Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Para volver a la Revista Arbil nº 107
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 107


Acceso a artículo sobre al Hispanidad
Por la reintegración a los países de la Comunidad hispánica de sus tierras en manos foráneas:
Gibraltar, Guam, Belice,Guayanas, Malvinas, la Antártida Chilena y Argentina y el México ocupado



Unas felices islas guerreras

por Francisco Ayala Silva

Filipinas es una república centroamericana, pero está en Asia. Iberoamérica y las Filipinas fuimos la misma nación: el imperio español prodigioso y benévolo, miope e infeliz. Esa unión duró 300 años, más que nuestros años independientes.

Las Filipinas, como Centroamérica, dependían del virrey de México. En el siglo XVII, miles de filipinos y filipinas llegaron al Anahuac a trabajar como criados: fueron los primeros chinos y chinas poblanas. Ellos trajeron el enorme sombrero de los charros.

Por su parte, Filipinas adoptó el catolicismo mexicano: la Virgen de Guadalupe es la patrona de las islas, y las procesiones de Semana Santa son como las de México, y diferentes a las de España.

Fernando de Magallanes fue el primer europeo en llegar a las islas. Era 1521 y, en esas islas, un jefe local lo mató personalmente. Las películas filipinas lo pintan como castellano viejo y arrogante asesinado por un joven valiente y vigoroso; en realidad, era un hombre enfermo por meses de escorbuto y alimentos podridos, apenas vivo por una obsesión: ser el primero en navegar el globo. Juan Sebastián Elcano completaría el viaje.

Los españoles bautizaron a las islas en honor al rey Felipe II, y llevaron la guerra contra el Islam desde Andalucía hasta las Filipinas: acabaron con los sultanatos moros de las islas del sur, levantaron una fortaleza en Manila y la consagraron al apóstol de la Reconquista: Santiago, patrón de España.

En una de sus ojivas hay un bello y antiguo bajorrelieve de madera con el apóstol a caballo matando árabes barbados y en el suelo, en éxtasis. Se le llama Santiago Matamoros y ha resistido siglos de aguaceros y guerras. La dominación española fue dura, su gobierno arcaico y los jesuitas eran poderosos. Con frecuencia enfrentaban piratas moros y holandeses. Pero era un crisol étnico: moros, chinos, malayos y peninsulares tenían una España en Asia.

El juego de las islas

La independencia filipina y la cubana parecen un juego de espejos. Ambas nacieron en la mente de "ilustrados" (así se les llama en filipino) en la segunda mitad del pasado siglo. Muchos ilustrados cubanos y filipinos eran jóvenes ricos, educados en Madrid, donde se contagiaron con la viruela de la "libertad".

En 1890 se combatía en Cuba y Filipinas. La última mecha la encendieron dos hombres ejemplares: José Martí y José Rizal. El primero era un altísimo poeta, cubano de mirada triste y nada caribe; el segundo era un médico filipino graduado en Madrid, novelista que escribió en español las dos novelas primeras de Filipinas: "Los filibusteros" y "Noli me tangere" ("No me toques" en latín, una frase de Cristo resucitado).

Martí y Rizal eran hombres mansos que peleaban con la pluma. Martí murió cuando trató de combatir con el revólver. Rizal fue fusilado en la fortaleza de Santiago (Manila, no Cuba) en la madrugada del 30 de diciembre de 1896. Para entonces, el Imperio español agonizaba. En Cuba, los "mambises" (guerrilleros) del general Antonio Maceo habían vencido en toda la isla luego de medio siglo de guerra. En Filipinas, el general Emilio Aguinaldo, había organizado un ejército de 40 mil "katipuneros" (guerrilleros) a 200 kilómetros al sur de Manila y amenazaba la ciudad.España, país pobre, peleaba dos guerras en islas lejanas donde solo controlaba ciudades costeras. Puerto Rico ya negociaba su independencia.

Cubanos y filipinos habrían proclamado su independencia, de no ser por la ayuda de Estados Unidos.Recuerden el "Maine" Para heredar los tristes restos del más grande imperio, Estados Unidos inventó fantasmas: la explosión de las calderas del navío de guerra Maine en el puerto de La Habana. Hace 30 años, el gobierno de Washington aceptó que la explosión fue accidente, pero en 1898 trajo la guerra que pedían los periódicos de William Randolph Hearst, el "Ciudadano Kane".

La guerra hispano-americana fue una de las más desiguales de la historia. España era un viejo que combatía en el suelo contra dos jóvenes morenos. Estados Unidos subió al "ring" a dispararle con un revólver. Cosas iguales ocurrieron en el golfo del Cavite (donde está Manila) y en el Puerto de Santiago (Cuba). La flamante flota norteamericana llegó a pedir rendición; luego de algunas dudas, la flota ibérica salió a enfrentarla como salían los tercios españoles: sin retroceder, con paso lento y majestuoso.

