, en principio,
mucho más reacias a sumarse a la revolución, y de hecho al triunfar los
movimientos promovidos por las oligarquías criollas, las condiciones de esta
población tardarían en mejorar.
En cuanto a las motivaciones de carácter
ideológico que pudieran impulsar los procesos independentistas, debemos ser
cautos a la hora de establecer similitudes con otros movimientos
revolucionarios más o menos contemporáneos. El espíritu que mueve a la
emancipación hispanoamericana es peculiar y resultado de un conjunto de hechos
que no encuentran paralelismos en otros lugares.
Por este motivo no tiene demasiado sentido
hablar de los modelos revolucionarios norteamericano o francés para adaptarlo a
las circunstancias de la América española. No cabe duda que las ideas
ilustradas llegaron a América, pero prendieron en una élite minoritaria. Como
señala Lynch ,
la Ilustración no fue causa de la Independencia, pero sí la fuente en que sus
líderes bebieron para justificar, defender y legitimar sus acciones, antes,
durante y después de la revolución.
En cuanto al posible influjo de la Revolución
Francesa, los líderes de la emancipación, la minoría criolla, rechazará con
horror los excesos a los que condujo la revolución en Francia. De hecho, los primeros
movimientos revolucionarios en Hispanoamérica son una reacción frente a todo
lo que Napoleón representaba. Después sí se dejará sentir la influencia
francesa, pero más en su vertiente de pensamiento político liberal.
b) Causas
en la Península: crisis dinástica
Los sucesos acaecidos en la Península durante
los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX explican en gran medida
la respuesta americana en este período. Y podemos resumir esta realidad
señalando que, independientemente de la situación política que se diera en la Península,
los sucesivos gobernantes fueron incapaces de comprender la realidad americana.
Tomaron sus decisiones sobre Hispanoamérica sin conocer en absoluto –o
ignorándola de hecho- la problemática y las reacciones que allí se producían
como consecuencia de la crisis vivida en la Península.
La Revolución Francesa y el posterior
desarrollo de los acontecimientos en Europa llevan a España a embarcarse en una
política internacional contraria a sus intereses y más aún contraria a los
intereses de América. Como consecuencia de la guerra contra Inglaterra el
comercio ultramarino se vio duramente afectado. Creció sin control el
contrabando, y al autorizar el comercio con las potencias neutrales, al final
los grandes favorecidos serán los comerciantes norteamericanos, que verán con
muy buenos ojos cualquier acción tendente a lograr la emancipación de sus hermanos
del sur.
A partir de 1808 los acontecimientos en
América se sucederán al ritmo marcado por la crisis peninsular.
Tras las abdicaciones de Bayona y el
levantamiento de los “patriotas” en mayo de 1808, en cada comarca o región de
España se constituye una Junta. Esta acción viene justificada por la tesis escolástica
sobre la soberanía, que revierte al pueblo en el caso de que el rey no pueda
hacer uso legítimo de la misma .
Pero cuando las Juntas son sustituidas por
una Junta Central, la actitud de los americanos empieza a ser diferente de la
de los peninsulares. Ya no está tan claro que el poder legítimo recaiga sobre
esa Junta, en la que no aparecen representados los intereses de los españoles
americanos. La Junta Central se mantuvo, además, reservada y fría ante las
Juntas americanas. Su autoridad fue en principio acatada con reservas, pero
pronto aparecerían Juntas en el Alto Perú y en Nueva Granada (1809).
La crisis no se generalizó en América hasta
1810, y fue motivada por las noticias recibidas acerca de la ocupación de toda
la Península por parte de Napoleón. El miedo a que los franceses continuaran
sus campañas conquistadoras por Hispanoamérica hizo crecer el sentimiento
separatista: no querían correr los americanos la misma suerte que estaban
corriendo los peninsulares.
Y cada momento histórico en la Península era una
aportación más al estado de crisis que se vivía en América. Cuando se reúnen
las Cortes de Cádiz, mantienen esta misma marginación de los territorios
americanos; mientras que cada región peninsular puede enviar dos representantes
a Cortes, solo uno será convocado por cada región de América.
Y cuando por fin el ejército napoleónico sea
expulsado de la Península, tampoco las circunstancias van a ser propicias al
acatamiento del poder peninsular. Fernando VII, al recuperar el trono, se
empeña en ignorar la voluntad del pueblo que durante ocho años ha luchado por
devolver la corona a su rey legítimo. No reconoce –trata de aniquilarla- toda
la labor realizada por las Cortes de Cádiz, y envía a América ejércitos
realistas para eliminar cualquier foco separatista.
El rey utiliza la fuerza para mantener una
situación que era difícilmente sostenible. Y será precisamente la fuerza lo que
falle en 1820. El golpe de Riego, que debía haber mandado sus tropas para
acallar la revolución americana, supuso el último impulso que necesitaba el
movimiento emancipador. Se trata del mayor servicio que los liberales españoles
prestaron –sin saberlo- al movimiento independentista hispanoamericano.
La restauración del régimen liberal en España
no iba a satisfacer las apetencias de todos. Los liberales americanos ya no
necesitaban la Constitución de Cádiz; querían una propia o, mejor dicho, una
para cada región. Y los conservadores, viendo las consecuencias de implantar la
Constitución, no eran favorables a ella en absoluto; por eso muchos de ellos
apoyarán ahora decididamente la separación. Mientras tanto los
constitucionalistas españoles pensaban, ingenuamente, que todos los problemas
se resolverían con el nuevo régimen. Creían en la fuerza de la Constitución
para acallar todas las voces discordantes en América. Y el resultado no fue ese
en absoluto.
El año 1824 viene marcado por un cambio en
España, con el regreso del poder absolutista, y también supondrá una fecha
clave en América: aquellos territorios, por mucho que el monarca se empeñe en
ignorarlo, son irrecuperables.
·- ·-· -······-·
María Saavedra Inaraja
Bibliografía:
Para una aproximación a los procesos
independentistas de Hispanoamérica, siguen siendo válidas obras que ya se han
convertido en clásicos sobre esta materia. Se señala a continuación una pequeña
selección de obras de carácter general:
CÉSPEDES, Guillermo (1988): La
Independencia de Iberoamérica. La lucha por la libertad de los pueblos.
Biblioteca Iberoamericana. Anaya. Madrid.
DELGADO, Jaime (1960): La Independencia
Hispanoamericana. Instituto de Cultura Hispánica. Colección Nuevo Mundo.
Madrid.
FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor (1957): La
emancipación de América y su reflejo en la conciencia española. Instituto de
Estudios Políticos. Madrid.
HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, Mario (1988):
América Americana 1. Vol 4 de Historia de América. Ed. Alambra. Madrid.
LYNCH, John (2001a): Las revoluciones
hispanoamericanas 1808-1826. Ariel. Barcelona.
LYNCH, John (2001b): América Latina, entre
colonia y nación. Crítica. Barcelona.
MALAMUD, Carlos (2005): Historia de
América. Alianza. Madrid
MORALES PADRÓN, Francisco (1986): América
Hispana. Hasta la creación de nuevas naciones. Vol 14 de Historia de España.
Gredos. Madrid.
NAVARRO GARCÍA, Luis (Coord.) (1991): Historia
de las Américas. Vol III Alhambra Longman. Universidad de Sevilla. Sociedad
Estatal para el Quinto Centenario. Sevilla.
PALACIO ATARD, Vicente (1978): La España del siglo XIX.1808-1898.
Espasa Calpe. Madrid.
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