Juan Pablo II nos recuerda que una democracia que sea tal y no una tiranía partitocrática debe estar bien asentada en los cimientos proporcionados por los principios naturales. De esta manera, los católicos, como ciudadanos comprometidos con la Verdad y en la defensa de la dignidad de la persona humana, moralmente, no pueden mantenerse en la pasividad, sino actuar de manera activa en el mejor gobierno de su nación. Sin embargo, la mayor tentación para un católico con buenas intenciones, pero con poca formación política, es caer en el mar menor. No obstante, el peligro de tal decisión provoca la aceptación de un mal, aunque fuese menor, y transmite el escándalo público a los católicos practicantes que se ven sorprendidos de la decisión de un político contrario a su Fe. La ausencia de formación católica, provoca que el elector católico piense que la religión debe estar limitada al contexto privado de la persona, cuando un católico debe ser coherente con su actuación pública. Guiados por ese prisma, el católico dedicado a la política debe ser fiel a su compromiso, y si su actuación no es libre en un partido político de los del sistema, deberá representar a sus conciudadanos desde otra plataforma política alternativa, que si responda al bien común de la comunidad. •- •-• -••••••-• Redacción
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