Era un espectáculo de caballeros hispanos, en barcos de madera y espolón, enfrentando acorazados dotados con artillería de largo alcance. Los españoles descubrieron que sus cañones de quedaban cortos y, uno tras otro, todos sus barcos volaron en astillas. Los norteamericanos rescataron a los sobrevivientes: en ningún momento los vencedores quedaron bajo el fuego español.

Los filibusteros

Estados Unidos recibió a las Filipinas con 40 millones de habitantes (el triple de los que tenía la España de entonces). Los filipinos proclamaron la independencia el 12 de junio de 1898. Estados Unidos dijo que las Filipinas no estaban listas para la independencia. Emilio Aguinaldo retomó las armas y resistió hasta 1906, dándole a los marines su primer trago de combate en selvas asiáticas.

Los norteamericanos comenzaron a utilizar balas de punta chata, que fulminan instantáneamente; las de punta aguda permitían al atacante llegar, herido y con machete, a matar a su asesino. Durante 40 años, Filipinas fue posesión de los Estados Unidos: era un remolino de catolicismo español, cultura asiática y capitalismo norteamericano.

En 1941, las islas recibieron una violentísima invasión japonesa que derrotó a los norteamericanos; 10 mil se quedaron defendiendo desde la isla de Corregidor, llave del golfo del Cavite y con forma de pupa de zancudo: decían que tenía las barracas militares más grandes del mundo. Mientras McArthur escapaba ("I shall return", dijo en la escalerilla del avión), los 10 mil se rindieron. Los japoneses los trasladaron, caminando, a un campo de concentración en la norteña ciudad de Baatan. Solo llegó la mitad: los demás murieron o escaparon. Pasaron cuatro años. Calamba Laguna, el pueblo (recién convertido en ciudad) donde nació José Rizal, se convirtió en centro turístico para soldados japoneses.

Aquí hay cientos de riachuelos y piscinas naturales. El viejísimo Emilio Aguinaldo decidió apoyar al gobierno títere japonés. En 1944, Estados Unidos recuperó Filipinas bombardeando a Manila y matando a miles de filipinos. En la sureña isla de Leyte, el almirante Chester Nimitz destruyó una flota japonesa utilizando una flota aún mayor. McArthur pudo retornar en un desembarco multitudinario coreografiado para los periodistas (así era él).

El castillo de Santiago era calabozo japonés; los libertadores encontraron 600 cadáveres de combatientes norteamericanos y filipinos, muertos de hambre. La independencia se declaró en 1946. En los años 50, el presidente Ramón Magsaysay derrotó a las guerrillas comunistas de la tribu "huk" y habría conseguido la paz si no hubiera muerto antes de completar la reforma agraria.

Comandante Marcos

En 1965 llegó al poder Ferdinand Marcos, un héroe de la resistencia contra los japoneses. En realidad, él se había creado su leyenda, jactándose de haber enfrentado, solo, a 50 soldados japoneses, a los que hizo huir. Mentira, por supuesto. Marcos inició colosales proyectos de desarrollo y una colosal corrupción, con el apoyo de su esposa Imelda, colosalmente ambiciosa.

Marcos recetaba represión excusándose en la actividad guerrillera; cuando quiso amañar las elecciones de 1986, lo derrocó un movimiento popular y pacífico que llevó al poder a Corazón Aquino. Ahora hay democracia.

Con amor edificado

La historia filipina se refleja en la ancha avenida que mira al mar donde llegan los conquistadores. Allí está el somnoliento castillo de Santiago, la embajada amplísima de Estados Unidos y la embajada de Japón (grande y austera).

Es una avenida para carros desbocados, sin cruce para peatones. Cerca del fuerte de Santiago hay una rotonda. A su alrededor pasan miles de carros y gentes que hace décadas olvidaron en el pilar del centro y sus inscripciones: "Con amor edificado", y la fecha "1877".

Está dedicado a un antiguo capitán general español. Miles de norteamericanos y japoneses, soldados y turistas, pasaron y pasan a su alrededor, sin entender esa explosión del mundo hispano en una Asia que quiere ser Norteamérica.

Pocos filipinos entienden que son la Iberoamérica de Asia.

•- •-• -••••••-•
Francisco Ayala Silva
"Hablemos on line"



Acceso   a Minuto Digital
***
Visualiza la realidad del aborto: Baja el video
Video mostrando la realidad del aborto
Rompe la conspiración de silencio. Difúndelo.

 

Para volver a la Revista Arbil nº 107
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 107

La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina

"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen.

Foro Arbil

Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042954
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)

ISSN: 1697-1388