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por José Luis Orella Son casos distintos, pero cuidado con el resultado final. |
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| El modelo irlandés se ha puesto de moda para describir el caso vasco. Aunque la historia y la realidad son totalmente diferentes y no tenga nada que ver, a los abertzales les encanta la identificación con el mítico movimiento republicano. El Sinn Féin protagonizo el alzamiento de Pascua y consiguió aunar la voluntad de independencia del pueblo irlandés en 1916. Desde la configuración de la república de Eire y el control británico de los seis condados del Ulster, el Sinn Feín quedó marginado a un grupo de idealistas reunidos al calor de un Pub de barrio. Sin embargo, la sustitución de los valores católicos por los marxistas en los setenta y la instrumentalización del apoyo social a los huelguistas de hambre en las cárceles inglesas en 1981, con el fallecimiento de Bobby Sands, ocasionó el renacimiento del Sinn Féin, como movimiento político representativo.
Desde 1981, el apoyo social pudo ser vertebrado por un número importante de personas vinculadas a grupos locales, que dieron respuesta a muchos problemas reales, como el paro, la vivienda o la educación. La cercanía a los problemas de la gente hizo que se implicase esa complicidad del partido con la sociedad. El mayor peso del elemento político, y el protagonismo conseguido por Gerry Adams, ha causado que los atentados del IRA provoquen una repulsa social importante, que se castigue en una reducción del apoyo electoral de SF. El abandono de la violencia ha sido una solución táctica que ha proporcionado unos dividendos electorales en las dos irlandas. La respetabilidad que goza, no deja de ser fruto de Alec Reid, sacerdote irlandés, que aunó la alianza de los dos partidos nacionalistas (SF y SDLP) y el gobierno de Dublín. En el caso vasco, la finalidad de Reid es conseguir esa mayoría social de abertzales, nacionalistas y socialistas vascos. Pero cuya finalidad caminaría hacia un proceso pacífico independentista. Destapadas las cartas ·- ·-· -······-·
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